Eduardo (1880)
de Alberto Navarro Viola
EDUARDO
POR
A. N. V.






BUENOS AIRES

Imprenta de M. BIEDMA, Belgrano núms. 135 á 139

1880
Mon vers rude et grossier est honnête homme au fond.
A.Barbier.

Al Señor Luis B. Tamini


única persona que mirará con benevolencia este ensayo

de un jénero en que el autor no ha reincidido desde

el carnaval de 1877.
A. N. V.

AB IMO PECTORE

Triste como un amor no comprendido,
el corazon partido
al golpe de encontrados sentimientos,—
así soñé mis versos desgreñados,
con dulce compuncion amalgamados,
toscos, informes, ásperos, sedientos.

Un beso, una mirada, una sonrisa;
un canto que electriza,
oído de la calle, en el silencio
solemne de las noches de verano,—
hacen vibrar mi corazon, que en vano
á curativo réjimen sentencio.

Amar tan sólo sé: feliz poéta
á quien la voz no inquieta
dela confusa Babilonia impía!...
Ah! pero cúantos de nosotros mueren,
sin que el fulgor que delirantes quieren
puedan hallar sobre la tierra fria!

El jénio que preside mi existencia
arroja en mi conciencia
un grito de dolor, que repercute
buscando la eficacia de otra vida;
y encuentra en el espíritu guarida
la desesperacion, que no discute.

Un instintivo horror por el vacio
aumenta mi desvio
hácia la sociedad coqueta y fátua·;
y envuelto en mi pasado sin historia,
prefiero ser ilota de la gloria
que servir para mármol de una estátua.

Verán quizás la lágrima que brota
cuando en el alma rota
se apoya moribunda la esperanza;
verán quizás los jestos de despecho;—
mas no la tempestad dentro del pecho,
porque tan hondo la vision no alcanza!

Eduardo


I

Cansado de la inércia de mi vida,
harto de distracciones y placeres,
en medio de una fiesta que convida
á loca diversion,-no vituperes
que concentrando el ánima aflijida,
emplée en narraciones de mujeres
las pájinas que encima de mi mesa
pidiendo están caricias de tristeza


II

La alegre actividad, el ánsia vana
que en estos dias de procaz locura
absorben la conciencia soberana
hasta borrar su estigma de amargura,—
mi alma persiguieron con la insana
voracidad del buitre, que la altura
deja, y se lanza altorbellino denso
por apresar un pájaro indefenso.

III

Desde el asiento cómodo de un coche
seguia con la vista indiferente
la turba multa que al mediar la noche
las calles ocupó; y el febrisciente
barullo parecíame un reproche
á mi actitud misántropa. La frente
erguí, y escudriñé con ojo fijo,
mintiendo injenuidad de regocijo.

IV

He visto tántas cosas! pocas buenas...
Fueron á herirme el tímpano las risa
de seduccion y de promesas llenas,
de báquicas, mundanas profetisas,
que un breve instante mis acerbas pen
echaron, con sus bromas y sonrisas,
en el rincon más lóbrego del alma
hasta vestirlas de aparente calma.

V

De un carnaval en Buenos Aires-di
como quien dice en Roma ó en Venec
con desparpajo y sin rodeos hablo;
y hago una narracion sin peripecia
á mi lector, con quien la charla entab
bien que quizás su ingratitud no aprec
mi anhelo de agradarle, porque busca
ántes el verso que al amor conduzca.

VI

Daban las dos de la mañana. Fresco
era el ambiente, que el pesar endulza.. ,
Perdóname, lector: aunque aborrezco
como el que más la descripcion insulsa,—
lo que es por el momento no te ofrezco
del todo desterrarla, pues impulsa
mi labia el consonante del demonio,—
mi solo valedero patrimonio.

VII

La rima es un señor muy poderoso,—
aunque, si quieres tú, de baja estofa,—
que rechazando el mínimo reposo,
me hace escribir con seriedad en mofa.
La octava lo coadyuva: temeroso
estoy de no agotar en esa estrofa—
del pensamiento rémora—el asunto
que empiezo tropezando á cada punto.

VIII

Daban las dos; y en carnaval no hoy hombre,
por fraile y por ascético que sea,
que en las veredas de topar se asombre
con otro que á tal hora se ventea.
Daban las dos; y un jóven cuyo nombre
me servirá de rumbo en la odisea
difícil y pesada de mi verso,—
vagaba ensimismado en su universo.

IX

Eduardo le pondremos; así cabe,
y ofrece para el ritmo consonancia [1]

Quién es?-probablemente nadie sabe
su vida: lo traiciona la elegancia
con que se viste y anda: yo la clave
poseo del cuaderno de su infancia—
antiguo compañero de ese niño,
alma de fuego, dúctil al cariño.

X

Tuve amistad con él desde pequeño:
buen tipo; su cabeza era perfecta,
su rostro fino, artístico, aguileño;
era afilada su nariz y recta;
sus ojos negros, y sombrio el ceño
que del carácter la altivez proyecta;
encuadrando su frente despejada
sedosa cabellera ensortijada.

XI

Tómo tal vez mi narracion ab ovo,
de los preceptos ríendome de Horario,
porque es laudable sorprender al lobo
en su guarida, c'est á dire, prefacio.
Como debeis pensar, á nadie robo;
mas cedo á Byron el mejor espacio:
My way is to begin by the beginning,
although it cost mi half an hour in spinning.

(Don Juan, 1, VII).
XII

Arquéabanse sus labios, si el desprecio
innato presidia sus acciones,
ó al observar del populacho necio
el veleidoso afan de las pasiones.
Era seco, nervioso: firme y recio
en su constitucion, las impresiones
más árduas soportando,—desafiaba
los ímpetus del cuerpo, y los domaba.

XIII

Intelijencia clara, sus estudios
en la Universidad cursó completos,
y el tiempo amenizó con los preludios
de un arpa á que confiaba sus secretos.
Es lástima anduviese con repudios
de publicar, para honra de sus nietos—
si á ellos la gloria literaria alcanza,—
los raptos y diatribas de su holganza.

