Diario Oficial de El Salvador/Tomo 70/Número 50
Sección Editorial
editarLa solemne trasmisión de la Presidencia y Vicepresidencia de la República
editarde la Presidencia y Vicepresidencia
de la República
En cumplimiento de los mandatos constitucionales, ayer, á las 10 a. m., se efectuó, ante el soberano Congreso Nacional, la solemne trasmisión de la Presidencia y Vicepresidencia de la República, invistiéndose de esos elevados cargos á los ciudadanos doctor don Manuel Enrique Araujo y señor don Onofre Durán.
El acto revistió, en alto grado, ceremonial regio, cual convenía al afianzamiento del principio republicano de la Alternabilidad, al cual supo rendir cumplido homenaje el señor ex-Presidente General don Fernando Figueroa.
Asistieron: todo el personal del Congreso, de la Suprema Corte de Justicia, Secretarios y Subsecretarios de Estado, Tribunal Superior de Cuentas, Cuerpo Diplomático, Cuerpo Consular, militares de alta graduación, personal, inferior, del tren Administrativo, delegaciones municipales, colonias extranjeras, ciudadanos distinguidos y lo mejor de la sociedad femenina elegante del país.
El local interior del Palacio Nacional fue decorado con gusto, severidad y arte exquisitos, dignos de una ceremonia que perdurará en los fastos de El Salvador, por su magnificencia, por su alta finalidad y por la lección edificante que entraña para las actuales y futuras generaciones.
El señor ex-Presidente General Figueroa, en el momento en que se despojó de sus insignias republicanas, apareció transfigurado y el inmenso pueblo congregado en su derredor supo rendirle, con sus entusiastas vìtores, el galardón á que se ha hecho acreedor. Sus palabras dirigidas al Congreso son reveladoras de su sinceridad de patriota, amante antes que todo, de las glorias del a Nación, que hoy entra con el Presidente Dr. Araujo en una nueva senda, siguiendo los progresistas ideales que informan las orientaciones de las sociedades modernas.
El nuevo Jefe de la Nación, al serle impuesta la banda presidencial, recibió también del pueblo la ovación á que es merecedor y dió lectura, de manera elocuente, á su brillante Manifiesto, en que resume sus nobilísimos propósitos de corresponder dignamente á la confianza depositada en él por el Pueblo Salvadoreño. Es ese un documento de importancia que ya merece, y seguirá mereciendo, indudablemente, el aplauso de propios y extraños, en esta hora histórica.
El señor Presidente del Congreso leyó la alocución de estilo, por la cual, como Representante del Pueblo, confirma la investidura oficial del Dr. Araujo y hace patentes las congratulaciones y homenajes á que le da derecho el elevado cargo que se le ha confiado.
Terminada la ceremonia y cuando aún no se había extinguido el eco de las salvas de artillería que saludaban al nuebo Dignatario del Estado, la concurrencia desfiló rumbo á la Iglesia Metropolitana, donde el Jefe de la Iglesia Salvadoreña y su Venerable Cabildo Eclesiástico oficiaron un solemnísimo Te Deum, en honor de la fecha republicana.
Todo revistió esplendor, y el Presidente Dr. Araujo y el ex-Presidente General Figueroa, asociados del señor Vicepresidente don Onofre Durán, regresaron á la Mansión Presidencial por entre la valla que formó el Ejército uniformado de rigurosa gala.
Tal fué el imponente acto de ayer, llamado á tener gran resonancia en los demás Estados de nuestra antigua Gran Patria, al ser conocidos los documentos oficiales dados á la publicidad con ese motivo, y los cuales se registran en las columnas de este periódico.
Por otra parte, ayer mismo comenzó sus arduas labores el nuevo Presidente, y su primer acto fue organizar, aunque de manera provisional, su Gabinete. En otro lugar aparece el Decreto respectivo.
Por el personal que ha llamado para que inicie su obra administrativa, se descubre, muy claramente, el bueno y generoso propósito de atraer, sin distinción de filiación política, á los sanos y jóvenes elementos con que cuenta el paìs, que de seguro querrán colaborar eficazmente á desarrollar los planes de reforma que se necesitan para no desviar el sendero de paz y orden que está trazado.
