Don Álvaro de Luna
de Antonio Gil y Zárate
Acto I

Acto I

PACHECO: ¿Quedamos solos, Vivero?
VIVERO: Solos quedamos, señor.
PACHECO: Pues venid; que con sigilo

tenemos que hablar los dos.

VIVERO: Mirad, don Juan lo que haceis:

ni el sitio, ni la ocasion....

PACHECO: Las auras, de este jardín

se llevarán nuestra voz:
demas, que hoy entretenidos
con tan soberbia funcion,
todos á ver sus aprestos
acuden.... Si tambien vos....

VIVERO: Quien de don Juan el segundo

en la corte se crió,
tiene á justas y saraos
saciada ya la aficion.
¡Famoso reinado ha sido!
Turbulento, vive Dios;
pero tampoco en las justas
ninguno como él brilló.

PACHECO: Por eso es hoy de un rico-hombre

estrada la condicion.
Noble, galan, cortesano,
á par que batallador,
así pulsa, harpa sonoras
como vibra su lanzon,
y así le agrada el estrado,
como el combate feroz.

Quizá en medio de una fiesta,
bajo risueño esterior,
de algún oculto volcan
amenaza la esplosion;
y donde solo se ven
juegos de cañas y amor,
suele proyectos mas serios
abrigar el corazon.

VIVERO: Entiendo.... Tal vez ahora

se trama aqui....

PACHECO: Perez, no.
VIVERO: Este misterio....
PACHECO: No indicadé alguna trama el temor:

mas tener con vos me importa
secreta conversacion.

VIVERO: Hablad, pues.
PACHECO: ¿Me conoceis,

Vivero?

VIVERO: Estraña cuestion.

No ignoro, don Juan Pacheco,
vuestra nobleza y valor:
sé que ha poco el marquesado
de Villena el rey os dió;
y ademas que os honra el príncipe
con su envidiable favor.

PACHECO: Pues si eso sabeis, Vivero,

bien puede vuestra razon
lo que habré de ser un dia
inferir de lo que soy;
y si un ejemplo quereis
de mi futuro esplendor,
en don Alvaro de Luna
podeis mirarlo; que si hoy
él es en Castilla tanto,
no habré de ser menos yo.
Guiados por una estrella
dos soles somos los dos;
mas él es sol que se pone,
y yo soy naciente sol.

VIVERO: Si habeis juzgado oportuno

recordarme lo que sois,
os debo tambien hacer
igual recuerdo en rigor.
Alonso Perez me llamo:
no es antiguo mi blason,
no me precio de linaje;
mas al que humilde nació,
lo que en cuarteles le falta
tal vez le sobra en valor.
Mis servicios son mis timbres;
y no han sido escasos, no,
si de ellos es permitido
juzgar por el galardon.
De Jerquera y de Vivero
y de Alcalá soy señor:
en el consejo del rey
alzo el segundo la voz,
y ministro de su alteza
soy su contador mayor.
El que de humildes principios
á esta altura se elevó....

PACHECO: Suele caer mas aprisa

si le falta el valedor.
A la sombra del de Luna
Castilla medrar os vió;
mas si esa luna se eclipsa,
decid, ¿qué será de vos?

VIVERO: No soy tan nuevo en las cortes

que viva sin prevision
a merced de las mudanzas
que en ellas labra el favor.
Afecto al de Luna fui,
mi lealtad le sirvió;
mas no he de ser cual la yedra,
asida con tal teson
al arbol que la proteje,
que el hacha del leñador
para derribar el tronco
los corta á un tiempo á los dos.
Nuevo apoyo, si ese falta,
sabré buscar en sazon;
que cuando, otros se despeñan,
despeñarme fuera error.

PACHECO: Prudente sois, buen Vivero.
VIVERO: Quien los palacios pisó,

¿no debe serlo?

PACHECO: Pues bien,

hablémonos sin ficcion.
Vos no os podeis sostener
sin un brazo protector,
y si vos no me servís,
vanos mis designios son.
Esto supuesto, Vivero,
ved lo que os está mejor:
o caer con el de Luna,
o alcanzar mi proteccion.

VIVERO: ¡Con el de Luna caer!

¡Eso me lo decis hoy!

PACHECO: El astro del condestable

ha dias que se eclipsó.
Esta pompa que aqui veis,
este soberbio esplendor
que al de los reyes iguala,
la asombrosa reunión
de damas y cortesanos
que acuden hoy a su voz
adorando al que en Castilla
resplandece como el sol;
esas magnificas justas
do de las trompas al son
salen á probar sus lanzas
guerreros de alto valor;
el rey mismo que bajando
del noble solio español,
viene á honrar con su presencia
de un vasallo la mansión;
todo no es mas que la sombra
de un poder que ya pasó,
y de una luz que se apaga
el último resplandor.