XIV

Fué su alborada prístina, dichosa;
y al lado de una madre que adoraba,
y que sus pasos, dulce y afectuosa,
con sin igual solicitud velaba,—
abrirse vió la senda pedregosa
que á estériles llanuras lo internaba;
pero su voluntad y los consejos
que recibia, la dejaron léjos

XV

La madre es el sosten de la existencia
cuando el pampero del dolor la asalta;
cuando sin ley, sin dios, y sin creëncia,
turbada la razon,—del borde falta
un dedo, para hundir en la impotencia
la obra portentosa, la más alta
y más jenuina forma de la vida
que en su amplitud la creäcion anida.

XVI

En las salvajes horas de tristeza,
ella se atreve á consolar el alma;
y con una elocuencia de pureza
la ebullicion de las pasiones cálma,
cuando, desalentado en su flaqueza,
el rostro sepultado entre la palma,—
el hombre desespera de sí mismo,
creyente de letal positivismo.

XVII

Como Héctor para Andrómaca en Homero,
ella es hermana, madre, esposa, amiga...[2]es quien responde á nuestra voz primero;
es quien primero á nuestra fé se liga,
con la virtud de un corazon sincero,
por compartir el mal que nos hostiga,
y sueña que nuestra alma se reintegre
para sentirse alguna vez alegre.

XVIII

Ella nos ama en la fortuna adversa,
lo mismo que en la próspera fortuna;
por sonreímos plácida se esfuerza,
temiendo acongojarnos, importuna;
y sin que nada su cariño tuerza
hasta el postrer adios que nos aúna,
nos da la inspiracion, que se sublima
vestida con las galas de la rima.

XIX

En las persecuciones y el martirio
que enjendra la política ajitada,
y en las vicisitudes del delirio,
cuando vacila y tiembla la pisada,—
ella nos brinda suavidad de lirio
para templar la fibra relajada,—
el bálsamo inefable de su beso,
que el hijo lleva en su conducta impreso.

XX

Por qué no tienen madre los que lloran?
los que se arrojan á luchar al mundo,
ó los senos recónditos esploran
de la conciencia—piélago profundo?
Por qué no tienen madre los que moran
en la ignominia del placer inmundo,
la lumbre disipando de sus dias
en un amor avaro de armonias?

XXI

Madre! ya te perdí.... Sin freno gásto
de mi impaciente juventud la savia,
cuando pugnar debia sobre el vasto
palenque del torneo, con la rabia
de ajitacion cerril, que no contrasto,
porque el favor de la quietud me agravia,
y aparejé para el combate diurno
mi escéntrico carácter taciturno!....

XXII

Perdóname, lector! si interrumpiendo
el hilo de la historia, me complazco
en las disertaciones con que enciendo
mi espíritu sin luz, y lo aborrasco;
pero, si separándome te ofendo,
con mis recuerdos de orfandad renazco,
y en mi imajinacion me aliento y vivo
creyendo que mis penas te describo.

XXIII

Eduardo fué feliz mientras risueña
su madre lo observó; mientras sus labios,
en instructiva plática halagüeña,
con ensenanzas y preceptos sabios,
la verdad le inculcaban, que desdeña—
merced á atrasadísimos resabios—
la madre rutinera, cuyo hijo
se instruye con Astete y crucifijo.

XXIV

Dichosos los que cruzan por la tierra
sin salpicar de lodo su esperanza,
bajo la accion del porvenir, que encierra
las leyes del progreso, y las afianza!
Con el sorisma de la duda en guerra,
del fanatismo alerta á la asechanza,—
de pié, jeneracion que te estremeces
ante la pompa de rituales preces!!

XXV

Ella le dijo: «Templa y fortalece
«tu älma, porque el mundo es alevoso,
«y la ambicion estirpará, que mece
«sus hojas en tu espíritu fogoso.
«Teme su voz: hipócrita encarece
«tus actos, tus ideas; é insidioso,
«busca tu flaco, tu pasion adula,
«y contigo tu pérdida estipula.

XXVI

«Tienes un corazon impresionable,
«capaz de amar los ideáles tánto
«que te descubran bajo el aire afable
«del hombre, la traicion ó el desencanto.
«Es menester que con el alma te hable,
«porque, hijo mio! de terror me espanto
«y honda congoja el corazon me oprime,
«pensando que mi muerte se aproxime»....

XXVII

Pero al tender Eduardo la mirada
y ver en todas partes alegria,—
sin sospechar, el inocente, nada,
sin refleccion madura todavia,—
las profecias de su madre amada
imájenes creyó de fantasia;
juzgando sólo esceso de ternura
el maternal terror de la amargura.

XXVIII

Apénas si el agüero de la duda
miró en la cresta reposar del monte,
ó si un presentimiento, con sañuda
fiereza, vió cruzar el horizonte!....
Ah! nunca el alma, de recuerdos viuda,
el huracan del porvenir afronte,
si ha de caër cobarde en la vergüenza
de que un acceso de pasion la venza!

XXIX

El amó; porque es ley ineludible
amar de corazon; y una vez sola,
dicen algunos con verdad plausible:
débil verdad que la rutina inmola!
Sintió vibrar su cuerda más sensible,
y se encontró—juguete de la öla,
siguiendo la corriente,—de improviso
ante el altar de un ídolo, sumiso.

XXX

El amó con pasion incontrastable
y con feliz virjinidad de idea,
creyendo que en el mundo miserable
es el amor virtud.—Maldito sea
el ánjel de sus sueños, si implacable
así en ajar el alma se recrea
de un niño--manantial de afecto puro
sobre el yermo sin sol del mundo oscuro!

XXXI

Y él vága, desterrado de sí mismo,
llorando la inocencia de su duelo,
por la pendiente del fatal abismo
á que lo empuja su fatal desvelo.
El bárbaro, afrontoso despotismo
del corazon—mezquino reyezuelo—
lo dobla y lo sojuzga y lo consterna,
haciéndole olvidar la voz materna.

