El Tesoro de la Juventud (1911)
El libro de la Poesía, Tomo 18
Dios.
de Abigail Lozano

Nota: se ha conservado la ortografía original. DIOS


Esta es una de las composiciones más conocidas y celebradas del poeta venezolano Abigail Lozano (1821-1866).

¡S

EÑOR!, en el murmullo lejano de los mares

Oí de tu palabra la augusta majestad;
Oíla susurrando del monte en los pinares
Y en la de los desiertos callada soledad.

Tu voz cruza en las brisas, y en el perfume leve
Que brota a los columpios de la silvestre flor;
Tu sombra entre las aguas magnífica se mueve;
¡Tu sombra, que es tan sólo la inmensidad, Señor!

Tú diste a la esperanza las formas de una fada;
Purísima inocencia le diste a la niñez;
Si diste sed al hombre, le diste la cascada;
Si el hambre, en cada espiga la aprisionada mies.

Tú diste a la montaña su soledad augusta,
Su sombra gigantesca, su religiosa paz;
El estampido al trueno, que el corazón asusta;
Su brillo a las estrellas, reflejo de tu faz.

Y diste al hombre acentos para cantar tu Hosanna
Cuando la negra noche le pide una oración;
Mas calla el hombre entonces; por eso en la montaña
Los pájaros te ofrecen universal canción.

   Tú hicistes esas playas que ciñen los contornos
Del mar, que en vano intenta salir de su nivel;
Y diste al Cotopaxi sus inflamados hornos
Que imitan los horrores del antro de Luzbel.

   Tu nombre en el espacio lo escriben los cometas
Con cifras misteriosas que el hombre no leyó,
Porque jamás supieron ni sabios ni poetas
El inmortal arcano que en ellas se encerró.

— ¡Jehová!... dicen las brisas; ¡Jehová! dice el torrente;
¡Jehová! dicen los Andes, y el huracán, ¡Jehová!
Y todas las criaturas te llevan en su mente.
Porque doquier impreso tu santo nombre está.

Yo sé que tú inflamaste los soles del vacío;
Que sólo el derramado, sonoro y ancho mar,
Con sus gigantes voces podrá, no yo. Dios mío,
Al son de las borrascas tu gloria celebrar.

¡Señor! cuando en mis horas de soledad y duelo
Se bañe en sus tristezas mi pobre corazón,
Aleja tú las nubes, mientras remonta el vuelo
Hacia tu santo alcázar, mi férvida oración.