Discurso de Miguel de la Madrid Hurtado con motivo de los sismos de 1985
Compatriotas:
Al dirigirme hoy al pueblo de México, quiero compartir con ustedes el luto y la tristeza y enaltecer también el espíritu de solidaridad fraterna que se ha manifestado entre nosotros y hacia nosotros. Mi más profundo pésame a los que han perdido familiares, amigos o colabora dores.
Hago mía la pena de cada una de ustedes por estas pérdidas perdidas irreparables que no se pueden compensar con nada.
La tragedia que nos azotó el día de ayer ha sido una de las más graves que ha resentido México en su historia. Hay cientos de muertos y lesionados. Todavía no tenemos cifras precisas ni completas. Aún hay atrapados en muchas construcciones, que no hemos podido rescatar.
Es más, todavía hace una hora, hora y media, tuvimos un nuevo temblor de menor intensidad y duración que el de ayer, pero que sigue provocando incertidumbre, miedo, inquietud.
A mí me tocó ver cómo las gentes en el Eje Central Lázaro Cárdenas, en el cruzamiento de Arcos de Belén, estaban en las calles, se habían salido de sus edificios, sus habitaciones; pero afortunadamente parece que los efectos de este nuevo temblor fueron mucho menores que el tremendo terremoto del día de ayer.
Según las informaciones disponibles, las mayores pérdidas y daños las hemos sufrido en la capital de la República. Destaco también como zonas severamente dañadas, las del Estado de Michoacán y el sur de Jalisco: en Michoacán particularmente la ciudad de Lázaro Cárdenas -Las Truchas-; en Jalisco, Ciudad Guzmán y las poblaciones aledañas.
Pero en términos comparativos, los siniestros han sido relativamente menores, sin que dejen de ser lamentables, por supuesto, en otras partes de la República.
Frente al siniestro se han producido no sólo actos de extraordinaria solidaridad por parte de los distintos sectores de nuestro pueblo, sino inclusive actos que merecen plenamente el calificativo de actos de heroísmo que mucho honran al pueblo de México.
Quiero destacar las tareas del Ejército y la Armada Nacionales, de los Cuerpos de Policía, del Cuerpo de Bomberos y de diversas asociaciones particulares de socorristas y voluntarios. Es conmovedora la actitud de fraternidad y de solidaridad que está mostrando el pueblo de México. Mi profundo reconocimiento a esta admirable actitud.
El Gobierno de la República y los Gobiernos de los Estados hemos reaccionado al máximo de nuestros esfuerzos y capacidades. Infortunadamente -lo tengo que reconocer- la tragedia de tal magnitud nos ha rebasado en muchos casos. No podernos hacer lo que quisiéramos con la rapidez que también deseáramos, sobre todo para rescatar vidas.
La verdad es que frente a un terremoto de esta magnitud, no contamos con los elementos suficientes para afrontar el siniestro con rapidez, con suficiencia.
Hemos organizado el esfuerzo del Gobierno mediante la coordinación de sus distintas dependencias a cargo del Secretario de Gobernación a nivel nacional, y del jefe del Departamento del Distrito Federal para el área de la ciudad de México en el Distrito Federal, con una colaboración realmente muy satisfactoria de los Gobiernos de los Estados circunvecinos.
En general. todas las dependencias del Ejecutivo Federal están colaborando con diversas acciones y tareas.
Hemos dirigido nuestros esfuerzos. como decía hace tan momento, al rescate de gente atrapada por los derrumbes; salvar la vida humana es la prioridad fundamental en esta hora de tragedia. Sin embargo, la tarea lamentablemente aún no está concluida: todavía hay atrapados en algunos edificios que se han colapsado.
Al mismo tiempo estamos atendiendo, de la mejor manera posible, a los damnificados. Esto es: a los lesionados, a los que han perdido su habitación y sus pertenencias.
Se han organizado los correspondientes servicios de emergencia para atender a los heridos, para dar albergue a quienes perdieron su vivienda y para proporcionar alimentos a quienes lo necesitan.
Sufrimos daños importantes en instalar iones de servicio de diferente naturaleza. Las telecomunicaciones han sufrido grave daño, así como los servicios de electricidad y de dotación suficiente de agua potable en varias zonas de la ciudad.