Como se verá por el decreto aludido, el Jefe del POder Ejecutivo y Comandante General de la República, ha asumido la suprema dirección de las Secretarías de Estado, creando, además, el Departamento de Agricultura, que ya era de imperiosa necesidad por el creciente adelanto de ese ramo nacional.
Y ya, que escribimos estas líneas, cúmplenos advertir que el Diario Oficial, al iniciarse el nuevo período administrativo, se constituirá en el vocero verdadero del Gobierno, imprimiéndole carácter informativo, en la esfera oficial se entiende, para que todos los pasos del Jefe Supremo y de su Gabinete estén á la faz de la Nación Salvadoreña.
Presidente Constitucional de la República.
Que para dar al Gobierno una organización que corresponda al espíritu eminentemente nacional de que está animado el Jefe del Estado, cree éste conveniente resumir, por ahora, en la persona del Presidente y Comandante General de la República los diferentes Departametnos del Gobierno, nombrando entre tanto, Subsecretarios de Estado que actúen en los asuntos públicos, bajo su suprema dirección,
POR TANTO:
DECRETA:
Artículo 1º.—El Presidente de la República y Comandante General del Ejército asume provisionalmente el ejercicio directo de los Departamentos del Poder Ejecutivo.
Artículo 2º.—Nómbranse, Subsecretario de Relaciones Exteriores, al doctor don Manuel Castro Ramírez; Subsecretario de Justicia y Beneficencia, al doctor don José An- tonio Castro; Subsecretario de Instrucción Pública, al doctor don Gustavo S. Barón; Subsecretario de Gobernación, al doctor don Cecilio Bustamante; Subsecretario de Fomento, al señor Ingeniero don José María Peralta Lagos; Subsecretario de Hacienda y Crédito Público, al señor don Carlos García Prieto, y Subsecretario de Guerra y Marina, al doctor don Eusebio Bracamonte.
Artículo 3º.—Créanse el Departamento de Agricultura como Ramo especial de Gobierno, y se nombra Subsecretario de dicha Cartera, al señor don Miguel Dueñas.
Artículo 4º.—Nómbrase Secretario Privado de la Presidencia de la República, al doctor don Salvador Rodríguez González.
Dado en el Palacio Nacional: San Salvador, á primero de marzo de mil novecientos once.
Palacio Nacional: San Salvador, 1º. de marzo de 1911.
Alas diez de la mañana de este día he tomado posesión de la Presidencia de la República y Comandancia General del Ejército; y quiero que mi primer acto de Gobierno no sea dirigirme á U., para conocimiento de las autoridades y pueblos de su circunscripción, significándoles el firme propósito que abrigo de cumplir en la medida más amplia los altos deberes que la Constitución y demás leyes imponen al Jefe del Estado. Entre esos deberes priva para mí el de ofrecer á todos mis conciudadanos la seguridad legal del ejercicio de los derechos individuales bajo el amparo y protección de las autoridades constituidas; así como también el vivo anhelo que me anima de que todos los salvadoreños gocen de garantías y de los beneficios que se derivan de la práctica genuina del Gobierno republicano y democrático instituido por nuestra Carta Fundamental.
En tal virtud, se servirá U. dar á conocer por bando las anteriores prevenciones en todos los pueblos de su jurisdicción, esperando que sin pérdida de tiempo dicte U. las providencias conducentes á la realización de los fines y propósitos que dejo anotados.
Ofrezco á U. los votos de mi estimación especial con que me suscribo su atento y seguro servidor,
Documentos Oficiales
editarPalabras del señor Presidente Figueroa al Congreso
editarFigueroa al Congreso
En estos momentos solemnes para la Nación, vengo á depositar en vuestras manos los poderes constitucionales de Presidente de la República que me fueron conferidosp or el sufragio de los pueblos y que he ejercido durante cuatro años de acuerdo con la Constitución y con las leyes; y al declinar en el seno de la Soberanía Nacional el depósito sagrado del Mando Supremo para que vosotros lo trasmitáis al elegido por la voluntad de la Nación, desciendo á la vida privada con la satisfacción de haber empeñado á toda hora las energías de mi alma para impulsar al País por el sendero de su adelanto moral y material.
