Elenco
El año santo de Roma
de Pedro Calderón de la Barca
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Suena dentro la MÚSICA y mientras se canta se abre en lo alto de un carro una gruta y sale de ella el HOMBRE, vestido de pieles, como escuchando con admiración.
MÚSICA:

Venid, venid, peregrinos,
venid, venid, que este año
la puerta se abre que estuvo cerrada
por tantas edades, por siglos tan largos;
y pues que la vida es jornada de todos,
felices aquellos que peregrinando
merezcan que el año reparta con ellos
la acción de piadoso, el renombre de Santo.

HOMBRE:

Rásguese las entrañas
el centro que en sus bóvedas me encierra,
primer prisión de la fortuna mía,
y entre las dos campañas
del cielo y de la tierra,
a la voz desta métrica armonía,
salga a gozar la breve edad del día,
símbolo de mi edad, pues cuando nace
de ansias el Hombre, y de miserias lleno,
bien como el día, de uno en otro seno,
tránsito es el que hace
con vida tan escasa
que de un sepulcro a otro sepulcro pasa.

HOMBRE:

Dígalo yo, que apenas
miro del sol la lumbre
desde el umbral de mi primer destino,
cuando de horrores llenas,
hallo en las quiebras de una y otra cumbre
el precipicio aun antes que el camino.
Sin elección, sin tino
nazco, y sin que comprenda
mi natural deseo,
de dos sendas que veo
cuál es la mejor senda,
para que llegue menos fatigado
a ver el fin para que fui criado.
¡Oh, si de aquellas voces
los ecos repetidos,
otra vez escuchara los acentos,
y halagando veloces
la paz de mis sentidos,
articularan otra vez los vientos
los humanos acentos,
diciéndole a mi engaño
la voz de sus oráculos divinos...

MÚSICA:

Venid, venid, peregrinos,
venid, venid, que este año
la puerta se abre que estuvo cerrada
por tantas edades, por siglos tan largos.

HOMBRE:

¿Qué puerta será aquella
que hasta hoy se vio cerrada
y hoy abierta convida al peregrino?
Mas, ¿qué duda mi estrella,
si desta voz guiada
norte es vocal que me dirá el camino?
Pero entre dos, cuál es no determino
el que elijan mis ojos,
que no sé cuál me acerca o me desvía
desta dulce armonía;
uno de rosas es, otro de abrojos:
divina voz, si acaso por despojos
del cielo esos avisos me estás dando,
¿qué me quieres decir por tales modos?

MÚSICA:

Que pues que la vida es jornada de todos,
felices aquellos que peregrinando

ÉL y MÚSICA:

merezcan que el año reparta con ellos
la acción de piadoso, el renombre de Santo.

HOMBRE:

Que es jornada la vida,
y difícil jornada,
en razón natural la voz previene;
que tendrá apercebida
buena o mala posada
la sobrenatural previsto tiene:
luego elegir conviene
destas dos sendas bellas
la mejor, que no en vano
el cielo soberano,
para adestrar mis güellas,
naturales y sobrenaturales
razones dio a mis bienes y a mis males.
Mas, ¡ay de mí! Mal puedo
aunque me veo ilustrado
de alma y cuerpo, potencias y sentidos,
elegir yo sin miedo,
que no nace enseñado
el Hombre, y todos son pasos perdidos
cuantos da inadvertidos
nuestro discurso humano
sin impulso divino;
¿no habrá quien a un viador diga el camino,
para bajar desde este monte al llano?

(Sale el ALBEDRÍO en lo alto también.)
ALBEDRÍO:

Sí habrá, conmigo ven.

HOMBRE:

De ti me fío;
pero dime quién eres.

ALBEDRÍO:

Tu Albedrío.

HOMBRE:

¿Fue tuya aquella voz que el viento envía
llamándome?

ALBEDRÍO:

Llamar no es acción mía;
el mover sí, tu afecto o tu cuidado,
a ir, o no ir adonde te han llamado;
y así, al ver cuán triste estás
cuando por dos sendas vas,
vengo a que una elijas.

HOMBRE:

Pues
¿cuál la que he de seguir es?

ALBEDRÍO:

La que te agradare más,
que yo siempre que estuvieres
entre dos dudas perplejo,
convendré en la que eligieres;
y así, toma mi consejo
y echa por la que quisieres,
si bien, al ver que caminas
entre halagos y rigores
de zarzas y clavellinas,
diré que pises las flores
primero que las espinas.
Ven por aquí, que este ha sido
el camino más trillado.

(Va bajando y delante el ALBEDRÍO.)
HOMBRE:

Sí haré, y haberle elegido
me tiene más bien hallado,
pero no menos perdido,
que si aquella voz que oí
ha de llevarme tras sí,
cuando esotra senda dejo,
pienso que de ella me alejo
todo lo que voy tras ti.

ALBEDRÍO:

Pues ¿qué voz, qué acento extraño
oíste entre estos dos caminos?

HOMBRE:

Decía, si no me engaño...

ÉL y MÚSICA:

Venid, venid peregrinos,
venid, venid, que este año
la puerta se abre que estuvo cerrada
por tantas edades, por siglos tan largos.

ALBEDRÍO:

Oye, que el eco llevando
tu voz por más dulces modos,
no sé qué está pronunciando.

ÉL y MÚSICA:

Que pues que la vida es jornada de todos
dichosos aquellos que peregrinando...

ALBEDRÍO:

(En el tablado.)
Con admiración y espanto
oigo sus acentos bellos.

HOMBRE:

Calla, que prosigue el canto.

ÉL y MÚSICA:

Merezcan que el año reparta con ellos
la acción de piadoso, el renombre de Santo.

HOMBRE:

Ella es, ven tú ahora tras mí.

ALBEDRÍO:

Sí haré, que el imperio mío
no es forzar, inclinar sí,
y no fuera tu Albedrío
a no sujetarme a ti,
que aunque yo tan libre soy
es para el arbitrio ajeno,
no para el propio, y estoy
dispuesto a ser malo o bueno,
según aquel con quien voy.

HOMBRE:

¿Descubres en la región
del mundo o poblado o gente?

ALBEDRÍO:

Sólo mira mi atención
a la orilla de una fuente
un bellísimo garzón
peregrino.

HOMBRE:

Escucha.

(Dentro el AMOR.)
AMOR:

Haced
hora en las siestas estivas
los que camináis con sed,
que esta es fuente de aguas vivas:
llegad, llegad y bebed.

ALBEDRÍO:

Con el agua te han brindado,
ya sus voces, ya sus señas.

HOMBRE:

Al primer paso que he dado
agua me ofrecen las peñas
con que lave mi pecado.
¡Oh tú, hermoso serafín,
que ilustrando este horizonte
parece que a su confín
has trasladado a otro monte
las fuentes de Rafidín,
bellísimo peregrino...

(El AMOR de peregrino.)
AMOR:

¿Qué quieres?

HOMBRE:

Lo que pregunto
es dónde va este camino.

AMOR:

Éste y todos van a un punto.

HOMBRE:

¿A un punto?

AMOR:

Sí.

HOMBRE:

No imagino
cómo siendo varios ir
a un punto puedan.

AMOR:

Con ver
que la jornada es vivir,
la primer patria nacer
y la posada morir.

HOMBRE:

Pues ¿cómo es posible estén
varias las sendas, si infieren
a los ojos que las ven
un fin?

AMOR:

Como todos mueren
y no todos mueren bien.

HOMBRE:

¿Y qué senda es la mejor?

AMOR:

La que me siguiere a mí.

HOMBRE:

¿Cómo te llamas?

AMOR:

Amor.

HOMBRE:

Parece... perdona...

AMOR:

Di.

HOMBRE:

Que implica.

AMOR:

¿Por qué?

HOMBRE:

Es error
pensar que Amor, siendo ciego,
guíe bien.

AMOR:

No es, que no soy
Amor de lascivo fuego.

HOMBRE:

¿Pues qué?

AMOR:

Amor que amando voy
a Dios y al prójimo luego.

HOMBRE:

Aun por eso, peregrino
eres. ¿Dónde es tu camino?

AMOR:

A la ciudad militante
que, corte de la triunfante
Jerusalén, imagino
hallar sus puertas abiertas,
ya que cerradas sus puertas
estuvieron hasta aquí.

HOMBRE:

¿Cerradas sus puertas?

AMOR:

Sí.

HOMBRE:

Suplícote que me adviertas
de qué puertas esas son.

AMOR:

Son las Puertas del perdón.

HOMBRE:

¿Y quién sabe donde están?

AMOR:

La Apocalipsi de Joan
en su celestial Sión.

HOMBRE:

¿Pues a qué se abren?

AMOR:

A intento...

HOMBRE:

¿De qué?

AMOR:

De feliz hacerte.

HOMBRE:

¿A mí?

AMOR:

A ti.

HOMBRE:

Saber intento
de qué suerte.

AMOR:

Desta suerte.

HOMBRE:

Prosigue pues.

AMOR:

Oye atento.
Que es el hombre peregrino
en su patria, pues el centro
de la tierra, que le engendra
en sí le tiene violento
hasta que vuelve a cobrarle,
cuando, en cenizas resuelto,
entrañas que fueron cuna
le sirven de monumento,
que es el hombre peregrino
en su patria, a decir vuelvo,
principio tan asentado
es de todos, que no tengo
necesidad de probarle
con ociosos argumentos,
supuesto que con mi voz
antes de ahora lo dijeron
Job en sus lamentaciones,
Jeremías en sus Trenos,
y con David en sus Salmos
Salomón en sus Proverbios;

AMOR:

y así, pasando a la causa
de ser peregrino, intento
explicarla, y es que como
el Hombre vive compuesto
de cuerpo y alma, en quien siempre
batallan los dos extremos
de la materia y la forma,
con lo caduco y lo eterno,
siempre en doméstica lid
viven los dos, porque siendo
él un rústico villano,
hijo del polvo y del viento,
y ella un espíritu noble,
nacida en mejor imperio,
mal avenidos y mal
hallados y descontentos,
porfían a desatarse
él del yugo que le han puesto
y ella de las ataduras
de las cárceles del cuerpo,
de cuya desigualdad
nace el encontrado afecto
que los tray siempre de paso
anhelando y pretendiendo
de aquella vital unión
romper los impedimentos,
él por volverse a la tierra,
y ella por volverse al cielo,
con lo cual, siendo la vida
peregrinación, pasemos
de una vez a qué camino
es el mejor y más cierto.