XXXII

Y allá vá—Jeremias de la suerte—
bajo los sauces á verter su canto:
pária de sentimientos que la muerte
no alcanza á sepultar bajo su manto.
Y concentrado, sin accion, inerte,
se sienta junto al pozo del quebranto,
rayando caractéres en la arena
al tiempo que el Simoun se desenfrena....

XXXIII

El inmortal naturalista Plinio,
animal flens al hombre definia;
y aunque saber no entra en mi dominio
cómo su montaraz descortesia
pudo con inaudito raciocinio
hacerlo autor de tal majaderia,—
al deslizar sobre el papel la pluma,
esa fiscal definicion me abruma.

XXXIV

Nóto que soy lloron á todas luces,
ó, con más propiedad, á moco y baba;
y aunque, lector! de charlatan me acuses,
mi pena empieza donde el llanto acaba....
Idos allá, pedazos de avestruces,
que no admitís contra la hirviente lava
del perturbado corazon, la droga
de flébiles quejumbres, tan en boga!

XXXV

Murió su madre.... El nido de la selva
desamparado yace y sin abrigo:
cuando la luz á iluminarlo vuelva,
de su desolacion será testigo.
Preciso es de una vez que se resuelva
el pájaro á volar; le falta trigo....
Quién cuidará que en el primer ensayo
no caiga del espacio, como un rayo?

XXXVI

O Michelet! cantor inimitable!
los hombres no son aves que se ayuden
con un instinto raro y admirable
cuando las tempestades los sacuden.
Si encuentran un hermano inconsolable,
de sus nidadas en tropel no acuden—
rápsodas de antiquísima leyenda—
llevándole los himnos de la ofrenda!

XXXVII

Eduardo se dobló bajo el intenso
pesar que lo agobiaba; mas su llanto
no quedó junto al párpado suspenso,
como en rojizo círculo de amianto;—
sinó que desbordó—torrente inmenso,—
creciendo su agudísimo quebranto,
hasta colmar en lo posible el ánsia
que marca del dolor la intemperancia.

XXXVIII

Ah! pretendia atravesar resuelto
un campo estéril de apariencia verde....
y quién en ese dédalo revuelto
del corazon que sufre, no se pierde?
Ni quién podrá decir que no lo ha envuelto
la sierpe en sus anillos, cuando muerde,
emponzoñando el pecho y la cabeza
con seduccion de insólita destreza?

XXXIX

Y la morbosa accion de las pasiones
quién puede discernir? quién clasifica
sus casi indefinidas variaciones
que cada circunstancia modifica?
La idiosincracia dá sus inflecciones
y ensancha, y desarrolla, y ramifica
el jérmen primordial, de donde brote
la turpitud que la razon embota.

XL

Venid á contestar, sagaces buzos
del hondo mar del organismo humane
decidme, sin entrar en los profusos
análisis de tánto y tánto arcano
Que no esplicais sin términos abstrus
decidme, qué pasion cargó su mano
sobre la frente despejada y ancha
de Eduardo, como jélida avalancha?

XLI

«Sentar esa cuestion, es resolverla»,
esclaman con un médico utopista[3]
Es el amor!—inestimable perla
que abraza en el pendon de su conqu
el sentimiento, enmudecido al verla,
y toda convulsion de sensualista:
es el amor endémico, que amarra
el alma á su desden, y la degarra!

XLII

Error! error!—Y si quereis más datos,
los versos compulsad por él escritos—
vácuo de pretension—en esos ratos
en que se piensa, sin quererlo, á gritos.
Tomadlos por arranques insensatos,
blasfemias de los ánjeles precitos;
mas observad, sin necio prolegómeno,
el sustancial, anímico fenómeno.

XLIII

Ese primer amor dejó desierto
su herido corazon; pero lo ajita
profundo é incansable desconcierto
con el afan que á su sabor lo escita.
Vésele aún con el oído abierto
al rumor de la tarde, cuando imita
el viento que en los árboles se quéja,
el estertor del que su carne déja....

XLIV

Es un dolor constante.... No es la fiebre
que agosta y desencaja las facciones,
trayendo en pos de sí gato por liebre
y sueños de fatídicas visiones:
no es el amor; y aunque la pluma quiebre,
repetiré porfiado en mis renglones
que Eduardo no ama yá. Talvez le queda
algo en el fondo... pero el mundo rúeda!

XLV

Qué piensa? qué lo instiga?—-Ecco il problema!
Por qué no vive alegre en el bullicio
de la ficcion? ni en sus altares quema,
cual todo jóven, su virtud, su juicio?
no es que del mundo los peligros téma:—
los ha afrontado sin salir de quicio;—
es que la tempestad se le desborda,
y siente los bramidos de la hörda....

XLVI

Sus versos estraviados son la cópia
esacta de su ülma: entrad en ella,
y hallareis el recuerdo de la utópia
que en la primer edad el alma huella
y con frecuencia, pertinaz acópia
un cúmulo de anhelos, con que sella
sus sueños el amor adolescente,
que pasa y torna, y es veraz y miente!....

Fragmentos

....................................................................................

Es la edad en que se sueña
con la muerte y con la vida,
y al calor de una querida
tenaz la lucha se empeña
ó se acomete la huida.

Y la razon sofocada
por un delirante grito,
se halla al borde de la nada,
debiendo tocar la rada
del pensamiento infinito.

En el vestíbulo estamos
del Lúxor de la existencia:
mas los estremos juntamos:
como en la infancia, dudamos
en la eterna adolescencia.


....................................................................................

La gloria me invadió―fugaz delirio!—
en el umbral dorado de la vida;
mas deseché la tentacion con fuerza,
huyendo de un martirio
creádo para el alma pervertida.

Oh! no espereis que el hurancan me tuerza,
ni me ahogue el dilúvio de deseos!....
He de luchar enérjico y activo
hasta alcanzar los únicos trofeos
con que mi älma fatigada avivo.

Qué valen las quimeras de la gloria,
ni la falaz grandeza
que eternizó la historia,—
para el que va, con ríjida entereza,
aislado en el gran mundo, solitario,
trepando la colina del Calvario?




