El Alto (17/08/1916)



17 de agosto de 1916, El DIA

Editorial

EL ALTO

Es generalmente aceptada la opinión de que la jornada del 30 ha hecho indispensable el detenerse para cobrar nuevas fuerzas. Y no podría considerarse esta necesidad como un mal extraordinario. Es un mal, si, y grande el no poder acudir con la presteza que se desearía a remediar dolencias, cuyas causas están a la vista y cuyo remedio se halla a la mano. Pero no es un mal nunca visto, y que no se produzca con frecuencia. No ha mucho, la mayoría anticolegialista que se formó en el Senado paralizo durante mas de dos años todo mejoramiento de las leyes sociales. En el gobierno del doctor Williman se sanciono la abolición de la pena de muerte y la primera ley de divorcio. Pero el movimiento se detuvo ahí; y fue aquel un gobierno inmovilizado, y hasta reaccionario en todo lo relativo a la mejora de la situación de las clases mas desvalidas.

Antes de la sucesión de gobiernos que data desde la subida del señor Cuestas al poder, poco o nada se había pensado en reformas del carácter de las que se han realizado recientemente. Se había luchado por el poder, se había luchado por la libertad, y el tiempo transcurrido desde la declaratoria de nuestra independencia se había ido entero en hacer prevalecer algunos principios elementales de orden y de derecho.

No recordamos esto para que nos consolemos de nuestros males actuales; sino para que comprendamos que, con tales antecedentes, una detención cualquiera, aunque sea de algo mas de un par de años, no debe causarnos extrañeza. No es tarea simple encauzar el pensamiento de todo un pueblo en algunos años y asegurar su realización triunfal también en pocos años.

En medio del contraste debemos, sin embargo, estar orgullosos de la obra realizada, y convenir en que lo hecho en estos últimos tiempos, augura obras mas grandes para un porvenir no lejano. Lo que nos ha ocurrido obedece, por otra parte, a una ley de todos los grandes esfuerzos que hace nacer el debilitamiento después de la acción empeñosa que impone el descanso después de la fatiga.

Pero si hay casi uniformidad de opiniones en lo que se refiere a la necesidad de hacer un alto, no la hay en lo relativo a la determinación de las causas que han hecho fallar momentáneamente nuestras energías. ¿Son los impuestos no ha mucho decretados, el proyecto de servicio militar obligatorio, etc.?... ¿Son las leyes de mejoramiento de la situación de las clases sociales mas necesitadas, leyes esencialmente humanitarias y justas? Podría afirmarse que siendo siempre incómodos los impuestos, aunque sean justos y necesarios, estos han podido originar resistencias y mas, mucho mas que los impuestos mismos, el anuncio falso, sistemáticamente difundido en todo el país, de que se crearía otros mayores, disparatarlos, absurdos. Lo mismo podría decirse del servicio militar obligatorio que ,despertando la oposición de todos los pacifistas y, en general, de los que se verían afectados y perjudicados por él, y de los que piensan que la defensa del país puede organizarse de otra manera, -ha sido presentado por una propaganda electoral nada sincera, como un sacrificio enorme de muchos y largos años de vida en los cuarteles, que se exigiría de cada ciudadano.

En cuanto a las leyes de organización social, no podemos pensar que hayan debilitado nuestras fuerzas. Creemos, al contrario, que las han acrecido. Nos habrán enajenado la adhesión de algunos, no muchos, empresarios excesivamente apegados a las viejas practicas y a las economías crueles, capaces de violentar la libertad de sus obreros y peones; pero nos han allegado, en cambio, la simpatía de todos los espíritus generosos, de todos los amantes de la justicia, de todos los explotados, que forman legión.

El esfuerzo que nos ha debilitado, en primer termino, a sido el que tendía a implantar la idea colegialista no comprendida por unos; mirada con desconfianza por otros a causa de su novedad; rechazada violentamente por muchos para quienes suprimía un régimen de gobierno dentro del cual habían soñado exaltar y glorificar prepotencia personal. Contra ellas se ha dirigido dentro de nuestras filas el esfuerzo perturbador, apoyado en la resistencia del tradicional adversario, que consideraba perjudicadas sus aspiraciones por algunos de sus lineamientos fundamentales.

Nuestra derrota no es, por tanto, de las que avergüenzan. Es de las que enaltecen y preparan el porvenir. Hemos sido vencidos en el esfuerzo que hacíamos para dar a nuestro país la organización política que, con variantes diversas, se han dado, exceptuados los Estados Unidos, los pueblos mas avanzados de la tierra.

Hemos sido vencidos en el terreno de los hechos; hemos triunfado en el de las ideas.