Diario histórico: 4



21. Se les exhortò con razones ya sagradas, ya politicas: es à saber, ser dèbiles las fuerzas que no corrobora la concordia: que esta nunca la habria si se buscaban nuevos motivos de desavenencia; que no se debia solamente confiar en las propias fuerzas contra un enemigo que, aunque inferior en nùmero, les aventajaba en el sitio, la destreza de las armas de fuego y la experiencia: que eran vanas tambien todas las fuerzas de los hombres, y vana la multitud, si el Señor de los ejèrcitos que nos fortalece no las protege: que entonces no hay esperanza ninguna de victoria: que Dios aborrece las enemistades: que se ahuyenta con las discordias, y se enajena ó pone uraño con las disenciones. El mismo predicador puso por egemplo su sufrimiento, que habia esperado por espacio de dos meses; y así esperasen un dia, los que habian sido esperados por meses. Callaron los capitanes, y consintieron esperar hasta el dia postrero de Pascua.


22. Los Lorenzistas volvieron otra vez con sus escusas, esponiendo la debilidad y cansancio de sus caballos, y por tanto decian, que enviarian 30 soldados al socorro, que ellos se defenderian por sus tierras, y por otra parte pelearian con el enemigo. Pareció frívola la escusa, porque los otros habian andado mas largos caminos en caballos asimismo cansados; ni parecia que se debia contemporizar con los animales, estando en peligro la tierra. Y por tanto no se admitió la escusa, y se les avisò que si tardaban, custodiasen ellos sus casas, y mirasen á lo porvenir. Tampoco pareció oportuno esperarlos, porque como estuviesen los demas distantes ò retirados, habian de causar una tardanza perjudicial, ni tan poquita gente (eran cerca de 60) podia dar tanto socorro para indemnizar el daño que se juzgaba causaria su tardanza.


23. Era ya el dia que debian llegar los Juanistas, y aun se habia pasado, y con todo no parecian, no obstante su campo apenas distaba tres ò cuatro leguas. Poco despues de mediodia, llegò del paso de San Juan el Alcalde de primer voto, que era enviado por el cabildo y los pueblos, para que tomase el gobierno en lugar del alferez real, quien mandaba su destacamento, y era el cabeza y caudillo de las disenciones; lo que ya se habia hecho saber à aquellos que mandaban en el pueblo. Luego al punto fué despachado, y se le encomendò diese priesa á los suyos: vino finalmente con algunos de ellos despues de visperas, y fué recibido como antes de ayer, de los Miguelistas. Pero se traslucia en todos su mal ánimo, porque venian sin banderas, sin pompa, y con un triste silencio; y la misma alma de la guerra, que son los tambores y trompetas, apenas resonaban. Con eso se ajustaron despues de visperas, y cada uno dió sus consejos, y pareció que todos conspiraban à una misma cosa.


24. Despues al dia siguiente, que era el 17 de Abril, al salir el sol, invocaron el Santo Espíritu del Señor con una misa solemne, y del modo que permitia el tiempo: no faltaron quienes se fortaleciesen con el sacramento de la penitencia y comunion. Despues hecha señal, enlazaron los caballos, los ensillaron, quitaron las tiendas, fueron à la capilla, y se ofrecieron al Señor con las oraciones y ritos que acostumbra esta gente. Finalmente á la falda del collado se formaron los escuadrones, pasaron revista, los numeraron, y no pareciò estaba entero ò cumplido el ejército, porque aun no habian pasado el rio los escuadrones de San Juan, ni los que estaban allí salian de sus reales, demostrando su ànimo no aplacado bastantemente. Los que entonces estaban presentes, pareciò que llegaban al nùmero de 200, debiéndose aumentar á 500 mas, luego que se juntasen todos. Entretanto se emprendiò el camino con alborozos, à son de trompetas y cajas.