AMOR:

Piensa el hombre cuando nace,
o cuando empieza, a lo menos,
formando entes de razón
a obrar con entendimiento,
que nace a emplear su curso
solo en el uso de aquellos
oficios a que le llama
la vocación de su genio;
pues no, que ni el César mismo
nace solamente a serlo,
el señor a ser señor,
a lucir el caballero,
el soldado a dar vitorias,
el ministro a dar consejos,
el estudioso al aplauso,
el político al gobierno,
el oficial al sudor,
ni el mendigo al desconsuelo:
todos nacen a otro fin,
que es, si le examinan cuerdos,
servir a Dios y gozarle.
Servirle dije primero,
porque, para amar gozando,
se ha de merecer sirviendo;
y siendo así que este solo
es el principal empleo
de la vida, y los demás
acesorios a éste, vemos
que es al que menos acuden
los mortales, no advirtiendo
que el que les importa más
es al que se aplican menos.

AMOR:

Tú, pues ya que tan desnudo
naces al conocimiento
desta verdad, solicita
abandonar los pretextos
de humanas comodidades,
y ya que naces a tiempo
que llueve el cielo el rocío
de sus piedades, cubriendo
no de cándido manná
las campañas del desierto,
sino de lo figurado
en él, pues con más misterio,
dando luces a las sombras,
se ve en otro blanco velo,
que, lloviéndose a prodigios,
se está agotando a portentos,
procura cogerle antes
que corrompido y deshecho
te le convierta en gusanos
la flojedad de tu afecto.
Todas las horas de quien
están los días compuestos,
los días de quien tejidas
están las semanas, siendo
eslabones de los meses,
como de los años ellos
y los años de los siglos,
unidas partes del tiempo,
todos los bendijo Dios.

AMOR:

Santos son, yo lo confieso;
pero tal vez se le añaden
por celestiales decretos
al siglo, año, mes, semana,
día y hora, privilegios
tales, que pueden alzarse
con la antonomasia, y siendo
todos santos, haber uno
con el renombre de serlo.
Éste es el que vives, éste
es el que gozas, supuesto
que es el año que la puerta
se abre del perdón, haciendo
franca la entrada, que estuvo
cerrada por tanto tiempo.
Preguntásteme cuál era.
Satisfacerte deseo
si alcanzare a mi discurso
la cortedad de tu ingenio.

AMOR:

La primer culpa del hombre,
comprometida en su yerro
toda la Naturaleza,
cerró las puertas del cielo
de manera que aunque abrirlas
quiso el llanto, intentó el ruego,
no pudo, porque no pudo
incapaz de tanto efeto,
hacer que fuese a la culpa
igual el merecimiento,
porque siendo ella infinita
por ser infinito objeto
Dios ofendido, fue fuerza
quedase su esclavo hecho
hasta que él compadecido
del miserable lamento
de los padres que clamaban
por el blando rocío tierno
de la aurora, que cuajado
vimos ya en sombras y lejos
en la piel de Gedeón,
dispuso, satisfaciendo
lo infinito a lo infinito,
que se hiciese Carne el Verbo.
Encarna en un virgen claustro
de virtud y gracia lleno,
y nace de madre virgen,
antes y después de serlo.

AMOR:

A qué encarna y a qué nace
el morir lo diga, puesto
que de la porción de humano
quiso sujetarse al feudo.
Muere, pues, por nuestras culpas,
tan fiador de ellas, que siendo
ajenas las hace propias,
y tanto que en el cruento
sacrificio pareció
que el que de pecado ajeno
moría al pecador salvando
era el pecador muriendo.
A este pasmo, a este horror, a este
asombro hizo sentimiento
toda la varia, la hermosa
fábrica del universo:
tiemblan los montes, los mares
se encrespan, gimen los vientos,
caducan los edificios,
ábrense los monumentos,
obscurécense las luces,
chocan las piedras, y el cielo,
viendo sangrienta la faz
de la luna, creyó muerto
el sol y que de su sangre
salpicado el azul velo,
eran gotas las estrellas
y lágrimas los luceros.

AMOR:

En tanto conflicto, en tanto
temor, pasmo, asombro y miedo,
aun el mayor fue de todos
rasgarse el velo del templo,
porque allí la Sinagoga
respiró el último aliento,
siendo último parasismo
de su ley el cumplimiento
de las Escrituras, cuando
el antiguo documento,
sus ceremonias y ritos
cedió al Nuevo Testamento,
vacando en aquel instante
la variedad de preceptos
del Levítico, que Dios
les impuso, sino aquellos
diez reducidos a dos
del Decálogo, que impresos
más en la fee que en el mármol,
siempre han de vivir eternos.
Hasta aquí en lo literal
se explica el Sagrado Texto,
de cuyo sentido paso
al alegórico, haciendo
de místico y literal
alegórico concepto,
que a tu peregrinación
ha de dar el argumento.

AMOR:

¡Ea!, curiosos, aquí
os he menester atentos.
Aquella gran remisión
de pecados, jubileo
plenísimo, a culpa y pena,
concedido por el mesmo
Summo Pontífice Cristo,
con todo el cónclave pleno
de cinco mil cardenales,
dejó en el mundo este ejemplo,
para que de siglo en siglo
haga la Iglesia el acuerdo,
y siendo un siglo cien años,
que solía en otro tiempo
ser proporcionada edad
del hombre, su piedad viendo
cuánto extinguido el vigor
de la vida, viene a menos,
para que podamos todos
participarle, ha dispuesto,
que el que era de siglo en siglo,
venga a reducirse a medio;
y así, el año de cincuenta,
por ser la mitad del ciento,
con el renombre de Santo
goza este merecimiento.

AMOR:

Suspenderse allí los ritos,
las ceremonias y fueros
de la Ley Escrita, es
suspenderse, si lo advierto,
aquí las gracias que estaban
concedidas antes desto;
y así, jubileo no hay,
que este año no esté suspenso;
ser el ara de la Cruz
el principal instrumento,
es que las indulugencias
de la Cruz siempre vivieron,
y así, aunque todas las otras
cesaron, no estas, pues vemos
pasar las de la Cruzada
con todos sus privilegios.
Abrirse la Puerta allí,
que tuvo cerrada el Cielo,
Corte y Cátedra de Cristo,
abrirse aquí es la del templo
que en la corte de la Iglesia
es la cátedra de Pedro,
y aun ser allí el que la abre
el inocente cordero
de los siete sellos, es
abrirla hoy un Inocencio;
ser allí el día de su muerte
y aquí el de su nacimiento
es abrazar muerte y vida,
principio y fin, y a este efeto,
ser cruento sacrificio
Cristo allí humanado y muerto,
es aquí en la Hostia y el ara
ser sacrificio incruento.

AMOR:

De manera que a dos luces,
en dos sentidos tenemos
lo que fue y es y será,
reducido a un argumento;
y así, si quieres venir
a ganar el jubileo
y indulugencia plenaria
de tan alto Sacramento,
mis compañeros y yo,
cuyos fueron los acentos
que te sirvieron de auxilio,
hombre, te acompañaremos:
todos somos peregrinos,
todos un camino hacemos
y todos vamos a un fin,
y así a seguirnos dispuesto
consulta con tu albedrío
si acetas mi ofrecimiento,
persuadiéndote a que solo
has nacido para esto,
porque majestades, pompas,
cargos, oficios, trofeos,
dignidades, señoríos,
honras, estados, aumentos,
no son más que una ilusión,
un engaño, un devaneo,
vanidad de vanidades,
que el memento de un memento
nos las convierte en ceniza,
humo, polvo, sombra y viento.

HOMBRE:

¿Qué te parece, Albedrío,
de aquesta proposición?

ALBEDRÍO:

Tuya ha de ser la elección,
y siempre el parecer mío
ha de estar sujeto a ti.

HOMBRE:

Sí; pero siempre sujeto
con repugnancia.

AMOR:

En efeto
¿qué me respondes?

HOMBRE:

Que sí,
que supuesto que he nacido
a lo mejor obligado,
y a peregrinar el hado
de mi vida me ha traído,
te he de seguir.

AMOR:

Pues conmigo
por aquesta senda ven,
que en ella hallarás a quien
te acompañe.

HOMBRE:

Ya te sigo,
pero con temor, porque
vas entrando a una aspereza
toda horror, toda tristeza.

ALBEDRÍO:

Si allí otra senda se ve,
no vamos por esta estancia.

AMOR:

Este es el camino mío.

HOMBRE:

Ven; no tan presto, Albedrío,
empiece tu repugnancia.

(Sale el TEMOR vestido de peregrino.)
TEMOR:

¿A dónde estará segura
mi vida? ¿Por dónde voy,
si cada paso que doy
es sobre mi sepultura?
Apenas muevo la planta
cuando pienso que la tierra
en sus abismos me encierra;
cualquier pájaro que canta,
bien que con dulce armonía,
presumo que es a mi oído
de aquella trompa el sonido
que Jerónimo temía.
Muerte y juicio hay a un error;
pena y gloria a una malicia.
¿A dónde de tu justicia
seguro estaré, Señor?

HOMBRE:

¿Quién es aquel peregrino,
que parece que su sombra
le atemoriza y le asombra?

AMOR:

El Temor de Dios divino,
que siempre vive asustado
de su justicia y rigor;
llega y háblale: Temor.

TEMOR:

¿Si soy a juicio llamado?

AMOR:

No temas; el Amor soy.

TEMOR:

Solo Amor hacer pudiera...

AMOR:

¿Qué?

TEMOR:

Que el Temor no temiera.
¿Quién contigo viene hoy?

