El Alma rusa: Dos hombres honrados

El Alma rusa : Dos hombres honrados
(traducción anónima de 1921)
de Octave Mirbeau


El más gordo, de sonrisa bonachona, decía un vecino que comía a dos carrillos sin parar mientes en lo que dejaba encima se la mesa el mozo del mesón.

— Desengáñese usted, aligo, el robo será siempre un crimen.

— Le supongo proprietario.

— Gracias a mi constancia, a mis ahorros y a mi trabajo.

— ¿ Es usted industrial ?

— Y comerciante.

— ¡ Ah !

— Y usted, ¿ a que negocios se dedica ? Tiene usted cara de bolsista.

— Pues no tengo car de lo que soy : me dedico a robar.

— ¿ A robar ?

— Como lo oye usted.

— Y lo dice con orgullo.

— Con el mismo que emplea usted para decir que es comerciante y industrial.

— ¡ Mi negocio es legítimo !

— Lo sé ; casi tan legítimo como el mío, aunque no tan digno.

— ¡ Como que no tan digno !

— Naturalmente : no es tan digno porque es menos expuesto y más hipócrita. Yo robo teniendo la ley en contra y usted roba al amparo de la ley misma. No da en peso cuando vende, no paga la medida cuando compra, no repara en envelenar a su clientela vendiendo...

— Es un contrato libremente stipulado.

— ¡ Sí ! sí ; pero al hacer el pacto se habla de cierta calidad , de cierta medida, y de cierto precio...

— Es que...

— Déjeme usted hablar y lo hará usted despues hasta el día del juicio.

— No puedo oír tamaños disparates.

— Comiendo tranquilo estaba cuando usted me interrogó. Yo soy más franco que usted y llamo robo a mi negocio... Respecto de la industria, no me negará usted que emplea artículos malos venderlos como buenos y que da a sus operarios el 5 por 100 de lo que producen.

— Buena la haríamos los comerciantes si vendiésemos al precio que compramos, y no lo haríamos mejor los industriales si las primeras materias nos costasen el dinero que sacamos de la producción.

— Harían ustedes un mal negocio, como lo hago yo el día que vuelvo a casa con los bolsillos vacíos.

— Es que yo trabajo.

— Lo mismo digo, y más personalmente que usted, puesto que usted...

— ¡ No, señor ! Usted roba.

— Según a qué llame usted robar.

— Roba el que se apodera violentamente de lo que no es suyo.

— ¡ Ah,vamos ! Por manera que el ladrón se diferencia del comerciante en que éste roba pacíficamente. No me negará usted en este caso que el segundo es una decadencia del primero. Ustedes son los ejércitos de mercenarios sin valor para robar a mano airada. Han legalizado la falsificación y el escamoteo. Mejor diría si dijera que han pervertido el arte de robar, y que por antiestéticos, si no por otra cosa, merecerían ir a la cárcel.


El ladrón y el comerciante se levantaron de la mesa sin saludarse siquiera. Al año el uno se encontraba en presidio fuera de la ley por haber robado una cartera, y el otro hacía leyes en el parlamento, porque, habiendo jugado a la baja en combinación con el ministro de Estado, ganó muchos millones y pudo representar al país con el dinero que había quitado a numerosas familias que vivieron después en la miseria.