El Chancellor/Capítulo XIX

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

XIX.

ABERTURA EN EL CASCO.—DESCARGA DEL BUQUE. EXAMEN DE LA AVERIA—DISPOSICIONES.—MANO A LAS BOMBAS.

Del 6 al 15 de Noviembre.

En los cinco primeros dias desde que encalló el Chancellor, se escapan de la bodega vapores acres y espesos que después disminuyen poco á poco, y el ó de Noviembre se puede considerar ya extinguido el incendio. Sin embargo, por via de precaución, Roberto Kurtis manda continuar la maniobra de las bombas, de modo que el casco está anegado hasta la altura del entrepuente. Sólo cuando baja la marea, baja también el agua de la bodega y las dos superficies liquidas se nivelan interior y exteriormente.

, —Esto prueba, me dice Roberto Kur tis, que la vía de agua es muy grande, pues que la evacuación se efectúa con tanta rapidez.

Y en efecto, la abertura hecha en el casco no mide menos de cuatro piés cuadrados de superficie. Uno de los mari neros llamado Fleypol se ha sumergido durante la baja marea, y ha reconocido la posición y la importancia de la averia.

La vía de agua se abre á treinta piés delante del timón, habiendo sido arranca dos tres tablones por nna punta de ro ca á dos pies por cima del alefriz de la quiilla. El choque ha sido muy vio lento. porque el buque iba muy cargado y la marea era gruesa; y aun puede estrañarse que no se haya abierto su cas co en muchos parajes. ¿Será fácil cegar esta vía?

Lo sabremos cuando quitado el cargamento pueda el maestro carpintero llegar hasta ella; pero necesitaremos dos dias todavía para poder penetrar en la bodega del Chancellor y sacar ,de ella las balas de algodón que han sido respetadas por el fuego.

Entre tanto, Roberto Kurtis no permanece inactivo, y su tripulación le secunda con celo ejecutando importantes tareas.

En primer lugar restablece el palo de mesana que cayó cuando encalló el buque, y que pudo hallarse sobre el arrecife con todo su aparejo. Por medio de pescantes instalados hácia popa, ha podido volverse á poner el palo sobre su antiguo pie después de escopleado á este efecto por el carpintero Daoulas. Un engimelgado conveniente mantenido por fuertes ligaduras y clavos de hierro asegura la unión de las dos partes rotas.

Hecho esto, se revisa con cuidado todo el aparejo; los obenques, los brandales, los estais, vuelven á enderezarse, se cambian algunas velas, y una vez restablecidas las maniobras corrientes, pensamos ya poder navegar con seguridad.

Tanto en la popa como en la proa del buque, hay mucho que hacer, porque la toldilla y el puesto de la tripulación han quedado muy deteriorados á consecuencia del incendio. De aquí la necesidad de recompcnerlos, todo lo cual exige tiempo y trabajo. El tiempo no nos fal ta, el trabajo se hace sin vacilar, y pron to podemos volver á entrar en nuestros camarotes.

Hasta el 8 no puede comenzar útil mente la descarga del Chancellor. Estando anegadas las balas de algodón y la bodega llena de agua en la alta marea, se instalan aparejos por cima de las esco tillas, y todos ayudamos á los hombres de la tripulación para subir aquellas pesadas balas que en su mayor parte están absolutamente averiadas. Se las desembarca una a una en la ballenera y todas son trasladadas al arrecife.

Después de descargada la primera fila de balas es preciso pensar en sacar, á lo menos en parte, el agua que llena la bodega. De aquí la necesidad de tapar tan herméticamente como sea posible la abertura que ha hecho la roca en el casco del buque: tarea dificil, pero que desempeñan el marinero Flaypol y el contramaestre con un celo superior á todo elogio. En la marea baja consiguen, sumergiéndose bajo el costado de estribor, clavar una lámina de cobre sobre el agujero; pero como esta lámina no podrá so: portar la presión cuando baje el nivel interior por la acción de las bombas, Roberto Kurtis trata de asegurar la obturación metiendo balas de algodón entre las junturas de los tablones rotos. La materia abunda y pronto el fondo del Chancellor se encuentra como blindado interiormente por aquellas pesadas é impermeables balas que esperamos permitirán á la lámina de cobre hacer una resistencia.

El procedimiento del capitán ha tenido buen éxito. Esto se ve cuando las bombas empiezan á funcionar, porque el nivel del agua baja poco á poco en la bodega y los hombres pueden ya conti nuar la descarga del buque.

—Es muy probable, nos dice Roberto Kurtis, que lleguemos á alcanzar el sitio de la avería y á poderla reparar interiormente. Cierto que hubiera sido mejor tratar de carenar el buque y cambiar los tablones de forro, pero me faltan los medios para emprender una operación tan grande, y además me detendría el temor de que llegase el mal tiempo mientras el buque estuviera encallado sobre su costado y á merced, por consiguiente, de un golpe de mar. Creo, sin embargo, poder dar á ustedes la seguridad de que quedará convenientemente tapada la via de agua, y de que podremos en breve tatar de llegar á la costa en condiciones suficientes de seguridad.

Después de dos horas de trabajo queda agotada el agua en gran parte y se hace la descarga de las últimas balas sin dificultad. Los pasajeros hemos tenido que echar mano á las bombas á fin de aliviar de trabajo á la tripulación, y lo hemos hecho concienzudamente, Andrés Letourneur, á pesar de su debilidad, se ha unido á nosotros, y cada cual ha cumplido con su deber en la medida de sus fuerzas.

Sin embargo, es un trabajo muy penoso éste y no podemos continuar largo tiempo en él sin tomar descanso. Pronto se cansan los brazos y los riñones por aquel vaivén de los gimbaletes, y com prendo que esta tarea sea repugnante para los marineros. Y aun nosotros la desempeñamos en condiciones favorables, pues que el buque está sobre un fondo sólido y no tenemos el abismo bajo nuestros piés. No defendemos nuestra vida contra las invasiones del mar y no hay lucha entre nosotros y el agua, que vuelve á entrar por un lado á medida que se la expulsa por el otro. ¡Plegue al cielo que no nos veamos jamás expuestos a semejante prueba en un buque próximo á zozobrar.