EL DOS DE MAYO
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El pueblo de Madrid celebra hoy el ciento tres aniversario de aquella gloriosa epopeya del Dos de Mayo de 1808, que tan alto puso el heroísmo de sus hijos, sus sentimientos monárquicos, su patriotismo y su fe.

A esta fiesta, que representa una de las más puras glorias de nuestra histórica leyenda, no se asocia hoy el Estado liberal, porque hace tres años declaró oficialmente que rompía con la tradición de un siglo para olvidar á los héroes y á los mártires de la Independencia española. El progreso de los tiempos es contemporizador, según nuestro Estado, y esponja que borra todo recuerdo de odios y de luchas entre pueblos de una misma raza. Era preciso acabar para siempre con una fiesta que, no sólo honraba la memoria de sus héroes y de sus mártires, sino que tan alto ponía el nombre de la Patria y el patriotismo de sus hijos. La fiesta del Dos de Mayo era, en tal sentido, una ofensa que se infería á Francia, recordando todos los años su invasión y su derrota. Por eso la suprimió de una plumada el Gobierno liberal y por eso no asocia su nombre á ella en día tan memorable para el noble pueblo madrileño.

Pero el pueblo de Madrid no piensa como sus gobernantes, porque no se ha extinguido en el pecho de sus hijos la llama del patriotismo ni el amor á sus recuerdos gloriosos, y conmemora hoy, como ayer, la fiesta del Dos de Mayo al pie de los altares de su fe y en el campo mismo de la Lealtad, donde se conservan los restos benditos de los mártires de su independencia. Y si en los sitios públicos de la villa y corte no aparece el bando tradicional de fe alcaldía de Madrid invitando al pueblo á tomar parte en los sufragios y en la fiesta de este día, el “Centro de Hijos de Madrid” no olvida á los suyos. porque “el amor patrio es el ideal augusto de los pueblos”, y convoca á todos los buenos españoles para la manifestación de hoy en honor de los hé­roes que inmolaron sus vidas en la gloriosa epopeya del Dos de Mayo de 1808.

Y el pueblo de Madrid ha respondido, como no podía menos de responder, al patriótico llamamiento, honrando por igual en este día á los que fueron sus hijos predilectos y á los que todavía conservan vivo en su pecho el amor á esta España querida. Que si aquellos nuestros hermanos tuvieron en 1808 que rechazar la invasión de los Ejércitos napoleónicos en estos que corremos se hace preciso rechazar la invasión revolucionaría, que acaba con la fe, destruye los fundamentos de la sociedad y mata en el corazón todos los sagrados sentimientos de Religión y Patria.

Aprestémonos, pues, al combate para defender nuestras tradiciones, para honrar nuestros mártires y para dar al mundo, si preciso fuera, nuevos ejemplos de valor, de abnegación y de patriotismo, lo mismo contra los que tratan de obscurecer nuestro pasado llamándose españoles, como contra los descendientes de los invasores del año ocho que no han depuesto todavía su odio á España.


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