Don del poema
¡Aquí te traigo el hijo de una noche idumea!
Desplumada, con su ala que sangra y que negrea
en los cristales, de oro y aromas abrasados,
en los tristes aún, ¡ay!, vidrios empañados,
cayó, sobre la lámpara angélica, la aurora.
Cuando de la reliquia se ha hecho portadora
para el padre que adversas sonrisas ha ensayado,
la soledad azul y estéril la temblado.
¡Ay, acoge la cuna, con tu hija, y la inocencia
de vuestros pies helados una horrible nacencia!
¿Con tu voz clavicordios y viola imitarás,
y con marchita mano el seno apretarás
donde la mujer se ha hecho sibilina blancura
para labios que de aire azul quieren hartura?