........................................................................
Quiero cantar y que mi canto rudo
un alarido sea de coraje,
de rabia, de despecho, de soberbia,
que al eco mismo de Satan iguale.

Pensé romper con todo, y me detuve....
Si no hay ensueños que mi lira cante,
si no hay laureles que en mi sien verdezcan,
ni corazones que mi acento ablande;—

Aun tengo notas de desprecio y duda,
y risas de sarcasmo, que contrasten
con la apacible calma y la alegria
de que colmé mi juventud amante.

Es ancho el campo del destierro. Vamos
sin miedo que la tromba nos arrastre.
El hombre es fuerte contra el hombre mismo:
atleta del dolor—jamás se abate!

Libemos el jazmin de los deleites;
demos coronas al que erguido cäe;
hundamos en el cieno al que se humilla;
cantemos al que vence en el combate.

Por qué se rinden tántos? por qué tiemblan
y ceden el terreno?—Son cobardes!!—
almas pigmeas, ni su rastro quede!..
Cubrid de sal las ruinas de sus lares!

............................................................................................................




De tu consuelo los rayos fúljidos
la frente bañen de otro mortal.
Yo, como Byron, sólo una lágrima,
ni áun eso mismo te pido yá.

Mis ilusiones huyeron trémulas,
como recuerdos vagos de ayer.
Todo ha pasado: sueño brevísimo,
pálida imájen de la niñez!

Por qué me sigues cuando el crepúsculo.
el mundo cubre de gasa azul?
cuando en la rama trinan los pájaros
y hasta es hermosa la ingratitud?

Ah! no te vengues con risa irónica
de mi incansable, loca ascension,—
vírjen ensueño y último límite
de mis afectos, de mi dolor!

Cuando la noche con mano próvida
borra las huellas de la ansiedad,
oh! ven entónces; ven y devuélveme
mis esperanzas, mi bienestar!—

Bajo los sauces de gajos fúnebre
donde reposa vivo mi amor,
en esas noches de aspecto lóbrego
mido el alcance de mi razon.

De tu cariño la sombra díafana;
se desvanece, falta de luz;
y en vano buscan mis ojos ávidos
un firmamento de escelsitud.

Mis ilusiones de forma plástica
son la elejia de mi orfandad;
siento en mí mismo los gritos pérfidos
de mis pasiones por estallar...

Es la amargura con que el espíritu
sufre en silencio la transicion...
Bah! yo me mofo de mis escrúpulos,—
cuando no tengo pizca de amor!

Bah! te devuelvo tu risa irónica:
quién es más fuerte,―lo sabes tú?
Yo nada llevo de tí, ni un hálito;
tú, mi recuerdo—como una cruz!

......................................................................................




Yo ïba taciturno con rostro malicento,
igual á esos profetas á quienes Dios habló;
yo, ïba masticando, royendo un pensamien
que desde niño imberbe mi espíritu ajitó.

Los hombres que me vieron clamaron á porfia:
«Aquél sigue la moda de la época, no más!
«imita á los modelos y ahoga su alegria
«bajo la loca farsa de un duelo pertinaz!»

Mentís! chalanes viles de hönras y de afectos!
tenderos maricones que os escondeis del sol!
Debierais ocuparos en ver si son perfectos
los córtes de vestido, las botas de charol!..

Mentís! porque yo cargo sobre mi frente un mundo
de sueños y esperanzas que cumpliré á mi vez...
Mentís!—mi pensamiento frenético, profundo,
no tiene cual vosotros la marca de la hëz!

Yo acopio los retazos de un canto jigantesco,—
autopsia de la vida, que rasga el corazon;
un canto sin riberas, homérico·dantesco:
la multiforme lucha de indómita pasion.

Sabéis lo que fué dicho?—«Es noble la cabeza
«llevar á los viajeros que por la tierra van;
«ser alto de cien codos! pasar con jentileza
«por cima de sus restos, cual soplo de huracan!..

«Que veinte siglos luégo conserven la memoria
«de aquellos veinte años, la flor de nuestra edad....»
y eso lo dijo Hugo, mimado de la gloria,
titan de la palabra, Caton de la verdad.—

O nécios petulantes! ó nímios pequeñuelos!
sólo ostentais de hömbres el largo pantalon.
Contemplo vuestra vida de míseros desvelos,
de afan liliputiense,—-y os tengo compasion!!—

..................................................................................

................................................................

Indócil á la ley del sentimiento,
del raciocinio tu virtud esclava.
eres soberbia, á fé: parece cuento
que triunfe tu ajitado pensamiento
de tánta seduccion como te alaba,
de tánta liviandad como te asecha.

Mujer! semejas hecha
de espíritu, de alma, de consuelo;
y mi razon, al contener su vuelo
después de satisfecha
la errante fantasia
que tu sendero trémula seguia,—
no llega al caprichoso
encaje de tu suerte,
y se hunde en el reposo,—
atónita de verte
sonámbula en la noche de la muerte

He sorprendido el brillo del deseo
lucir en tu mirada;
tu voz entusiasmada
vibró con el recuerdo que te aflije;—
mas gozas del poder de Prometeo—
la voluntad—que tus afectos rije,
y arroja al precipicio de tu älma
y ensoberbece ó cálma,
segun es la intencion que los dirije.

Me dices que tu pecho nada siente....
y yo, probablemente
de haber sentido mucho,
cansado estoy, y sin aliento lucho

por sacudir mi corazon dormido,
y abrir de nuevo el surco que cavaron,
profundo y dolorido,
pasiones que sin trégua lo cruzaron....
Un solo instante de espansion suprema;—
solo una voz que el cérebro nos quema
con la verdad que guarda,
y que candente á nuestro labio asoma;—
temida confidencia
que como un ventisquero se desploma,
y demasiado tárda
á la ansiedad voraz de la impaciencia;—
un recuerdo arrancado
fresco, con el rocio de su esencia,
del tiempo sepultado
bajo la loza fiel de la memoria;—
un sueño que en la noche no despierta
con la truncada historia
de una pasion, de lágrimas cubierta:—
todo se ha conjurado
para mostramos que no yace muerta
la facultad de amar,—la inapreciable
realizacion formal del sentimiento
que une tu corazou con el violento
espasmo de mi vida!—
Quieres que hable?...
Nó; basta yá: mi evocacion fatiga
la magnética fuerza que me impele.—
Déjame oir de tu palabra amiga
la música que templa mis dolores,
y el desencanto de terror demuele
de los cariños que irradió mi älma
con vividos fulgores
en esa edad en que la mente sueña
llevar por mote el águila ó la palma...