La historia dirá si el Poder legal con que fuí investido por el voto de mis conciudadanos ha sido ejercitado en beneficio de los pueblos y para honra de la República.
Mientras tanto, no me resta sino elevar á la Providencia mis fervientes votos porque el reinado de las instituciones constitucionales se afiance en el alma de la Nación y el imperio del orden y de la paz se fortifique en el pensamiento de la sociedad, al amparo de este acto trascendental de la trasmisión del Poder que impulsa y vigoriza el espíritu de la democracia en la conciencia nacional.
San Salvador, marzo 1º. de 1911.
Manifiesto leído ante la Asamblea Nacional de El Salvador por el doctor don Manuel E. Araujo
editarLEIDO ANTE LA ASAMBLEA NACIONAL DE EL
SALVADOR POR EL
DOCTOR DON MANUEL E. ARAUJO,
AL HACERSE CARGO DE LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA
Habéis puesto en mis manos las insignias del Poder Supremo, en nombre del Pueblo Salvadoreño, invistiendo mi humilde condición de ciudadano con los esplendores de su propia soberanía. El testimonio ya ejecutoriado de honra tan relevante, expedido á mi favor por el Sufragio Popular, exalta mi gratitud para rendir ante la Majestad de la Nación el homenaje de mi profundo reconocimiento.
En virtud de las facultades que se me confieren en la honorífica credencial, quedan desde este momento bajo mi cuidado y custodia los grandes y delicados intereses de la Patria. Debo conservar con esmero esos tesoros de valor inapreciable, para que, llegada la época, pueda devolverlos incólumes como sagrado depósito, tanto más caro y sagrado, cuanto que él representa el esfuerzo que acumularon nuestros patriotas, sin omitir sacrificio, para conquistar la libertad é implantar en nuestro suelo las prácticas republicanas.
La familia de las naciones tiende cada día á estrechar más fuertemente los vínculos fraternales, haciendo efectiva la solidaridad entre los pueblos, para que puedan cumplir su alto destino como factores del progreso y la civilización. El Salvador, aunque pequeño por su territorio, tiene ya significación internacional, gracias á la sensatez y lealtad de su diplomacia y á su actitud digna y respetuosa ante las demás naciones civilizadas. Yo, que juzgo de interés primordial el acercamiento de los países por una franca y sincera amistad, me esforzaré por todos los medios que la cultura y la honradez aconsejan por conservar y ensanchar las relaciones que felizmente existen entre la Nación Salvadoreña y las demás, sobre todo las que, por razones de origen, de raza y de común destino, están vinculadas estrechamente por lazos de afinidad con nuestro Pueblo. Declaro, pues, solemnemente, que en el período administrativo que hoy comienza, el Gobierno de la República será para los otros un amigo sincero y leal.
Siendo tan dilatada la órbita de mis atribuciones como Mandatario del Pueblo, cúmpleme atender por igual todos los ramos administrativos, dentro de los límites que las leyes me prescriben, respetando y haciendo respetar la independencia que el derecho otroga á cada uno de los Poderes de la Nación; porque nada altera tanto el organismo social como las medidas restrictivas que un Poder oponga á la esfera de acción de los demás. Los POderes se deben considerar á manera de Estados federados con leyes propias de su exclusiva aplicación, y vinculados solidariamente para todo aquello que tienda á la vida provresiva de los pueblos, porque sólo en ésta forma se puede mantener el equilibrio de lsa opuestas opiniones; sólo así se pueden hacer, prácitcas las teorías de la democracia, sólo así se puede establecer el imperio del orden y afianzar la Paz para el desarrollo de todos los elementos de prosperidad y de riqueza como bases positivaas del bienestar nacional.
La conservación de la Paz será uno de mis mayores cuidados, porque es el bien más precioso de los pueblos y porque únicamente en su seno encuentran seguro abrigo las Instituciones y terreno fecundo los impulsos del trabajo. Pero quiero que esa Paz sea la consecuencia lógica de un régimen fundado en la sujeción del indivíduo á la autoridad y en la sujeción de la autoridad al derecho. La Paz que yo proclamo es la Paz de la Ley y de la Justicia, dentro de la cual sea el orden el que sirva de base firme á la libertad, limitada únicamente por la frontera natural del derecho ajeno y por el respeto que se debe á los Representantes de los Poderes del Estado.
