El avaro y el barquero
-«¿Vais al infierno?» -dijo Caronte.
-«Sí -secamente clamó el avaro.-
»venga el pasaje.»-
-«No pago impuestos.»-
-«Pues no hay barquilla.»-
-«Ireme a nado.»-
-«Nadie en mis barbas la ley infringe;
»ved que el ser terco no os cueste caro;
»para este censo tenéis el óbolo
»que os ofrecieron al enterraros,
»y ese es el premio que a todos cobro;
»¿lo dais?»-
-«He dicho que nada pago.»-
Y dando oídos a su egoísmo,
tal vez por miedo de ser robado,
se engulle el cobre: corre al Estigio;
hiende las ondas, y cruza el lago.
Cuando tocaba la opuesta orilla,
preso al Averno se lo llevaron,
Plutón le dijo: -«Mísero viejo,
»voy a vengarme de tu atentado;
»vas a pagarme toda la usura;
»todos tus fraudes y tus engaños.»-
Y golpeando tremendo el yunque,
de donde brotan siniestros rayos,
exclama: -«¡Minos! crea un suplicio
»atroz, horrible, desesperado,
»que sus entrañas torture lento;
»que sea fuente de eterno llanto.
»El hierro es poco para ese infame,
»el fuego mismo fuera harto blando;
»sus sufrimientos han de ser crueles;
»mucho más crueles que los de Tántalo.
»Aguza, aguza pronto tu ingenio;
»no te detengas; yo te lo mando.»-
El juez severo de los infiernos
se alzó entre llamas; meditó un rato,
y al cabo dijo: -«Haz que reviva:
»que vuelva al mundo de los humanos;
»que, en justa pena de su avaricia,
»miren sus ojos el despilfarro
»que, a todas horas, sus herederos
»están haciendo de sus denarios.»-