AMOR:

El Hombre en mi compañía
a ser peregrino fiel
viene; no te apartes dél.

TEMOR:

¡Oh!, aprovéchele la mía.

HOMBRE:

Por vuestro amigo, Temor,
ya me tened desde aquí.

TEMOR:

Que vos me tengáis a mí
es lo que os está mejor.

(Abrázanse.)
HOMBRE:

Desde el instante, Albedrío,
que su pecho al mío llegó,
el corazón se me heló
dentro dél.

ALBEDRÍO:

Pues ¿qué hará el mío,
que con menos causa sabe
temblar? Esta compañía
deja; o bástete la mía
o busca otra más suave.

HOMBRE:

No haré tal, pues antes creo
que con nadie iré mejor
que con Amor y Temor
a ganar el jubileo.

(Sale el CULTO DIVINO, viejo venerable, de peregrino.)
CULTO:

Descanse la vejez mía
sin descaecer el fervor,
pues que también el Señor
descansó el séptimo día;
a este báculo arrimado
esté un caduco edificio,
que también es sacrificio
el ocio del fatigado.

ALBEDRÍO:

Otro venerable anciano
por allí sale al camino.

AMOR:

Este es el Culto Divino.

HOMBRE:

En su aspecto soberano
que lo es no dificulto.

ALBEDRÍO:

¿Culto?

HOMBRE:

¿Qué te da pesar?

ALBEDRÍO:

Solamente imaginar,
si el culto es, que hablará en culto.

AMOR:

Venerable Padre mío.

CULTO:

¡Oh Amor! ¿Quién contigo viene?

AMOR:

El Hombre.

CULTO:

Saber conviene
si viene con su Albedrío
para que le abrace yo.

HOMBRE:

Si él conmigo no viniera
yo arrastrando le trujera.

CULTO:

Vos podréis, pero yo no,
porque ha de ser voluntario
el afecto para mí.

ALBEDRÍO:

A Amor y Temor seguí
sin ser a los dos contrario
hasta ahora.

CULTO:

No dificulto
ya ofreceros mi favor,
que Albedrío con Amor
y Temor bien viene al Culto.

(Cantan dentro la OBEDIENCIA y el PERDÓN.)
OBEDIENCIA:

Llega a la mesa legal
de aquel sazonado Cordero Pascual.

PERDÓN:

Que dulce y sabroso espera
a que le guste y le coma quien quiera.

HOMBRE:

Tras el Culto se han seguido
misterios de un Sacramento.

AMOR:

Oye y atiende a su acento.

TEMOR:

Solo él regaló mi oído.

OBEDIENCIA:

(Cantado.)
Llega, mas con desengaño,
de que hace provecho y puede hacer daño.

PERDÓN:

Porque este manjar que ves
fue antes león y cordero después.

HOMBRE:

Misteriosa es la canción.

CULTO:

Si declarártela espero,
dice...

AMOR:

Que yo amo cordero...

TEMOR:

A quien yo temo león.

(Salen cantando.)
OBEDIENCIA:

Llega, que en misterio tanto,
tres veces Señor y tres veces Santo,
en un himno le declara
el Ángel.

PERDÓN:

Y en él, si bien se declara,
castigo y premio se ven,
porque es pan de vida y de muerte también.

HOMBRE:

¿Feliz o infeliz mi suerte
hará tan nueva comida?

AMOR:

Ama, porque es pan de vida.

TEMOR:

Teme, porque es pan de muerte.

OBEDIENCIA:

En gracia le has de comer
para que llegue a satisfacer.

PERDÓN:

Creyendo que en él estén
el premio o castigo de obrar mal o bien.

LOS DOS:

Llega, pues, llega al altar,
si el bien que has perdido le quieres cobrar.

ALBEDRÍO:

Otros dos en vuestro traje
son los que escucho cantar.

CULTO:

Haránlo por aliviar
las fatigas del viaje.

HOMBRE:

¿Y quién aquestos dos son
que llegan a tu presencia?

OBEDIENCIA:

Yo soy, Hombre, la Obediencia.

HOMBRE:

¿Tú quién eres?

PERDÓN:

El Perdón.

ALBEDRÍO:

Bravas gentes vas topando.

HOMBRE:

Todas al viaje convienen.

ALBEDRÍO:

¿Cómo?

HOMBRE:

Como todas tienen
significación.

ALBEDRÍO:

¿Y cuándo
la explicación se ha de ver?

HOMBRE:

Que nos la dirá, imagino,
el discurso del camino.

ALBEDRÍO:

Pues bien será menester
tener atención con ellos
porque no por omisión
se pierda la explicación.

CULTO:

De vuestros acentos bellos
la voz me elevó.

OBEDIENCIA:

Habrá sido
por tocarte la canción.

TEMOR:

Vuelve, Obediencia; Perdón,
vuelve a suspender mi oído.

OBEDIENCIA:

 (Cantado.)
Llega a la mesa legal
de aquel sazonado Cordero Pascual.

(Dentro la SEGURIDAD a una parte y la CASTIDAD a otra cantando en ecos.)
SEGURIDAD:

¿Cuál?

CASTIDAD:

¿Cuál?

CULTO:

Oíd, que en los cóncavos güecos
responde el aire veloz.

AMOR:

Atended, por si en su voz
algo nos dicen los ecos.

TEMOR:

Vaya cada uno guardando
un sentido para sí,
para juntarlos.

TODOS:

Sea así.

AMOR:

Pues vuelve a empezar cantando.

OBEDIENCIA:

(Cantado.)
Llega a la mesa legal
de aquel sazonado Cordero Pascual.

SEGURIDAD:

(Dentro cantado.)
¿Cuál?

CASTIDAD:

(Dentro cantado.)
¿Cuál?

HOMBRE:

¿Cuál?

PERDÓN:

(Cantado.)
Que dulce y sabroso espera
a que le guste y le coma quien quiera.

SEGURIDAD:

(Dentro cantado.)
Quiera.

CASTIDAD:

(Dentro cantado.)
Quiera.

ALBEDRÍO:

Quiera.

OBEDIENCIA:

(Cantado.)
Llega, mas con desengaño
de que hace provecho y puede hacer daño.

SEGURIDAD:

(Dentro cantado.)
Año.

CASTIDAD:

(Dentro cantado.)
Año.

AMOR:

Año.

PERDÓN:

(Cantado.)
Porque este manjar que ves
fue antes león y cordero después.

SEGURIDAD:

(Dentro cantado.)
Es.

CASTIDAD:

(Cantado.)
Es.

TEMOR:

Es.

OBEDIENCIA:

(Cantado.)
Llega, que en misterio tanto,
tres veces Señor y tres veces Santo...

SEGURIDAD:

(Dentro cantado.)
Santo.

CASTIDAD:

(Dentro cantado.)
Santo.

CULTO:

Santo.

PERDÓN:

(Cantado.)
En un himno le declara
el Ángel.

OBEDIENCIA:

Y en él, si bien se repara...

SEGURIDAD:

(Dentro cantado.)
Para.

CASTIDAD:

(Dentro cantado.)
Para.

HOMBRE:

Para.

PERDÓN:

(Cantado.)
Castigo y premio se ven,
porque es pan de vida y de muerte también.

SEGURIDAD:

(Dentro cantado.)
Bien.

CASTIDAD:

(Dentro cantado.)
Bien.

ALBEDRÍO:

Bien.

OBEDIENCIA:

(Cantado.)
En gracia le has de comer,
porque te llegue a satisfacer.

SEGURIDAD:

(Dentro cantado.)
Hacer.

CASTIDAD:

(Dentro cantado.)
Hacer.

AMOR:

Hacer.

PERDÓN:

(Cantado.)
Creyendo que en él estén
el premio o castigo de obrar mal y bien.

SEGURIDAD:

(Dentro cantado.)
Y bien.

CASTIDAD:

(Dentro cantado.)
Y bien.

TEMOR:

Y bien.

LOS DOS:

(Cantado.)
Llega, pues, llega al altar
si el bien que has perdido le quieres cobrar.

SEGURIDAD:

(Dentro cantado.)
Obrar

CASTIDAD:

(Dentro cantado.)
Obrar.

CULTO:

Obrar.

AMOR:

Volvamos ahora a juntar
el eco, a ver qué declara.

HOMBRE:

Cuál.

ALBEDRÍO:

Quiera.

AMOR:

Año.

TEMOR:

Es.

CULTO:

Santo.

HOMBRE:

Para.

ALBEDRÍO:

Bien.

AMOR:

Hacer.

TEMOR:

Y bien.

CULTO:

Obrar.

LOS CINCO:

Con que viene a declarar
la cifra del aire rara...

TODOS y MÚSICA:

Cualquier año es santo para
bien hacer y bien obrar.

(Salen SEGURIDAD y CASTIDAD cantando, de peregrinos también.)
CULTO:

¿Quién sino tú, Castidad,
que hiciera prodigios, digo?

CASTIDAD:

Y más viniendo conmigo
mi misma Seguridad.

ALBEDRÍO:

A ninguno la esclavina
mejor que a ella está, y lo fundo...

HOMBRE:

¿En qué?

ALBEDRÍO:

En que ella es en el mundo
la cosa más peregrina.

HOMBRE:

Y es verdad, que nunca vi
más peregrina hermosura.

AMOR:

Llegad, que el hombre procura
seguir a las dos.

CASTIDAD:

En mí
tendrás quien te dé favor,
si a ser vienes peregrino.

SEGURIDAD:

Y en mí de todo el camino
la seguridad mayor.

TEMOR:

¿Quién compuso, Castidad,
la letra a que respondió
el eco que se oyó?

(Sale la VERDAD.)
VERDAD:

Yo.

HOMBRE:

¿Quién es ésta?

AMOR:

La Verdad.

ALBEDRÍO:

¿La Verdad ha dicho?

HOMBRE:

Sí.

ALBEDRÍO:

¿Y la Castidad la tray?
Cuando en el mundo no hay
se va hallando por aquí.

