El asno sesudo
Cierto Burro pacía En la fresca y hermosa pradería Con tanta paz como si aquella tierra No fuese entonces teatro de la guerra. Su dueño, que con miedo lo guardaba, De centinela en la ribera estaba. Divisa al enemigo en la llanura, Baja, y al buen Borrico le conjura Que huya precipitado. El Asno, muy sesudo y reposado, Empieza a andar a paso perezoso. Impaciente su dueño y temeroso Con el marcial ruido De bélicas trompetas al oído, Le exhorta con fervor a la carrera. «¡Yo correr! dijo el Asno, bueno fuera; Que llegue en hora buena Marte fiero; Me rindo, y él me lleva prisionero. ¿Servir aquí o allí no es todo uno? ¿Me pondrán dos albardas? No, ninguno. Pues nada pierdo, nada me acobarda; Siempre seré un esclavo con albarda.» No estuvo más en sí ni más entero Que el buen Pollino Amiclas el Barquero, Cuando en su humilde choza le despierta César, con sus soldados a la puerta, Para que a la Calabria los guiase. ¿Se podría encontrar quien no temblase Entre los poderosos De insultos militares horrorosos De la guerra enemiga? No hay sino la pobreza que consiga Esta gran exención: de aquí le viene. Nada teme perder quien nada tiene.