Diario Oficial de El Salvador/Tomo 74/Número 31
Sección Editorial
editarApertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional
editarAyer, a las tres de la tarde, se efectuó la apertura de las sesiones ordinarias de la Asamblea Nacional del corriente año, hallándose presentes veinticuatro Representantes.
A causa del nefando atentado de que fué víctima el señor Presidente de la República, Dr. don Manuel E. Araujo, aquel trascendental acto no pudo revestir toda la solemnidad que le corresponde.
Abierta la sesión, que fué presidida por el Presidente de la Asamblea, don Carlos Meléndez, y hallándose presentes en el salón de sesiones los señores doctor don Manuel Castro Ramírez, Ministro de Relaciones Exteriores, Justicia y Beneficencia, y Dr. don Teodosio Carranza, Ministro de Gobernación, Fomento, Instrucción Pública y Agricultura, y los señores doctor don José María Peralta, Subsecretario de la Guerra, encargado del Despacho; Dr. don David Rosales, Subsecretario de Gobernación; Sr. don Alfonso Quiñónez, Subsecretario de Beneficencia y Fomento; don Manuel J. Iraheta, Subsecretario de Hacienda y Crédito Público, Dr. don Gustavo S. Barón, Subsecretario de Instrucción Pública. El señor Ministro Dr. Castro Ramírez, a nombre del señor Presidente Dr. Araujo y del Consejo de Estado, manifestó a la Representación Nacional, que el ilustre gobernante deploraba que, por hallarse en el lecho del dolor, no le fuera posible asistir a la apertura e iniciación de las tareas legislativas y dar cuenta en el Mensaje, de todos los trabajos llevados a cabo en el año próximo anterior en los diferentes Ramos del Gobierno.
Y afirmó el Dr. Castro Ramírez, por especial encargo del Sr. Presidente, y de sus honorables colegas, que el orden ha permanecido inalterable en el país y que, a la sombra de la paz y merced al régimen legal establecido, los poderosos elementos de riqueza y progreso nacionales, han sido maravillosamente desarrollados e impulsados por el Gobierno, cuyos propósitos ha sabido comprender el pueblo salvadoreño.
Agregó el Canciller salvadoreño que El Salvador empieza a cosechar los generosos frutos de la paz y del trabajo y, con frases sentidas, trasmitió a al Honorable Asamblea Nacional, los nobilísimos sentimientos del Sr. Presidente, tendentes, hoy más que nunca, a dedicar todas sus energías al bien del país, cuyo crédito y cuyo buen nombre ocupan ya puestos distinguidos en los fastos mundiales, protestando que, no obstante sus anormales circunstancias, está en plena vitalidad para secundar las tareas patrióticas de la Asamblea.
Breve y precisa fué la observación del inteligente señor Ministro de Relaciones Exteriores, dando cabal idea de las fecundas labores gubernamentales en el año de 1912, y concluyó manifestando a los señores Diputados que el señor Presidente remitirá en breve, el Mensaje Presidencial a fin de que la Honorable Asamblea se entere de este documento revelador de la intensidad de la vida nacional.
Contestó el señor Presidente de la Asamblea, el distinguido ciudadano don Carlos Meléndez, haciendo presente, a nombre de sus honorables colegas, que aquel alto Cuerpo deplora y excecra el salvaje atentado de que ha sido víctima el señor Presidente, cuya labor como Jefe del Ejecutivo de la República está informada por altos ideales de progreso y patriotismo.
Pasó en seguida la Honorable Comisión especial de la Asamblea a la Mansión Presidencial para hacer acto de presencia y evidenciar su participación honrada y sincera en la pena que aflije a la Nación, y en sus especiales sentimientos de simpatía hacia la persona del señor Presidente, llevando imbíbita esta manifestación, la condenación más enérgica por ese crimen sin segundo en nuestra historia política.
El órgano oficial a nombre del Supremo Gobierno, saluda respetuosamente al Congreso Nacional, deseándole el mayor éxito en sus importantes tareas.
La opinión del país ante el horrendo atentado contra la vida del señor Presidente Dr. Araujo
editarAl tenerse noticia en los diversos Departamentos de la República acerca del monstruoso atentado contra el señor Presidente doctor Araujo, una conmoción profunda ha puesto en agitación todas las secciones del país.
Pocas horas después del hecho empezaron a recibirse despachos telegráficos por centenares, de particulares y oficiales, y en todos ellos palpita un hondo sentimiento de indignación ante la salvajez del hecho delictuoso.
Y de esa misma manera, hora tras hora, la red telegráfica ha seguido vibrando con intensidad, trayendo de todos los extremos del país la expresión del sentimiento público impregnado de tremendas cóleras.
Un grito de unánime reprobación se alza por doquiera y voces de adhesión al Gobierno, de todas las Municipalidades y de la gran mayoría de particulares, evidencian el deseo del país, de contribuir al mantenimiento del orden y de la normalidad más completa.
Y esa agitación que en otra época, pudo haber sido márgen para trastornos y motines sangrientos, se ha mantenido entre los términos de la mejor serenidad, rodeando hasta en los últimos villorrios a las autoridades legítimas.
De ahí que el curso regular de toda la vida de la Nación, en sus diversos aspectos, haya continuado imperturbable y no haya padecido interrupción ninguno de los servicios públicos, ni los negocios del comercio, ni las labores agrícolas.
Plácenos, pues, consignar esa alta muestra de civismo que ha dado el pueblo salvadoreño en esta terrible emergencia que pantentizará, ante el mundo, la