El 15 de septiembre

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


EL 15 DE SEPTIEMBRE.


Coronada de rosas y jazmines,
Arrullada por auras sonadoras,
En medio de recónditos jardines
Que guardan por do quier aves canoras;
Perdiéndose á lo lejos sus confines
Del Oceano en las ondas bramadoras,
América felice é inocente
Muelle doblega la morena frente.

Era un tiempo de paz; serena, pura,
La faz del indio descuidado enseña
Sello de libertad y de ventura;
No conoce opresor, ni se domeña,
Ni bebe en sus placeres la amargura:

Todo le brinda amor: la dura peña
Le muestra en sus entrañas el tesoro,
Y ve á sus plantas con desdén el oro.

Tierra feliz donde las fuentes nacen
Y en trenzas plateadas se deslizan,
Y luego en mil corrientes se deshacen
Y las plantas y flores fecundizan.
Tierra feliz en cuyo seno yacen
Riquezas que tu nombre inmortalizan,
Tierra sin par y de deleites nido
A torpes ambiciones escondido.

Joya del mar que codició el hispano,
Reina del septentrión, virginea fada,
Que roto el velo de insondable arcano
En tu solemne soledad callada
Te halló Colón, de sorprenderte ufano,
Porque miró la Iberia engalanada,
Pese á tu llanto y tu dolor profundo,
Con el nuevo pendón del Nuevo Mundo.

¡Cuán amarga es la suerte del que apura
Tras tanta libertad infamia tanta;
En vano el lazo deshacer procura

Que sin piedad oprime su garganta.
En su terrible y larga desventura,
Las abatidas sienes no levanta,
Y llora triste sus agudas penas
Al monótono son de sus cadenas!

Lentas fueron las horas de agonía,
Tan lentas cual las horas del que pena;
Ya el tiempo tardo indiferente unía
El cuarto siglo á su eternal cadena.
¿Pero tanto baldón soportaría
Aquél que amó la libertad serena?
¡Oh cual latió, de encono soberano
El noble corazón del mexicano!

¡Libertad! exclamó la voz de un hombre,
Y denodado, intrépido y valiente
De esa sagrada libertad en nombre,
Arroja el guante á la española gente
Así adquiriendo perennal renombre.
¡Libertad! repitió: súbitamente
Se difunden do quier allá en Dolores
De libertad los férvidos clamores.

Cual los hijos del águila altanera
Que entre los musgos de maternos nidos,

Tiende la vista por la azul esfera
Y tras el sol se lanzan decididos;
Los hijos de la América hechicera,
En su cuna infelices oprimidos,
Viendo un cielo mejor su inteligencia
Gritaron: ¡libertad, independencia!