(Salen el DESPRECIO y el HONOR de peregrinos.)
DESPRECIO:

Peregrinos de la tierra,
ya que nuestra compañía
está junta, antes que el día
la cumbre de aquella sierra
nos encubra, a caminar
empezad, que porque no
tardéis, el Honor y yo
os venimos a buscar.

ALBEDRÍO:

Honor, dijo.

HOMBRE:

Calla necio.

ALBEDRÍO:

Cuanto allá no hay, aquí ves.

HOMBRE:

Amor.

AMOR:

¿Qué quieres?

HOMBRE:

¿Quién es
éste?

AMOR:

El humano Desprecio.

ALBEDRÍO:

¿El Desprecio y el Honor
amigos y juntos?

AMOR:

Sí.

ALBEDRÍO:

Por maravillas que vi,
no vi ninguna mayor.

HONOR:

Pues no la tengas por tal,
que entre nosotros honrado
es más el más despreciado.

CULTO:

Ya que de los diez cabal
está el número, y desea
el Hombre desengañado,
de los diez acompañado
hacer su viaje, sea
en el traje peregrino
como en el nombre.

AMOR:

Yo quiero
ser quien le asista el primero;
y para esto determino
desnudarle de la piel
(Quítale las pieles.)
de los hábitos villanos,
que son afectos humanos.

HOMBRE:

Propio oficio es de amor fiel,
desnudar de otros afectos.

TEMOR:

Pues yo, que soy el Temor,
la túnica del dolor
le visto, cuyos efetos,
(Pónele la túnica de peregrino.)
como en la serpiente harán
que otra nueva piel reciba,
para que nuevo hombre viva.

ALBEDRÍO:

Poniéndote vas galán.

CASTIDAD:

Si es ceñirse autoridad
(Dale el ceñidor.)
del Apóstol, este ha sido
el cíngulo que tejido
te ofrece la Castidad.

CULTO:

Pues yo, a quien al Cielo plugo
dar del Culto la divina
autoridad, la esclavina
(Dale la esclavina.)
doy que significa el yugo
de la ley.

OBEDIENCIA:

Yo darle quiero
por ser don de la obediencia,
para que haga reverencia,
al más humilde, el sombrero.

(Dale el sombrero.)
PERDÓN:

Recibe, pues que la acción
en que debes estribar
es el saber perdonar,
el báculo del perdón.

(Dale el bordón.)
SEGURIDAD:

Y por que vayas seguro,
el báculo que te dio
el Perdón, estoque yo
haré, porque así procuro
mostrar que la fortaleza
es don de Seguridad.
(Desenvaina del bordón una espada.)

VERDAD:

Pues yo, que soy la Verdad,
daré a la Naturaleza
testimonios de que eres
peregrino en tierra y mar,
porque te dejen pasar
por dondequiera que fueres;
aquí protestan firmando
Job, David y Salomón,
la auténtica información
de que vas peregrinando.

(Dale una caja con papeles, como traen los peregrinos.)
DESPRECIO:

Yo, Desprecio de lo humano
para sustentarte iré
pidiendo limosna, en fee
de que todo honor es vano.

HONOR:

Sino el mío, pues le fundo
en ese mismo desprecio.

ALBEDRÍO:

Ya eres peregrino.

HOMBRE:

Necio,
siempre yo lo fui del mundo.

ALBEDRÍO:

¿Y es todo este el ministerio
a que los diez han venido?

HOMBRE:

Quizá trayn otro escondido.

ALBEDRÍO:

Mientras llega ese misterio,
con serlo, aun no te veo traza
de ser peregrino honrado,
pues por cosas que te han dado,
te falta la calabaza,
si ya no es que la cabeza
te sirva de todo.

AMOR:

Ya
que igual en el Hombre está
hábito y naturaleza,
porque se explique mejor
el auto del peregrino,
empecemos el camino.

DESPRECIO:

Y aliviando su rigor,
sea cantando el misterio
del pan que hemos de pedir
de limosna para ir
desde aquí al romano imperio.

TODOS:

Empieza, pues.

ALBEDRÍO:

Yo imagino,
si ellos cantan responder,
que hoy todos hemos de ser
franchotes a lo divino.

(Cantan en tono de peregrinos que piden limosna.)
(Cantan.)
[TODOS]:

Al Unigénito,
al Padre mágximo
y al Santo Espíritu,
de ambos Paráclito,
pidamos húmiles
que en estos ásperos
valles de lágrimas
desiertos y áridos
su Amor ayúdenos, su Gracia sálvenos.
Porque no débiles
en este tránsito
tardemos míseros,
pedid su viático.
¡Oh, pan, de quien símbolo
fueron los ácimos,
emblema físico
y enigma cándido:
tu Amor ayúdenos, tu Gracia sálvenos!

(Habiendo dado vuelta con estos versos, se entran cantando y salen como oyéndolos con admiración, LUZBEL por una parte y por otra la LASCIVIA y ellos cantan a lo lejos.)
LUZBEL:

¿«¡Oh, pan de quien símbolo»...

LASCIVIA:

...«fueron los ácimos»...

LUZBEL:

...«emblema físico»...

LASCIVIA:

...«enigma cándido»?

LOS DOS:

¿«Tu Amor ayúdenos, tu Gracia sálvenos!»?

LUZBEL:

¡Oh, cegárase mi vista...

LASCIVIA:

¡Oh, ensordeciera mi oído...

LUZBEL:

...antes que hubiera escuchado...

LASCIVIA:

...primero que hubiera visto

LUZBEL:

...de aquella cristiana tropa...

LASCIVIA:

...de aquel escuadrón divino...

LUZBEL:

...la congregación de fieles.

LASCIVIA:

...la alabanza de sus himnos.

LUZBEL:

¿De qué me ha servido, oh cielos...

LASCIVIA:

¿De qué, oh montes, me ha servido...

LUZBEL:

...el ser astuta serpiente...

LASCIVIA:

...el ser traidor basilisco...

LUZBEL:

...si al acento de su voz...

LASCIVIA:

...si de su planta al destino...

LUZBEL:

...mis orejas no se cierran...

LASCIVIA:

...no matan los ojos míos...

LUZBEL:

...y a pesar de mi veneno...

LASCIVIA:

...y a despecho de mi arbitrio...

LUZBEL:

...oigo aquellas alabanzas...

LASCIVIA:

...aquellas escuadras miro...

LUZBEL:

...donde de su voz el eco...

LASCIVIA:

...de su viaje el motivo...

LUZBEL:

...es de mi garganta lazo...

LASCIVIA:

...es de mi cuello cuchillo...

LUZBEL:

...a cuyo mortal ahogo...

LASCIVIA:

...a cuyo embotado filo...

LUZBEL:

...tan atormentado muero...

LASCIVIA:

...tan desesperada vivo...

LUZBEL:

...que confuso...

LASCIVIA:

...que asustada...

LUZBEL:

...mortal...

LASCIVIA:

...absorta...

LUZBEL:

...ofendido...

LASCIVIA:

...triste...

LUZBEL:

...infeliz...

LASCIVIA:

...muda...

LUZBEL:

...ciego...

LOS DOS:

...rabio, lloro, peno y gimo.

LUZBEL:

Parece que de mis voces...

LASCIVIA:

Creo que de mis suspiros...

LUZBEL:

...articulados los ecos...

LASCIVIA:

...los acentos repetidos...

LUZBEL:

...me han respondido las peñas...

LASCIVIA:

...los montes me han respondido...

LUZBEL:

...pues si también a las iras...

LASCIVIA:

...si también a los gemidos...

LUZBEL:

...hay en las grutas halagos...

LASCIVIA:

...hay lisonjas en los riscos.

LUZBEL:

Dime, ¡oh tú!... ¿Pero qué veo?

LASCIVIA:

Dime, ¡oh tú!... ¿Pero qué miro?

LUZBEL:

¡Lascivia!

LASCIVIA:

¡Luzbel!

LUZBEL:

¿Qué es esto?

LASCIVIA:

Pregúntatelo a ti mismo,
que si con un corazón,
con un aliento vivimos
tan uno los dos, que somos
solo en el nombre distintos,
¿quién duda, ¡ay de mí!, quién duda
que habrás en este distrito
lo que yo escuché, escuchado,
y lo que yo he visto, visto?

LUZBEL:

El hombre...

LASCIVIA:

Si asientas, que eres
mitad mía, o todo mío,
llegando yo a padecerlo
¿qué tienes tú que decirlo?
Ya sé que el hombre, inspirado
de aquel celestial auxilio
del Amor, con que su Gracia
siempre le sale al camino,
junto a la apacible orilla
de la fuente del Baptismo,
su compañía acetó,
y en traje de peregrino,
con las Virtudes, que son
de su bando (en quien admiro
las raíces de los diez
preceptos que el dedo mismo
de Dios en el duro mármol
dio a Moisés), ir ha querido
a ganar el jubileo,
y como pobres mendigos,
aquel Pan de cada día
van pidiendo al Cielo a gritos.

LUZBEL:

Pues si ya sabes que es ese
su paz y nuestro conflito,
su favor y nuestra pena,
su dicha y nuestro martirio,
haya, pues cautela somos,
cautela contra el designio
de sus intentos.

LASCIVIA:

¿Cuál es?,
que ya a seguirla me animo,
pues soy contra esas Virtudes
el capital de los Vicios.

LUZBEL:

Ellos de la frase usando
de alegóricos sentidos
y metáforas, ¿no son
disfrazados peregrinos?

LASCIVIA:

Sí.

LUZBEL:

Pues usemos nosotros
de aquese argumento mismo,
y llevemos adelante
los riesgos de los caminos.

LASCIVIA:

¿De qué suerte?

LUZBEL:

Desta suerte:
¡ah del Mundo!

(Sale el MUNDO.)
MUNDO:

¿Quién ha sido
quien a mi esfera ha llamado?

LUZBEL:

Tus dos mayores amigos,
la Lascivia y yo.

MUNDO:

¡Oh, Lascivia!
¡Oh, Luzbel! ¿pues en qué os sirvo?

LUZBEL:

¿No eres nuestro amigo?

