El ajedrez (Borao y Clemente)/Capítulo VI

El ajedrez: Tratado de sus principios fundamentales (1858)
de Jerónimo Borao
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO SEXTO.




DE LAS TORRES.


Se colocan en los dos estremos de la base del tablero y marchan cuantos pasos quieren por las líneas horizontales y verticales: son las mejores piezas despues de la reina: obran poco, pero con éxito: en el curso de la partida, generalmente, se dedican á guardar la línea del rey, para que, descansada mente, puedan tomar las demas piezas la ofensiva: en los finales y en las defensas desesperadas, la torre es una pieza formidable y, doblada, no tiene quien la resista sino las torres enemigas: es la menos flexible en sus movimientos, pero recorre largas líneas por lo mismo que suele jugar en terreno desembarazado y no tiene, como los alfiles, la esclusiva del color, sino que puede ocupar toda casa: situada en una banda, es un foso que detiene al rey en una seccion del tablero, y lo va estrechando hasta reducirlo á una de las bandas estremas, donde fácilmente muere: este efecto es mucho mas rápido cuando hay dos torres.

La torre debe obrar en calle libre y ser sostenida por la otra.

Cuando el enemigo doble su torre, debe hacerse lo propio que él y no cederle las aberturas.

Las torres deben pasar al juego enemigo en los finales de partida, con lo cual detienen al rey, á quien ya pueden avanzarse las demas piezas.

Cuando mas conviene el jaque de la torre, es cuando los reyes están frente á frente, en cuyo caso, el jaqueado tiene que perder línea y debe aproximársele la torre jaqueadora hasta juntársele, para hacerle perder así algunos tiempos en volverá colocarse en batería.

La torre debe procurar no ser presa en los finales por la reina enemiga, á favor de un jaque doble á ella y al rey, lo cual, por el estado desembarazado del tablero, sucede con bastante frecuencia.

Aunque la torre vale mucho mas que el caballo, Philidor la sacrifica por él, unas veces para evitar que le destruyan el órden de sus peones avanzados, y otras para resguardar su rey y prepararse al ataque.

Dos torres dan mate con suma prontitud y facilidad cuando no tienen piezas enemigas: una tambien lo dá, aunque con mas trabajo y, precisamente, á un ángulo del tablero.

Las torres deben dedicarse, principalmente, á la defensa del rey, no solo en los principios y medios de partida, sino mientras el rey permanezca en su base escoltado por sus peones: una de las torres será bueno que se sitúe junto al rey. Escepcion de esta regla es el caso de tomar una ofensiva muy enérgica, en cuyo caso puede alguna torre tomar parte en el ataque.