Mi corazon empeña
de nuevo la batalla:
por qué otra vez no estalla,
robusto de entusiasmo y alegria?—
Hay un secreto que mi labio calla...
Mi corazon es una tumba fria!—




...............................................................
«Muy exijente soy con mis queridas,
difícil de agradar y caprichoso;
voluble en mis pasiones,— cómo gózo
con irritante saña en tus heridas!

«Peras al olmo, voto á dios! no pidas;
ni quieras que no sea veleidoso,
si no han de dar á mi dolor reposo
zalamerias harto mal finjidas!—

Esto escribia á los diez y ocho äños
un niño que en escéptico lenguaje
cubria sus primeros desengaños.

Pero la sociedad, que adula ó máta,
lo llama corrompido, y el ultraje
no quiere perdonarle—mojigata!!—



XLVII

Lector de Heine, de Byron, de Musset,
tiene el ecepticismo que devora;
recuerda á veces; casi nunca cree;
mas casi siempre delirando llora.
Poéta! esclamareis. Poéta, y qué!
El cumple sobre el mundo su dolora,
cual fatalista nómade beduino,
sujeto al duro yugo del destino.

XLVIII

No ballais en los fragmentos desgajados
la reaparicion de antiguas llagas?
un cúmulo de afectos encontrados,
de inspiraciones y de ideas vagas?—
En ellos hay deliríos, halagados
con los recuerdos de impresiones magas:
hay malestar, hay duda, hay desvario,
odio social con jérmenes de hastio.

XLIX

Como un arroyo de corriente ignota
que en cada curva natural tropieza,
su vida se disipa,—y él lo nóta,—
falta de actividad y de fijeza;
porque ese anhelo de su älma rota
es mera concepcion de la cabeza.
que toma por amor un pensamiento
de idealizacion viril sediento.

L

El busca con teson en su camino
un dique á la parálisis que sube;
pero, dónde encontrarlo?―el sér divino
capaz de consolar, es densa nube
en que se arropa un corazon mezquino
para que el alma su dolor incube,
como en su nido el ave carnicera
incuba instintos y embriaguez de fiera!—

LI

«Hijo, es la fiebre de los quince äños!»
mi madre en esa edad me repetia,
al declararle yó mis desengaños,
fruto de imajinaria simpatia.—
La escala del amor, de mil peldaños,
hoy trepo con jovial bellaqueria,
y crúzome de piernas á la turca
dentro de mi piragua, que el mar surca.

LII

El que de niño amó borrar no puede
esa indeleble cicatriz, que marca
como un candente hierro, y que no cede
ni al tiempo—el más despótico monarca.
Mas él torció su corazon, adrede,
del curso que seguia en la comarca;
y en lucha de titan consigo mismo,
se levantó cien codos del abismo.

LIII

No es el amor del alma: es el combate
de una razon de núbiles ensueños,
que en postracion de muerte no se abate,
proscrita de sus cármenes risueños;
pero que ve, con percepcion de vate,'
los hijos, ay! de su inquietud, pequeños
y pobres de valor:—es la carencia
quizás de refleccion y de esperiencia.

LIV

Tiene razon Milsand[4], el herejote
que considera espíritu imperfecto
al bardo! —Acaso Darwin—otro zote—
no prueba, muy cumplido y circunspecto,
que el hombre—de los pies hasta el cogote,—
es mono?-y en verdad de buen aspecto!
Tiene razon Milsand, y áun me parece
que el hombre que es poéta desmerece.

LV

Y en muestra, quiero dar, de que lo creo,
este consejo: no ames bardos, niña!
No sé por qué será, cuando los veo,
figúrome ver aves de rapiña.
Son tan raros y tan ... Tartamudeo;
mas por mis opiniones nadie riña:
yo tambien hago versos como el diablo,
y es mucho el desafecto con que häblo.

LVI

Yo tengo para mí que en la existencia,
mientras la fé del corazon nos mueve,
mientras las ilusiones, la impaciencia
del alma jóven que á soñar se atreve,
dirijen nuestro rumbo sin clemencia
con jeneroso impulso,—no se debe
hombre llamar al hombre: el hombre es nada
cuando no lleva la conciencia ajada!....

LVII

No es el amor: más bien es el desvelo
aciago, sin la brújula que salva;
más bien, el ájil, contenido vuelo
de un corazon más blando que la malva,
quebrado en los escollos de este suelo...—
Lector, perdona: la ocasion es calva,
y con la ayuda de la rima, un salto
pegué, pasando la cuestion por alto.

LVIII

Quizás mis digresiones te fatigan;—
en lo que parte de razon te encuentro;—
mas comprender te es dado que me obligan
los hechos à apartarme de mi centro:
y creo que por más que te atosigan,
allá, lector! de tu conciencia adentro,
convienes en que fuera gran petardo
quedarte al fin sin conocer á Eduardo.

LIX

Almas sin redencion, que en la apatia
vivís de vuestro cuerpo sedentario,
y contemplais con la mirada fria
la suerte de ese jóven visionario;
almas de pan francés, como decia
Sarmiento en un artículo de diario,
no me leáis, ni me tildeis tampoco,
con menosprecio, de poéta loco.

LX

Para los que padecen, riendo escribo,
ó para aquéllos que en su seno llevan
de la ilusion el pólen intuitivo,
y en los raudales del amor se abrevan.
Ni sospecheis que el canto fujitivo,
en que las garras del dolor se ceban
trayendo toda el alma á la memoria,—
sigo al voltário tumbo de la gloria.

