El Chancellor/Capítulo XXXI

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

XXXI.

EL VIENTO SE INCLINA AL NORTE. SE INS TALA EL MASTIL EN LA BALSA Y SE IZA LA VELA. A SEISCIENTAS CINCUENTA MILLAS DE TIERRA.—REGIMEN DE A BORDO.

Continuación del 7 de Diciembre.

El primer día no se ha señalado por ningún incidente.

Hoy á las ocho de la mañana el capitán Kurtis nos ha reunido á todos, pasajeros y tripulantes.

—Amigos míos, ha dicho; oigan ustedes bien esto. Yo mando en esta balsa como á bordo del Chancellor, y espero ser obedecido de todos sin excepción. ¡No pensemos más que en la salvación común; permanezcamos unidos y el cielo nos proteja!

Estas palabras han sido bien acogidas.

La leve brisa que sopla en este momento y cuya dirección averigua el capitán por medio de la brújula, se ha aumentado inclinándose al Norte. Es una circunstancia feliz y hay que apresurarse á aprovecharla para llegar lo más pronto posible á la costa americana. El carpintero Daoulas se ocupa en instalar el palo, cuya carlinga se ha dispuesto á proa de la balsa, y se arreglan también dos alas, especie de arbotantes que deben mantenerle más sólidamente. Mientras el carpintero trabaja, el contramaestre y los marineros en vergan el sobrejuanete pequeño en la verga reservada para este uso.

A las nueve y media queda levantado el mástil. Varios obenques apoyados sobre los costados de la balsa aseguran su solidez; la vela queda izada, amurada y cazada, y el aparato, impulsado viento en popa, camina con bastante rapidez bajo la acción de la brisa que va refrescando.

Terminada esta tarea el carpintero tra ta de instalar un timón que permita á la balsa conservar la dirección requerida. Roberto Kurtis y el ingeniero Falsten le ayudan con sus consejos. Después de dos horas de trabajo se establece á popa una especie de espadilla, con corta diferencia semejante á la que emplean los balahus malayos.

Entre tanto el capitán Kurtis ha he cho las observaciones necesarias para obtener exactamente la longitud, y al medio día toma una buena altura del sol.

El punto que obtiene con bastante exac titud es el siguiente:

Latitud 15 7' Norte.

Longitud 49 35' Oeste del meridiano de Greenwich.

Este punto puesto sobre la carta muestra que estamos á unas seiscientas cincuenta millas al Nordeste de la costa de Paramaribo, es decir, de la parte más próxima del Continente americano, que como hemos notado forma el litoral de la Guyana Holandesa.

Ahora bien, calculando las probabilidades en pró y en contra y tomando un término medio, no podemos esperar, ni aun con la ayuda constante de los aliseos, andar más de diez ó doce millas por día con un aparato tan imperfecto como una balsa que no puede sortear el viento. Esta travesía, necesitará, pues, dos meses de navegación aun suponiendo favorables todas las circunstancias, salvo el caso poco probable de que encontremos algún buque. Pero el Atlántico está menos frecuentado en esta parte que más al Norte ó más al Sur, pues por desgracia hemos sido arrojados entre las lineas de las Antillas y del Brasil que siguen los vapores trasatlánticos ingleses ó franceses y vale más no contar con la casualidad de este encuentro. Por lo demás si sobrevienen calmas, si el viento cambia y nos empuja al Este, no serán dos meses los que necesitaremos, sino tres, cuatro y hasta seis, y los viveres se acabarán antes del tercero.

La prudencia exige, pues, que desde ahora consumamos tan solo lo extrictamente necesario. El capitán Kurtis nos ha pedido consejo sobre este punto y hemos determinado severamente el programa que debe seguirse. Las raciones se calculan para todos indistintamente de manera que el hambre y la sed queden medio satisfechas: la maniobra de la balsa no exige gran gasto de fuerza fisica y una alimentación restricta puede bastarnos. En cuanto al aguardiente enyo barril no contiene sino unos veintitres litros, será distribuido con la mayor parsimonia sin que nadie tenga el derecho de tocar á él sin el permiso del capitán.

El régimen de á bordo queda pues arreglado de esta manera: cinco onzas de carne y cinco de galleta por día y por persona. Es poco pero no se puede aumentar la ración, porque diez y ocho bocas en estas proporciones absorverán un poco más de cinco libras de cada sustancia, es decir, en tres meses seiscientas libras. Ahora bien, no poseemos en todo más que seiscientas libras de carne y bizcocho y hay que atenerse á esta cant dad. En cuanto al agua puede calcularse la que poseemos en unos seiscientos litros y se conviene en que el consumo diario quedará reducido á medio litro por persona, lo cual asegurará tam bién agua para tres meses.

La distribución de víveres se hará todas las mañanas á las diez bajo la direcdel contramaestre. Cada uno recibirá para el día su ración de carne y bizcocho y la consumirá cuando le parezca. En cuanto al agua, á falta de utensilios suficientes para recogerla, pues que no tenemos más que la caldera y la taza del irlandés, se distribuirá dos veces al día, una á las diez de la mañana y otra á las seis de la tarde y cada persona deberá beber lo que le toque inmediatamente.

Debe observarse también que tenemos dos probabilidades que pueden aumentar nuestra despensa: la lluvia que nos dará agua y la pesca que podrá darnos ali mento. Para este caso se disponen dos barricas vacias que reciban el agua de lluvia y en cuanto á las máquinas de pesca, varios marineros se ocupan en prepa rarlas á fin de echar algunos sedales desde el barco.

Tales son las disposiciones que hemos tomado y aprobado y que serán riguro samente mantenidas. Sólo observando una regla severa podemos esperar librarnos de los horrores del hambre. Demasiados ejemplos tenemos precisamente que nos enseñan á ser previsores, y si nos vemos reducidos á las últimas privaciones, es que la suerte no se habrá cansado de perseguirnos.