Discurso de Gustavo Díaz Ordaz con motivo del Día a la Libertad de Prensa

1966 Discurso con motivo del Día de la Libertad de Prensa

Gustavo Díaz Ordaz, 7 de Junio de 1966

Señores Editores y Directores de Periódicos de la Capital y de la Provincia; Señoras y Señores:

Antes de leer el discurso, muy breve por cierto, que traigo escrito, quiero expresar mi saludo cordial a mis amigos, a todos los periodistas de México, en este solemne día, muy especialmente a quienes por no vivir en la Capital han venido a esta conmemoración desde la lejana y tan entrañablemente querida Provincia.

El concepto de libertad que, en su origen, significaba simplemente no estar bajo la voluntad de un tirano, conforme transcurre el tiempo se va enriqueciendo y haciéndose más amplio y más complejo. De concepto negativo se convierte en positivo: pasa a ser "la auto afirmación de cada uno"; derecho de actuar como se quiera, hasta en tanto no se dañe el derecho de otro; esfera de acción que no tiene más límites que el ámbito en el que se desenvuelven los demás.

Esta tesis individualista y subjetiva ya no basta, pues no satisface las necesidades socioeconómicas de la época.

La libertad no es sólo la lucha contra la tiranía política, sino cono a las tiranías de toda índole.

Los hombres que de todo carecen, en lo económico, en lo social. en lo jurídico o en lo cultural, no son hombres libres: son esclavos de la desesperación que los oprime.

Por eso el mexicano es y debe seguir siendo:

Libre para tener un trabajo que le permita ganar honestamente un salario remunerador;

Libre para tener techo, pan, vestido y sana diversión para toda la familia y escuela para los hijos:

Libre para tener elementos con que luchar contra las enfermedades: Libre pata tener un seguro que lo proteja de la invalidez, de la cesantía y de la vejez;

Libre para pensar y para expresar su pensamiento;

Libre para profesar la creencia que más le agrade;

Libre para mejorar su preparación y su cultura;

Libre para poder acudir a los órganos del poder público en obtención de justicia sin distinciones;

Libre para elegir a sus representantes y gobernantes y para orientarlos en su crítica;

Libre para gozar de una parte proporcional y justa cíe la riqueza material y espiritual que el pueblo en su conjunto produce;

Libre para tener igualdad de oportunidades a fin de que sean su propia capacidad y su esfuerzo los factores determinantes de su posición económica y social;

Libre para no envanecerse por los éxitos logrados hasta la fecha; Libre para mantener constante y tesonero el esfuerzo que lo ha llevado a esos éxitos.

En nuestros días libertad, sin justicia social, es sólo una palabra vacía de significado.

Cierto es, como lo he afirmado, que colocados en el caso extremo de que tuviéramos que escoger entre la opulencia y el bienestar, por una parte, y la libertad y la independencia por la otra, nos quedaríamos con éstas; pero es nuestra obligación luchar por mejorar las condiciones generales de vida, y estoy seguro de que unidos los mexicanos podremos conjugar armoniosamente prosperidad y libertad.

Para garantizar los derechos individuales y armonizarlos entre sí y con los derechos sociales, las naciones civilizadas elaboran leyes.

La ley busca "ajustar relaciones y ordenar comportamientos", a fin de que los derechos contrapuestos, las pretensiones contradictorias, los deseos de unos frente a las exigencias de los otros puedan conciliarse entre sí dando a cada quien lo que le corresponde, según la clásica definición de justicia.

Para conjugar orden y libertad la sociedad subordina la voluntad personal a la voluntad general que, al tomar forma de ley, adquiere obligatoriedad.

El uso individual de los derechos no puede nunca colocarse por encuna de la ley que armoniza y sustenta los de todos. Hacerlo sería invitar al caos y dar asiento a la violencia. Acatar la ley es la forma más eficaz que hasta ahora ha encontrado la humanidad para lograr la paz social.

De las múltiples libertades que el hombre disfruta en México destaca la de expresarse entre otros medios de difusión, a través de la prensa. La existencia de una prensa libre no sólo la consideramos «)¡no motivo de orgullo o de teórica satisfacción para comentarla y conmemorarla, sino como medida indispensable para la vida sana de nuestro pueblo.

En esta fecha, que ustedes han dedicado a celebrar la libertad de prensa, reitero a la nación entera que ha transcurrido un año más sin que haya sufrido menoscabo, presión o cortapisa alguna por parte de los tres Poderes aquí presentes, y reafirmo el inquebrantable propósito de seguir manteniendo incólumes todas nuestras libertades.

La democracia se distingue por su respeto a la libertad que, a su vez, implica responsabilidad, y es por eso que la consideramos superiora las otras formas de organización política: no sólo cumple los fines propios del Estado, sino que, partiendo del reconocimiento de los atributos esenciales de la dignidad del hombre, propicia el desarrollo armónico de la persona humana.