VIVERO: ¡Cómo!...Esplicaos
PACHECO: Del rey

yo leo en el corazón.
Privaos de tantos años
le cansa; el yugo opresor
siente al fin, y solo anhela
de romperlo la ocasion.
Do quier halla al condestable
que le cela en rededor,
y en sus miradas altivas
le tiene como en prision.
Desvanecido el encanto
que un tiempo le subyugó,
ya no mira a su valido
jóven, galan, seductor,
sino cual áspero anciano
de orgullosa condicion.
No es el verle su alimento,
no enferma si se ausentó
si antes buscábale ansioso,
hora huye de él con temor;
y no penseis que á su pecho
vuelva la antigua aficion;
que de amar dejan los reyes,
pero eterno es su rencor.

VIVERO: Y sin duda , eprovechando

tan bella disposicion,
¿quereis hacer de un rival
la caída más veloz?

PACHECO: Recoger su herencia intento,

mas no ser su destructor;
que cuando baje al sepulcro,
sin esfuerzos el timon
podré empuñar del estado,
y ser del reino señor.
Hora ambiciones sin cuento
contrastáran mi ambicion;
y de tanto noble altivo
á tal distancia no estoy,
que no presuman los necios
ver en mí lo que ellos son.
Riquezas tiene el maestre
y empleos de tal valor,
que me estará bien por cierto
su opulenta sucesion;
y si logro al de Villena unir de Luna el blason,
¿quién se atreverá en Castilla
á ser mi competidor?
Vos, Perez, podeis servirme.

VIVERO: Mandadme que vuestro soy.
PACHECO: Pues bien, es fuerza que astuto

penetreis....

VIVERO: Callad, por Dios;

que viene Elvira.

PACHECO: ¿La hija del maestre?
VIVERO: Vamos.
PACHECO: No;que huélgome de tener

de hablarle aquí la ocasión.


ESCENA II.



DICHOS. ELVIRA



(Sale Elvira pensativa llevando en la mano una banda .)


ELVIRA: Banda de rojo color

de oro precioso bordada,
a premiar hoy destinada
la destreza y el valor,
¿cuál será el pecho que ufano
te conquiste en el torneo,
y con tan noble trofeo
trémula adorne mi mano?
¡Ah! si te logra adquirir
aquel que por mi suspira,
aquel por quien solo Elvira
el suyo siente latir!
Sí, tú vencerás, mi bien,
tuyo este premio sera;
pues si tu amante lo da,
¿quién te lo disputa , quién?
Infunde, virgen Maria,
aliento a su corazón,
cuando en ardiente bridon
combata á la vista mia:
que á cada encuentro un laurel
mire en su frente brotar,
y en tus aras consagrar
 prometo rico joyel.
Venga á recibir de mi
la banda entonces mas bella;
y si el alma no va en ella,
ea porque ya se la di.

(Se sienta en un banco,)


VIVERO: Pensativa está, señor.
PACHECO: No nos ha visto, Vivero.
VIVERO: Y por las señas infiero

que es pensamiento de amor.

PACHECO: Pedidle, Vivero, á Dios

que de esa suerte no sea.

VIVERO: ¡Dicboso quien la posea!
PACHECO: O desdichados los dos.
VIVERO: ¿Teneisla amor por ventura?
PACHECO: Por quien es, más que por bella.

Dejadme solo con ella. (Vase Vivero.)


ESCENA III.



PACHECO. ELVIRA



PACHECO: Guarde Dios vuestra hermosura.
ELVIRA: ¿Aquí vos, el de Villena?
PACHECO: Perdonad mi atrevimiento

si turbo ese pensamiento,
señora, que os enagena.

ELVIRA: Distraida en el jardín,

contemplaba estos primores:
¡son tan galanes sus flores!

PACHECO: Bello es el blanco jazmín

que los aires embalsama,
bello el pintado clavel,
Bello el pintado clavel,
y mucho mas bella que él
la rosa en su verde cama.
Yo al verlas embebecido
a gozarlas me quedé ;
Mas nueva flor encontré
y á todas por ella olvido.

ELVIRA: ¿Tan preciosa es esa flor?
PACHECO: Pintarla es dificil cosa;

que por demás es hermosa;
A todos inspira amor.

ELVIRA: Mas verla justo será.
PACHECO: Si en aquella fuente os veis

en su cristal la hallareis.

ELVIRA: ¿Luego soy yo?
PACHECO: Claro está.
ELVIRA: Cortesano estais, marqués:

la lisonja os agradezco.

