Diario de un poeta recién casado/Hacia el mar


Madrid 17 de enero de 1916
I
  ¡Qué cerca ya del alma
lo que está tan inmensamente lejos
de las manos aún!

                Como una luz de estrella,
como una voz sin nombre
traída por el sueño, como el paso
de algún corcel remoto
que oímos anhelantes,
el oído en la tierra;
como el mar en teléfono...

  Y se hace la vida
por dentro, con la luz inextinguible
de un día deleitoso
que brilla en otra parte.

  ¡Oh, qué dulce, qué dulce
verdad sin realidad aún, qué dulce!


Madrid 17 de enero
II
Raices y alas. Pero que las alas arraiguen
y las raíces vuelen.


Madrid, 18 de enero
III
Mientras trabajo en el anillo de oro
      puro me abrazas en la sangre
de mi dedo, que luego sigue, en gozo,
      contigo, por toda mi carne.
¡Que bienestar! ¡Cómo mis fuertes venas
      de ti van, dulces embriagándose,
cual de una miel celeste que tuviera
      la luz en los eternos cálices
Mi corazón entero pasa, río
     Vehemente y noble, bajo el suave
anillo que, por contenerlo, en círculos
     infinitos de amor se abre


Madrid, 20 de enero
IV
Clavo débil, clavo fuerte...
Alma mía, ¡qué más da!
Fuera cual fuera la suerte,
el cuadro se caerá.


En tren, 21 de enero
V
La Mancha
  Una estrella sin luz
casi, en la claridad difusa
de la luna extendida por la niebla
vigila tristemente todavía
los olivares de la madrugada
que ya apenas se ven.
                     El campo
trastornado e informe e incoloro
en la sombra
que, gris, se va y la luz gris que se viene,
empieza vagamente e limitarse 
con el alba,

luces y colores...

                  ¡Alma mía
salida ahora de mi sueño nueva,
tierna, casi sin luz ni color aún, hoy
—como un recien nacido—
por este campo viejo que cruzaste
tantas veces
—los olivares de la madrugada—,
tantas veces, con ansia y sin sentido,
a la luz de la estrella inextinguible
de tu amor infinito, ¡cuanto tiempo
naufrago de la luna!

  ...Una estrella
vigila tristemente... todavía...
los olivares de la madrugada
...que casi no se ven
ya... en el recuerdo...