Nota distintiva y relevante de la democracia es la permanente comunicación entre el Estado y los ciudadanos, no sólo a través del voto periódico que expresa la voluntad popular, sino por la existencia y libre funcionamiento de instituciones que permiten al pueblo hacer llegar sus opiniones al Gobierno y a éste mantener al pueblo informado de sus actos.

La vida democrática no puede entenderse sin la participación dinámica de la opinión pública que, bien encauzada y propiamente expresada, es un regulador de la convivencia política.

La prensa es medio tradicional de expresar y orientar dicha opinión. Forma parte de lo más valioso de nuestro patrimonio espiritual: pero precisamente por ese su elevado carácter, le nacen al periodismo sus más graves responsabilidades, que la Iey no hace sino recoger y darles forma.

Reflejar con fidelidad la opinión del pueblo y pretender orientarla no es tarea fácil, ni empresa que pueda realizarse seriamente sin honradez y sin preparación.

Y si esta labor hay que desempeñarla, además, al ritmo acelerado de la vida moderna y a la vertiginosa actividad que impone el diarismo, a nadie extrañará los peligros más frecuentes que la prensa debe afrontar.

El deber de informar, vista la premura que corre, no permite investigar exhaustivamente la noticia y muchas veces obliga a darla sin la necesaria y conveniente confirmación.

En el comentario o en el editorial es necesario opinar sobre todos los acontecimientos importantes de la vida del país, y hacerlo hoy porque quizá mañana resultaría muy tarde, y eso induce a caer fácilmente en la superficial generalización.

Estoy señalando hechos evidentes, no criticando; estoy reflexionando en voz alta, tratando de compenetrarme de los peligros de su profesión y pretendiendo entenderlos para compartir con ustedes las grandes angustias que implica la actividad periodística, producto esencialmente de la rapidez que ella demanda.

Rehuir los peligros por simple temor, no sería actitud digna; el periodista debe arrostrarlos con sana intención, anhelando cumplir un deber superior y a sabiendas de los riesgos que corre.

Por nuestra parte, los lectores sabemos muy bien que no es grave deshonra del periodismo incurrir en inexactitud o externar un criterio sin la fundamentación que sería posible acumular, si el periodismo no fuera la apremiosa función que es. El periodista de buena fe debe estar por ello, sencilla y naturalmente presto a rectificar noticias, a reconocer errores, a modificar opiniones siempre que la verdad lo exija.

Y, paralelamente, debe esforzarse cotidiana e incesantemente en aumentar el caudal de sus conocimientos y elevar el nivel de su cultura.

Es decir, el periodista deberá estar dispuesto a hacer lo que todo ciudadano honrado debe hacer si aspira a servir cada día mejor a su Patria: estar más preparado para desempeñar la tarea que la sociedad le asigna y realizarla con entera buena fe.

Ajustar las publicaciones a la Constitución y a las leyes en vigor. A pesar de las urgencias, antes de dar una noticia a la publicidad, pensar siempre si sirve o no a la verdad, si ayuda a la concordia de los mexicanos o aumenta sus rencores; si concurre a realizar la justicia o sólo atiende a

preferencias personales; si coopera a preservar y vigorizar nuestras libertades o atenta contra ellas; si tiende a resolver los problemas o a agravarlos; si fomenta la solidaridad internacional o los odios entre las naciones; si contribuye a la urgente búsqueda de la paz o a desatar la violencia. Estas últimas sugerencias las hice públicas en la celebración del día dedicado a otros muy importantes medios de difusión, como son la radio y la televisión, y hoy las repito porque recuerdo cómo fueron generosamente aceptadas por la prensa nacional y positivamente comentadas. Y es natural, son normas generales de acción que valen para todo aquel que en el ejercicio de la elevada y noble profesión de informar a sus semejantes y de difundir ideas -no importa el medio técnico efe que se valga- trata de servir con leal eficacia a la colectividad en que vive.

Señores Directores y Editores de Periódicos:

A los mexicanos nos une un mismo y glorioso pasado, amargo pasado y por eso quizá más glorioso y más querido. Compartimos, en común veneración los símbolos que encarnan a nuestra Patria, Himno y Bandera: estamos de acuerdo en muchos valores esenciales, y nos liga una comunidad de propósitos y de esperanzas. En el ambiente de libertades que, a través de su historia, el pueblo mexicano ha creado, los mexicanos actuales queremos y debemos luchar incesantemente por satisfacer las necesidades materiales de nuestro pueblo, por superar sus actuales limitaciones, por aliviar los males ancestrales que lo aquejan, por mejorar su preparación, por elevar su cultura, por lograr que aliente en un medio de libertad, de justicia y de seguridad que le permita desarrollar al máximo sus esfuerzos para aumentar el bienestar general.

En el servicio de la Patria nadie es demasiado pequeño N nadie es demasiado importante; cada uno en su puesto, cada quien en su misión, trabajemos todos, apasionadamente, por engrandecer a México.