Discurso de Porfirio Díaz en su Informe de Gobierno de 1911

1911 Informe presidencial. (Fragmento)

Porfirio Díaz, 1o. de Abril de 1911

Un grupo que en las últimas elecciones federales presentó candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia de la República, sin haber alcanzado más que una escasa minoría de votos, no supo limitar su acción al legítimo ejercicio del sufragio popular que proclamaba, sino que pasadas las elecciones, recurrió a las armas perturbando la paz de que gozaba el país hacía largos años. Los jefes de ese grupo pretendieron organizar, mediante trabajos ejecutados tanto en territorio extranjero como en el mexicano, un movimiento revolucionario general que estallaría en fecha determinada.

Dicho movimiento revolucionario fue descubierto antes de iniciarse, y a poco acaecieron en Puebla los primeros sucesos, que costaron la vida a varios de los rebeldes y a algunos servidores del Gobierno local.

En la fecha señalada para el levantamiento general, se sublevaron en la región montañosa del Oeste de Chihuahua, varios grupos compuestos principalmente de campesinos, aprovechándose de las condiciones favorables de aquellos lugares para defenderse y ponerse fuera del alcance de las primeras tropas que se enviaron a perseguirlos. Estas condiciones y la cooperación eficaz que recibieron los rebeldes en hombres y en elementos de guerra, de parte del extranjero, así como también de un grupo de mexicanos que desde hace años conspira no solamente contra el actual Gobierno sino contra todo orden social, explican fácilmente que la revuelta haya ido extendiéndose por casi todo el Estado de Chihuahua y por varios puntos de Sonora y de Durango, a pesar de los esfuerzos hechos para contenerla por el Gobierno Federal, por los de los Estados referidos.

Al mismo tiempo, desgraciadamente, han surgido no sólo en esos lugares, sino en algunos otros puntos del territorio nacional, numerosas gavillas sin color político, animadas únicamente por el espíritu de bandidaje, que comienza a desarrollarse de nuevo, sembrando entre los habitantes del país, mayor alarma quizá que la producida por los que iniciaron la revuelta.

En la Baja California se ha efectuado un movimiento de otro carácter, causado por bandas comunistas en las que figuran muchos filibusteros americanos, con el fantástico proyecto de formar una república socialista. Tan nefando propósito no podrá menos que provocar la más grande indignación en el país, y estoy seguro de que en caso necesario, el pueblo mexicano, siempre patriota y celoso de su autonomía, acudirá a la defensa del territorio nacional.

Para contener tales desórdenes no han bastado las fuerzas de seguridad pública, sino que ha sido preciso movilizar numerosas tropas federales, de las cuales la parte principal se ha dedicado a perseguir los núcleos revolucionarios y el resto se ha fraccionado en destacamentos para asegurar en cuanto es posible el orden público en todas las regiones del país.

Se complace el Ejecutivo en aprovechar esta ocasión para tributar en público homenaje a la lealtad y al valor del soldado mexicano, que sólo son comparables con la disciplina y la resignación con que sufre los rigores de todo género en la campaña. Sabe, además, el Gobierno, que cuenta con el heroísmo y la abnegación del Ejército para restablecer la paz y dar severas lecciones a los insensatos que la han perturbado.

En relación con tan importantes acontecimientos, el Ejecutivo observó que los rebeldes reclutaban filibusteros y se organizaban en territorios de los Estados Unidos de América, por lo cual llamó la atención del Gobierno de aquel país acerca de tales actos. El Gobierno americano, de acuerdo con sus leyes de neutralidad, dictó desde luego las medidas que juzgó adecuadas y que el Gobierno de México reconoce y estima.

Algún tiempo después hubo una concentración extraordinaria de fuerzas americanas en la frontera. El Ejecutivo, como era su deber, dio instrucciones a su Embajador en Washington para que pidiera una explicación del hecho, si bien tales instrucciones se cruzaron con un mensaje del señor Presidente Taft, en que, espontáneamente, daba las seguridades de que la referidaconcentración no tenía ningún significado que pudiera causar alarma a los vecinos, amigos de los Estados Unidos en el Sur. El retiro de los barcos que había movilizado dicho Gobierno en los dos océanos y el hecho de que el ejército de tierra esté próximo a efectuar unas maniobras, son el mejor testimonio de la sinceridad de esas declaraciones, que se han repetido en ocasiones posteriores...