Por desgracia, una finalidad tan indispensable para la conveniencia social y á la que aspiran los que actían de buena fe en la obra de civilización, suele perderse de vista por aquellos que, no teniendo confianza quizá en sus propios prestigios para alcanzar legalmente las alturas del Poder, abandonan los amplios caminos que expedita la Ley á las legítimas ambiciones, y se arrojan desatentadamente á la recuelta y al motín como el medio más fácil de obtener el logro de sus propósitos; surgiendo de aquí una situación sediciosa que rompe la armonía del derecho y de las leyes, sofocando en su origen los gérmenes de la virtud republicana.
Aguardo ansiosamente no ver quebrantada la Paz de la República durante el tiempo que permanezca al frente del Poder Ejecutivo; pero si no obstante la actitud lealmente benévola que mi Gobierno asume, se intentara subvertir, ó se alteraran en efecto, el orden y tranquilidad de la Nación, podéis estar seguros, señores Diputados, de que para restablecerlos emplearé con mano firme y sin cntemplaciones de ningún género, las disciplinas que la Ley autoriza, y según la gravedad de las circunstancias iré más allá del cumplimiento de ellas.
El Poder Judicial, Tribunal Supremo del Derecho y de la Justicia, será siempre objeto de mi respetuosa consideración. En él radican las garantías de nuestra sociedad y cerca de él estaré para prestarle el apoyo eficaz de mi autoridad y mantener sus fueros y preeminencias, siempre que los reclamen la rectitud y la justicia de sus fallos. Vigilaré con celo en torno del santuario en que ejerza su augusto ministerio, para mantener vívida la antorcha deslumbradora del derecho.
Conociendo que el atraso moral y material de los pueblos está en razón directa de su ignorancia, y que ningún país puede ser autónomo mientras no comprenda que tiene derechos y obligaciones que debe exigir y llenar, me esforzaré en difundir la instrucción en todos los pueblos de la República, no para que se fabriquen académicos, sino porque quiero la instrucción, deseo la luz para las inteligencias, y por eso pondré empeño en su expansión á fin de que desaparezca esa vilipendiosa mendicidad del alma y cesen la esclavitud y el hundimiento vergonzoso de la dignidad; para que se acabe y no vuelva jamás ese desfallecimiento ó vértigo ominoso que producen con crueldad feroz é implacable, en las conciencias ignaras, los despotismos y las imposturas. Un pueblo instruido, es un pueblo salvado que deja de ser un sofísma en el concurso intelectual de las naciones.
He de rodearme de ilustrados y activos colaboradores para esta obra regeneradora que tendrá mi atención muy preferente, pues el lauro que más ambiciono es el de merecer, junto con el amor de la juventud estudiosa, por cuyo progreso velaré siempre, el que mi nombre vaya vinculado al florecimiento de las ciencias y de las letras, y a la implantación efectiva de la enseñanza primaria en mi país. No omitiré sacrificio alguno para dar cima á estos propósitos que considero de capital importancia en mi programa, por lo que significan para la honrosa prosperidad de la Nación, y porque ellos constituyen el ideal de quien, como yo, ha sido devoto ferviente de las conquistas de la inteligencia.
Para el mantenimiento regular del servicio de tantos y tan variados ramos de la Administración, me propongo estudiar de modo escrupuloso la manera de mejorar la Hacienda, sin que para efectuar esta mejora tenga que crear ó imponer nuevos recargos además de los muchos que ya pesan sobre el pueblo. Al contrario, trataré de reducir lo más posible el presupuesto en todo aquello que no ocasione daño alguno al orden administrativo. Estableceré una economía rigurosa y bien llevada, bien entendida, que sabiendo aplicarla y mantenerla firmemente, ofrecerá un acopio de riqueza que antes se ha tirado al vacío.
