El Alcázar de Sevilla: 2
Capítulo II
La puerta del Alcázar, situada en el ángulo formado por los muros exteriores de éste y la mencionada casa, da entrada al patio de las Banderas. Cuanto sobre el origen de este sonoro nombre hemos podido averiguar, redúcese a que es debido a un haz de banderas que sobre la puerta hubo en otros tiempos pintado al fresco. Debajo del arco de entrada y a mano izquierda hay un precioso retablo, que se ilumina todas las noches, y en cuyo centro se ve una pequeña Virgen de la Concepción con dos lindas efigies de San Joaquín y Santa Ana a sus lados: en la parte superior y en los costados del retablo se hallan colocadas la de San José con el Niño en brazos, y las de San Fernando y San Pedro, que parecen ofrecer la espada y las llaves, con que están representados, a la Madre del Redentor. El todo forma un conjunto tan grato para la vista como para el corazón. El patio es entrelargo, tiene en medio una fuente rodeada de árboles, y tanto el lado por donde hemos introducido en él al lector, como los dos que le son perpendiculares, se hallan compuestos de casas, sin mérito alguno artístico, alquiladas a particulares, alzándose en el opuesto la hermosa habitación del Teniente de Alcaide, en cuyo extremo izquierdo según se mira, hay un arco que conduce por un estrecho y retorcido callejón al postigo de que hemos hablado y que da salida a la calle llamada de la Vida, al paso que en el costado derecho se encuentra una gran puerta coronada con las armas Reales y que da ingreso a un cuerpo de edificio construido por Felipe III y reparado por Felipe V, que colocó en sus salones altos la Real Armería. Entrase por dicha puerta en un vasto corredor o vestíbulo sostenido por columnas, llamado el apeadero, y encuéntrase en frente un antiguo y venerable retablo. En el ángulo izquierdo un callejón bajo de techo, termina en una cancela de hierro que da entrada a los jardines. En el derecho hay en dirección perpendicular una galería que tiene a la derecha dos casas y a la izquierda la verja de un patio llamado de Doña María de Padilla, y que el actual Teniente de Alcalde, con el buen gusto y celo que le distinguen, ha convertido en jardín.
Al otro lado de éste y en frente de la verja de que hemos hecho mérito, vese el cuerpo del edificio construido por el emperador Carlos V, para celebrar en él sus bodas con la Infanta Doña Isabel de Portugal, y que consiste en inmensos y vacíos salones, de los que unos dan a éste nuevo jardín y otros a los antiguos del Alcázar. En el principal de dichos salones se verificó el Regio enlace el 10 de marzo de 1526, solemnizando el invicto Monarca este acontecimiento con dar libertad en el mismo día al rey Francisco I de Francia, preso en la torre de los Lujanes de Madrid desde la inolvidable victoria de Pavía.
En otro salón de aquellos, llamada la sala Cantarera, celebró mucho tiempo sus sesiones la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, a que Sotelo, Reinoso, Lista, Arjona, Mármol, Roldan y tantos otros hombres ilustres pertenecieron, que estuvo en posesión de él desde que en 1752, el año de haber sido fundada por el docto sacerdote D. Luis Germán, fue acogida bajo la real protección por Fernando VI, hasta 1848 en que el entonces Teniente de Alcaide la hizo desalojar, sin respetar la concesión hecha a este célebre cuerpo literario por su Regio Protector, ni el haberle sido confirmada por nuestra augusta Soberana en 1842, y sin que hayan sido después eficaces todas las gestiones de la Academia para volver a ocupar su antiguo e histórico local.