El búho y el hombre

El búho y el hombre
de Félix María Samaniego


Vivía en un granero retirado
Un reverendo Búho, dedicado 
A sus meditaciones,
Sin olvidar la caza de ratones.
Se dejaba ver poco, mas con arte: 
Al Gran Turco imitaba en esta parte. 
El dueño del granero
Por azar advirtió que en un madero 
El pájaro nocturno
Con gravedad estaba taciturno. 
El Hombre le miraba y se reía; 
«¡Qué carita de pascua! le decía; 
¿Puede haber más ridículo visaje? 
Vaya, que eres un raro personaje. 
¿Por qué no has de vivir alegremente 
Con la pájara gente,
Seguir desde la aurora 
A la turba canora
De jilgueros, calandrias, ruiseñores, 
Por valles, fuentes, árboles y flores?» 
«Piensas a lo vulgar, eres un necio, 
Dijo el solemne Búho con desprecio;
Mira, mira, ignorante,
A la sabiduría en mi semblante: 
Mi aspecto, mi silencio, mi retiro, 
Aun yo mismo lo admiro.
Si rara vez me digno, como sabes, 
De visitar la luz, todas las aves 
Me siguen y rodean: desde luego 
Mi mérito conocen, no lo niego.» 
«¡Ah tonto presumido!,
El Hombre dijo así; ten entendido 
Que las aves, muy lejos de admirarte, 
Te siguen y rodean por burlarte.
De ignorante orgulloso te motejan,
Como yo a aquellos hombres que se alejan 
Del trato de las gentes,
Y con extravagancias diferentes 
Han llegado a doctores en la ciencia 
De ser sabios no más que en la apariencia.» 
De esta suerte de locos
Hay hombres como búhos, y no pocos.