PACHECO: Serviros, señora, ofrezco

si á la justa vais despues.

ELVIRA: Iré; y esta banda os dice

que de ella faltar no puedo:
es el premio que concedo
al vencedor.

PACHECO: ¡Ah! ¡Felice el que alcanzarlo consiga!
ELVIRA: Escaso premio es por cierto:

ni vos lo anhelais, advierto.

PACHECO: ¡No lo anhelo!

¡Que eso diga vuestra hermosura de mi!

ELVIRA: Vestido de gala os veo:

y jamás en un torneo
tales armas conocí.

PACHECO: Toquen luego á combatir:

que no tengo tan distante
mi armadura, que al instante
no la pueda requerir;
y la cota que probó
su buen temple en cien batallas,
que rompa el justar sus mallas
no teme por cierto, no.


ELVIRA: Ocasion vuestro valor

de acreditarme tendrá,
que á honrar la justa vendrá
de los guerreros la flor.

PACHECO: A todos vencer prometo

sI una esperanza me dais.

ELVIRA: Mucho, marqués, blasonais;

nunca fue vano el discreto.

PACHECO: Perdonadme esta jactancia

que quien os llegara á ver,
entre anhelar y poder
no conoce la distancia.
A ver y no a combatir
vine, señora, al torneo,
que á mis lauros tal trofeo
no he menester añadir;
y cuando solo pensé
que aquí se alcanzaba gloria,
una mezquina victoria
a quien le falte dejé.
Mas hora que al vencedor
tan grato premio se ofrece,
Lo que el valor no apetece
Lo anhela ansioso el amor.
De vuestras miradas centro
Prometedme que seré,
Yo os juro que venceré
En uno y en otro encuentro ;
Pues con tan dulce esperanza,
Al son de guerrera trompa
No habrá peto que no rompa
Con rudo golpe mi lanza

ELVIRA: Digno sois de galardón;

Mas que valgo poco entiendo,
Y á lanzadas no pretendo
Se gane mi corazón.

PACHECO: Pues bien, á ganarlo aspiro

Hoy rendido á vuestros pies.

(Se arrodilla.)


ELVIRA: ¿ Qué hacéis?... Alzaos, marqués,

Alzaos, o me retiro.
¡Gente viene!... ¡Santo Dios!»
¡Destúñiga!


ESCENA IV.


DICHOS. DESTÚÑIGA


DESTÚÑIGA: Perdonad

si interrumpo....Continuad,
que estais bien así los dos.

ELVIRA: Poned sello á vuestra lengua:

ved que mi honor es sagrado,
e imprudencias de un osado
no pueden causarle mengua;
que si el marques loco o necio
me ofende con su pasion,
su atrevida pretensión
castigo con el desprecio. (Vase.)


ESCENA V.



DESTÚÑIGA. PACHECO.



PACHECO: ¡Pesia mi suerte enemiga!

¿A qué venis vos aquí?

DESTÚÑIGA: ¿Me lo preguntais a mi?
PACHECO: ¿A quién quereis qne lo diga?
DESTÚÑIGA: A tal pregunta, msrques,

solo responde mi espada.

PACHECO: ¿Qué hace, pues, ahí colgada?
DESTÚÑIGA: Os encontrais sin arnés,

y con armas desiguales
no acostumbro yo a lidiar.

PACHECO: Que tome os ha de pesar

las mias, pues son fatales.

DESTÚÑIGA: Si en armas sois tan dichoso

como lo sois en amores,
poco temo esos furores.

PACHECO: ¡Miserable!
DESTÜÑIGA: ¡Jactancioso!
PACHECO: Guerreros supe vencer

que oscurecen vuestra fama;
y á mis pies he visto dama
de mas pró que esa muger.

DESTÚÑIGA: Vive Dios, que en mi presencia

de Elvira habeis de hablar bien.

PACHECO: No sufro yo su desden.
DESTÚÑIGA: Ni yo tamaña insolencia.
PACHECO: Y á vos ¿quién os autoriza

para defenderla así?
¿Sois su caballero aquí?
¿Entrais por ella en la liza?

DESTÚÑIGA: Soy quien no consiente en vano

se atreva nadie a ofenderla;
que á mí para defenderla
me basta ser castellano.

PACHECO: Otra razon entreveo

que ha de poder mas en vos.

DESTÚÑIGA: ¿Cuál?
PACHECO: Me engaño, ó vive Dios,

tenéisla amor, segun creo.

DESTÚÑIGA: ¿Yo ?
PACHECO: Si, vos, sin duda alguna;

y á fé que es rara ocurrencia
unir con el de Plasencia
a su enemigo el de Luna.

