El autor a sí mismo
Cansada nunca de tu vano intento, corres, barquilla, el piélago espumoso, y tu piloto sufre, temeroso, del Aquilón el ímpetu violento. Neptuno te presenta, fraudulento, mansas las iras de su reino undoso, ¡cuitada! porque dejes tu reposo, y luego llores del instable viento. Al mar no vuelvas, mísera barquilla; acógete, por fin, escarmentada, al ocio dulce de la quieta orilla. Que si a nave real, de horror cargada, Neptuno la orgullosa frente humilla, ¡ay!, tú serás por burla destrozada.