El Chancellor/Capítulo XLVII

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

XLVII.

ANSIEDAD—UN OBJETO ESTRAÑO.—SE COR TA LA CUERDA AL MOMENTO.—HORRIBLE BANQUETE. ¿EXPERIMENTO ENVIDIA U HORROR?

18 de Enero.

Espero el día con singular ansiedad. ¿Qué dirá Hobbart? Me parece que tendrá derecho para denunciarme. No es absurdo; si cuento lo que ha pasado, si digo que Hobbart ha vivido mientras nosotros nos moríamos de hambre, que se ha alimentado sin saberlo nosotros, perjudicándonos, sus compañeros le matarán sin piedad.

Nos importa, quisiera que ya fuese de día.

El hambre se ha contenido momentáneamente aunque aquel pedazo de tocino era poca cosa, un bocado, el último, como ha dicho aquel miserable. Sin embargo, ya no padezco y lo digo desde el fondo de mi corazón, siento un remordimiento de no haber repartido ese miserable resto con mis compañeros. Habria debido pensar en miss Herbey, en Andrés, en su padre...no he pensado más que en mí.

La luna sube hácia el zenit, y pronto los primeros albores de la mañana la siguen. El día vendrá rápidamente porque estamos en esas latitudes bajas que no conocen el alba ni el crepúsculo.

No he pegado los ojos. Desde los primeros resplandores me parece que veo una masa informe que se balancea hácia la mitad del mástil.

¿Qué objeto es ese? No puedo distinguirlo todavía y permanezco tendido sobre el montón de velas.

Pero los primeros rayos del sol rozan la superficie del mar, y pronto veo un cuerpo que colgando al extremo de una cuerda obedece á los movimientos de la balsa.

Un irresistible presentimiento me arrastra hacia ese cuerpo y llego al pié del mástil.

Es el de un ahorcado, y ese ahorcado es el mayordomo Hobbart. ¡Desdichado, yo soy, yo, quien le ha llevado al suicidio!

Lanzo un grito de horror. Mis compañeros se levantan, ven el cuerpo, se precipitan...pero no es para saber si queda en él algún resto de vida... Por lo demás Hobbart está muerto y su cadáver se encuentra ya frio.

En un instante se corta la cuerda. El contramaestre, Daoulas, Jynxtrop, Falsten y otros, están ya inclinados sobre el cadáver...

No, no lo he visto! no lo he querido ver. No he tomado parte en ese horrible banquete. Ni miss Herbey, ni Andrés Letourneur ni su padre, han querido pagar á semejante precio un alivio á sus padecimientos.

En cuanto á Roberto Kurtis lo ignoro...no me he atrevido á preguntárselo.

Los demás, el contramaestre, Daoulas, Falsten, los marineros...¡Oh! el hombre convertido en fiera... ¡Es espantoso!

Los Letourneur, miss Herhey y yo nos hemos ocultado bajo la tienda, y no hemos querido ver nada. Era ya demasiado lo que veiamos.

Andrés Letourneur queria arrojarse sobre estos canibales y arrancarles los horribles restos del cadáver. He tenido que luchar con él para contenerlo.

Y sin embargo, era el derecho de aque llos desdichados; Hobbart estaba muerto; no le habían matado ellos; y como dijo un día el contramaestre "más vale comer un muerto que un vivo."

¡Quién sabe ahora si esta escena no es más que el prólogo de algún drama abominable que va á ensangrentar la balsa!

He hecho todas estas observaciones á Andrés Letourneur, pero no he podido disipar el horror que en él ha llegado á su colmo, Sin embargo, debe pensarse en que estamos muriéndonos de hambre, y en que ocho de nuestros compañeros van quizá á librarse de esta muerte espantosa.

Hobbart, gracias á las provisiones que había ocultado, era el mas sano de todos; ninguna enfermedad argánica habia alterado sus tejidos; había cesado de vivir en plena salud tan solo por un golpe brutal. ¿Pero á qué horribles reflexiones se deja llevar mi espiritu? Esos caníbales me causarian más envidia que horror?

En este momento uno de ellos levanta la voz. Es el carpintero Daoulas.

Habla de hacer evaporar el agua del mar al sol, á fin de recoger la sal.

—Y salaremos lo que queda, dice.

—Si, responde el contramaestre.

Después, todos guardan silencio. Sin duda la proposición del carpintero ha sido aceptada porque no vuelvo á oir mas; se establece un silencio profundo á bordo de la balsa, y deduzco que mis compañeros duermen.

Ya no tienen hambre.