Discurso: 8 de septiembre de 2001



<Discursos del Presidente George W. Bush


Buenos días.

Este fin de semana en Washington, mi esposa Laura será la anfitriona del primer Festival Nacional del Libro, continuando así una tradición que ella comenzó como Primera Dama de Texas. Con la presencia de autores invitados, y con eventos especiales, el Festival del Libro subrayará la importancia de la lectura y de las bibliotecas en nuestra vida nacional.

Unos días después, en la Biblioteca del Congreso, ella y yo seremos los anfitriones de la Asamblea de la Casa Blanca sobre la Lectura. Daremos cita a académicos y educadores comprometidos a la causa de enseñar a leer a todos los niños. Habiendo sido maestra, la Primera Dama es una campeona apasionada de la lectura. Ella y yo - y toda mi Administración - consideramos que enseñar a leer a todo niño es un elemento crítico para asegurar que todo niño tenga la oportunidad de realizar el sueño Americano.

Después de todo, la lectura es la habilidad educativa más básica. Y enseñar a leer es la obligación más básica que tiene cualquier escuela. Sin embargo, pruebas realizadas este año mostraron que casi las dos terceras partes de los niños Afro-Americanos en cuarto grado no pueden leer a un nivel básico. Y que el desempeño global en la lectura básicamente no ha mejorado en los últimos diez años.

El poder leer es lo que transforma a un niño en un estudiante. Cuando no se le enseña esta habilidad, el niño no le falla al sistema - el sistema le falla al niño. Y muchas veces ese niño se encuentra en un camino de frustración y de confianza desecha.

Los métodos que usemos para enseñar a leer son sumamente importantes. Primero, tendremos exámenes diagnósticos que ayuden en la temprana identificación de problemas de lectura desde el kindergarten hasta el tercer grado. Segundo, corregiremos esos problemas con una intervención que ofrezca la mejor ayuda posible a los niños. Tercero, apoyaremos la enseñanza a leer basada en investigación sólida, dándole un papel central a métodos fónicos -y asegurándonos que todo maestro esté bien capacitado en estos métodos comprobados.

Todo esto puede servir a cumplir una meta importante que he fijado para nuestro país: asegurar que todo niño sea capaz de leer una vez que termine el tercer grado.

Cumplir con esta meta requiere no sólo aliciente a nuestras escuelas, sino también recursos. Y mi presupuesto los proporciona. En total, he pedido al Congreso que apruebe tres veces la cantidad de dinero federal disponible en la actualidad para programas de lectura en los Estados Unidos.

También debemos inculcar responsabilidad y normas elevadas en todas las escuelas públicas. En el fondo de todas mis reformas educativas existe la convicción de que todo niño puede aprender si se le da la oportunidad. Cuando nuestras expectativas son elevadas, los niños de este país sabrán alcanzarlas.

Estoy de acuerdo con el Congreso que debemos aumentar nuestros gastos para educación. Pero algunas personas, para quienes los aumentos de este año posiblemente no sean suficientes, están amenazando con obstruir estas reformas tan necesarias. Esta es una táctica del pasado en Washington que no ha funcionado para nuestro país, ni tampoco, para nuestro gran pesar, para nuestros niños. Después de muchos años de debate, el pueblo Estadounidense está contando con nosotros para cumplir nuestra promesa de reformar las escuelas públicas.

Tanto la Cámara de Representantes como el Senado han aprobado buenas leyes que responsabilizan a las escuelas y que exigen resultados. La labor más ardua ya la realizamos. Ahora tenemos una buena oportunidad de aprobar una reforma educativa basada en buenos principios. Cuando el Congreso me envíe esa ley, la firmaré. Y le pido al Congreso que me la envíe sin demora.

Gracias por escuchar.


Este documento pertenece al Gobierno de los Estados Unidos de América y se encuentra en dominio público.