MUNDO:

Sí,
y a contrario silogismo
se prueba, pues tú, ella y yo
somos los tres enemigos
del alma.

LUZBEL:

¿Cuántos te llaman,
¡oh, Mundo!, mesón, hospicio,
venta, y posada, en que el hombre
está de paso?

MUNDO:

Infinitos.

LUZBEL:

¿Luego es fuerza que en tu casa
paren cuantos van camino?

MUNDO:

Claro está.

LUZBEL:

Pues a un viador
de los que le traen consigo
hemos de apartar, haciendo
que le cansen los motivos
con que le llevan, hallando
en tu hospedaje cariños
que en él le diviertan.

MUNDO:

Yo
ni obedezco ni replico,
que aunque enemigo del Hombre
soy, no lo soy positivo,
pues por ser Mundo, no soy
precisamente enemigo,
sino respeto de aquellas
ocasiones que en mí admito;
y así, aunque tengo mesones
de pecados y de vicios,
tengo también de virtudes
y penitencias asilos,
y no sé yo a cuál le lleven
las gentes que tray consigo,
mayormente si con ellas
viene su libre Albedrío.

LUZBEL:

Por eso quiero que sea
cautela el intento mío;
prevénle tú una posada
llena de aparatos ricos,
delicias, viandas y juego.

MUNDO:

Sí haré, que aquese es mi oficio.

LUZBEL:

Pues con eso tú, Lascivia,
porque no busque otro abrigo
sino el del riesgo, a las puertas
has de estar de su edificio,
llamando a los pasajeros
porque de tu voz movidos
aceten el hospedaje
de los austeros distinto.

LASCIVIA:

También es mi oficio ese,
y hoy verás cómo los brindo
a las puertas del mesón
con el oloroso vino
que, embriaguez de los mortales,
infunde en sueños lascivos,
conficionados venenos
de inficionados hechizos.

LUZBEL:

Pues yo también, de la tierra
extranjero advenedizo
fingiré otro caminante,
que haciéndome encontradizo
con ellos, a ti los traiga.

MUNDO:

Pues cada cual a su oficio:
yo a hacer voy el hospedaje,
que será un palacio altivo
fabricado sobre el viento,
pues todos los beneficios
del Mundo son al fin viento,
si son lisonja al principio.

(Vase.)
LASCIVIA:

Yo voy a que aquese engaño
los ciegue, y de mí lo fío,
pues yo a sus umbrales soy
el norte de su apetito,
el calor de su deseo,
la sujeción de su arbitrio,
de su ingenio la torpeza,
de su razón el delirio,
y el doméstico veneno
del imán de su albedrío.

(Vase. Instrumentos dentro.)
LUZBEL:

Pues sea presto, porque ya
las consonancias he oído
conque al mundo viene el Hombre
diciendo otra vez sus himnos.

(Vuelven TODOS a salir como entraron.)
TODOS:

(Cantando.)
Panal melífluo,
más dulce y plácido
para el católico
que al pueblo hebraico.
Tu Amor ayúdenos, tu Gracia sálvenos.

CULTO:

A la sombra destos sauces
descansemos, pues Dios hizo
para el descanso la fiesta
y hoy lo es.

HOMBRE:

Bien imagino
que he menester el descanso.

ALBEDRÍO:

¿A quién no pasa lo mismo?

LUZBEL:

Si un perdido caminante,
extranjeros peregrinos,
halla piedad en vosotros,
decid si es este el camino
para la mejor posada.

AMOR:

Bien se ve que vais perdido.

LUZBEL:

¿En qué?

AMOR:

En que venís de adonde
todos vamos, y es indicio,
que quien deja el fin atrás
va ya errado en el principio.

LUZBEL:

Aunque pueda al argumento
responder, más solicito
informarme que argüir:
¿no vais al Mundo?

TODOS:

Es preciso.

LUZBEL:

Pues vamos, que por no ir solo,
que iré con vosotros, digo,
y a todos en la posada
el gasto haré.

ALBEDRÍO:

Es un bendito.

HOMBRE:

¿Quién es?

AMOR:

No es de nuestro gremio,
y quién es dirá el camino.

ALBEDRÍO:

Muchas cosas que saber
llevo, pues aun no averiguo
el misterio de los diez.

LUZBEL:

Pues ¿qué misterio escondido
hay en ellos?

ALBEDRÍO:

¿Qué sé yo?,
que solo sé que los sigo
por desiertos y asperezas,
sin descanso y sin alivio.

(Vase levantando en un carro una torre muy adornada y en su capitel la LASCIVIA, con una copa de oro en la mano.)
LUZBEL:

No desconfíes tan presto,
que ya entre aquellos dos riscos
suntuosamente noble
se descubre un edificio
cuyos altos capiteles
espejos son de oro y vidro,
en que se enamora el sol
tornasoleándose a visos
y iluminándose a rayos,
de su hermosura Narciso.
Vamos allá, que no dudo,
que en él hallemos hospicio.

AMOR:

Id vos, que sois caballero,
que los que pobres nacimos,
en el desierto alojamos
y no en alcázares ricos.

TEMOR:

Las cuevas a donde habita
la Penitencia, es el sitio
para nosotros decente.

CULTO:

Y más hoy, que es más debido
ir al templo que al palacio.

LASCIVIA:

Fatigados peregrinos
que de las humanas sendas
penetráis los laberintos.

LUZBEL:

Oíd, que de la torre os llaman.

HOMBRE:

Y es el más bello prodigio
que vieron jamás mis ojos.

LASCIVIA:

Si el cansancio del camino
quereis aliviar, aquí
posada, puerto y abrigo
tendréis; no paséis a otra,
veréis como en ella os sirvo;
llegad, refrescad, que en este
vaso está el precioso vino
de los néctares con que
a los caminantes brindo.

LUZBEL:

Lleguemos allá.

HOMBRE y ALBEDRÍO:

Lleguemos.

UNOS:

Tente, Hombre.

(Pónenseles delante.)
OTROS:

Tente, Albedrío.

TODOS:

No allá vais.

LOS DOS:

¿Por qué?

AMOR:

Porque
ese es el fiero vestiglo
que vio Juan sobre la bestia
de siete cuellos distintos
brindar con el vino que es
veneno de los sentidos.

ALBEDRÍO:

Sea vino y sea veneno,
que no hay mal veneno en vino.

(Porfían a posar.)
HOMBRE:

¿Pues una vez que llegamos
a ver un pequeño alivio
me le embarazáis? ¿No es
rigor el que usáis conmigo?

TODOS:

No, sino piedad.

HOMBRE:

¿Quién deja
después que por breñas vino
tan ásperas, de gozar
de la posada el cariño?

LUZBEL:

Vuelve, Lascivia, a llamarlos.

LASCIVIA:

Llegad, llegad, peregrinos;
abierta tenéis la puerta
donde todos los sentidos
hallan su objeto: la vista
entre aparadores ricos
de plata y oro; entre dulces
instrumentos el oído;
entre aromas el olfato;
entre manjares distintos
el gusto; y el tacto entre
lechos de pluma mullidos,
cuyas delicias retratan
el primero Paraíso.

LUZBEL:

¿Quién no agradece hospedaje
tan noble?

ALBEDRÍO:

También lo digo.

LUZBEL:

¿No venís?

HOMBRE:

Sí, y cuando no
fuera ese pretexto digno,
el de ver tal hermosura
lo fuera.

AMOR:

No es, que es delito.

(Pónesele el AMOR delante.)
HOMBRE:

¿Delito es amar lo hermoso?

AMOR:

Sí.

HOMBRE:

De escucharlo me admiro,
al que dice que es Amor.

AMOR:

Sí soy, mas Amor divino,
que no ama a la hermosura,
sino al autor que la hizo;
y así, si en mi compañía
quieres proseguir conmigo
el viaje, solo a Dios
has de amar.

LUZBEL:

¡Tiemblo al oírlo!

ALBEDRÍO:

¿Qué va que cada uno empieza
ahora el misterio a que vino?

HOMBRE:

¿Pues no se ama en las criaturas
al Criador?

AMOR:

Y yo lo afirmo,
mas no cuando en las criaturas
a ofenderle pasa impío
el amor, porque hay amor
que es virtud y amor que es vicio.

HOMBRE:

¡Vive Dios, que yo he de amar
la rara beldad que miro!

(Aparta al AMOR y pónesele el TEMOR delante.)
TEMOR:

No jures su nombre en vano,
y más con tan mal motivo,
como hacer cosas mal hechas,
que me estremezco de oírlo
porque no hay nada en que más
se pierda a Dios el debido
temor, que cuando le traen
del pecado por testigo.

HOMBRE:

 (Con despecho.)
¿Ni he de amar ni he de jurar?

ALBEDRÍO:

Con buena gente venimos.

LUZBEL:

Pues que ya empieza a mostrar
amor y temor perdidos,
agora es tiempo, Lascivia.

LASCIVIA:

Venid, venid, peregrinos,
a donde todo es descanso,
alegría y regocijo.

LUZBEL:

Yo, si no quieres venir,
de esa dulce voz movido...

HOMBRE:

¡Y cómo que es dulce voz!

LUZBEL:

...sin ti me iré.
[Aparte.]
Así le incito,
que un mal ejemplar a veces
aun puede más que yo mismo.
¡Quédate, mientras que yo
gozo, como, bebo y vivo.

(Vase.)
HOMBRE:

¡Ay de mí! ¿Qué helado fuego
es el que en mí ha introducido?
¡Que otro lo que pierdo goce!
¿Cómo no habéis detenido
a esotro, Amor y Temor?

AMOR:

Como él incapaz ha sido
de amor y temor de Dios,
y así no habemos sentido
que se vaya sin nosotros,
pues con nosotros no vino.

HOMBRE:

Pues ahora bien, ya que sea
amar y jurar delito,
sin amar y sin jurar,
vamos a ver ese rico
palacio.

(Aparta a los dos y atraviésase el CULTO.)
CULTO:

Al tiemplo es mejor,
que hoy el día es del domingo,
y santificar la fiesta
debemos con sacrificios.

