Discurso sobre el fomento de la Industria popular: 18
Capítulo XVI
La industria popular, o se ha de fomentar por cada padre de familias o por el público como tutor de las particulares familias desvalidas.
Este fomento consiste en la enseñanza y en el socorro de tornos, peines, telares, batanes y tintes, en máquinas que faciliten las maniobras y en la suministración de materiales.
Todo esto, ya sea de cuenta propia o por limosna de personas caritativas o por préstamos y repuesto del público, es utilísimo. Porque el vecino aprende de balde, adquiere instrumentos con que ganar el pan y ocuparse y por fin no se ve precisado a vender su manufactura fuera de sazón y al desprecio.
Antes usando de su libertad el padre de familias la vende al fiado o de contado al que la busca, o la lleva al mercado para lograr salida si no la ha conseguido en su casa.
De lo antecedente resulta que las fábricas populares no pueden prosperar por medio de compañías ni de cuenta propia de comerciantes. Éstos reducirían los vecinos y fabricantes a meros jornaleros y dependientes de su voluntad, quedando los tales comerciantes o compañías con la ganancia y el pueblo en la misma miseria y acaso mayor que la actual.
Los que hallaren razones convincentes para sostener lo contrario de cuanto aquí se propone harán un servicio muy grande al público en producirlas para su examen.
La prosperidad nacional es incompatible con cualquier error político contrario a ella. En nada se consumirá más útilmente el tiempo que en semejantes discusiones, proponiendo premios al que mejor discurra y escriba sobre tales problemas económicos.
Si un número de comerciantes o una compañía redujese, por ejemplo, en Galicia las fábricas de lienzo a su discreción, de modo que los Gallegos trabajasen de cuenta de tales emprendedores, el género se malearía, se estancaría a arbitrio de ellos y los Gallegos sólo sacarían el jornal que les quisiesen dar. Y como éste menguaría cada día, al cabo la fábrica se arruinaría, porque los naturales habrían olvidado su industria antigua y la compañía no tendría quien trabajase de cuenta de ella, con la economía que es fácil lograr al presente en aquella Provincia frugal y laboriosa.
Después de fabricadas las manufacturas o productos de la industria popular, son útiles los comerciantes para facilitar su salida y despacho y a veces para suministrar y adelantar algún dinero al vecino fabricante en cuenta de los géneros que ajusten anticipadamente y de buena fe, como lo hacen al mismo vecino en calidad de cosechero y ganadero con sus frutos y esquilmos, cuyas anticipaciones son útiles, removidos torpes lucros en el valor de los frutos.
Todo el primor de la industria popular consiste en dos cosas que son incompatibles cuando ésta va de cuenta del comerciante por una especie de granjería.
La primera es que el vecino, trabajando de cuenta propia, ponen él y su familia la mayor diligencia para que la obra se adelante y vaya bien hecha y en sacar dentro de más breve tiempo toda la ventaja posible, y esto se consigue no dejando de la mano el trabajo y esmerándose en él.
La segunda consiste en que el vecino que trabaja de cuenta de otro lo hace con menos cuidado y prefiere cualquier nueva industria que le sea más lucrosa. Así sale la manufactura más cara por el más tiempo que tarda y maleando la calidad por abrazar más de lo que puede, pierde el crédito y pasa a otra parte la industria.
A estas naturales inducciones, en que hasta ahora no se ha puesto la debida atención, se ha de añadir otra, y es que todo Gobierno debe empeñar sus esfuerzos sobre que la industria ceda inmediatamente cuanto sea posible en beneficio del pueblo, para que éste se halle bien estante, prospere la población y se faciliten los casamientos, según queda distinguido en otras partes de este discurso. El mercader, en tanto es útil en cuanto deja ileso a favor del vecino el producto de la primera venta y él se aprovecha de aquella comisión y gastos que saca en la reventa.