OCTAVIO:
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¿Qué dices?
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PEDRO:
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Digo
lo que al mundo es ya notorio,
y que tan claro se sabe,
que a Isabela, por mil modos,
[la tiene presa el rey].
Con vos, señor, o con otro,
esta noche en el palacio,
la habemos hallado todos.
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OCTAVIO:
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Dejadme, no me digáis
tan gran traición de Isabela,
mas... ¿si fue su amor cautela?
Proseguid, por qué calláis?
(Mas, si veneno me dais Aparte
a un firme corazón toca,
y así a decir me provoca
que imita a la comadreja,
que concibe por la oreja,
para parir por la boca.
¿Será verdad que Isabela,
alma, se olvidó de mí
para darme muerte? Sí,
que el bien suena y el mal vuela.
Ya el pecho nada recela,
juzgando si son antojos,
que por darme más enojos,
al entendimiento entró,
y por la oreja escuchó,
lo que acreditan los ojos.
Señor marqués, es posible
que Isabela me ha engañado,
y que mi amor ha burlado.
Parece cosa imposible.
¡Oh mujer, ley tan terrible
de honor, a quien me provoco
a emprender! Mas ya no toco
en tu honor esta cautela.
¿Anoche con Isabela
hombre en palacio? Estoy loco.
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PEDRO:
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Como es verdad que en los vientos
hay aves, en el mar peces,
que participan a veces
de todos cuatro elementos;
como en la gloria hay contentos,
lealtad en el buen amigo,
traición en el enemigo,
en la noche oscuridad,
y en el día claridad,
y así es verdad lo que digo.
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OCTAVIO:
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Marqués, yo os quiero creer,
ya no hay cosa que me espante,
que la mujer más constante
es, en efecto, mujer.
No me queda más que ver,
pues es patente mi agravio.
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PEDRO:
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Pues que sois prudente y sabio
elegid el mejor medio.
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OCTAVIO:
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Ausentarme es mi remedio.
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PEDRO:
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Pues sea presto, duque Octavio.
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OCTAVIO:
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Embarcarme quiero a España,
y darle a mis males fin.
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PEDRO:
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Por la puerta del jardín,
duque, esta prisión se engaña.
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OCTAVIO:
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¡Ah veleta, ah débil caña!
A más furor me provoco,
y extrañas provincias toco,
huyendo de esta cautela.
Patria, adiós. Con Isabela
hombre en palacio? Estoy loco.
Vanse todos
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