HOMBRE:

¡Buen descanso es la oración
para el que viene rendido
de hambre, sed, cansancio y sueño!

ALBEDRÍO:

Por Dios, que el consuelo es lindo,
tras no comer ni beber.

CULTO:

Mejor pan, y mejor vino
te daré yo.

ALBEDRÍO:

Una por una,
mejor el otro lo hizo,
que estará comiendo ya
caliente, bebiendo frío
y echado a dormir la siesta.

HOMBRE:

Hagamos los dos lo mismo.

CULTO:

Eso no, porque primero
es ir al templo conmigo.

(Apártale con desprecio y atraviésase la OBEDIENCIA.)
HOMBRE:

Quita, impertinente anciano.

OBEDIENCIA:

No le trates con desvío,
que si yo he de acompañarte,
tras el respeto debido
de los padres, has de honrar
los mayores y ministros.

HOMBRE:

¿Quién te mete en eso?

OBEDIENCIA:

Ser
la Obediencia.

HOMBRE:

Más me irrito
con los cuatro mandamientos
que oponer habéis querido
delante opuestos los cuatro
a cuanto hago y cuanto digo.

LOS CUATRO:

Esto es Ley.

HOMBRE:

Aunque lo sea,
quitad, no me hagáis que impío
rompa por todo y que...

(Va a desnudar el estoque del bordón y detiénele el PERDÓN la mano, puesto delante.)
PERDÓN:

Aguarda,
no osado, no vengativo,
desenvaines del bastón
el acero.

ALBEDRÍO:

Ya van cinco,
pues con los cuatro, enojado,
el no matar es el quinto.

HOMBRE:

¿Cómo, si airado con ellos
me miras tú has pretendido
tenerme?

PERDÓN:

Como el Perdón
soy, y no he de consentirlo,
pues no a los amigos solos,
pero aun a los enemigos
has de perdonar, por no
cometer un homicidio.

HOMBRE:

¿Tú has visto tantos preceptos
como me han introducido
en un instante?

ALBEDRÍO:

¿Habrá más
de romperlos?

HOMBRE:

No me animo
a tanto y antes me deja
sobresaltado el oírlos.

(Vuélvese atrás el HOMBRE, el ALBEDRÍO quiere pasar adelante y él le detiene.)
ALBEDRÍO:

¿Te vuelves?

HOMBRE:

Sí.

ALBEDRÍO:

Pues yo no,
que he de ir tras el que se ha ido
a comer y descansar.

HOMBRE:

Que no me dejes te pido,
porque mérito no habrá,
si quedo sin Albedrío.

(Va pasando el ALBEDRÍO sin que le puedan detener los que dicen los versos.)
ALBEDRÍO:

No haré tal.

HOMBRE:

Deténle, Amor.

AMOR:

En vano lo solicito.

HOMBRE:

Temor, deténle.

TEMOR:

No puedo.

HOMBRE:

Culto.

CULTO:

Ni yo, aunque porfío.

HOMBRE:

Obediencia.

OBEDIENCIA:

Yo tampoco.

HOMBRE:

Perdón.

PERDÓN:

En vano me animo.

HOMBRE:

¿Nadie le detiene?

LOS CINCO:

No.

ALBEDRÍO:

No, que de todos me libro,
que a haber Albedrío forzado
no hubiera libre Albedrío.

HOMBRE:

Pues yo veré si yo puedo
forzarte a que estés conmigo.

(Alcánzale el HOMBRE y tráele tras sí.)
ALBEDRÍO:

Tú podrás, pero no otro,
y aun con violencia tú mismo;
protesto que desde aquí
de mala gana te sirvo.

HOMBRE:

Yo, que de esa mala gana
hago al cielo sacrificio,
mostrando que puede el Hombre
sujetar a su Albedrío,
cuando pone los preceptos
delante a los apetitos...

LASCIVIA:

¡Ay de mí!, que atrás le ha vuelto,
estando ya fugitivo,
su Albedrío, mas ¿qué importa,
si aunque obedezca a los cinco,
el mayor riesgo le falta?
Venid, venid, peregrinos,
¿donde vais con esta siesta,
cuando el sol más encendido,
Fénix de su misma llama,
se está abrasando a sí mismo?

HOMBRE:

¡Ay de mí!, que cada vez
que oigo su voz, su luz miro,
contra mi Albedrío se vuelve
la razón de mi Albedrío.

(Vuelve a ir hacia donde llama la LASCIVIA y atraviésase la CASTIDAD.)
CASTIDAD:

No la oyas ni veas.

HOMBRE:

¿Por qué,
puesta delante, has querido,
que ni la oya ni la vea?

CASTIDAD:

Porque es aqueste mi oficio,
que siendo la Castidad,
es mi mortal enemigo
la Lascivia, y mi precepto
es contra el amor lascivo.

ALBEDRÍO:

Siendo su precepto el sexto,
honestamente le ha dicho.

HOMBRE:

Aparta, que he de mirarla.
¿Quién eres, bello prodigio
del mundo?

LASCIVIA:

Del Mundo soy
esposa, ese dueño invicto
de cuanto ves.

CASTIDAD:

No has de verla.

(Pónese delante la CASTIDAD.)
HOMBRE:

Sí he de verla, aparta, digo.

CASTIDAD:

¿No hay quién me ayude a tenerle?

(Pónese a su lado el HONOR, quitándose de su puesto.)
HONOR:

Sí, yo tu razón animo.

HOMBRE:

¿Tú a estorbarme te adelantas,
y cuando a ella la desvío,
para ponerte delante
te has quitado de tu sitio?

HONOR:

Sí, que siendo yo el Honor
y habiendo esa mujer dicho,
que es mujer de otro, que a otro
se haga ofensa no permito;
y así, adelantarme al lado
de la Castidad me has visto,
que soy de la castidad
precepto correlativo:
no has de codiciar mujer
ajena.

HOMBRE:

Si la codicio
o no, tú no has de estorbarlo
tanto, porque solicito,
mariposa de sus rayos,
morir a tan buen peligro,
cuanto por si de las joyas,
que adornan sus crespos rizos,
algunas puedo quitarla
para pasar mi camino.

(Aparta a los dos y atraviésanse la SEGURIDAD y el DESPRECIO.)
ALBEDRÍO:

Sí, por Dios, no nos estorbes
introducir este estilo
de quitar a las mujeres
que el darlas ya es uso antiguo.

SEGURIDAD:

Eso no, que contra mí
fuera segundo delito.

DESPRECIO:

Y aun tercero codiciar
los bienes que ajenos miro.

HOMBRE:

Pues ¿qué os va en eso a los dos,
para llegar a impedirlo?

SEGURIDAD:

Ser yo la Seguridad,
con que unos de otros vivimos.

DESPRECIO:

Y yo el Desprecio que ajenos
bienes ni amo ni codicio.

SEGURIDAD:

No has de hurtar, que es el pecado
más infame y más mal visto.

DESPRECIO:

Ni codiciar bien ajeno.

(Mientras está hablando con estos dos se va como a hurto apartando dél el ALBEDRÍO.)
ALBEDRÍO:

Ahora que está divertido,
veré si puedo escaparme.

HOMBRE:

No será hurto, si la digo
que soy príncipe en la tierra,
aunque agora peregrino
disfrazado, y que doblado
volveré lo que la quito,
pues si voluntariamente
con mis cautelas la obligo,
no será hurto.

(Atraviésase la VERDAD.)
VERDAD:

Será engaño,
que es lo que yo no permito,
pues siendo yo la Verdad,
con testimonios fingidos
a nadie se ha de mentir
mientras yo en el mundo vivo.

HOMBRE:

¡Oh, qué cansados preceptos,
qué austeros y qué prolijos!
¿Nada ha de querer el gusto
que no os parezca delito?
Albedrío, ¿dónde vas?

ALBEDRÍO:

Pensé que no me habías visto.

HOMBRE:

Vente conmigo.

ALBEDRÍO:

Mejor
será venir tú conmigo.

(Quiere el HOMBRE volverle a sí, y el ALBEDRÍO se resiste y dados de la mano porfían y el ALBEDRÍO arrastra al HOMBRE.)
HOMBRE:

Dices bien.

ALBEDRÍO:

¿Cómo no haces
fuerza ahora?

HOMBRE:

Como imagino
que esta es la diferencia que hay
entre el hombre y su albedrío,
que una vez lidié con gana
de vencer, y agora lidio
con gana de no vencer;
y así, más fuerza no aplico,
porque quise vencer antes
y ahora quiero ser vencido:
llévame, Albedrío, tras ti.

LASCIVIA:

Llegad, llegad, peregrinos,
llegad que aquí está el descanso,
el regalo y el alivio.

HOMBRE:

Bellísimo asombro, ya
la luz de tu encanto sigo.

LASCIVIA:

Entra en mi albergue.

CASTIDAD:

Primero
has de ver que me retiro
yo como más ofendida,
por no ver tu precipicio.

HOMBRE:

¿Qué importa que tú te ausentes?
Los nueve quedan conmigo.

CASTIDAD:

Eso no, que la obediencia
en cualquier precepto miro
rota; ella conmigo irá.

(La CASTIDAD tira de la mano a la OBEDIENCIA; la OBEDIENCIA al HONOR y así los demás se van dando las manos hasta hacerse todos una cadena, cada uno con sus versos.)
OBEDIENCIA:

Claro está que iré contigo,
pues que no honra a sus mayores
el que no honra a su Dios mismo.

HONOR:

Perdido el respeto a Dios,
su honor soy, y a las dos sigo,
porque no hay honor humano,
donde no hay honor divino.

DESPRECIO:

De aqueste desprecio a mí
mayor parte me ha cabido,
pues me ofende quien no hace
de otros bienes desperdicio.

VERDAD:

Y es eso tanta verdad,
que yo, que lo soy, lo afirmo.

SEGURIDAD:

¿Pues qué seguridad ya
puede quedarle consigo,
si quien hurta el tiempo a Dios,
hace el mayor ladronicio?

