El Museo Universal/Año I/Número 3/La semana de los tres domingos

El Museo Universal (1857)
La semana de los tres domingos de Edgar Allan Poe
Nota: Se respeta la ortografía original de la época
La semana de los tres domingos.

¡Oh! ¡corazon de tigre, testarudo, salvaje! dije para mi caletre una tarde á mi tio Raimundo, amenazándole con el puño en mi imaginacion.

¡Solo en mi imaginacion! Lo cierto es que existia una pequeña diferencia entre lo que decia y lo que no tenia valor de decir; entre lo que hacia y lo que tenia bastante tentacion de hacer.

Mi tio, al abrir yo la puerta del comedor, se hallaba sentado junto á la chimenea y con un vaso de vino Oporto en la mano, haciendo valerosos esfuerzos para obedecer el precepto de la cancion que dice:

Llena tu vaso vacio
Vacia tu vaso lleno.

Querido tio, le dije cerrando la puerta con suavidad y acercándome á él con la mas cariñosa sonrisa, es V. siempre tan amable, me ha dado pruebas de su bondad, de tantos, de tantos modos que... que estoy persuadido que bastará someterle está pequeña peticion, para obtener su completo consentimiento.

—¡Hum! dijo, continúa muchacho.

—Estoy seguro, mi querido tio (maldito vejestorio), que en realidad, no tiene V. designio de oponerse á mi enlace con Catalina. Es solo una broma de V., lo se; ¡ah! ¡ah! ¡ah! ¡Qué alegre está V. algunos ratos!

—¡Ah! ¡ah! ¡ah! dijo, si. ¡Dios te maldiga!

—¡Oh! ya tenia yo seguridad. Sabia que era una broma. Pues, querido tio, cuanto Catalina y yo deseamos en este momento, es que nos dé V. sus órdenes... sobre la época. ¿está V. querido tio...? sobre la época en que le convenga que la boda... que la boda se concluya.

—¿Concluya, pillastre? ¿qué quieres decir con eso? Espera que se empiece.

—¡Ha! ¡ha! ¡ha!--¡he! ¡he! ¡he!--¡hi! ¡hi! ¡hi!--¡ho! ¡ho! ¡ho!--¡hu! ¡hu! ¡hu!--¡ho! ¡escelente! ¡admirable! ¡qué talento! Pero lo que ahora necesitamos, querido tio, es que V. nos señale la época precisa.

—¡Ah!... fija.

—Si, tio mio, esto es, en caso que á V. le convenga.

—¿No seria lo mismo dejarla indeterminada, como quien dice, de aquí á un año poco mas ó menos? ¿Que necesidad hay de fijar la fecha? -Si, querido tio, sigusta V. fijarla.

—Pues bien Roberto, ya que quieres una fecha exacta... te voy á dar gusto.

—¡Querido tio!

—¡Silencio caballero! dijo ahogando mi voz con la suya. Tendrá V. mi consentimiento y el gato (es necesario no olvidar el gato); ¿á ver? ¿cuando será? ¿Hoy es domingo? Pues bien, se casará V. precisamente, cuidado, precisamente, la semana que tenga tres domingos. ¿Ha oido V. caballero? ¿Qué es lo que hace V. ahí con la boca abierta?Le repito que se casará con Catalina y tendrá su dote, la semana de tres domingos; pero antes no, tunantuelo, antes no, aunque me costase la vida. Ya me conoces, soy hombre de palabra; ahora sal de aquí. Dicho esto, se bebió el vaso de vino de Oporto, mientras yo salia de allí desesperado.

Mi tio Raimundo era un digno caballero, pero tenia sus rarezas. Era un hombre bajo, rechoncho, soberbio, semi-circular, de nariz roja, muy testarudo, de gran bolsillo y una idea muy elevada de su importancia. Con el mejor corazon del mundo, habia conseguido, á causa de su genio, pasar para los que le trataban superficialmente, por un mezquino. Como muchas personas muy honradas, parecia hallarse dominado por un espíritu de contradiccion que era fácil á primera vista confundir con la malevolencia. A toda peticion su respuesta inmediata era un no positivo, pero al fin despues de una larga, muy larga espera, se le hacian muy pocas peticiones á que no accediese. Todo ataque á la bolsa hallaba la mas tenaz resistencia, pero la cantidad que se le sacaba se hallaba siempre en razon directa de la duracion del sitio, y de la obstinacion de la defensa. Nadie hacia limosnas con mas generosidad y con peor gracia.