DESTÚÑIGA: Ya me falta el sufrimiento:

salid al campo conmigo.

PACHECO: Perdonadme si no os sigo;

mudé ya de pensamiento.
Yo os complaciera, á fe mia,
con vos saliendo á lidiar;
mas si os llegara á matar
corta venganza seria,
Puesto que Elvira os prendó,
renunciad su mano bella;
pues quien casará con ella
no sereis vos, ¡sino yo.

DESTÚÑIGA: ¡Vos! vos! oh rabia!
PACHECO: Servir mi pasión primero es justo;

y despues si es vuestro gusto,
tiempo habrá para reñir.

DESTÚÑIGA: Primero que lo logreis

os he de arrancar el alma.

PACHECO: Tened, Destúñiga, calma:

¿que viene gente no veis?


ESCENA VI.


DICHOS. EL REY. DON ÁLVARO. EL CONDE
DE PLASENCIA. EL CONDE DE CASTRO.
EL MARQUÉS DE SANTILLANA.

JUAN DE MENA. VIVERO. CABALLEROS.



REY: Vistosa la plaza está.
SANTILLANA: Bella función á fé mia.
MENA: Escalona en este dia

fama eterna dejará.

ÁLVARO: ¡Qué es ver en altos balcones

colgados de rica grana,
tanta beldad que se afana
por robar los corazones!
¡Qué es ver el grato arrebol
de sus purpúreos colores,
y sus ojos brilladores
que compiten con el sol!
¡Y aquellas preciosas galas!
de seda y oro se ostentan,
cuyos matices afrentan
del régio pavon las alas!
Y ¡qué es ver tanto galan,
tanto noble jostador,
que por gloria ó por amor
la lucha esperando estan!
Cual recorriendo la arena
con arrogante altivez,
quiere vencer la esquivez
de la hermosa por quien pena;
cual cantando con primor
trova que inspirado inventa,
primero lucir intenta
su ingenio que su valor.
Unos armados estan
de fuerte y brillante arnés,
con su empresa en el pavés
y con fierro de Milan;
otros de gala vestidos
las damas quedan sirviendo,
á Marte fiero escondiendo
bajo formas de cupidos.
¡Y tanto alazan brioso
de erguido, en arcado cuello,
por ardiente, noble y bello
gloria del Betis undoso;
ya luciendo en el paseo
su paramento esplendente,
ya retozando impaciente
en bullicioso escarceo!
Por Santiago, que al mirar
ese marcial aparato,
yo tambien en mi arrebato
las armas he de jugar;
que si su antigua pujanza
la edad á mi brazo veda,
aun la bastante me queda
para romper una lanza.

REY: ¡Bella pintura! Muy bien.
MENA: Maestre, el buen justador,

¿quereisme de trovador
quitarme el lauro tambien?

ÁLVARO: Donde se halla Juan de Mena

¿quién de poeta blasona?
Cuando él sus trovas entona
¿cual otra ya dulce suena?

MENA: Mas de una vez os prestó

Apolo su dulce lira.

SANTILLANA: Y el ardor que Marte inspira

a par en vos se admiró.

ÁLVARO: Alabanza cortesana;

mas ser poeta y soldado
á un tiempo, solo le es dado
al marques de Santillana

SANTILLANA: No ha sido lisonja en mí

el proclamaros valiente,
que en las lides frente a frente
vuestro arrojo conocí.



ÁLVARO: Bien me acuerdo, que en verdad

no fuisteis siempre mi amigo.

PACHECO: Olmedo fue buen testigo.
REY: Ese suceso olvidad;

y por Dios, no recordemos
nuestras discordias fatales,
origen de tantos males.

ÁLVARO: Tenéis razon: disfrutemos,

caballeros, sin rencor
de las fiestas de este día:
que sea todo alegría,
puesto que el rey mi señor
las honra con su presencia;
y en fé de que os quiere bien
nuevas mercedes tambien
su alteza os hace. Plasencia,
a vuestras villas podreis
añadir la de Aravaca;
vos, Castro, de Caravaca
hoy la encomienda tendreis;
vos, Mendoza, adelantado
mayor sois ya de Castilla;
y asistente de Sevilla,
vos, conde, quedais nombrado.

REY: (Con enfado.) Paso, paso, condestable.

que harto generoso andais.
Cuando mercedes hagais
será precaucion laudable
en vos pedirme otra vez
primero la venia á mí

ÁLVARO: Señor, perdonad.... creí

que....

REY: Basta, basta.
CASTRO: (A uno que está a su lado.) Pardiez

que le ha puesto colorado.