PERDÓN:

Ninguna; y así el perdón
se convertirá en castigo,
pues de la muerte del alma
es el pecado homicidio.

CULTO:

Si el perdón se va, ya el Culto
no te puede ser propicio.

TEMOR:

Ni el temor, pues no le tiene
quien se hace del culto indigno.

AMOR:

Quien pierde el temor a Dios,
ya lleva el amor perdido,
porque Dios no puede ser
amado sin ser temido.

HOMBRE:

¿Así os vais dando las manos
unos a otros?

TODOS:

Es preciso
que o todos contigo queden
o nadie quede contigo.

ALBEDRÍO:

Encadenados se ausentan
todos en uno ofendidos.

HOMBRE:

Déjalos irse, que yo
en descansando, al camino
saldré a alcanzarlos.

AMOR:

Quizá
no podrás.

HOMBRE:

Pues si yo he sido
bastante por mí a perderos,
que seré bastante, digo,
por mí a hallaros.

AMOR:

No serás,
que el Hombre basta atrevido
a perder a Dios sin Dios,
pero a Dios no basta el mismo,
sin Dios, a hallarle.

HOMBRE:

¡Oh, qué presto,
que es falso aquese principio
veréis.

AMOR:

Presto verás tú
que es verdadero.

HOMBRE:

Pues idos,
que yo volveré a cobraros.

AMOR:

Que podrás cobrarnos, digo,
mas no por ti solamente.

HOMBRE:

¿Pues por quién?

AMOR:

Por los auxilios
que a Dios pedirá el Amor
sin haberlos merecido.

HOMBRE:

Y en fin ¿os vais todos?

TODOS:

Sí.

HOMBRE:

¿Uno aun no queda conmigo?

TODOS:

No, que quien queda en pecado
de ningún mérito es digno.

(Vanse.)
LASCIVIA:

Albricias, Luzbel, ya deja
las virtudes con quien vino.

LUZBEL:

(Dentro.)
Pues no halle, desesperado,
lisonja agora en los vicios.

ALBEDRÍO:

Ya solos hemos quedado.

HOMBRE:

¡Qué pesada compañía!

ALBEDRÍO:

Lleguemos antes que el día
quede en sombras sepultado.

HOMBRE:

¡Ah del hermoso traslado
de ese alcázar de cristal?

LASCIVIA:

¿Quién es quien llama a este umbral?

ALBEDRÍO:

Linda flema.

HOMBRE:

El peregrino
que a tu voz llamado vino;
abre, pues en casa tal
las glorias del mundo fundo.

LASCIVIA:

¿Las glorias del mundo?

HOMBRE:

Sí.

LASCIVIA:

Pues no hay posada, que así
pasan las glorias del mundo.

(Húndese la torre y desaparece la LASCIVIA con terremoto.)
HOMBRE:

¡Oh portento sin segundo,
y tan primero portento,
que pasma mi entendimiento!

ALBEDRÍO:

¡Ay, señor! ¿Qué se hizo aquella
hermosa fábrica bella?

HOMBRE:

Toda se la llevó el viento.

ALBEDRÍO:

¿Luego todo era ilusión
cuanto te ofreció aparente?

HOMBRE:

Un instante solamente
aun no logré mi ambición.

ALBEDRÍO:

¿Luego aun instante no son
las glorias del mundo?

HOMBRE:

Errante
peregrino caminante,
advierte en mi mal gobierno,
cuán brevemente lo eterno
pierde lo que aun no es instante.

ALBEDRÍO:

Sólo en su espacio ha quedado
una lóbrega, una umbría
cueva.

HOMBRE:

Supuesto que el día
con lo demás ha faltado,
la noche en ella albergado
esté.

(Sale de una cueva el MUNDO.)
MUNDO:

¿Quién va?

HOMBRE:

Un peregrino
que errado por aquí vino.

MUNDO:

¿Dónde tu camino es?

HOMBRE:

A la indulugencia.

MUNDO:

Pues
no es aqueste tu camino.

HOMBRE:

¿Quién eres tú?

MUNDO:

El Mundo soy.

HOMBRE:

¿No era tuya aquella bella
fábrica?

MUNDO:

Sí.

HOMBRE:

¿Pues que es della?

MUNDO:

Por no dártela la doy
al viento.

HOMBRE:

¿A qué efeto hoy
me la prometiste?

MUNDO:

A efeto
de hospedarte.

HOMBRE:

¿Pues si aceto
la promesa, por qué no
me la cumples.

MUNDO:

Porque yo
nunca doy lo que prometo.

HOMBRE:

¿A otro no albergaste?

MUNDO:

Sí,
pero dónde le albergué
ignoras.

HOMBRE:

Yo solo sé
que en tu palacio le vi;
albérgame en él a mí,
pues ves cuán triste y oscura
la noche cerrar procura.

MUNDO:

Sí haré, entra a ese breve espacio,
que yo al que ofrezco un palacio
le doy una sepoltura.

(Vase.)
ALBEDRÍO:

¡Lindo agasajo!

HOMBRE:

¡Ay de mí!
¡Qué pavoroso, qué fuerte
es el horror de la muerte!
¿Aquí he de hospedarme?

(Sale LUZBEL de la gruta.)
LUZBEL:

Sí.
Tu alojamiento es aquí,
entra en él.

HOMBRE:

¡Ay de mí, triste!
¿No eres tú el que me dijiste,
que aquí delicias buscaste?

LUZBEL:

Sí.

HOMBRE:

¿Para qué me engañaste?

LUZBEL:

¿Para qué tú me creíste?

HOMBRE:

¿Luego no era verdad?

LUZBEL:

No,
sino sombra, y vanidad,
porque si fuera verdad
no te la dijera yo.

HOMBRE:

Pues ya que sombra se vio,
¿cómo no duró esa sombra?

LUZBEL:

Como breve flor se nombra
la gloria del mundo vana,
que apenas ve la mañana,
cuando la tarde la asombra;
por ser su edad tan ligera,
la ofrecí para no dalla,
que si hubieras de gozalla
quizá no te la ofreciera,
que es mi rencor de manera,
que aun el gusto más injusto
dársele al hombre no gusto,
y así al que puedo obligar
que le condene un pesar
no ha de condenarle un gusto,
y pues que la compañía
perdiste con quien veniste,
y perdiéndola perdiste
con ella camino y guía,
desespera, desconfía
de llegar a la segura
puerta que abrirse procura,
pues ya errado peregrino,
no puedes hallar camino
que no dé en la sepultura.

(Vase.)
HOMBRE:

¡Ay infelice de mí!,
que aunque con asombro y miedo
quiera atrás volver, no puedo.

Albedrío.
ALBEDRÍO:

Si lo fui,
ya no lo soy.

HOMBRE:

¿Cómo así?

ALBEDRÍO:

Como el uso me faltó.

HOMBRE:

¿Quien aquí me trujo?

ALBEDRÍO:

Yo.

HOMBRE:

Pues sácame tú.

ALBEDRÍO:

Es cansarte,
que de otros pude apartarte,
pero de la muerte no.

HOMBRE:

Sin ti probaré a volver
al camino que perdí.
(Va andar, tropieza y cae.)
Mas ¡ay infeliz de mí!,
que el caminar es caer.
Llégame a favorecer.

ALBEDRÍO:

Sí haré, pero aunque lo intento,
no basto yo sin tu aliento
porque yo no soy bastante
a que el que cay se levante.

(Sale el AMOR y velos dados de las manos sin poder levantarle el ALBEDRÍO.)
AMOR:

Ya está puesto el argumento
en que tengo de probar
los medios que ha menester
el que ya llegó a caer
si se quiere levantar.

HOMBRE:

Gente procura llamar,
que venga a darme la mano.

ALBEDRÍO:

No la hay en monte ni en llano.

HOMBRE:

¿Aquél no es el Amor?

ALBEDRÍO:

Sí.

HOMBRE:

Amor, sácame de aquí.

AMOR:

Si ciego, atrevido y vano
por ti pudiste caer,
sin que otro te ayudara,
levántate tú.

HOMBRE:

Repara
en que lo uno pudo ser,
lo otro no.

AMOR:

Luego creer
debes con el silogismo
de haberte en aquese abismo,
que por ti mismo pudiste
caer, y no, ya que caíste,
levantarte por ti mismo,
con cuyo ejemplo los dos
veréis en vuestro pesar,
que sin Dios puede pecar
el Hombre, mas no sin Dios
arrepentirse.

HOMBRE:

Pues vos
sois su Amor, de aqueste fuerte
parasismo de la muerte
me librad.

AMOR:

Sí haré, mas di,
¿llámasme de temor?

(Va a llegar y detiénese retirándose dél.)

{{Pt|HOMBRE:|
Sí.

AMOR:

Pues no llego a socorrerte,
que a los actos del temor
inmediato Amor no acude;
llama al Temor que te ayude.

HOMBRE:

Sí haré. Ven en tanto horror,
Temor, a darme favor.
(Sale el TEMOR y da la mano al ALBEDRÍO y tampoco se levanta.)

TEMOR:

El que puedo te daré.

ALBEDRÍO:

Si atrición el Temor fue,
tampoco él será bastante
a que el que cay se levante.

}}
TEMOR:

Flaca mi fuerza se ve,
llama a otro.

HOMBRE:

¡Culto Divino!

(Sale el CULTO.)
CULTO:

¿Qué me quieres?

HOMBRE:

Que le des
fuerzas al Temor, pues ves
que habiendo errado el camino,
este lecho me previno
el Mundo.

CULTO:

Confiesa al verte
rendido a ese asombro fuerte,
que erraste.

HOMBRE:

Ya lo confieso.

CULTO:

Pues yo llegaré con eso
agora a favorecerte,
que dando tú a tu Albedrío
la mano, él a tu Temor,
tu Temor a mí, el favor
del Perdón traerte confío.

(Sale el PERDÓN.)
PERDÓN:

Sí harás, que ya el brazo mío
alcanza Amor desde aquí.

