Don por lo mismo
A César Gondra, en el Paraguay.
El Gran Mariscal don Ramón Castilla, entre otras de sus cualidades de carácter tuvo la de la obstinación, y gracias á ella alcanzó, con frecuencia, éxito en sus empresas. Raro fué que cejase en lo que una vez acometía. ¿Era la cosa difícil ó peligrosa? Pues por lo mismo. Los obstáculos y riesgos eran para él un acicate.
Gran rocamboriata como decimos en América, ó jugador de tresillo, como dicen en España, era don Ramón Castilla. Después de las ocho de la noche, salvo cuando graves atenciones de gobierno se lo impedían, hasta sonadas las doce, tributaba culto a Birján, el dios de la baraja. Sobre jugar bien, diz que lo acompañaba buena suerte.
Don Ramón buscaba siempre con quien compartir la ganancia, y apenas cogía entre las manos los cuarenta naipes ó cartulinas que componen la baraja, paseaba la mirada por el salón, y dirigiéndose á alguno de los palaciegos visitantes, decía:
— ¡Eh! Don fulano... acerquese... siéntese de mirón á mi lado... jugaremos a medias... ya sabe usted... calladito... los mirones son de palo...
Si terminada la partida que, por lo regular, era de á cuatro pesos el apunte, no resultaba ganancioso^ se oponía tenazmente a que el compañero pagase la cuota que, en la pérdida, le correspondía.
—Déjese de eso, hombre... Ha sido bufonada mía la de invitarlo...
—Pero, general...
—¡Nada! ¡Nada!... Obedecer es amar... Yo sé mi cuento... No me venga usted con algórgoras...
Y no había más que callar, y no insistir ni con el gesto.
Por el contrario, cuando resultaba el mariscal favorecido, lo que era frecuente, con un centenar de fichas, decía al compañero, pasándole la mitad de ellas:
— ¡Ehl mi amigo... me ha traído usted buena suerte... cobre lo que le corresponde... es una pequenez... ¡Paciencia!... no está Dios muy enojado... hay que aceptar lo que buenamente nos envía...
Téngase en cuenta que casi siempre el compañero era algún diputado monosilábico, de esos cuya elocuencia parlamentaria se encierra en decir si o no ajustándose a la consigna ministerial.
Corría el año de 1845, año notable porque en él tuvo el Perú, por primera vez, ley de Presupuesto. Las rentas públicas se habían, hasta entonces, manejado de manera discrecional por el presidente de la república. Cabe á don Ramón Castilla la gloria de haber roto con el inmoral abuso, que ya iba haciéndose mal crónico.
Formada una noche la partida de tresillo hacían la contra al jugador los generales Castilla y Aparicio. Dobladas ya por don Ramón cuatro bazas, aconteció que el hombre o jugador puso sobre la mesa un siete de bastos, y sirvió don Ramón el cinco, diciendo:
—Ya he cumplido con mi deber... cumpla usted, don Manuel, con el suyo, haciendo esa baza...
Grande fué la sorpresa para Castilla al ver que Aparicio soltaba el tres de bastos.
— ¡Pero, hombre!.., ¿Está usted loco?... ¿Por qué no ha plantado el rey?
—Porque no lo tengo— contestó el compañero.
—Por lo mismo.
—¿Cómo se entiende eso de por lo mismo ¿No está usted viendo, general, que ese siete es todo un rey disfrazado?
—¡Pues por lo mismo!— insistió don Ramón.— Ha debido usted pintar el rey, y no tolerar disfraces.
El lance se hizo público, y desde esa noche quedó bautizado el presidente don Ramón Castilla con el mote de Don por lo mismo.