El ajedrez (Borao y Clemente)/Capítulo XIII

El ajedrez (1858) de Jerónimo Borao
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO DECIMOTERCIO.




REGLAS GENERALES.


En las doce primeras jugadas conviene sacar las piezas, de modo que no se hallen obstruidas ni cerradas.

El jugador debe procurarse un golpe de vista pronto y exacto, para atender á todos los puntos del juego, y observar sin confusion todo el daño que puede hacer y recibir.

Téngase presente que cada jugada, propia ó contraria, puede ocasionar mas cambios de los que á primera vista aparecen; y por consiguiente, con solo un movimiento, es muy fácil que se altere la posicion de muchas piezas. Por ejemplo: un trebejo movido puede salir de un jaque, dar otro á una ó mas piezas, dejar espedita ó cerrada una línea, dejar apoyadas ó desamparadas varias piezas, descubrir una oculta y dar jaque con ella, pasar de la defensiva á la ofensiva y vice-versa, y causar, en fin, otros efectos con solo un movimiento suyo, todo lo cual no debe escaparse á un jugador.

No debe hacerse jugada que no sea parte de un plan lo mas complicado y seguro posible. No debe jugarse hasta haber procurado adivinar todas las intenciones del contrario en la última jugada.

No debe darse pieza por pieza, ni menos la reina, sino cuando haya ventaja notoria ó cuando convenga al plan que se sigue, ó cuando, estando á la defensiva, se quiera inutilizar á las piezas de ataque, ó cuando se pueda ganar un tiempo, ó cuando uno haya de quedarse, despues del cambio, piezas que matan contra piezas que no matan, ó cuando, por punto general, haya ventaja de piezas, en cuyo caso cada una cambiada deja mas inutilizado al que está mas falto de ellas. Mejor que cambiar pieza es ganar tiempos y continuar los planes ofensivos, sobre que indica tambien menos temor á las jugadas enemigas.

En caso de cambio, conviene anticiparse.

Procúrese tener en libertad dejugartodas las piezas, y cuando alguna de ellas se halle tercamente asediada, cédase, si es preciso, un peon y aun una pieza.

Cúidese mucho de las primerasjugadas, porque dan ó quitan la iniciativa, y por consiguiente la ofensiva y, las mas veces, la partida.

No conviene seguir temerariamente un ataque: conviene variar de plan cuando se conozca que es erróneo, ó que está frustrado el que se lleva.

Lo importante es tener buena posicion aunque sea con pieza menor.

En situacion difícil debe cederse ventaja de piezas antes que ventaja de posicion, porque la muy buena del contrario, especialmente en el centro de las partidas, puede acarrear un mate prematuro.

No deben entregarse las avenidas, sino tener cerrado el juego al enemigo.

No conviene dejar pieza aislada, porque pueden los ataques posteriores llamar mas la atencion, y concluir porperderse aquella pieza sin poder ya acudir á su defensa.

No hay pieza inútil, ni colocacion inútil de pieza: todo puede ser de provecho á un jugador.

Procúrense dar, y á su vez evitar, los jaques dobles, esto es, los que se dan á un tiempo á dos piezas: suelen darse fácilmente con el caballo cuando hay dos piezas contrarias en un mismo color, con el alfil cuando las hay en un mismo color y línea, con la torre cuando las hay en una misma banda; por eso el rey y reina deben evitar esas situaciones.

A veces un peon pone en jaque á dos piezas mayores, y entonces se pierde comunmente una de ellas.

Deben procurarse y evitarse así mismo los jaques á la descubierta, que son, en general, jaques dobles, y equivalen, como estos, á dos jugadas seguidas: llámanse así aquellos que se dan con una pieza por el movimiento de otra que la cubria, y en este caso, la descubierta de un jaque y la que cubre dá otro á veces ó toma pieza al moverse.

No debe adelantarse una pieza que, atacada despues por otra ó por un peon, haya de retroceder: á no servir aquel avance de punto de partida para otro movimiento en direccion conveniente.

Antes que retirar debe defenderse una pieza, y de este modo no se la desvia del objeto á que se la destinó.

Importa ganar tiempos, esto es, hacer jugadas útiles obligando al contrario á que las haga forzadas y sin resultado.

En general, el que gana muchos tiempos á su contrario, se apodera de la partida.

Dicen algunos autores que se ganan tiempos cuando se dá oportunamente pieza por pieza, y cuando se desprecia la presa de un peon por desembarazar una pieza.

No deben darse jaques si no han de tener utilidad positiva mas ó menos próxima, como ganar pieza ó tiempo, ó libertarse de una mala posicion en fuerza de algunos jaques contínuos.

Deben preferirse los jaques que dejan menos casas al enemigo.

Generalmente debe desconfiarse de las piezas que el enemigo entrega á fácil presa, y antes de tomarlas debe consultarse si pueden ocasionar algun perjuicio.

Teniendo pieza de mas, debe procurarse cambiar ó hacer retroceder.

Es provechoso que las piezas ocupen mas terreno que las del contrario.

Debe no precipitarse al ataque, aguardar á reunir todas las piezas suficientes, y calcular con seguridad si el juego debe ser de ataque ó de defensa.

Para atacar un punto se necesita una pieza mas que el contrario.

Tomada una de las alas es casi segura la victoria, sobre todo si está deshecho el centro.

El ajedrecista ha de jugar siempre sin aturdimiento y con mesura: difícilmente hay ataque que no se preste á una buena defensa y con frecuencia se hace perecer al enemigo en el ataque: pocas partidas hay tan desesperadas que no permitan la esperanza de un resultado glorioso, ya aprovechando una circunstancia oportuna para tomar la ofensiva, ya jugando acaloradamente en raros casos, ya consiguiendo hacer tablas y sobre todo empate la partida. Y desde luego, en los finales difíciles y en los grandes peligros, es en donde mas se ejercita la fuerza del jugador, habiendo pérdidas que honran al vencido.

Atacada una pieza, no es bueno contestar atacando con otra, pues amagada esta, resultan dos peligros en vez de uno, y es casi seguro perder una de las dos piezas.

Cuando una pieza enemiga se precipita en nuestro juego, conviene estudiar si se la puede allí matar: esto es áveces fácil, especialmente cuando el caballo se avanza hasta nnestra base.

Jaqueada la reina sin escape, no hay otro medio que, ó jaquear á nuestra vez la contraria, ó dar jaques sucesivos al rey aun con pérdida de pieza; no solo para tener al contrario en peligro ó cuidado mayor, sino aun más para desocupar algun sitio ocupado por pieza propia, á donde pueda retirarse la reina. De estos casos desesperados hay algunos verdaderamente interesantes.