El ajedrez (Borao y Clemente)/Apéndice/Schachia
Finge el poeta que, habiendo concurrido á las bodas del Océano Júpiter con su corte, aquel, por obsequiar y divertir á la escelsa concurrencia, mandó traer una tabla y una urna que contenia diversas figuras blancas y negras, hechas de boj, todo lo cual no era otra cosa que el tan difícil y entretenido juego que conocemos nosotros con el nombre de Ajedrez.
El mismo Océano esplica á la celeste reunion la forma del tablero, y el carácter, oficio y marcha de cada una de sus figuras, con más las leyes á que tienen que sujetarse y la colocacion que en la tabla les corresponde.
Despues, Júpiter, para hacer mas grave y solemne el entretenimiento, previene con amenazas que, mientras dure la partida de juego que va á emprenderse, ninguno de los concurrentes haga la menor indicacion; y, llamando á Apolo y á Mercurio, les encarga la direccion del bando que mas acomode á cada cual.
Toma Apolo la de los blancos y Mercurio la de los negros, y la suerte concede al primero la salida ó rompimiento de la batalla.
Sigue esta con varias alternativas y aun alboroto del concurso, hasta que al fin termina con la muerte del rey blanco, que llena del mayor sentimiento á Apolo y de gloria y aplausos á Mercurio, que alcanza el premio ofrecido por Júpiter al vencedor.
Por último, manifiesta el autor cómo se comunicó este juego á los mortales, y de dónde tuvo orígen el nombre con que en Italia se le conoce.
Á Apolo y á Mercurio se les dá en el poema frecuentemente los sobrenombres de Delio y Febo al primero, y al segundo de Silenio, Arcade y Atlántida, ó descendiente nieto de Atlante.
La efigie de la guerra represento,
una ficcion de lidia verdadera,
fabricado de boj un campamento,
reinos de fuego y fiesta placentera:
y cómo dos monarcas en crüento
combate, entre los dos, y lucha fiera
disputan de la suerte los favores
con rutilantes armas bicolores!
Alzad, ninfas seríades, vuestro canto
y celebrad los ínclitos combates,
la escelsa gloria que con estro santo
cantaron antes los antiguos vates.
No hay camino accesible para tanto;
mas donde quiera ardor que me arrebates,
allí intenta seguirte, aunque sin via,
con ardor juvenil la musa mia.
Regid, diosas, regid al caminante
que riscos cruza y breñas nunca holladas
con pié inseguro y paso vacilante,
mostrándole las sendas ignoradas;
fuerza es que deis alguna luz brillante
del juego que, en las playas dilatadas,
enseñó de la Italia vuestro acento
de Schachida en insigne monumento.
Júpiter, de los dioses soberano,
en las playas de Mémnon y Etiopía,
las bodas á honrar fué del Oceáno
al que Himeneo con la tierra unía[1].
Allí todo el Olimpo de antemano
alegremente concurrido habia,
y en las riberas de los anchos mares
resonaban mil plácidos cantares.
- ↑ Aquí el autor ha padecido un error mitológico; pues, segun Hesiodo, el Océano casó con el cielo, de cuya union nació la tierra. Por consiguiente no pudieron celebrarse las bodas del Océano con la tierra, como dice, ni honrarlas Júpiter con su córte, que existieron muy posteriormente.