Discurso: 17 de marzo de 2007


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Buenos días. En tiempos de guerra, la obligación más importante del Congreso es financiar a nuestros combatientes, y la próxima semana, la Cámara de Representantes comenzará a debatir un proyecto de ley sobre el presupuesto de emergencia para la guerra.

El propósito de esta ley debe ser darles a nuestras tropas en el frente los recursos, fondos y equipo que necesitan para luchar contra nuestros enemigos. Desafortunadamente, algunos en el Congreso están usando esta propuesta como una oportunidad de controlar las decisiones de nuestros comandantes militares... forzar una retirada precipitada de Iraq... y gastar miles de millones de dólares en proyectos nacionales que no tienen ninguna relación con la guerra contra el terrorismo.

Nuestros soldados necesitan urgentemente que el Congreso apruebe los fondos de emergencia para la guerra. En semanas recientes, nuestro país ha comenzado una nueva estrategia en Iraq. Bajo el liderazgo del general David Petraeus, nuestras tropas han iniciado una misión difícil y peligrosa para ayudar a los iraquíes a proteger su capital. Este plan aún se encuentra en las etapas iniciales, pero ya estamos viendo señales de progreso. Soldados iraquíes y estadounidenses han detenido a más de 700 personas afiliadas con extremistas chiítas. También han puesto en marcha operaciones enérgicas contra los extremistas suníes. Y han descubierto grandes reservas clandestinas de armas que podrían haberse usado para matar a nuestros soldados.

Éstas son buenas señales. Y a medida que estas operaciones se desarrollen, ayudarán al gobierno de Iraq a estabilizar el país... reestructurar la economía... y avanzar en la labor de la reconciliación política. Sin embargo, el proyecto de ley que el Congreso está considerando menoscabaría los esfuerzos del general Petraeus y las fuerzas a su mando, precisamente cuando estas operaciones críticas de seguridad están poniéndose en marcha.

En primer lugar, el proyecto de ley impondría condiciones arbitrarias y restrictivas en el uso de los fondos para la guerra, y requeriría la retirada de tropas para fines de este año si no se cumplen estas condiciones. Estas restricciones atarían de manos a nuestros generales sobre el terreno al negarles la flexibilidad que necesitan para modificar sus operaciones según la situación cambiante en el campo de acción. Y estas restricciones sustituirían las decisiones ponderadas de nuestros comandantes militares por los mandatos del Congreso.

Incluso si se cumpliera con cada una de las condiciones exigidas en este proyecto de ley, todavía se requeriría que todas las fuerzas estadounidenses, excepto algunas con objetivos muy limitados, se retirasen el próximo año, independientemente de la situación en Iraq. Las consecuencias de imponer un calendario tan artificial serían desastrosas. El secretario de Defensa Robert Gates recientemente le dijo lo siguiente al Congreso: Fijar una fecha exacta para retirarnos sería "esencialmente decirle [al enemigo] cuánto debe esperar para nuestra partida". Si las fuerzas estadounidenses se marcharan de Bagdad antes de que haya más seguridad, la escala y el alcance de los ataques aumentarían y se intensificarían. La violencia se propagaría y se extendería por todo el país, y con el tiempo, esta violencia podría afectar a toda la región. El enemigo surgiría envalentonado del caos, con refugios nuevos... reclutas nuevos... recursos nuevos... incluso mayor determinación de hacerle daño a Estados Unidos. Ese resultado sería una pesadilla para nuestro país.

En segundo lugar, el proyecto de ley eliminaría fondos para las Fuerzas de Seguridad de Iraq si los líderes iraquíes no cumplen con las condiciones estrictas impuestas por el Congreso. Esto no tiene sentido. Los miembros del Congreso han dicho a menudo que los iraquíes deben asumir mayor responsabilidad en su propia seguridad, y estoy de acuerdo con ellos. Sin embargo, los congresistas tienen que elegir: No pueden decir que los iraquíes deben hacer más, y luego quitarles los fondos para ayudarlos a hacerlo. Iraq es una democracia joven que está luchando por su supervivencia en una región vital para la seguridad estadounidense. Quitarles el apoyo a sus fuerzas de seguridad en este momento crítico pondría en peligro nuestra propia seguridad.

En tercer lugar, se incrementaría en miles de millones de dólares los gastos internos, con partidas no relacionadas en absoluto con la guerra. Por ejemplo, el proyecto de ley de la Cámara de Representantes asignaría 74 millones de dólares al almacenaje de cacahuates... 48 millones de dólares a la Agencia de Servicios Agrícolas... y 35 millones de dólares a NASA. Estos programas no tienen cabida en una propuesta de fondos de emergencia para la guerra. El Congreso no debe permitir que el debate sobre gastos nacionales retrase los recursos para nuestras tropas en el frente. Y los congresistas no deben usar el dinero de nuestras tropas para ejercer presión para la aprobación de gastos que responden a intereses particulares para sus distritos.

Somos una nación en guerra, y las mayores responsabilidades recaen en nuestras tropas sobre el terreno. Sin embargo, nosotros en Washington también tenemos responsabilidades. El general Petraeus recibió la confirmación del Senado sin un solo voto en contra, y él y sus tropas necesitan estos recursos para triunfar en su misión. Muchos en el Congreso dicen que apoyan a las tropas, y les creo. Ahora tienen la oportunidad de mostrar ese respaldo con hechos, además de con palabras. El Congreso debe aprobar los fondos de emergencia para nuestros soldados, sin imponer condiciones ni causar retrasos. Si me remiten un proyecto de ley que disponga lo contrario, lo vetaré.

Gracias por escuchar.


Este documento pertenece al Gobierno de los Estados Unidos de América y se encuentra en dominio público.