Despreciaba profundamente las bellas artes y particularmente á las bellas letras; y habiendo sabido que Casimiro Perier era de su misma opinion, citaba siempre su autoridad para preguntar: «¿de qué sirve un poeta? con una pronunciacion muy cómica como el non plus ultra del espíritu lógico. Asi es que mi aficion á las musas, me habia valido todo su desagrado.

Habia pasado con él toda mi vida. Mis padres á su muerte me habian legado á él, como una herencia preciosa. Creo que el viejo gruñon me queria como á un hijo, casitanto como á Catalina, pero me hacia arrastrar una existencia de perro. Desde el primer año al ad. De cinco á quince años, me amenazaba á todas las horas del diacon la casa de correccion. De quince á veinte no se pasó dia en que no me prometiese el no dejarme eso era natural, era un artículo de mi fe. Sin embargo, tenia en Catalina una amiga segura y lo sabia. Era una buena muchacha, y me dijo, con unos modales muy dulces, que podria poseerla (con gato y todo) en el momento que mitio Raimundo diera el consentimiento necesario. ¡Pobre muchacha! solo tenia quince años y sin este consentimiento no podia disponer en diez años de la pequeña suma que tenia en el banco. ¿Que nos quedaba e hacer? A los quince años y aun á los veinte y uno años de perspectiva son una eternidad. En vano acudiamos al viejo con nuestras importunidades. Era una ocasion de resistencia que aprovechaba siempre con un humor perverso. Ni aun el mismo Job hubiese sufrido con paciencia, el ver el modo con que este viejo gatazo, de su corazon lo que mas deseaba era nuestra union; hubiera dado cuanto poseia por hallar una escusa que le permitiese accederá nuestros deseos; pero habiamos cometido la imprudencia de iniciar este asunto nosotros mismos: y no hacer oposicion en este caso, no estaba, lo creo sinceramente, en su poder.

Ya he dicho que tenia sus debilidades, pero entre ellas no incluyo su obstinacion que era su fuerte, lejos de ser su flaco. Cuando he hablado de sus debilidades, aludia á una chocante supersticion de vieja que le dominaba. Era muy aficionado á los ensueños y pronósticos etid genus omne; estraordinariamente quisquilloso sobre el menor punto de honra, y hombre de palabra á su modo, pues al paso que no tenia escrúpulo en faltar al espíritu de sus juramentos, respetaba estrictamente la letra como Sagrada é inviolable. De esta última particularidad de su carcáter tratamos de valernos por inspiracion de Catalina; y ahora que como los poetas y autores modernos he agotado en prolegómenos todo el tiempo y casi todo el espacio de que puedo disponer, voy á esplicar en pocas palabras lo que constituye el fondo de mi historia.

La Providencia habia querido que entre los conocidos de mi novia hubiese dos viejos marinos que acababan de desembarcar en las costas de España, despues de haber dado la vuelta al mundo.

En compañia de estos caballeros, mi prima y yo convinimos en hacer una visita á nuestro tio Raimundo en la tar le del domingo 10 de octubre, tres semanas justas despues de la cruel decision que habia dado al traste con nuestras esperanzas. Durante la primera media hora la conversacion giró sobre cosas indiferentes, pero al fin hallamos medio de que naturalmente siguiera el siguiente curso.

El capitan Martinez. Pues, he estado ausente un año justo, Justo hoy un año, por mi fe, ni mas ni menos. ¡Ayer! Si, estamos á 10 de octubre. ¿Se acuerda V. don Raimundo? Vine hace un año tal día como hoy á despedirme de V. Y sea dicho de paso, ¿no es una rara coincidencia que nuestro amigo el capitan Carvajal, que se halla presente, haya estado tambien un año justo fuera de España? ¿No es verdad?

Carvajal. Si, un año dia por dia. Ya recordará V. que vine con el capitan Martinezá ofrecerle mis respetos antes de marchar.

Mi Tio. Si, si, si, me acuerdo muy bien, ¡es raro en verdad! ¡los dos salir hace hoy justó el año fqué rara coincidencia!