Están en marcha los trabajos para restablecer a la brevedad posible los servicios correspondientes. Gradualmente estamos restableciendo la normalidad. Ya hay mayores facilidades de comunicación a través de las largas distancias que prácticamente se paralizaron tanto en el país como en el extranjero. Se atienden las fugas de agua potable por rupturas de tubería, y gradualmente estamos recuperando -como digo- la normalidad de los servicios.
Les pido a mis conciudadanos del Distrito Federal que. como hasta ahora la han hecho, nos tengan paciencia. Estamos trabajando día y noche.
Muchas instalaciones propiedad de la Nación han sufrido graves daños: oficinas públicas, Secretarías de Estado, las Procuradurías, escuelas, hospitales y también, desde luego, instalaciones privadas se han visto seriamente dañadas.
Estamos tomando providencias para reubicar las oficinas públicas y restablecer el servicio a la población para que la marcha del Gobierno no se afecte seriamente. Estamos redistribuyendo a los enfermos.
El Centro Médico, como ustedes saben, prácticamente quedó inservible, y tuvimos que redistribuir en las clínicas del Seguro Social, del ISSSTE, en los hospitales del Distrito Federal a los enfermos. Solamente respecto al Centro Médico, tuvimos que movilizar el día de ayer, en cuatro horas, a dos mil enfermos.
Estamos tratando también de evitar los peligros para los alumnos de las escuelas públicas. Por ello tomamos la decisión de suspender las clases el día de hoy, y estamos evaluando el estado de los edificios escolares para que el gradualismo en el restablecimiento de las clases sea con la máxima precaución para proteger la vida de alumnos, de estudiantes, de maestros.
Oportunamente daremos noticias de la medida en que podamos normalizar el servicio educativo.
Frente a este cuadro de tragedia y de tristeza, nos estimula la actitud de la ciudadanía a través de sus distintas organizaciones y en lo individual. Sí es conveniente en todo momento mantener la unidad funda mental de los mexicanos, ésta se hace más necesaria en momentos difíciles como los que estamos viviendo.
Yo me siento profundamente orgulloso del pueblo que Gobierno, me siento profundamente orgulloso de su sentido de fraternidad, de su espíritu de servicio, de la voluntad con la que están concurriendo las gentes, alojando en sus casas a los vecinos, a sus familiares, a proporcionar alimentos, a ir a los lugares de los derrumbes para ver en qué pueden ayudar. Hay gente que ha ido a comprar a las tlapalerías palas y zapapicos para colaborar en las labores de salvamento. Esto es muestra de grandes valores del pueblo de México.
Quiero también expresar en este mensaje mi reconocimiento a los medios de comunicación social por la forma responsable y madura con la que han estado informando a la población y al mundo de nuestra situación, ubicar los problemas en su debida proporción: la tragedia es grande, pero la capital de México no está arrasada; la capital de México, en grandes segmentos, está volviendo a la normalidad, y, si bien lamen tamos profundamente los daños y las pérdidas de vidas, tenemos que informar que la mayor parte de la ciudad de México sigue en pie y sus habitantes siguen también, de la misma manera, en pie y afrontando la tragedia con un vigor extraordinario.
Quiero agradecer también las manifestaciones de condolencia y las ofertas de apoyo que estamos recibiendo de países amigos. Aprovecharemos los apoyos ofrecidos en la medida de las necesidades. Ya estamos haciendo una evaluación de aquello que necesitamos más, para aceptar esta cooperación de nuestros amigos. En estas penas es cuando conocemos, apreciamos y agradecemos la amistad de Gobiernos y de pueblos extranjeros.
Frente al luto y la tristeza, compatriotas, reforcemos serenidad, entereza y ánimo.
Enterremos con pesar a nuestros muertos, pero renovemos nuestra voluntad de vivir y restañar las heridas que hemos sufrido.
Estoy absolutamente seguro que estos sentimientos prevalecerán sobre nuestra pena, sobre la pena que nos embarga a todos, y que sabremos todos, mediante actos concretos y perseverantes, lanzarnos decidida y patrióticamente a las tareas de la reconstrucción, con vigor, entusiasmo y férrea voluntad.