ÁLVARO: (Ap.) ¿Qué es esto que escucho, cielos?
REY: (A Pacheco que ha estado hablando bajo con él.)

Yo le cortaré los vuelos.

PACHECO: En breve su orgullo osado

llegara el cetro á usurpar.

REY: Ahora, caballeros, id

y vuestros juegos seguid;
que aquí me es fuerza quedar
con el maestre un momento.

ÁLVARO: ¿Conmigo?
REY: Ciertos asuntos

tenemos que tratar juntos.
(A los caballeros que se retiran.)
Dios os guarde.

VIVERO: (Bajo a Pacheco.) Macilento

quedó con la reprimenda.

CASTRO: (Bajo á Plasencia con ironía.)

Os doy, conde, el parabien
por esta merced.

PLASENCIA: Tambien yo os lo doy por la encomienda.




ESCENA VII.


EL REY.DON ÁLVARO


ÁLVARO: Señor.... (Se echa á los pies del rey.)
REY: ¿Qué es esto, condestable... Alzaos...

¿Vos á mis plantas?

ÁLVARO: Sí...vuestro semblante

me dice, airado, que enojaros pude.

REY: No, don Alvaro, no.... Mas escuchadme....

Tiempo es ya de decir.... Mucho me cuesta....
Y no sé si tendré fuerza bastante.

ÁLVARO: . ¿Qué os detiene, señor?... ¿Pensais acaso

en mi encontrar un corazón cobarde?
¡Ah! bien me conoceis: nunca la suerte
vencer pudo este pecho incontrastable.

REY: Una prueba de amor pediros quiero.
ÁLVARO: Mi deber es por vos sacrificarme.

Decid.

REY: Viéndolo estais..., Por vos do quiera

mis reinos todos en discordias arden;
y tras tanto afanar, un bien precioso,
la paz, la dulce paz, es justo darles.

ÁLVARO: ¿Y bien?...
REY: En vano conseguirlo anhelo,

maestre, en tanto que á mi lado os guarde.
Salid, yo os lo suplico, de mi corte.

ÁLVARO: ¡ Yo, señor!
REY: Es forzoso.
ÁLVARO: ¡ Desterrarme ! ¡A mi!
REY: No lo penseis.
ÁLVARO: ¡Yo desterrado!

¡Yo! —Bien, si lo mandais....

REY: No, condestable.

Escuchado lo habéis: os lo suplico.

ÁLVARO: Asi recompensar los reyes saben.

Este de mi lealtad, este es el premio.

REY: ¿Por ventura temeis que os arrebate

de mi antiguo favor los altos dones
que tanto mereceis?.... No: las ciudades,
los títulos guardad que justo premio
fueron de tal valor, tantos afanes;
y nuevas gracias recibid ahora....

ÁLVARO: Sí, ¿Quién nada os pide aqui?....

Mis dignidades,mis bienes,¿qué me importan?...
¡Ah! tomadlos...Una sola merced quiero
mas grande.

REY: ¿Cuál es?
ÁLVARO: La muerte..
REY: ¡Cielos!
ÁLVARO: Sí, la muerte el solo premio

es ya que podeis darme.

REY: Maestre, qué decís?
ÁLVARO: ¡ Qué! ¿Tan mezquino

mi corazon juzgais, que solo cabe
en él codicia vil? Me dais riquezas,
titulos!.... y la honra, ¿nada vale?

REY: ¿La perderéis por eso?
ÁLVARO: ¿No la pierdo?

Decidlo vos.... Treinta años de combates,
¡ por término tendrán con mengua mia
acerba humillacion, destierro infame!
¡Ah! ¿Qué dirá Castilla, España toda?
¡Que fui tal vez traidor!.... No, no, matadme.
En el puesto en que estoy, solo muriendo
me es posible cederlo á mis rivales.

REY: Entiendo, hombre ambicioso: vuestro orgullo

es el que os dicta tan audaz lenguaje.
Anhelais el poder.... ¡ Necio que ignora
que á quien lo pudo dar quitarlo es facil !

