El Chancellor/Capítulo XXI
XXI.
PARA LO QUE SIRVE EL PICRATO.—BARRENO EN EL BASALTO.—EXPLOSIÓN.—EL CHANCELLOR FLOTA SOBRE LA MAR LIBRE.CONTINUA LA NAVEGACIÓN.
Del 21 al 23 de Noviembre.
Es preciso en efecto salir de aquel es trecho fondeadero y esto inmediatamen te. El tiempo, si nos ha favorecido durante todo este mes de Noviembre, ame naza cambiar en breve. El barómetro ha cambiado desde ayer, y la mar se presenta más gruesa alrededor de la Roca del Jamón. El islote no puede servirnos de refugio contra un golpe de viento, en el cual el Chancellor quedaría despedazado.
Esta noche misma en la baja marea, Koberto Kurtis, Falsten, el contramaes,tre, Daoulas y yo, hemos ido á examinar la cortina balsática que se halla al descubierto. No hay más que un medio de abrir paso, y es atacarla á golpes de pico en una anchura de diez piés, y una longitud de seis. Rebajándola ocho á nueve pulgadas, bastará para el calado del Chancellor, y balizando con cuidado el pequeño canal, le atravesariamos y llegaríamos á punto despejado donde el agua es profunda.
—Pero este basalto tiene la dureza del granito, observa el contra maestre, y el trabajo será largo, tanto más cuanto que no podrá ejecutarse sino en la marea baja. es decir, durante dos horas cada día.
—Razón más, contramaestre, para no perder un instante, responde Roberto Kurtis.
—Pero capitán, dice Daoulas, tenemos aquí trabajo para un mes. ¿No será posible hacer saltar esta roca? A bordo teDemos pólvora.
—Será poca, responde el contramaestre.
La situación es gravisima. ¡Un mes de trabajo! Antes de un mes, el buque será completamente destruido por el mar, —Tenemos más que pólvora, dice entonces Falsten.
—¿Qué? pregunta Roberto Kurtis volviéndose hacia el ingeniero.
—Picrato de potasa, responde Falsten.
Picrato de potasa en efecto, la caja embarcada por el desdichado Ruby. La sustancia explosiva que ha estado á punto de hacer volar el buque, sabrá hacer saltar el escollo. Se hara un agujero de mina en ese basalto, y desaparecerá el dique La caja de picrato como ya he dicho, estaba en el arrecife en sitio seguro, y es verdaderamente una fortuna y hasta un suceso providercial que no se la haya arrojado al mar, tan luego como se le extrajo de la bodega.
Los marineros van á buscar picos, y Daoulas dirigido por Falsten, comienza á abrir un hornillo de mina siguiendo la dirección que debe producir el mejor efecto. Todo nos permite esperar que se acabará el hornillo durante la noche, y que mañana al amanecer, produ cido el efecto deseado por la explosión, tendremos libre el paso.
Sabido es que el acido picrato es un producto cristalino y amargo que se extrae del alquitrán de ulla, y que combinándose con la pólvora, forma una sal amarilla que es el picrato de potasa. La fuerza explosiva de esta sustancia, es inferior á la del algodón fulminante y la dinamita, pero es muy superior á la de la pólvora ordinaria.[1] En cuanto á su inflamación se la puede producir facilmente por un choque violento y seco, y fácilmente la conseguiremos por medio de pistones de fulminato.
Daoulas ayudado de sus hombres trabaja con ardor, pero cuando llega el día no está concluido su trabajo. En efecto, D no es posible abrir el horno sino en la baja marea, es decir, durante una hora apenas, de donde se sigue que serán ne cesarias cuatro mareas para darle la profundidad requerida.
Hasta el 23 por la mañana, no queda terminada la operación. La cortina de basalto queda agujereada por una abertura oblicua que puede contener unas diez libras de la sal explosiva, y aquel hornillo de mina ha de ser inmediatamente cargado. Son las ocho de la mañana.
En el momento de introducir el picrato en el agujero. Falsten nos dice: —Pienso que deberiamos mezclarlo con pólvora ordinaria. Esto nos permi tirá dar fuego á la mina con una mecha en lugar de pistones, cuya explosión habría que determinar por medio de un choque. El uso de la mecha nos facilitará grandemente la tarea; y ademas es sabido que el uso simultáneo de la pólvora y del picrato es mejor para hacer saltar las rocas duras. El picrato, muy violento por su naturaleza, prepara el camino á lá pólvora que más lenta para más mesurada, desunirá ininflamarse y mediatamente este basalto.
El ingeniero Falsten no habla con frecuencia, pero hay que convenir que cuonde lo hace habla bien. Seguimos su consejo; se mezclan las dos sustancias, y después de haber introducido una mecha hasta el fondo del hornillo, se le carga con la mezcla y se le tapa convenientemente.
El Chancellor está bastante alejado de la mina para que no tenga nada que te mer de la explosión. Sin embargo, por precaución, pasajeros y tripulación se refugian al extremo del arrecife en la gruta. Mr. Kear apesar de sus recriminaciones tiene que dejar el buque.
Falsten, después de haber puesto fuego á la mecha que debe arder durante diez minutos, viene á unirse con nosotros.
Prodúcese la explosión. Ha sido sorda, mucho menos ruidosa que se hubiera podido esperar, pero esto sucede siempre en las minas que se abren profundamente.
Hemos corrido hácia el escollo y he mos visto que la operación ha tenido un éxito completo. La cortina de basalto ha quedado reducida materialmente á polvo, y ahora un pequeño canal que empieza á llenarse con la marea ascendente, corta el obstáculo y deja el paso libre.
Estalla un hurra general; la puerta de la prisión está ya abierta y los presos pueden huir.
Al llegar el flujo, el Chancellor halado sobre sus áncoras atraviesa el ta sobre el mar librepaso y floPero todavía durante una hora es preciso que permanezca cerca del islote, porque no puede navegar en las condiciones en que se encuentra, y es necesario embarcar un lastre que asegure su esbilidad. Así, pues, durante las veinte y cuatro horas que siguen, la tripulación trabaja en embarcar piedras y las balas de algodón que están menos averiadas.
Durante este día, los Letourneur, Miss Herbey y yo damos otro paseo por los basaltos de este arrecife que jamás volveremos á ver, y en el cual hemos permanecido tres semanas. Andrés, graba artísticamente el nombre del Chancellor en aquel escollo, y la fecha de nuestra llegada en una de las paredes de la gruta, y damos el último adios á esa roca donde hemos pasado muchos días, de los cuales algunos se contarán entre los más felices de nuestra existencia.
En fin, el 24 de Noviembre á la marea de la mañana, El Chancellor apareja con sus velas bajas, sus gvias y juanetes, y dos horas después la última cumbre visible de la Roca del Jamón desaparece de nuestra vista bajo el horizonte.
- ↑ Un gramo de pólvora pierica produce el efecto de trece gramos de pólvora ordinaria.