Catalina. Sin duda, papá, es una coincidencia estraordinaria; pero el capitan Martinez y el capitan Carvajal no han seguido el mismo derrotero, y esto envuelve una diferencia como V. sabe.

Mi Tio. Yo no sé nada de eso pichoncita. Hallo al contrario, que la cosa es mas sorprendente.

Catalina. Pero papá, el capitan Martinez ha ido por el cabo de Hornos, y el capitan Carvajal ha doblado el cabo de Buena-Esperanza.

Mi Tio. Precisamente, uno ha ido al Este y el otro al Oeste, tunantuela, y los dos han dado la vuelta al mundo.

Yo. Capitan Martinez es preciso que venga V. con Carvajal á comer mañana con nosotros; nos contarán Vds. sus viajes, jugaremos y...

Martinez. Mañana no puede ser, querido; es domingo, y...

Catalina. Hoy es el domingo.

Mi Tio. ¡Cierto, cierto!

Martinez. Perdone V., sé positivamente que mañana es domingo porque...

Carvajal (sorprendido.) ¿En qué piensan Vds.? ¡si domingo fue ayer!

Todos. ¡Ayer! ¡Bah!

Mi Tio. Hoy es el domingo, señores. ¡Si lo sabré yo!

Martinez. Don Raimundo, está V. trascordado: es mañana.

Carvajal. Están Vds. locos unos y otros. Tan seguro estoy de que fue ayer domingo, como de estar sentado en esta silla.

Catalina (con alegría). Ya veo lo que es, lo veo todo, papá, este es un pleito fallado contra V. tocante... tocante á lo que V. sabe. Me esplicaré: la cosa es muy: tiene razon. Mi primo Roberto, papá y yo, decimos que lo es hoy, y tenemos razon. El capitan Martinez se obstina en que es mañana, y en efecto tambien tiene razon. El hecho es que todos tenemos razon, y que asi estamos en la semana de tres domingos.

Carvajal (despues de una pausa.) En verdad Martinez, Catalina nos ha derrotado completamente. ¡Qué imbéciles somos los dos! Señor don Raimundo este es el hecho: la tierra, como V. sabe, tiene 24,000 millas de circunferencia. El globo gira sobre su eje, hace su revolucion, recorre estas 24,000 millas de Oeste á Este, precisamente en veinticuatro horas. ¿Comprende V.?

Mi Tio. Ciertamente, ciertamente.

Carvajal. Pues bien, es á razon de 1,000 millas por hora. Ahora suponga V. que desde aquí hago 1,000 millas al Este. Es evidente que me adelanto una hora á la salida del sol en este sitio, y veo salir el sol una hora antes que V. Si en la misma direccion hago otras 1,000 millas me adelanto dos horas, con otras 1,000 me adelanto tres y asi sucesivamente hasta que haya dado la vuelta al globo, y vuelva á este punto. Así, habiendo andado 24,000 millas al Este, me he adelantado á la salida del sol en veinticuatro horas, y ganado un dia sobre la cuenta de V.

Mi Tio. Pero me parece...

Carvajal. (en alta voz.) El capitan Martinez por el contrario, cuando ha caminado 1,000 millas al Oeste ha atrasado una hora, y cuando ha hecho 2,000 millas su retraso es de 24 horas ó un dia respecto de este sitio. Asi es, que para mí ayer era domingo, para Vds. lo es hoy y para Martinez lo será mañana. Y aun hay mas señor don Raimundo; es claro que todos tenemos razon, porque no se hallaria razon filosófica que determinase que el modo de ver de uno tenga la preferencia sobre el de los otros.

Mi Tio. ¡Qué demonio! Y bien Catalina, y bien Roberto, este es un pleito fallado contra mí como decís, pero soy hombre de palabra; ¡ observad esto! La tendrás (con gato y todo) cuándo quieras. ¡Me convenzo por Júpiter!! ¡Tres domingos en hilera! No hay que titubear, me cogieron.


^†  López Guix, Juan Gabriel (2009). «Sobre la primera traducción de Edgar Allan Poe al castellano». 1611 Revista de historia de la traducción (Departamento de Traducción. Universidad Autónoma de Barcelona) (3).