ÁLVARO: ¿Quién lo niega, señor?.... ¿No os sacrifico

cuanto puedo perder? ¿No os doy mi sangre?
Solo guardo el honor: si esto es orgullo,
la culpa es vuestra que me hicisteis grande.
Puesto que al cielo sublimarme os plugo,
no pretendais ahora rebajarme,
que los hombres cual yo, si á caer llegan,
desquician el estado al desplomarse.
Miradlo bien, señor: no es al de Luna,
no es un triste mortal á quien se abate:
es Castilla, sois vos, que en estos hombros
sustentándose estan treinta años hace.
Yo soy el que animoso en Talavera
libraros supe del rebelde infante;
yo soy quien desde un triste cautiverió
en el trono os senté de vuestros padres;
yo quien luchando con osados nobles
en él os defendí firme y constante,
y humillé al Aragon, y las banderas
a vuestros pies rendí del fiero alarbe.
Mi vida entera la lealtad la abona.
Y ¿qué en cotejo de servicios tales
pueden hoy presentar caos que intentan
del lado vuestro con baldon lanzarme?
¿Quereis saber sus timbres? Tordesillas,
Olmedo, Montalvan por ellos hablen;
hablen tantos castillos asaltados
do hicieron todos criminal alarde
de insultar a su rey; hable el convenio
en que vuestro poder haciendo partes,
como á rico botin , se les vió ansiosos
cada cual á la suya abalanzarse.
¿Logran ellos vencer? Castilla os mira
indignada sufrir su yugo infame.
¿Consigo yo humillar su loco orgullo?
Con mas bello esplendor luego renace
vuestro escelso poder, y vuestros reinos



en vos adoran, mas que un rey, un padre.
El escudo soy yo de vuestro solio;
y con ánimo fuerte, incontrastable,
mientras ellos intentan destrozarlo,
lo mantengo, señor, firme y radiante.
Estos mis hechos son, este mi crimen;
y si lo osais ahora castigadme.
REY: ¡Castigarte! ¡Cruel!....¿Puedes creerlo?

¿Eso dices de mí?.... Pues qué, ¿ no sabes
que tu vida es mi vida; que aunque quiera,
no le es dado á tu rey dejar de amarte ?
¡cual si mal grado suyo á ser tu amigo
un mágico poder le arrebatase!
Tú de mi infancia compañero fuiste;
y entre pueriles juegos, dulce, afable,
la prision alegrabas en que injusta
siempre me tuvo recelosa madre.
A todas horas desde entonces fuera
necesidad en mí verte y hablarte,
escuchar tus consejos y seguirlos,
mis contentos decirte o mis pesares;
y hora el pedirte que de mí te alejes
siento mi corazon despedazarse.

ÁLVARO: No mas, no mas, señor....Vuestro vasallo

os obedece ya.... ¿Quereis me marche?
Pues bien, me marcharé.... Nada me importa
que el puro brillo de mis timbres aje
este cruel destierro.... Es vuestro gusto,
cúmplase luego... Adios.... Pocos instantes
durará mi pesar.... Si no sucumbo
al rigor de este golpe que me abate,
sé que bien pronto mas fatal sentencia....

REY: ¡Ah! ¿qué dices?
ÁLVARO: Pues qué, ¿creeis se sacie

el insano rencor de mis contrarios
mientras respire quien temblar los hace?.
¡Qué mal los conoceis! Mi muerte solo,
mi muerte anhelan.

REY: Eso no....Constante te sabré defender.
ÁLVARO: ¿Podeis acaso

responder de vos mismo?

REY: ¿Tan mudable me presumes?.... Pues bien, hoy una prenda

de tu seguridad pretendo darte.
Toma este anillo, guárdalo.... Si un dia,
(que no es posible) á decretar llegase
tu muerte, entonces.... te lo juro, empeño
mi palabra de rey.... al presentarme
esta alhaja preciosa , reclamando
la fé de quien la dio, juro salvarte.

ÁLVARO: ¡Ah!.... la acepto, señor.... no porque intente

valerme de ella en tan terrible trance;
pues os juro á mi vez que tal empleo
yo jamas le daré: prenda estimable
de vuestro amor, la guardo, mas preciosa
que riquezas y que altas dignidades.

REY: Basta.... Acabemos ya.... Pues mis intentos

os hice conocer, ved, condestable,
lo que os está mejor....A vuestro arbitrio
dejo ya la eleccion.... Si estar os place
en mi corte, quedaos; si el consejo
de un amigo seguis, marchaos antes
que algun triste suceso.... En fin, pensadlo,
pensadlo bien.... Adios.
El cielo os guarde.
(Vase el rey.)


ESCENA VIII.


DON ALVARO: luego PACHECO.


ÁLVARO: ¿Qué es esto, pues, que me pasa?

