El teatro representa el cuarto de un oficial de guardia; se verá a un lado el tabladillo y el colchón, y en medio habrá una mesa y sillas de paja. Entran en la escena
DON ÁLVARO y EL CAPITÁN
CAPITÁN
Como la mayor desgracia
juzgo, amigo y compañero,
el estar hoy de servicio
para ser alcaide vuestro.
Resignación, don Fadrique,
tomad una silla os ruego. (Se sienta don Álvaro.)
Y mientras yo esté de guardia
no miréis este aposento
como prisión... Mas es fuerza,
pues orden precisa tengo,
que dos centinelas ponga
de vista...
D. ÁLVARO
Yo os agradezco,
señor, tal cortesanía.
Cumplid, cumplid al momento
con lo que os tienen mandado,
y los centinelas luego
poned... Aunque más seguro
que de hombres y armas en medio,
está el oficial de honor
bajo su palabra... ¡Oh cielos! (Coloca el capitán dos centinelas: un soldado entra luces, y se sientan EL CAPITÁN y DON ÁLVARO junto a la mesa.)
¿Y en Veletri, qué se dice?
¿Mil necedades diversas
se esparcirán, procurando
explicar mi suerte adversa?
CAPITÁN
En Veletri ciertamente
no se habla de otra materia.
Y aunque de aquí separarme
no puedo, como está llena
toda la plaza de gente,
que gran interés demuestra
por vos, a algunos he hablado...
D. ÁLVARO
Y bien, ¿qué dicen, qué piensan?
CAPITÁN
La amistad íntima todos,
que os enlazaba, recuerdan,
con don Félix... Y las causas
que la hicieron tan estrecha,
y todos dicen...
D. ÁLVARO
Entiendo.
Que soy un monstruo, una fiera.
Que a la obligación más santa
he faltado. Que mi ciega
furia ha dado muerte a un hombre,
a cuyo arrojo y nobleza
debí la vida en el campo;
y a cuya nimia asistencia
y esmero debí mi cura,
dentro de su casa mesma.
Al que como tierno hermano...
¡Como hermano!... ¡Suerte horrenda!
¿Cómo hermano?... ¡Debió serlo!
Yace convertido en tierra
por no serlo... ¡Y yo respiro!
¿Y aún el suelo me sustenta?
¡Ay! ¡ay de mí! (Se da una palmada en la frente, y queda en la mayor agitación.)
CAPITÁN
Perdonadme
si con mis noticias necias...
D. ÁLVARO
Yo lo amaba... ¡Ah cuál me aprieta
el corazón una mano
de hierro ardiente! La fuerza
me falta... ¡Oh Dios! ¡Qué bizarro,
con qué noble gentileza
entre un diluvio de balas
se arrojó, viéndome en tierra,
a salvarme de la muerte!
¡Con cuánto afán y terneza
pasó las noches y días
sentado a mi cabecera! (Pausa.)
CAPITÁN
Anuló sin duda tales
servicios con un agravio.
Diz que era un poco altanero,
picajoso, temerario;
y un hombre cual vos...
D. ÁLVARO
No, amigo;
cuanto de él se diga es falso.
Era un digno caballero
de pensamientos muy altos.
Retóme con razón harta,
y yo también le he matado
con razón. Sí, si aún viviera
fuéramos de nuevo al campo;
él a procurar mi muerte,
yo a esforzarme por matarlo.
O él o yo solo en el mundo.
Pero imposible en él ambos.
CAPITÁN
Calmaos, señor don Fadrique:
aún no estáis del todo bueno
de vuestras nobles heridas,
y que os pongáis malo temo.
D. ÁLVARO
¿Por qué no quedé en el campo
de batallla como bueno?
Con honra acabado hubiera.
Y ahora ¡Oh Dios!... la muerte anhelo,
y la tendré... ¿pero cómo?
en un patíbulo horrendo,
por infractor de las leyes,
de horror o de burla objeto.
CAPITÁN
¿Qué decís?... No hemos llegado,
señor, a tan duro extremo;
aún puede haber circunstancias
que justifiquen el duelo,
y entonces...
D. ÁLVARO
No, no hay ninguna.
Soy homicida, soy reo.
CAPITÁN
Mas según tengo entendido
(ahora de mi regimiento
me lo ha dicho el ayudante),
los generales de acuerdo
con todos los coroneles
han ido sin perder tiempo
a echarse a los pies del rey,
que es benigno, aunque severo,
para pedirle...
D. ÁLVARO
(Conmovido.) ¿De veras?
Con el alma lo agradezco,
y el interés de los jefes
me honra y me confunde a un tiempo.
¿Pero por qué han de empeñarse
militares tan excelsos,
en que una excepción se haga
a mi favor, de un decreto
sabio, de una ley tan justa,
a que yo falté el primero?
Sirva mi pronto castigo
para saludable ejemplo.
Muerte, es mi destino, muerte.
Porque la muerte merezco,
porque es para mí la vida
aborrecible tormento.
Mas ¡ay de mí sin ventura!
¿Cuál es la muerte que espero?
La del criminal, sin honra,
¡¡¡en un patíbulo!!!... ¡Cielos! (Se oye un redoble).