Discurso de D. Eusebio Güell y Bacigalupi (1885)
Señores: Si hubiera en esta mesa un sitio que fuese el último, en vez de ser, como son, todos iguales, ese sitio sería el mío, y en él me sentiría verdaderamente dichoso, sólo por hallarme entre compañeros de mérito tan reconocido, y unidos todos por el amor más puro y entusiasta á la tierra que nos vió nacer.
Si en vez de ocupar el último sitio me veis á la cabecera de la mesa, á la galantería de la Comisión económica tan sólo debo esta distinción, que con toda el alma agradezco.
En su nombre,—y creo que al interpretar los sentimientos que animan á la Comisión interpreto también los de todos los que aquí nos hallamos reunidos,—felicito cordialmente á las dignísimas personas que fueron á Madrid á ofrecer á S. M. el ejemplar de la Memoria que todos conoceis, por el acierto con que desempeñaron encargo tan importante.
Gracias á esta Comisión, Cataluña ha logrado llegar á las gradas del Trono y decir allí con voz clara y respetuosa, cuáles son sus quejas y cuáles sus aspiraciones, pudiendo después de esto, si no abrir del todo el corazón á la esperanza de un porvenir más dichoso, sentir al menos aligerado el peso que le oprimía el pecho, al recibir las palabras de consuelo que S. M. tuvo para ella y que le han sido trasmitidas por la misma Comisión.
Debido á un gran número de causas, que no es del caso enumerar, y que todos vosotros conocéis mejor que yo, y debido principalmente á la buena semilla sembrada por nuestros padres y por todos nosotros cultivada con fe y constancia; debido á los hábitos de trabajo que heredamos de nuestros mayores y confiamos trasmitir á nuestros hijos, Cataluña se encuentra hoy rejuvenecida y agitada por una savia poderosa que bace latir su corazón con nueva fuerza; siente en sus sienes el aleteo incesante de su alma que lucha por emprender el vuelo; de día y de noche la espolea el deseo de crecer y ponerse al nivel de los pueblos más adelantados de Europa. Estas aspiraciones, no sólo son respetables por lo legítimas, sinó que son perfectamente armónicas con los intereses de las demás provincias, hasta tal punto, que yo creo que éstas no pueden prosperar mientras haya obstáculos que impidan la prosperidad de Cataluña.
Desgraciadamente hasta ahora en las esferas del gobierno ha preponderado, en general, la idea de que los intereses literarios, jurídicos y económicos de las diferentes provincias que forman la nación, son antagónicos, y que, como consecuencia de este antagonismo, es preciso irlos sacrificando los unos á los otros, para llegar por tal medio á la uniformidad, que en el orden social y político equivaldría á la muerte de las provincias, del mismo modo que entre los hombres sólo se llega á ella cuando, extinguida la vida, se han convertido en polvo.
A estas ideas tan erróneas, á esta tendencia verdaderamente funesta y capaz de destruir el Estado más fuerte, debemos oponer los principios tan sabiamente desarrollados en la Memoria que algunos de nuestros compañeros han redactado, y de cuya aplicación resultaría el desarrollo perfectamente armónico de los intereses de todas las provincias de España, que es el fin que debe proponerse quien aspire á labrar su prosperidad.
La verdad halla siempre en este mundo obstáculos que la privan por más ó menos tiempo de manifestarse y aparecer clara y esplendente, deslumbrando á los mismos que intentaran oscurecerla y apagarla; la justicia, á pesar de sus quejas y clamores, puede verse perseguida y afrentada, pero acaba por triunfar de sus perseguidores. No debemos, pues, desesperar. Si trabajamos con fe y constancia; si, sordos siempre á la tentadora voz de las sirenas políticas, nos apartamos de toda suerte de banderías para seguir animosos el estandarte santo de la patria; si somos prudentes y refrenamos toda impaciencia, sabiendo esperar que el fruto en sazón se desprenda del árbol por sí mismo, en vez de hacerlo caer forzadamente todavía verde; si así lo hacemos, la idea que aquí nos congrega irá germinando, cada dia con más vigor, por las demás provincias, que, al conocerla, acabarán por proclamar lo mismo que nosotros proclamamos.
Sobre las turbias olas del mar siempre revuelto de la política se alza tranquila y permanente la majestuosa figura del poder Real. Cataluña ha hablado, él ha oído su voz y ha contestado. Si las memorables palabras pronunciadas por S. M. hacen que el pais abrigue la confianza de hallar en el Rey firme y seguro apoyo para realizar sus aspiraciones, que no son otras que alcanzar la verdadera estabilidad en la conservación de su rico patrimonio de creencias, leyes y costumbres, tradiciones y lengua, recuerdos y esperanzas, de todo aquello, en fin, que le da fisonomía, carácter y vida propia; así también el Rey, para realizar los altos destinos a los que la Providencia sin duda lo tiene llamado, hallará en estas fuerzas sólidas y permanentes de cada provincia un apoyo más fuerte y más seguro que el que puedan ofrecerle los partidos políticos, inconstantes como el viento, movedizos como las olas, y como ellas también de corta y efímera existencia.
Y ahora, señores, brindo por S. M. el Rey D. Alfonso, estimándole y agradeciéndole, como hijo de Cataluña, la consoladora promesa de ampararla y protejerla:
Brindo por nuestra amada Cataluña deseándole un porvenir glorioso; y
Brindo por la fraternidad y prosperidad de todas las provincias españolas.