Cual frio mármol me quedo.
¿Es á mí, cielos, á mí
á quien habla tan severo
el rey?.... Acabo de oirlo,
y aun dudo que sea cierto.
En la cumbre del poder
descansaba sin recelo,
cuando un abismo insondable
miro á mis plantas abierto.
En vano, débil monarca,
fingir intentas un resto
de amistad: mejor que tú
en tu alma mezquina leo
el odio que oculto abrigas
acaso sin tú saberlo.
No pienses, no, que en tí fio;
que al débil su propio miedo
le hace cruel, y llorando
traspasa á su amigo el pecho.
Mas, nada temo.... En mis manos
tu corazon siempre tengo,
y en ellas es para mí
lo que á un niño sus muñecos.
¿Presumes de mí librarte?
¡pensamiento loco y necio!
Rey don Juan, eres mi esclavo:
tan antiguo cautiverio
no se quebranta en un día;
y el que ha nacido á ser siervo,
por mucho que lo resista,
tiembla siempre ante su dueño.
¡No te atreviste, alma débil,
á decretar mi destierro!....
Pues dejas á mi eleccion
partir o quedarme, el tiempo
sabré emplear de tal suerte
que tiembles ya verme lejos.

(Sale Pacheco.)

Mas Pacheco....

PACHECO: Condestable,

concededme unos momentos.

ÁLVARO: ¿Importa me hableis ahora?
PACHECO: Importa.
ÁLVARO: Pues decid presto.
PACHECO: Poco tardaré, que hablar

con toda franqueza os quiero;
y porque bien me entendais,
me escusaré de rodeos.

ÁLVARO: ¿Y bien?
PACHECO: Tal vez lo sabeis,

mas si lo ignorais,sabedlo;
que es el marques de Villena....

ÁLVARO: Mi enemigo, estoy en ello.
PACHECO: Ahorrado habéisme el decirlo.
ÁLVARO: Tampoco es grande el afecto

que me inspirais.... Pero en suma,
¿a qué viene ese recuerdo?

PACHECO: No ha sido, segun las señas,

muy de vuestro gusto, creo,
la entrevista con el rey.

ÁLVARO: ¿De qué lo inferís?
PACHECO: De lejos pude observaros.
ÁLVARO: Marques,habeis estado indiscreto.
PACHECO: En fin, maestre, ¿acabose

de hoy mas vuestro valimiento?

ÁLVARO: ¿Quién os lo ha dicho, don Juan?
PACHECO: Lo dicen los ojos vuestros.
ÁLVARO: ¿Cómo?
PACHECO: Si; ya no se advierte

la antigua arrogancia en ellos:
turbados estan ahora
si antes miraban soberbios.

ÁLVARO: Repórtese el de Villena,

que ya insolente le encuentro.

PACHECO: Perdonad....
ÁLVARO: Cansado estais:

decid pronto y acabemos.

PACHECO: Decidme primero vos.

Cuando siendo aún mancebo,
la fortuna y los honores
contemplabais desde lejos,
cuando el favor de los reyes
era un ardiente deseo
que mas os atormentaba
cuanto lo esperabais menos;
¿no os inflamaban la mente
a veces altos ensueños
que a las cumbres del poder
alzaban el pensamiento,
Y una llama abrasadora
encendian aqui dentro
que haciendo en el alma estragos,
odio engendraba y despecho?

ÁLVARO: Si no me engaño, marqués,

el retrato estais haciendo
de la ambicion.

PACHECO: Pues entonces,

si asi se llama, la tengo.

ÁLVARO: Esa confesion...
PACHECO: Es franca,

el disimulo aborrezco.
Allá en los regios salones
conviene tal vez un velo
echar, para conseguirlos,
sobre ambiciosos proyectos.
Mas cuando á encontrarse llegan
dos hombres del temple nuestro,
cuando cerca de embestirse
frente á frente se están viendo,
entonces dejando á un lado
inútiles fingimientos,
se muestran cual ellos son,
grandes, fuertes, altaneros;
y noblemente pelean
si aniquilarse es su intento,
O noblemente se abrazan
si une el interés su esfuerzo.

ÁLVARO: De noble sangre nacido,

tuve nobles pensamientos;
y pues Luna me llamé,
astro de mudable aspecto,
mudanzas quise en mi suerte,
mas luna en creciente siendo.
Negar que de la ambicion
oí gustoso los ecos,
fuera negar lo que claro
mis obras estan diciendo;
y lo que en mi juzgué bien,
en vos no lo vitupero.

PACHECO: Peno vos no habeis, maestre,

sentido lo que yo siento.
Paso a paso habeis llegado
a lo que sois, siendo espejo
de vos mismo, pues que nadie
os pudo servir de ejemplo.
Pero yo cuando ambiciono
subir, en presencia os tengo:
vuestra imagen me persigue,
me turba en todos mis sueños;
contino vuestra grandeza
con ansioso afán contemplo;
y cuando en ser lo que soy
pudiera estar satisfecho,
os miro, y que hay más allá
Conozco, y nada me creo
es locura, bien lo sé;
Pero al fin estoy resuelto:
o a ser llego lo que sois,
o en la demanda perezco.

