¿Eres tú aquel Adán afortunado
Que de recientes flores coronado
Dios puso en un jardín,
Para que con tu vista entretenido,
Al resplandor del sol recién nacido,
Te amase el serafín?
¿Por quien el Hacedor lanzó al espacio
Un globo do tuvieses tu palacio
Ceñido por el mar,
Y que el mar, poderoso en esterminio,
Se plegase al confín de tu dominio
Lamiendo el valladar?
¿Por quien hizo un edén del vasto suelo
Y pintó el arrebol y doró el cielo
Y al aura embalsamó,
Y al prado su esmeralda y su rocío
Y al ave su cantar, y al bosque frío
Trémula sombra dio?
¿No te miró Satán nacer de arcilla
Para ocupar su trono y alta silla
De nácar y rubí?
¿No dio bronco suspiro de su pecho
Arrastrando cual sierpe por tu lecho
De rosa y alelí?
¿Dónde está tu graciosa compañera,
Estatua de jazmín, virgen de cera
Con labios de clavel,
En tu sueño feliz apetecida,
Y al volver de tu sueño poseída
Con ósculos de miel?
¡Héla ya que sus ojos no levanta!
Suspira melancólica y encanta,
Y es bella en su dolor
Así como la luna soñolienta
Si detrás de una nube trasparenta
Su mágico fulgor.
Yo que vi en el edén todas sus galas,
Yo mismo cubriría con mis alas
Su hermosa desnudez;
Mas ¡ay!, entre los dos alzó el delito
Muro de pedernal, bronce maldito,
Gigante en altivez.
Recuerdo que la amé, porque eran bellos
Tendidos sobre el seno sus cabellos,
Y el seno era marfil;
Porque las frescas risas de sus labios
Mataban, o de envidias o de agravios,
Las flores del pensil.
Porque a su alrededor todos amaban;
Los vientos que en las hojas susurraban
Y el tierno ruiseñor;
Alba y anochecer, plantas y ambiente,
Sombras, ríos y luz, arroyo y fuente
Vivían de su amor.
Tú viste que una lágrima imperiosa
Rodaba por su faz de nieve y rosa
Cual globo de cristal,
Y a sofocarla el labio apresuraste,
Y a dura esclavitud te condenaste
Con aquel sí fatal.
¡Insensato de ti, que no veías
Cuántas por sofocarla causarías
A tu prole infeliz!
Más que tiene tu patria flores bellas,
Más que puede tener mi patria estrellas
Y errores tu desliz.
Tantas, que si a tu lado, por tus males,
Confundiesen sus líquidos cristales
Que el tiempo no soltó,
En un piélago de ondas plañideras
Náufrago con tu amada perecieras
Volando encima yo.
Tú gimes desterrado de tu cielo:
¿Qué miras a tu amada por consuelo
Si está enojado Dios,
Si son para sentidas, no explicadas
Por un cariño igual aniveladas
Las penas de los dos?
¿No ves que cuando gimes y te nombra
Oprime sus pupilas una sombra
Que, al salir del vergel
Para pisar estériles abrojos,
Sello de presa suya, entre sus ojos
Puso la muerte infiel?
Cuando armado de espada llameante
Yo te cerré las puertas de diamante,
¿No viste, por tu mal,
En la extensión del árido desierto
Al borde de tus pies un hoyo abierto,
La tumba funeral?
¡Adán! ¡Adán! El lodo fue animado
Por un soplo de Aquel que ha fabricado
El día y su arrebol,
Y el lodo se ufanó: quiso elevarse
Y ser igual a Dios, y Dios llamarse,
Y lo ha secado el sol.
Y el viento soplará del mediodía,
Y de la estatua débil y vacía
El polvo aventará.
¿Y qué será en tal época del hombre?
Ni una sombra fugaz, un soplo, un nombre
Ni un eco quedará.
Dijo el querub y remontó su vuelo
A la eterna mansión del alto cielo
Con pura brillantez;
Y el hombre y su afligida compañera
Cubrieron con las hojas de una higuera
Su triste desnudez.