La Economía Política, como ciencia, señala á las naciones principios sabios á los que deben sujetarse los problemas económicos, siendo, sin duda, el primordial de ellos de de no gastar más de lo que se produce; y el patriotismo, como elevado sentimeinto exige de todos los ciudadanos la virtud de mirar el Tesoro Nacional como arca santa, confiada á la custodia de una honradez incorruptible.
Bajo tales princpios comenzaré la organización de la Hacienda Pública, sin que haya influencias de ningún género que me hagan cambiar de sistema. Oportunamente conocerá el pueblo salvadoreño el plan rentístico y moralizador que tengo en mira. y que se deriva de ingentes necesidades que urge llenar, de obligaciones que hay que cumplir, de abusos que deben extirparse y de reformas que exige el progreso económico del país, en armonía con la bienandanza de los ramos productores de ese progreso.
La agricultura, que es la fuente más abundante de riqueza en todos los países, será eficazmente protegida y garantizada por ordenanzas especiales que no sólo presta seguridad al capital y al trabajo y mo[...]quea su estructura, sino que establezcan ciertas prerrogativas en favor del agricultor y del jornalero, particularmente de este último, cuya condición mísera y precaria reclama con urgencia perentorio y eficaz auxilio.
Dirigiré una acción concreta é intensa en pro de las Artes, las Industrias y el Comercio, como medios de prosperidad y elementos civilizadores del país.
Para imprimir movimiento á nuestros agentes productores y alentar la actividad de nuestro pueblo, se hace indispensable mantener las actuales víás de comunicación y construir algunas nuevas, que favorezcan y expediten la extracción de los productos que constituyen la riqueza del país. El ferrocarril central que nos pondrá en contacto con nuestros ricos pueblos de Oriente; el ferrocarril de Santa Ana á Metapán para entroncarlo con el del Norte de Guatemala, aproximándonos á los Estados Unidos y á Europa; el ferrocarril de Santa Ana para Ahuachapán, favoreciendo aquella hermosa y rica zona, siempre han sido ideales míos que deseo y espero se conviertan en efectiva realidad.
Trataré, en lo posible, de mejorar la condición del Ejército de la República en una forma que le permita cumplir dignamente los elevados fines para los que ha sido instituido.
El Gobierno del señor General don Fernando Figueroa ha sabido dar vigoroso impulso á la organización de nuestro Ejército, y con los superiores elementos de instrucción por él creados, seguirá siendo importante auxiliar en la labor gubernativa, una garantía para el mantenimiento del orden y un fiel sostenedor de mi autoridad. Cuidaré mucho de que siga adelante su instrucción y me empeñaré de darle todo el lustre que reclama su importancia. Y para sembrar en el pueblo los gérmenes de una perfecta y duradera cultura militar, veré que desde en las escuelas se eduque convenientemente á los niños para el noble ejercicio de las armas.
He aquí, señores Diputados, los perfiles resaltantes de la obra encomendada á mis facultades. La desproporción que existe entre la magnitud del encargo y la deficencia del agente que va á desempeñarlo es, como véis, de una evidencia desalentadora. Sin embargo, y confiando en el patriotismo de mis conciudadanos de quienes espero eficaz ayuda, acabo de protestaros la protesta solemne de dar fiel y exacto cumplimiento á todos los deberes que implica la Jefatura del Estado, empeñando, como prenda de seguridad, con mi entereza de hombre honrado, mi lealtad de ciudadano y mi honor de caballero.
¿Sobre qué bases fincaré y garantizaré las promesas que ante la Nación y sus Representantes acabo de hacer?
Hay una palabra de resonacnia tan alta y de resortes tan dilatados, que, después de remover á las sociedades del mundo civilizado, conmoviendo y enardeciendo las pasiones generosas, despertando los anhelos puros y exaltando las ideas, ha llegado á nuestro suelo para producir, como en aquellos centros, la misma agitación.
Bajo su influencia alentadora y noble, puesto que simboliza el progreso y constituye su punto de partida, han brotado, como en campo fecundo, las instituciones que van siendo en nuestro país signos de cultura y fuente de prosperidad.