25. Pasado el rio Guacacay Chico, al pié de las mismas montañas, se hizo noche siete leguas distantes de la estancia de San Borja: la siguiente se hizo pasados los cerros de _Araricá_. Habiendose llegado á este sitio, salieron al encuentro los exploradores, los que allì fijaron un palo, y trajeron por novedad que el enemigo habia fortificado el bosque con faginas y garitas de tierra, y que no pasaban el número de 50 hombres: empero apenas supieron decir cosa cierta. Se les mandó expusiesen todo lo que sabian; y habièndoseles pedido despues à los capitanes su parecer, dijeron que nada importaba, que ellos irian intrèpidamente confiados en el divino auxilio, en la justicia de su causa, en la muchedumbre de su gente, y tambien en la calidad de su artilleria, mayor que la del enemigo. Se hizo alto en el mismo lugar. Con todo eso, la sospecha que recientemente se tenia de algunos de los pueblos, (es à saber que habia entre los Luisistas uno que tenia secreto comercio con el enemigo) parece que se confirmaba: porque la noticia de las cosas exploradas del enemigo, habiendo solo distancia de casi tres dias de camino; las continuas quemazones de los campos, hechas por los exploradores hàcia los enemigos, y la misma tardanza en el andar de aquí, daban algun crédito à lo que se decia. Pareciò á los capitanes que debian acreditar esta sospecha, lo que se egecutó. Mas los Luisistas dieron claro indicio de su disgusto, cuando al dia siguiente, despues que se hizo el camino de casi siete leguas, acampamos en las orillas del rio Yaquí ò Phacito; porque entonces el capitan de aquel pueblo ofreciò que èl formaria el último escuadron, y mas distante del rio, y de esta suerte mejor se cortaria à los suyos cualquiera comunicacion que tuviesen con el enemigo. La disposicion fuè buena, pero la razon que se dió, manifestó el ànimo resentido del que la alegaba, porque "así (añadiò) mejor se conocerà cual sea nuestra culpa."


26. En el mismo lugar se presentò uno de los que mandaban la artilleria, y dijo no haber provision de pólvora mas que para cuatro tiros de artilleria: y este aviso causó no poco cuidado, porque pedir ahora la pòlvora á los pueblos, parecia imposible, estando distantes 100 leguas; y era verguenza, estándose ya cerca del enemigo, faltar el alma de los cañones, y mostrar las piezas mudas que no tronarian mas que una vez. Se pidió el parecer del capitan superior, mas este afirmaba que habia 17 cargas, y para cada cañon cuatro; y aun mas, fueron traidas: entonces se vió claramente la mentira del artillero; con todo se sentia la poca providencia que se habia tenido en esto.


27. El sàbado _in albis_ se empezó á pasar el rio Phacido ó Yaguì, y fué hallado mayor que lo que se habia pensado: porque en aquel lugar es mas ancho que todos los rios que corren entre estos pueblos, si se exceptuan el Paranà y el Uruguay: por tanto se tardò en pasarlo, y apenas este dia lo transitaron los Miguelistas.


28. Al otro dia, por una grande lluvia, con dificultad pasaron los Luisistas; y los Juanistas, como todavia esperasen socorro de los suyos, determinaron pasar con el ùltimo escuadron, y asì impedidos el lunes con la misma lluvia, cerca del anochecer lo vadearon à nado, llevando à hombro sus cosas.


29. Por este tiempo, pasado el Domingo, nuestros exploradores, à quienes por seguridad se mandó vigiar el campo, hallaron cinco exploradores Lorenzistas, que llegaron á los reales despues de visperas. Dijeron que tambien los suyos pasaban el rio unas pocas leguas distantes de aquì; y que tambien ellos habian de ser compañeros del ejèrcito en el camino. Uno de estos, à la primera noche, cuando todos dormian cerca del bosque, llegò herido terriblemente en la cara por un tigre: curósele, y habiendo sido enviado al pueblo, los demas se fueron à los suyos á avisarles la llegada del ejército.


30. El Martes, habiéndose disipado el granizo y la niebla, se encaminaron ocho leguas, desde las orillas del Rio Yaguí hasta el Rio Curutuy; y allí se acampó á la vista de un peñasco del monte San Miguel, llamado del Lavatorio por los Ibiticaray. La figura de este peñasco es del todo admirable, porque como desde su raiz se eleva suavemente, de repente se levanta hasta la cumbre, y en el remate se endereza á manera de pared.