LXI

O gloria! sujestion del ánjel malo!
el Ahriman del pérsico sistema!—
aunque tu nombre réprobo intercalo
al canto con ribetes de poéma.
que de los poros de mi vida exhalo,—
no solicito en pago tu diadema:
nunca la pretendí; no la pretendo;
y de ella con placer me desentiendo.

LXII

La gloria es para aquéllos que una lanza
rompen en el estruendo de la liza,
vestidos con acero de esperanza,
punzantes de rencor y de ojeriza:
en la refriega mi pendon no avanza,
y cubro mi cabeza de ceniza;
tanto que más de un tuno reflecciona.
que con Eduardo soy una persona.

LXIII

Mas, quién es ella, la vision estraña,
la inspiracion del arpa estremecida?
Oh! quien es ella, que parece huraña
al sáfico gorjeo de la vida?—
que en el torrente del amor no baña
su frente, de ilusiones desvalida?—
ella, cuya razon, á su albedrio,
como un timon gobierna su navio?

LXIV

Ella! cuyo desden quizás ha echado
la última gota sobre el vaso lleno,
que trémulo, temblando ha desbordado,
cual fuera del corsé desborda el seno?..
No hay alma que jamás haya alcanzado
en este mundo de miseria y cieno
el amor que á su amor correspondia,
si la naturaleza es la armonia!

LXV

Oh! quíen es ella, á la que Eduardo canta
por descargar la pena que lo agobia?
Tal vez el ideal de una alma santa:
el ánjel del martirio de Barsovia.
que ofrece á los recuerdos su garganta,—
vestida con el traje de la novia,—
ó infunde la esperanza en la sonrisa
que por sus castos labios se desliza...

LXVI

Uf! mujeril curiosidad!—Qué importa
tener presente un nombre más ó menos,
sabiendo—y eso basta,--que conforta
su corazon en sentimientos buenos?--
Eran las dos. Eduardo el paso acorta,
con pensamientos de alegria ajenos,
y á la Opera camina, fluctuänte,
su estado trasluciendo en el semblante.

LXVII

No era por cierto Rolla, el calavera
pintado por Musset en una frase:
le plus grand débauché;[5] mi jóven era
un disipado, sí; mas de otra clase.
Templado al fuego del hogar, no altera
su fondo con los vicios; y la base
de buena educacion, cual firme roca,
en vano el mundo tentador provoca.

LXVIII

El hombre va donde el placer lo empuja, donde lo arrastra su banal deseo, si el ávido escozor no sobrepuja venciendo israëlita al filisteo. La nube que plomiza se dibuja no sigue tan veloz en su apojeo del crepúsculo el rápido barrido, cual sigue el hombre su pasion, vencido!—

LXIX

Qué piensa distraído? qué lo mueve, si la fruicion de juventud lo cérca, á unirse en cuerpo y alma con la plebe más lúbrica, más crápula, más puerca? Puede que al foco del placer lo lleve la voluptuosidad, que pugna terca por quebrantar su rectitud sin mancha en esa turbulencia que se ensancha.

LXX

Enfant gaté de eróticas muchachas, sultánico señor de las más lindas,— sabe que del teátro en las covachas oprimirá sus labios como guindas.... Famélico deseo, que emborrachas el alma de buen temple,—no lo rindas, hoy, si vacila y cede en un trasporte

de lasitud é indecision sin norte!</poem>
LXXI

Vaga tal vez sin rumbo, como el ave
que inicia retozando su volido;
tal vez confia que el bullicio lave
las sombras que a su älma han trascendido;
ó ántes, tal vez, que su pasion se agrave,
quiere fortalecerse en el olvido,
y su esperanza desolada arrumba
del corazon en la sagrada tumba.

LXXII

Si trata de cerrar alguna herida,
algun recuerdo que tenaz lo aflije,—tímida voz de la ilusion perdida
que se levanta y en su juez se erije;
y es flaca su razon despavorida
cuando sin tino panacea elije,—
por qué no atiende la palabra pura
del corazon, que es fuente de ternura?

LXXIII

Ah! su clamor no engaña; y él tenia
un corazon leál á toda prueba,
que en los momentos críticos oía
unísono latir con vida nueva...
Al que á sentir se arriesga, dios lo guia,
si no ata su afeccion, ni la amanceba
con dogmas de católicos prejuicios
que mistifican el amor en vicios.

LXXIV

No pretendais la calma en el tumulto,
la paz en el fragor de la contienda,—almas benditas que llevais oculto
un digno amor con turbacion horrenda.
En vez de altar de sacrificio y culto,
si abandonais sobre el corcel la rienda,
encontrareis la boca del infierno,
la negacion del sentimiento eterno.

LXXV

Espléndido el salon del baile estaba:
iluminado á giorno parecia;
undosa concurrencia se ajitaba,
y de un estremo al otro lo cubria.
La música orquestal arrebataba
en brazos del compás de su armonía;
y confundidos en variados jiros,
cruzábanse parejas, cual suspiros.

LXXVI

Hay en la viña del Señor de todo,
dicen los curas con solemne acento;
y afirman que el Señor formó con lodo
la llama del insomne pensamiento:
cuestiones debatidas!—no incomódo
con ellas mi poltron entendimiento;
mas ante el mare magnum de ese baile,
incontinenti dí razon al fraile.

LXXX

Polacas, españolas y francesas
se cuadran en postura estravagante;
gustan las más jamonas de sorpresas,
para lo cual trasfórmanse bastante;
algunas van vestidas de condesas
y con su respectivo cortejante;
de pajo están nó pocas: son hidalgas
que dejan yer el grueso de sus nalgas.

LXXXI

El pecho de las gringas, suelto y libre,
temblaba cual budin de jelatina,
á cuyo peso es dable se equilibre
la mole de la gorda bailarina.
cuando su compañero, porque vibre
bien su propuesta, en ella se reclina
y junta la cabeza que trasuda
al cuello de la enorme zoquetuda.

