Ecos del paro general


Viernes 23 de agosto de 1918, EL DIA

Ecos del paro general – Con la señora Collazo


Hemos conversado con la conocida propagandista ácrata señora María Collazo, que reducida a prisión, con motivo de los sucesos ocurridos el día 13 del actual en la Plaza Independencia. Sus declaraciones son interesantes, y de ellas podemos reproducir lo que sigue: -A la hora 22 y 30 del día 13 fuimos fui detenida en unión de mi esposo y de otro matrimonio, que en ese momento conversaba con nosotros, pero que nada tenía que ver con la huelga.

Como si fuéramos personas peligrosas, cumplieron esa comisión cinco pesquisantes y una patrulla al mando del empleado de la policía de investigaciones, Ellauri. Nos hablaron en mala forma. Se nos trató con ademanes brutales. Y los policianos esgrimían sus armas como si intentáramos resistirnos.

Les pedí que me permitieran despedirme de mis hijos y tranquilizarlos; pero no hubo forma de obtener esa “gracia”. Quise besar a la menor de mis niñas, más no me dejaron. Y cuando ella se acercó para preguntarme que tenía, la amenazaron con un arma blanca. Nos llevaron a la comisaría de la doceava sección. De allí se me paso a “Investigaciones”. Fui a dar a una prisión de la que sacaron a un hombre con todas las trazas de un tuberculoso. No me dieron ni una silla para descansar en la celda. Un empleado, refiriéndose a mi dijo tan fuerte como para que lo oyeran: -“A esta clase de gente hay que tratarla con todo rigor.”

En este calabozo, donde hay manchas de sangre en las paredes, estuve doce horas, recibiendo malos tratamientos y denegándose todos mis pedidos.

Después me pasaron a la Cárcel de Mujeres. Me rehusé a asistir a las oficinas religiosas por ser atea. No se me molesto, pero se me aisló de las demás detenidas. No me pasaban los alimentos que mi familia me envió. Puede ver allí como se obliga a las detenidas a concurrir a misa.

El viernes presenté declaraciones ante el juez, acusada de “instigar a la violencia”. No creí que tanto se me persiguiera en esta huelga, cuando no fui detenida ni molestada en el curso de 18 años de propaganda anarquista. En la Comisaría y en investigaciones me preguntaron si estaba herida. Les dije que no. Y mi respuesta causo grande extrañeza en ambas partes.

Ahora me explico esa extrañeza, pues la relaciono con la paliza que dieron a una pobre mujer en la Plaza Independencia, confundiéndola conmigo.

En el juzgado manifesté que mis palabras en el mitin habían sido estas: “Yo creía muerto en mi país el militarismo de los tiempos de Santos y Latorre. Pero, cuando todavía se ensangrienta las calles, creo que se insulta la democracia conquistada con tanto sacrificio.” Luego fui puesta en libertad. Y abandonado la cárcel más resuelta que nunca por proseguir en mi prédica, segura de que el mundo se gobierna no por la fuerza, sino por las ideas.

Tales son las declaraciones que nos hizo María Collazo.