Viene impregnada de luz, y se refleja en el espíritu público, disponiéndolo para las grandes conquistas de la civilización. Esta palabra que ya ejerce entre nosotros, así como lo ha ejercido donde quiera que ha resonado, un eficaz ascendiente en la esfera política, económica y social, es la palabra Libertad. Ella con, sus irradiaciones poderosas, me indicará la ruta que debo seguir para llevar al país á la meta espléndida de sus altos destinos.
La Libertad, según nos enseña al más ardiente corifeo del liberalismo, es la que sostiene, en política, la soberanía de los pueblos; en la esfera filosófica, la libertad del pensamiento; en la esfera civil, la igualdad de todos ante la Ley; y en la esfera económica, la libertad de cambios, la libertad de comercio.
Siendo estas las bases fundamentales de la democracia y el dogma santo de su credo; estando constituida la República sobre este sistema que atrae con sus prestigios tantas simpatías y adhesiones, esta debe ser, y esta será, la norma de mis actos administrativos como primer funcionario de la Nación en el ejercicio de su soberanía. Seré, pues, el primer ciudadano, es decir, el primero y más celoso defensor de la Carta Constitutiva, y acataré con el respeto debido á la Suprema Autoridad de la Representación Nacional, como fiel ejecutor de sus inapelables decisiones.
Los sagrados derechos que nuestra Constitución reconoce á todos los ciudadanos serán repsetados en toda su plenitud.
La Prensa, esa entidad que cuando se convierte en consejera leal del pueblo y del Gobierno asume la representación de la cultura y del pensamiento nacional; que es el clamor público, y muchas veces la reveladora del destino de los pueblos, gozará bajo mi Gobierno de las inmunidades y prerrogativas que le son concedidas por nuestra Constitución, tanto por su condición de misionera, cuanto por la naturaleza de los deberes que está llamada á llenar honradamente, siempre que en su acción no traspase los límites que el decoro, los derechos sociales y la Ley le señalan.
Todas las opiniones privadas ó públicas, individuales ó colectivas, sean cuales feuren sus tendencias, sus credos y sus caracteres y banderas, con tal de que en su emisión no pretendan subvertir el orden constituído ni inferir ultrajes á la moral, á la decencia y á la cultura, serán acreedoras á la consideración y respeto que merecen, y hallarán en la índole tolerante de mi Gobierno todas las franquicias y garantías á que tienen derecho.
En este momento cúmpleme consignrar aquí, que como individuo, me atengo á mis ideas; como ciudadano me ajusto á mis principios, y como Gobernante estaré fuera de la acción de los partidos, porque la Nación es campo abierto para todos los ciudadanos y el JEfe de la Nación, sin preceder á ningún bando, se contituye en Jefe de todos para resguardar el orden, contener las demasías y corregir los desafueros que pudieran resultar de la efervecencia de las pasiones en las agitaciones de la lucha.
La libertad de conciencia, consignada en nuestra Carta Fundamental, y que implica la libertad de cultos, la tolerancia, el respeto y garantías que todos y cada uno de éstos se deben y merecen, de hecho contará con sus inmunidades, siempre que se mantenga dentro de los límites del orden y de la moralidad, única valla infranqueable á las doctrinas y prácticas religiosas.
Varias veces lo he expuesto así, y ahora, á la faz de la Nación, repito que en mis ideas, como en mis sentimientos, tienen cabida todos los que pongan al servicio de la Patria lo más sano de sus principios y con sinceridad laboren en bien de ella.
En mi modo de sentir y de pensar no cabel a idea de división, de exclusivismos, de opiniones estrechas, de intransigencias, por- que el sentimeinto político de los que aspiran honradamente al engrandecimiento del país, debe ser amplio y grande como la gloria, y como ésta, noble para rendir tributos de justicia á quienes en verdad lo merezcan.
Mis principiso son liberales; pero no pertenezco á los que juzgan que ser liberal es ser enemigo de todas las creencias. Por convicción, respeto el derecho que todos tienen de creer en lo que mejor les plazca, porque todos somos libres de abrazar el credo que más en armonía esté con nuestro propio temperamento. Para mí no existe esa frontera odiosa del sectarismo que señala división. Yo no acepto las intransigencias ni pregunto al amigo cuáles son sus creencias, porque sinceramente siento y creo que la nobleza de los sentimeintos, el amor á la Patria y del deseo intenso de fraternidad y de progreso, no son patriomonio de determinado principio religioso ó político. Y cuando de la Nación de trata, menos fuerza deben tener los exclusivismos, por que la Nación no es de éste ó de aquel partido, sino que pertenece á todos y todos deben ofrendar en bien de ella lo mejor que poseen.
