Diego Centeno
Vino al Perú, dos años después del asesinato de Atahualpa, en la expedición de Pedro Alvarado; y Pizarro le dispensó desde el primer día su poderoso amparo. Por eso, en las batallas de Salinas y de Chupas, lo hallamos combatiendo bizarramente contra los almagristas.
Comprometido al principio en la revolución de Gonzalo, cambió pronto de bandera, ajusticiando, como hemos referido, á Francisco de Almendras. La Gasca dió á Centeno el mando de una división, la que en diversos encuentros fué siempre vencida por Francisco de Carbajal. En la batalla de Huarina, las tropas de Centeno pasaban de mil hombres, y las de Carbajal, que no llegaban á quinientos, alcanzaron la victoria. Por eso, cuando estando para morir el Demonio de los Andes, le preguntó Centeno si le conocía, le contestó Carbajal que no, porque siempre le había visto de espaldas.
En sus desgraciadas empresas contra Carbajal, que había jurado darle garrote cuando lo hubiese á mano, tuvo varias veces que caminar por muchos días, solo y á pie, entre riscos y precipicios; y una ocasión vivió más de seis meses escondido en una cueva, y debiendo el sustento á la caridad de una india y de Cornejo el Bueno.
Por fin, en la batalla de Saxsahuaman, La Gasca le confió el mando de la reserva, y pacificado el país, lo nombró gobernador del Río de la Plata. Mas la víspera del día en que iba á marchar para su destino, murió en un banquete, envenenado por uno de los deudos de Francisco de Almendras.
Diego Centeno fué un capitán organizador y activo, de carácter sanguinario á la vez que cauteloso. Poseía minas muy ricas en Potosí, y era hombre dadivoso y cortesano.