ÁLVARO: Y por ventura, ¿sabeís?

lo que pedís?....¡Ah! temedlo.
No os engañe la apariencia;
que en este encumbrado puesto
todo por de fuera es glorias,
todo suplicios por dentro.
Su esplendor que tanto ofusca
es semejante al del fuego,
bello a distancia, mas quema
al que osa tocarlo necio.
Aquí solo encontrareis
inquietud, desasosiego,
continuo afan que acompañan
las dudas y los recelos.
En cuanto tengais al lado
contrarios estareis viendo,
que entre miradas afables
lanzan dardos encubiertos;
y sobre vos vereis siempre,
cual rayo ardiente suspenso,
el brazo que os elevara
pronto a arrojaros al suelo.
¿Qué vale el poder si es dable
perderlo en solo un momento,
o no alcanza á desterrar
este temor de perderlo?
¿Sabeis vos el conservarlo
cuánto cuesta? ¿qué tormentos?
¡Horrible es el corazon
del poderoso! Si verlo
pudiera el vulgo, causara
en vez de envidia, desprecio.

PACHECO: Todo lo sé, condestable,

conozco bien lo que quiero.
Afanes causa el poder,
hace infeliz, bien lo creo
mas todo una sola cosa
lo recompensa, el tenerlo.
Logre yo ser lo que sois
todo lo demás es menos.
A vos os pueden quitar
bienes, honores, es cierto;
mas siempre de entre las ruinas
del poder que catamos viendo,
vuestra fama se alzará
para asombro de los tiempos.
Con tal de haber sido mucho,
en ser nada yo consiento;
y caiga luego al abismo
si toco primero al cielo.

ÁLVARO: Que sois digno de elevaros

hasta mi, mostrais en eso;
pero explicaos al fin:
¿cuáles son vuestros proyectos?

PACHECO: Rivales los dos temibles,

o paz o guerra os ofrezco.

ÁLVARO: Elegid la que gusteis.
PACHECO: Yo la paz.
ÁLVARO: Y ¿he de creeros?
PACHECO: El combatimos seria

el uno al otro perdernos,
con nuestra ruina encumbrando
a esos nobles altaneros.
Para abatirlos mas pronto,
unamos nuestros esfuerzos:
vos quedareis lo que sois,
yo seré sucesor vuestro.

ÁLVARO: ¿Qué condiciones quereis?
PACHECO: La primera (porque anhelo

que se afiance esta alianza
con lazo fuerte y eterno),
es ser de la hermosa Elvira
esposo.

ÁLVARO: ¡Mi hija!
PACHECO: Yo creo que mi sangre....
ÁLVARO: Por lo noble

la sangre de los Pachecos
merece unirse á los reyes:
me honrareis con ser mi yerno;
y si es gustosa mi Elvira,
tan bello partido acepto.

PACHECO: Pero no basta: es preciso

que asegurados quedemos;
y pues existen contrarios
que nos amenazan fieros,
el destierro o la prision
hoy mismo nos libren de ellos.

ÁLVARO: Conocidos son los mios

decidme, marques, los vuestros.

PACHECO: ¿Qué pensais del de Plasencia?
ÁLVARO: Ese ha de ser el primero.
PACHECO: ¿Y Destúñiga su hijo?
ÁLVARO: Joven gallardo es por cierto;

Y no le quisiera mal
si otro padre....

PACHECO: Le aborrezco, y exijo....
ÁLVARO: Yo os lo abandono.
PACHECO: Está bien: vos el tercero decid.
ÁLVARO: El conde de Castro.
PACHECO: No lo merece por necio;

que en hombres de mas valer
el tiro asestar debemos.
Mas sea... Yo al almirante señalo.

ÁLVARO: Es mi amigo.
PACHECO: Bueno: decid un amigo mio,

y pagados quedaremos

ÁLVARO: El conde de Alba.
PACHECO: A los otros

acompañe, aunque lo siento.
¿Quién mas?

ÁLVARO: Luego lo diré;

me es fuerza pensar en ello.

PACHECO: Yo entretanto preparar

del rey el ánimo quiero.

ÁLVARO: Si; marchad; que en este instante

le infunde mi voz recelos,
y si naciera de mi
se malogrará el proyecto.

PACHECO: Adios, condestable, adios.


(Se dan las manos.)

ÁLVARO: Adios, marques.
PACHECO: ¿Nos veremos despues de la justa?
ÁLVARO: Si;y sobre todo secreto.