SEÑORES DIPUTADOS: SEÑORES SENADORES:

De los datos que contiene el presente Informe sobre los ramos de la Administración Pública, podría deducirse que, a pesar de la revuelta en mala hora promovida por algunos mexicanos lamentablemente equivocados o perversamente engañados, el país ha continuado hasta principios del año actual en su marcha ascendente hacia el progreso económico e intelectual; pero la verdad es que tal adelanto está comprendido por la situación política que ha venido desarrollándose en estos últimos meses y que requiere, de parte de los Poderes Públicos, de todas las autoridades y de la masa sensata de la Nación, la más viva solicitud y el propósito firme de aplicar pronto, y cada cual en su esfera, los remedios que sean más eficaces.

Han llamado desde luego la atención las recientes manifestaciones de la opinión pública sobre asuntos diversos relacionados con la gestión gubernamental, y por esta razón el Ejecutivo cree conveniente dar a conocer las medidas que, en su concepto deben tomarse y las ideas que lo guiarán en su propósito de corresponder a la confianza del país.

El cambio de Ministerio que acaba de tener lugar, responde precisamente al deseo de llevar al terreno de la práctica una de las aspiraciones generales, como es la renovación del personal político; y si no he vacilado en prescindir de los consejos de los distinguidos, leales y honrados colaboradores que por más o menos tiempo me han prestado sus importantes servicios, ha sido sólo por el propósito de no gobernar indefinidamente con un mismo Gabinete, cualesquiera que sean los méritos de las personas que lo compongan, dando así entrada a nuevas energías en la dirección de los negocios públicos. Por otra parte, se tomarán las providencias que demuestren la firme intención de satisfacer las quejas fundadas en contra de algunas autoridades, especialmente de aquellas que están en más íntimo contacto con el pueblo. Es de esperarse que al seguir esta línea de conducta, el Gobierno Federal será secundado por los de los Estados, que, dada la naturaleza de los ramos administrativos que de ellos dependen, están en mejor situación para poner remedio a los males que se señalan.

El principio de no reelección de los funcionarios dei Poder Ejecutivo que derivan del sufragio popular, no había sido puesto a discusión en épocas recientes en ninguna Asamblea legislativa de la República, razón por la cual el Ejecutivo Federal no había juzgado conveniente manifestar su opinión sobre un asunto cuya índole es más bien del resorte de dichas Asambleas; pero ya que en algunas legislaturas de Estados y en la prensa se ha agitado últimamente la cuestión, el Ejecutivo aprovecha la oportunidad para manifestar su absoluto acuerdo con el pensamiento de que se trata y para declarar que, si se formula una iniciativa ante la Representación Nacional en el sentido de la periódica renovación de los funcionarios aludidos, dicha iniciativa contará con su decidido apoyo.

Íntimamente ligada con la aceptación del principio de no reelección se halla la reforma de las leyes electorales, pues si se cree que a los defectos de esta legislación puede atribuirse en parte la larga permanencia en el Poder de algunos funcionarios, es indispensable revisar cuanto antes las leyes de la materia para asegurar la participación electiva de los ciudadanos que sean considerados capaces de emitir su voto con plena conciencia.

En vista de los resultados poco satisfactorios de las disposiciones tomadas hasta la fecha con el objeto de favorecer, en condiciones equitativas para todos, el fraccionamiento de las grandes propiedades rurales y la adaptación de éstas a los diversos fines agrícolas, el Ejecutivo está resuelto a procurar la realización de ese pensamiento por los medios que conduzcan mejor a la interesante solución que se persigue.

En varias ocasiones se han iniciado reformas en la administración de la justicia federal y en la local del Distrito y de los Territorios, y estas tentativas demuestran, por sí solas, la importancia que el Ejecutivo atribuye al mejoramiento de este ramo transcendental. No se oculta, sin embargo, que falta mucho que hacer para completar la obra y corregir los defectos que la observación indica y la opinión pública señala. Las diversas medidas que se iniciarán, después de minucioso y maduro estudio de todos los elementos del problema, tendrán por objeto fundamental garantizar mejor la independencia de los tribunales, mediante una escrupulosa selección de personal y el aumento en la duración de sus funciones, a la vez que hacer efectivas las responsabilidades en que incurran dichos funcionarios, estableciendo procedimientos y penas que hagan eficaces esas responsabilidades.

Para llevar a cabo todas estas reformas, que constituyen una tarea verdaderamente magna, el Ejecutivo espera que, como siempre, las Cámaras colegisladoras se dignarán prestarle su apoyo valiosísimo y dedicarán al estudio de tan arduos problemas toda su sabiduría. Al mismo tiempo, hace un llamamiento encarecido al patriotismo y a la cordura del pueblo mexicano, que en esta ocasión, como en tantas otras, sabrá sacar avante a la República de las dificultades que la rodean y mantenerla en la alta situación de prosperidad y cultura que le ha conquistado la estima y el respeto de las demás naciones.