La libertad individual (si la delincuencia grave, presunta y comprobada, no la restringe), así como también la propiedad, son sagradas, y naturalmente se hallan comprendidas en los fueros de la inviolabilidad, mereciendo, por lo mismo, el respeto y protección de todos los Pueblos.
La República será asilo seguro para los inmigrantes en general que en ella busquen refugio, porque nuestro suelo tiene amplio campo para todas las energías del esfuerzo y del trabajo.
No desconozco que ante la magnitud de la obra pudiera trepidar el valor de mis promesas que como Candidato no quise hacer, para que no se creyera que con tales halagos quería obtener el triunfo; pero la voluntad es un Poder, y yo tengo confianza en la firmeza de la mía. He hecho ya la consagración de todas mis facultades al servicio de la Repúblcia, y cuento, para dar cima á mi obra, con la valiosa colaboración de los hombres más prominentes del país. Y como tal apoyo, con los elementos acumulados en las arduas y fecundas labores de la Administración que hoy finaliza, con el ejemplo de muestras de acendrado republicanismo que ha dejado impreso en el libro de la Historia mi digno é ilustre amigo el General don Fernando Figueroa, para quien reclamo de vosotros un voto de reconocimiento; y con el ardiente anhelo de que me encuentro animado por el engrandecimiento y prosperidad de la Nación, creo y espero que las esperanzas de mi Patria no quedarán defraudadas, ya que mi Gobierno brota al calor de mi fé republicana y será por esa misma fé con entereza sostenido é impulsado hacia un futuro luminoso.
Habéis escuchado el programa en bosquejo que normará mis actos como Gobernante. En él están expuestas las grandes ideas de patriotismo que animaron vuestra alma cuando, en un día como este, la Soberana Representación Nacional depositó en Vos el alto cargo que en cumplimiento de la Ley le devolvéis ahora. Ardua en verdad ha sido vuetra labor patriótica, y ella os da derecho á la admiración y al respeto de vuestros conciudadanos, porque dejáis el sillón presidencial bajo los esplendores de la gloria para penetrar el augusto recinto de la Inmortalidad. Vuestro nombre ya es orgullo de la Patria; vuestros actos administrativos, que registrán victoriosamente el análisis del sectarismo, levantan vuestra frente de patriota y os llevan al santuario del hogar con la conciencia ungida por el deber y por el pueblo cuya soberana coluntad honradamente supísteis acatar.
He pedido para Vos á la Honorable Asamblea Nacional como un homenaje de justicia merecida, un voto de reconocimiento por vuestros esfuerzos muy tenaces en biende la República, y como un estíumulo para los ciudadanos que aspiren á realizar el bien que todos ansiamos para nuestra Patria. Os ruego aceptar mi petición y mis respetos, como justísimo tributo rendido á vuestros elevados sentimientos de ciudadano, puestos lealmente al servicio del país en época difícil y de penosa remembranza, y os ruego también contribuir con vuestra experiencia y patriotismo al cumplimiento de los sagrados deberes que hoy contraigo ante la augusta Representación del Pueblo.
Palacio Nacional: San Salvador, 1º. de marzo de 1911.
Alocución del Sr. Presidente del Congreso
editarManifiesto que el ex-presidente de la república general Fernando Figueroa dirige a la nación
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Proclama dirigida al Ejército por el Ex-Comandante General de la República, General Fernando Figueroa
editarCuadro que expresa el Movimiento de Caja de la Tesorería del Cementerio de Sonsonate, durante el mes de enero de 1911
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Cuadro comparativo de los precios corrientes de artículos de consumo habidos en los Departamentos de la República, en la semana del 19 al 25 de febrero de 1911
editarNoticias por Cable
editarSección de Anuncios
editarBoticas de Turno
editarMovimiento de Buques
editarTelegramas Rezagados
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Declaratorias de Herencias
editarTítulos
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