LXXXII

Prostitucion!-ó cáncer sin remedio—
San Agustin lo ha dicho[6]—que se ocul
como el gusano de la flor en medio,
en un filon del pueblo, y lo sepulta;
Vesúbio coronado por el tedio;
hipocresia de la vida culta,
cuya erupcion pestífera y hedionda
las socavadas márjenes ahonda!....

LXXXIV

Al lado de esa chusma despreciable
que cáusa repulsion al que la observa,
y que en los bailes de teátro es dable
forme numerosísima caterva,—
hay almas cuya ïndole tratable
no es tan bestial, grosera, ni proterva;
y aunque se junten en péle-méle, la vista
ménos despierta no errará su pista.

LXXXV

Muchachas que abandonan su familia—
niñas aún—por el amante jóven,
soñando en melancólica vijília
otros galanes que de aquél las roben;
y cuyo tierno amor no se concilia
con la virtud, por más que las arroben,
chocando en un oído poco cuerdo,
los místicos eflúvios del recuerdo.

LXXX

Toda estranjera chusma las desprecia,
las mira con desden y con encono,
porque con fatuidad estulta y necia
no saben darse lo que llaman tono.
Ninguna de ellas, además, se precia
de bailar los cancanes como un mono,
haciendo mil piruetas degradantes
para atraër las turbas inconstantes.

LXXXVII

Son jóvenes sencillas; dulces, bellas;
graciosas como son las arjentinas;
que dejan, al pasar, sobre sus huellas
delirios de flotantes muselinas,
y mezclan sus enredos y querellas
á las desaforadas tremolinas
que matan el calor de sus hogares,
agríandolos con íntimos pesares.

LXXXVIII

Sin ir más léjos, esa noche misma
dos máscaras jentiles se tomaron
en dímes y dirétes, cual morisma
que no soporta pulgas; se bifearon,
é imbéciles rompíeranse la crisma,
si algunos, que la escena presenciaron,
no fueran á terciar en la pelea
que tuvo embarullada la platea.

LXXXIX

Por qué?—Por necedad de poca monta:
média palabra que pesada ha ïdo
á herir el corazon;—la lengua es pronta
y el jénio de mujer, inadvertido.
Una formó la presuncion más tonta
al ver hablar con otra á su querido;
y un acto primo de furor la arrastra
con la animosidad de una madrastra.

XC

Celosas hasta el summum de los celos,
se truecan de Lucrecia en Mesalina
porque llevó su amigo caramelos
á fulanita, ú otra golosina.
Y si se dan al lujo, terciopelos
visten, y gróes, razo y seda fina
de fuertes colorinches de mal gusto,
poníendose chocantes como un susto.

XCI

Nada sienta mejor á la belleza
que un traje simplicísimo en su adorno,
parco en detalles, sério sin dureza,
y que elegante y libre caiga en torno.
Cúanta mujer, que tira su riqueza
en mojigangas dignas de bochorno,
pagára á peso de oro mis lecciones
de estética.. Sublimes digresiones!!

XCII

Yo soy así... como el Señor me hïzo:
un poco charlador;—no es falta grave,
pues nada en mi espresion hay de postizo;—
y perdonad que alguna vez me alabe.
Mi verso fué diciendo cuanto quiso;
es censurable, acaso?—Soy un ave:
dejad, dejad que cante alegremente,
y allá se rompa el crítico la frente!

XCIII

«No bailas?·· Nó··Qué desganado, Eduardo!
—Hola! mi nombre sabes?—Hace mucho.
Te encuentro más hermoso, más gallardo,
y te supongo en el amor más ducho
—-Ni la menor idea de tí guardo;
mas cuando el ritmo de tu voz escucho,
haberte oído mi recuerdo advierte...
—Há largo tiempo que anhelaba verte.

XCIV

—Aquí me tienes yá. Quíeres decirme
tu nombre, á fin de ver si te conozco?
—Oh! no me obligues, por curioso, á ïrme!...
no me contemples con el ceño hösco...
Yo te he soñado tánto?.. Sola, firme,
en este amor, que bajo el velo tosco
de mi cuerpo de fuego se escondia,—
en tí viví pensando noche y dia!

XCV

—Sentimental!.. Pretendes del fastidio
sacarme, que mi espíritu aprisiona?
Vaya! tu audacia, tu valor envídio:
mas fuera arriesgadísima intentona...
Dentro de mí con mis esclavas lídio;
sobre mi faz no hay risa retozona:
qué buscas,pues?—Amor!—Amor!! Quién eres?»
—Una mujer—Demonio de mujeres!

XCVI

—Eduardo! me olvidaste; mas yo tengo
tu imájen esculpida en la memoria;
hablarte no pensé, porque no vengo
á atar los cabos de una vieja. historia...
Atiende: tocan vals.. —El tiempo es lüengo.
—Si; mas no admito escusa dilatoria.
—Quíeres alzarte el antifaz?—Al valse!
mañana es muy posible que lo alce.»

XCVII

Y en el monton compacto de la jente
que con perpétuo movimiento pása,
entraron—reclinadamuellemente
ella en Eduardo, que su talle enlaza.
Tenian, al andar, el impaciente
ardor con que la férvida torcaza
simula léjos ir de su pareja,
presa de la lascivia, y no le aleja.

XCVIII

A aparecer volvieron dos minutos
después; y dónde están? Allí se hünden
en la aglomeracion de disolutos
que como yerbas venenosas cunden;
porque, pagando al baile sus tributos,
con los descamisados se confunden
que bullen concertando sotto voce
los goces momentáneos de la noche.

XCIX

Asoman, se desvian, y se ofucan—
astros que roba el vendabal nocturno;—
y aunque los ojos con afan los buscan,
sólo los ven al comenzar el turno.
Las máscaras en corro se apeñuscan
por saber quíenes calzan el coturno,
ó, hablando en plata, con diccion modesta,
quíen lleva la batuta en esa fiesta.

