El ajedrez (Borao y Clemente)/Capítulo XVII

El ajedrez (1858) de Jerónimo Borao
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO DECIMOSETIMO.




REGLAS DE URBANIDAD.


La suma importancia de este juego, el ser muy usual entre las personas de clase ó de esmerada educacion, su complicacion misma y el ser uno de los que mas vivamente interesan y mortifican el amor propio, le hacen tan delicado y rígido como ninguno. Estos son los motivos de que hayan de obserarse en él ciertos principios de urbanidad que le pongan á cubierto de la grosería á que otros juegos ocasionan. Las reglas de urbanidad deben ser las siguientes:

El jugador de menos clase ó el de menos edad, debe ceder á su contrario la eleccion de color, teniéndose, aunque injustamente, por preferible el blanco.

A las damas es costumbre ceder el juego negro, dícese que porque contraste con sus manos.

A los cortos de vista tambien, para que perciban mejor el juego contrario.

Para la salida, si no hay ventaja ó convenio, echa suertes el masjóven ó menos caracterizado, tomandoun peon de cada color en cada mano, para que el otro jugador toque una de ellas y salga si ha acertado con el peon de su color.

A causa de la importancia que la reina tiene en el juego y del desnivel que se estableceria en una partida si por sorpresa se prendiere, suele, en España, dársele jaque aunque fuera de ley, obedeciendo en esto á un principio caballeresco.

Aunque algunos establecen que salga en una partida el que ganó la anterior, es mas cortés verificar lo contrario.

Debe usarse con mucho rigor la ley de pieza tocada, pieza jugada, y la de pieza jugada, pieza sentada; de este modo no se dá lugar á reclamaciones y se muestra un desinterés laudable.

Debe procurarse jugar de memoria y no tener las piezas mas tiempo que el preciso bajo los dedos.

Debe tenerse presente que este es el juego del silencio, y que ni se debe humillar al contrario con alusiones á sus jugadas ni á las propias, ni debe distraerse un jugador á conversaciones generales como en señal de suficiencia, ni, en general, debe hablarse sino lo preciso.

Es de pésima educacion volcar las piezas sobre el tablero, ni en señal de despecho, ni en significacion de rendirse.

Las conversaciones posteriores al juego, pero alusivas á él, deben ser muy atentas y llenas de deferencia hácia el contrario.