Discurso: 5 de julio de 2008
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Buenos días. Este fin de semana, los estadounidenses están celebrando el aniversario de la independencia de nuestra nación. Hace doscientos treinta y dos años, nuestros fundadores se congregaron en Filadelfia para proclamar que todos los hombres son creados iguales y que el Creador les otorga los derechos inalienables a la vida, la libertad y búsqueda de felicidad.
Fue Thomas Jefferson quien escribió esas palabras imperecederas. Ayer, celebré el Cuatro de Julio en Monticello, la residencia de Jefferson en Virginia. Durante mi visita, presencié un acontecimiento que habría llenado de orgullo al autor de la Declaración de Independencia. En el jardín de Monticello, más de 70 hombres y mujeres de decenas de países levantaron la mano de derecha para tomar el juramento de ciudadanía estadounidense. Juraron fidelidad a la Constitución. Prometieron defender las leyes de Estados Unidos. Y nos recordaron a todos los allí presentes que la promesa de Estados Unidos está al alcance de todos.
Estos nuevos ciudadanos provienen de países muy diversos, entre ellos Birmania, Noruega e Iraq. Estos nuevos ciudadanos son prueba de que no existe una raza estadounidense, sino un credo estadounidense. En Estados Unidos, creemos en los derechos y la dignidad de cada persona. Creemos en la imparcialidad de la justicia, un gobierno limitado y el imperio de la ley. Y creemos en la responsabilidad personal y la tolerancia hacia los demás. Este credo de libertad y equidad ha enaltecido la vida de millones de estadounidenses, sean ciudadanos por nacimiento o por elección propia.
Este credo de libertad ha requerido de defensores valientes. Y provienen de cada generación de estadounidenses: desde los soldados que lucharon por la independencia en Bunker Hill y Yorktown, hasta los estadounidenses que rompieron las cadenas de la esclavitud... liberaron Europa y Asia de la tiranía... y derrocaron el Imperio del Mal. Los pobladores de este gran país siempre se han ofrecido a defender la libertad.
Hoy en día, los hombres y mujeres de las fuerzas armadas de Estados Unidos continúan esta orgullosa tradición de defender la libertad. En lugares como Afganistán e Iraq, muchos arriesgan la vida todos los días para proteger a Estados Unidos y defender el principio de que la libertad humana es el derecho natural de todas las personas y un don otorgado por el Todopoderoso. Estos valientes estadounidenses hacen posible que Estados Unidos continúe siendo una sociedad libre. Por lo tanto, este Cuatro de Julio, tenemos una deuda especial de gratitud con todos los que llevan el uniforme de Estados Unidos. Y les damos las gracias a sus familias por apoyarlos en este momento crucial para nuestra nación.
El Cuatro de Julio es un día en que todos los estadounidenses hacen una pausa para compartir el orgullo colectivo por nuestro país. Vivimos en una nación fundada por el poder de una idea... una nación donde sólo la imaginación es el límite para las oportunidades... y una nación que ha hecho más que cualquier otra por propagar la luz de la libertad por todo el mundo. Hoy, esa luz brilla tan esplendorosamente como lo hizo en 1776. Y con "la protección de la Providencia Divina" continuará brillando esplendorosamente durante muchas generaciones.
Gracias por escuchar.
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