(El HOMBRE en el suelo tiene dada la mano al ALBEDRÍO, el ALBEDRÍO al TEMOR, el TEMOR al CULTO, el CULTO al PERDÓN, con que el PERDÓN alcanza al AMOR, que estaba retirado.)
HOMBRE:

Amor ¿ahora llegas?

AMOR:

Sí,
que ahora me alcanza el Perdón,
ya que no de contrición,
de atrición.

HOMBRE:

¿Cómo?

AMOR:

Oye.

HOMBRE:

Di.

AMOR:

Cuando postrado te vías
y a Dios de temor llamabas,
no era, no, porque le amabas,
sino porque le temías;
y así, las piedades mías
no aliviaron tu pasión,
hasta que en la confesión
pudiste el acto elevar,
que Amor no puede alcanzar
donde no alcanza el Perdón.
Y aunque el haberme alcanzado,
cuando estoy de ti ofendido,
por la mano izquierda ha sido,
esa es la que yo le he dado,
porque desde tu pecado
no me alcanzaste; mas hecha
la confesión, te aprovecha
tanto, que siendo atrición
la izquierda, la confesión
la vuelve mano derecha.

AMOR:

La indulugencia a que vienes,
que aquí se explica, imagino,
pues te da el Culto Divino
el grado que tú no tienes;
por él el Perdón previenes
que no pudieras por ti
prevenir, pudiendo aquí
la Gracia que yo prometo,
hacer de un acto imperfecto
un perfecto acto, y así,
cuando por solo temor
me llamaste, no llegué;
tras Culto y Perdón sí, que
al Temor con su favor
le da su Gracia su Amor,
con que probar solicito,
que el Sacramento infinito
de Confesión, es bastante
que el atrito se levante
con méritos de contrito,
y pues agora lo estás
aprovecha el tiempo ahora.
(Levántase.)
Teme.

TEMOR:

Gime.

PERDÓN:

Siente.

ALBEDRÍO:

Llora.

CULTO:

Con eso volver podrás
donde el camino hallarás
que perdiste.

HOMBRE:

Aguarda, espera.
Pues ¿cómo de esa manera
te vas?

CULTO:

Ya que mi favor
hizo de temor amor,
llevo el Perdón a otra esfera.

(Vanse el CULTO y el PERDÓN.)
HOMBRE:

Pues los diez, ¿cómo sin vos
hallarlos podré otra vez?

AMOR y TEMOR:

En los dos están los diez.

HOMBRE:

¿Los diez se encierran en dos?

LOS DOS:

Sí.

HOMBRE:

¿Que son...?

LOS DOS:

Amar a Dios
y al prójimo.

HOMBRE:

Así lo creo,
mas ya que mortal me veo,
no llegar es bien que sienta,
al número de cincuenta
del año del jubileo.

AMOR:

Sí verás, si siempre...

HOMBRE:

Di.

AMOR:

En tus bienes y en tus males
de ese número te vales.

HOMBRE:

¿Siempre el de cincuenta?

AMOR:

Sí.

HOMBRE:

¿Cómo?

TEMOR:

Como en él leí,
que todas las horas son
del número del Perdón,
y puede el dolor, el llanto
hacer cualquiera año santo.

HOMBRE:

¿Y dónde está esa lección?

AMOR:

Entre los psalmos se adquiere.

TEMOR:

Hallarla en ellos intenta.

(Dale un libro.)
HOMBRE:

Ya hallé el número cincuenta.

LOS DOS:

¿Qué psalmo es?

HOMBRE:

El Miserere.

AMOR:

Luego no acaso se infiere,
el que de un número son
año y salmo, y su lección
santo hará cualquiera día.

HOMBRE:

¡Oh! Lógrelo la fee mía.

LOS DOS:

Sí hará si es de corazón.

HOMBRE:

(Leyendo.)
Ea, Señor, de mí te compadece
al verme envuelto en mi mortal discordia
no según que mi culpa lo merece,
sino según tu gran misericordia
y según el gran número que ofrece
de conmiseraciones la concordia
de tu piedad; del libro de los días
borra, Señor, iniquidades mías.
Con amplia gracia, pues tu gracia ha sido
la viva fuente de inmortal pureza,
lava las manchas en que me ha tenido
el lodo vil de mi naturaleza,
no porque yo lo tenga merecido,
pero porque conozco mi flaqueza
y conozco que siempre conjurado
va contra mí, conmigo mi pecado.

HOMBRE:

Pero si confesándole acrisolo
tu poder, de rebelde no me arguyas
contra ti, pues, Señor, contra ti solo
pequé, mi Dios, y en la presencia tuya,
para que tú cuando de polo a polo
a juzgar vengas, en la causa suya
justifiques tu causa y me convenzas
y con justicia y no poder me venzas;
mas atiende, Señor, en la agonía
del juicio que me aguarda prevenido
que culpa de mi ser herencia es mía,
pues que nací en pecado concebido;
mas ¡ay!, que tu inmortal sabiduría
amando la verdad, me ha engrandecido
y porque esta disculpa no me baste
lo oculto de tu ciencia me enseñaste.
Bien que esparciendo el cándido rocío
del blando aljófar que tu aurora llueve,
bañado en él verás el pecho mío
más limpio que los ampos de la nieve,
y si a mi oído con halago pío
tu voz regala y alegría le mueve,
aunque mortal me tengan mis excesos
revivirán mis entumidos güesos.
(Las chirimías.)
Pero ¿qué dulce armonía
a vista ya de otra bella
fábrica, con sus acentos
da a este verso la respuesta?

AMOR:

Del mismo psalmo lo dice
más adelante la letra,
según el común sentir,
pues dice que son las piedras
de Jerusalén triunfante
en la Militante Iglesia
las virtudes de los justos,
reedificando con ellas
las murallas de Sión.

TEMOR:

Y porque mejor lo veas,
vuelve a ver de las virtudes
que perdiste, la excelencia
con que en los dos las cobraste,
para llegar a las puertas
que te ha de abrir el Perdón.

(Salen la CASTIDAD y el HONOR trayendo presa a la LASCIVIA.)
AMOR:

La Castidad es aquesta,
que arrastrando a la Lascivia,
por triunfo de su pureza,
entre ella y el Honor
la tray a sus plantas puesta.

(Salen el DESPRECIO y la SEGURIDAD trayendo preso al MUNDO.)
TEMOR:

El Desprecio de los bienes,
y la Seguridad bella,
son aquestos que del Mundo
triunfan también, porque adviertas
que a sus pies es polvo inútil
deste mundo la riqueza,
y solamente la goza
seguro el que la desprecia.

(Salen la OBEDIENCIA y la VERDAD. Preso el DEMONIO.)
AMOR:

Los dos que aquí del Demonio
triunfan, son, si bien te acuerdas,
la Obediencia y la Verdad,
que de mentira y soberbia
solo que triunfen es justo
la verdad y la obediencia.

TEMOR:

Con que a tus tres enemigos
ya quebrantadas las fuerzas...

AMOR:

...el Culto allí y el Perdón,
te abren del Templo las puertas.

TEMOR:

Porque son Perdón y Culto
fieles ministros de aquella...

AMOR:

...blanca Hostia, que en el ara
del altar la Fee sustenta.

(Ábrase en otro carro enfrente del primero un templo y en elevación suben PERDÓN y CULTO, con la FE enmedio, llevando en la mano cruz y cáliz.)
TEMOR:

Siendo otra fábrica hermosa
tanto a la aparente opuesta...

AMOR:

...que una feneció caduca
y otra ha de vivir eterna...

LOS DOS:

...diciendo en sus alabanzas
el cielo en voces diversas...

MÚSICA:

Llega, Hombre, llega a gozar
el jubileo, y repara
que en ara del altar
cualquier año es santo para
bien hacer y bien obrar.

HOMBRE:

¡Que esto logren mis venturas!

LASCIVIA:

¡Que esto mis desdichas vean!

MUNDO:

¡Que esto mi cólera sufra!

DEMONIO:

¡Que esto mi rabia consienta!

FEE:

Llega, Hombre, que el jubileo
plenario, y la indulgencia
del Año Santo te aguarda
en esa fábrica excelsa
que ha de durar para siempre,
en oposición de aquella,
que desvanecida en humo
verá el siglo, cuando vea
venir a juzgar por fuego
toda su fábrica inmensa:
si allí te brindó con vino
y manjares la cautela
de tres enemigos, yo
te ofrezco aquí en mejor mesa
mejor vino y mejor pan,
en cuyas especies bellas,
ida la sustancia, solos
accidentes se conservan,
porque es carne y sangre donde
está con real asistencia
Cristo en cuerpo y alma como
en los cielos vive y reina.

DEMONIO:

A tanta verdad postrado,
llore, gima, rabie y muera.

LASCIVIA:

Yo a tanta luz me deslumbre.

MUNDO:

Yo a tanto horror me suspenda.

HOMBRE:

Feliz yo, que llegar pude
de aqueste templo a las puertas.

TEMOR:

Feliz yo, pues mi temor
fue quien te las tuvo abiertas.

AMOR:

Feliz yo, pues pude hacer
que él en amor se convierta.

CASTIDAD:

Feliz yo, que di a aquel Pan
el candor de mi pureza.

HONOR:

Feliz yo, pues fui el Honor
de su gloria y su honra excelsa.

SEGURIDAD:

Feliz yo, que hice segura
deste camino la senda.

DESPRECIO:

Feliz yo, pues ya es tesoro
mi desprecio y mis miserias.

OBEDIENCIA:

Feliz yo, que al sacrificio,
al padre di la obediencia.

VERDAD:

Feliz yo, que el testimonio
soy del que es la verdad mesma.

CULTO:

Feliz yo, que fui el ministro
que repartirle merezca.

PERDÓN:

Feliz yo, que fui el Perdón,
que abrí del templo las puertas.

ALBEDRÍO:

Feliz yo, si allá le alcanzo
y aquí de las faltas nuestras
cuando, albedrío de todos,
con todos a decir vuelva:

MÚSICA y TODOS:

Llega, Hombre, llega a ganar
el jubileo, y repara
que en el ara del altar,
cualquier año es Santo para
bien hacer y bien obrar.