​El Trabajo​ de Amelia Denis de Icaza


Mirad ese arrogante y apuesto caballero,
de vigorosas formas y despejada faz,
de negra cabellera y ardiente la pupila
de la planta majestuosa de frente escultural.


De hermoso y suelto talle; de boca sonriente,
miradas que revelan el genio y el amor;
no existe en su semblante de la duda
porque el pecho lleva bien puesto el corazón.


¡Miradlo! Satisfecho doquiera abrirse paso,
que nada le intimida ni alcanza a detener,
coronas mil conquista con invencible empeño
para ceñir con ellas del porvenir la sien.


¿Lo veis guatemaltecos? Miradlo, es el trabajo,
postraos y rendidle profunda adoración,
ante sus plantas caen los vicios humillados
y a la virtud levanta con ínclito valor.


Seguid la noble enseña que entre sus manos lleva,
ejército de bravos arrastra en pos de sí,
su aliada es la Victoria, lo llaman invencible,
que el mundo en lucha abierta conquista el adalid.


La gloria, aquella virgen coqueta y votuptuosa,
con besos y caricias corona al vencedor,
seguid con paso firme la senda del trabajo,
tras ella está la antorcha de la humana redención.


Los más hermosos sueños que el joven acaricia,
las gratas ilusiones que ardiente concibió,
el virgen entusiasmo que inspírale una hermosa,
la fúlgida esperanza de pura y santa unión.


Todo ese panorama de bellas creaciones,
dichoso lo realiza quien sigue al vencedor,
por que la luz fulgente con que ilumina al mundo
la concedió al trabajo alcázar, Dios.


Jóvenes entusiastas, seguid, nada os detenga,
romped los viejos títulos del siglo que pasó:
gloria a la inteligencia, la idea, el heroísmo
formemos del trabajo nuestro eternal blasón.