C

Por bailarin Eduardo no descuella;
su compañera, sí: con qué donaire
estámpa en la vorájine su huella
levísima cual átomo del aire!
Es la princesa del salon: en ella
se clavan las miradas; y al desgaire,
graciosa balancea el cuerpo leve
que á compas de la música se mueve.

CI

Oh! me horripila el baile: lo detesto.
No es escentricidad: seré bien tonto;
pero al que baile, sin reserva, apúesto
á que lo es más que yo. Mirad que afronto
el ódio de muchísimos con ésto;
y es tal mi conviccion, que me hallo pronto
ese brulote á sostener: no quíto
un punto, ni una coma de lo escrito.

CII

Hay hechos á mi ver que corroboran...
«Es una historia puramente mia,
«cual otras tántas que á la par se ignoran;»
como Zorrilla, don José, diría.
Qué importa á nadie mi dolor? No lloran
los ojos de mi älma... Yo tenia
y tengo aún razones especiales
para no echarme en esos andurriales.

CIII

Es casi una leyenda, que ya en yerso
ó en prosa contaré, cuando aburrido
del fandango en que vive el universo,
me arrope en el silencio del olvido.—
O Satanas! qué espíritu perverso
inventó para el munno pervertido
el vals de cinco tiempos, la galopa,
las danzas y mazurkas? Algun opa!!

CIV

Sabeis de Byron lo que más admiro?
El vals, aquella sátira que máta;
y en que con fácil y elegante jiro
arroja banderillas y maltrata.
A quién? A veinte pájaros de un tiro:
eu cada férreo verso se retrata
un tipo actual—esposa, amante,
marido... todo! y todo palpitante!

CV

Y es tiempo que formule la advertencia
que mucho atrás debí, lector! hacerte,
para no fomentar desavenencia
alguna entre nosotros:—la más fuerte
palabra, la más ruda virulencia
que á consignar contra tu honor acierte,—
chasco será que tomes por insulto,
aunque no trate yó de huir el bulto.

CVI

Esplícome tan claro, pues deseo
que te penetres bien de lo que digo,
y no me salgas con el tono feo
del que su guante arroja al enemigo,
á pretestarme que la rima empléo
en falsas aserciones; que fustigo
la inveterada paz de tus costumbres
dándote intencionales pesadumbres.

CVII

No soy espadachin, ni tíro al blanco;
no atino á comprender los desafios;
mas les sabré poner cara de banco,
sin miedo que me den escalofríos.
Cojo no soy, por cierto, ni soy manco;
y tengo á veces estupendos brios
capaces de matar, te lo aseguro....
Mas ésto pása de castaño oscuro!

CVIII

«Por qué mentir, Maria? No te quiero.
Me abruma la fatiga de la vida:
sobre mi corazon, un mundo entero
pésa, agobiado el alma dolorida.
—No amas aún!!.... Mediaba el mes de enero;
há más de un año yá—y en despedida
tú me dijiste: «volvere! la ingrata
no me comprende, y el dolor me mata!»

CIX

«EI mal es siempre el mismo: no me quieres..
Ah! yo me moriré; sin tí no vivo!...»
Entre aquellas impúdicas mujeres,
de risa torpe y de mirar lascivo,—
salieron, cual dos ánjeles, dos seres
de rostro iluminado y pensativo:
ella abismada en el amor, que absorbe;
él sosteniendo bajo el cráneo el orbe.

CX

Es Lot que va escapando....A la Sodoma
del recuerdo no vuelve la cabeza,
porque el pasado se ajiganta y toma
para el dolor homérica grandeza.
Sobre él la vida su rencor desploma;
y á esa pasion, con que al vagar tropieza,
brinda—estátua de sal--su desventura,
cual la mujer de Lot en la escritura.

CXI

Salieron sin destino. Dios los guie!
La noche es fresca; el viento se levanta.
Ella del brazo de su amante rie;
él con desden sus pasos adelanta.
Parece que temblase. No se engrie
llevando ese tesoro y no se encanta!..
Por fin esclama:—«Te querré: sería
abandonarte, ingratitud, Maria!».

CXII

-Promesas del marino en el naufrajio!
Ella repuso: Si tu amor acepto,
tambien el epidémico contajio
huyo de un mal, que sigues de precepto.
Eres indiferente; y no hay presajio
mayor de decadencia... —Qué concepto
tan gráfico!—El amor, amigo mio!
no es dado compartir con el hastio...»

CXIII

Dios sabe lo demás: el mundo es ancho! ..
Un hombre, una pasion, un desaliento,—
qué son en el perpétuo zafarrancho
de la existencia?—Sombras de un momento!
Al ver pasar á Don Quijote y Sancho,
en ellos nadie pára el pensamiento:
dos locos! de qué sirven?—O Cervantes!
dí: son tambien Quijotes los amantes?-–

LXXVII

Qué tropa de carneros atestaba
platea y corredores! En los palcos
una cuasi-decencia se apiñaba
al traste dando quiebras y desfalcos;
y tras su cortinado cuchicheaba
más de un horrible par de catafalcos—
viejos gastados... Mas contar no puedo
nada de entre telones: cáusa miedo!

LXXVIII

Rameras que se precian de señoras;
señoras que no pasan de rameras;
otras que dicen ir de espectadoras,
y van, para atïsbar, de mensajeras;
lomos de comadronas pechadoras
y talles de flexibles costureras:
todo eso y lo demás—feliz vocablo!
hacian de la Opera un establo.

LXXIX

Aunque muy claro sea mi lenguaje
que al pan le llama pan y al vino, vino,—
nadie mi verso, por favor, ataje.
Déjeseme á mis anchas: abomino
rendir á la retórica homenaje,
temblando de espetar un desatino,
cuando tampoco he dicho, al fin y al cabo:
misericordias Domini cantabo[7]


  1. And so we'll call her Laura, ir you please, Because it alips into my vera with ease.
    Byron. Beppo, XXI
  2. Iliada. cap. VI.
  3. H. M. Gourrier.
  4. L'esthétique anglaise
  5. Rolla II.
  6. No sé dónde.
  7. Salmo LXXXVIII.