Diario Oficial de El Salvador/Tomo 39/Número 283
Sección Editorial
editarLas relaciones del Salvador con las demás Repúblicas de Centro-América
editardemás Repúblicas de Centro-América.
Como todo Gobierno representativo ó democrático, desde el más sábiamente organizado hasta aquellos que pugnan por salir del período de rudimento,—el Gobierno actual del Salvador lucha también con una oposición,—la cual nos interesa exponer á la consideración de los salvadoreños, lo mismo que de los pueblos y Gobiernos con quienes cultiva El Salvador relaciones de política ó comercio.
Una de las imperfecciones de nuestra democracia es la falta de partidos organizados, de donde se origina la falta de una oposición regular de ideas y principios.
La falta de organización hace que la resistencia á los Gobiernos no se haga por los adversarios con los procedimientos honrados y legales que se usan en las democracias ilustradas. Y la falta de principios hace que las ambiciones, en vez de ser nobles y patrióticas, sean personales y mezquinas.
La oposición de este modo, no es sustentada por un partido; sino por descontentos, más ó menos numerosos, casi siempre disimulados; sus procedimientos no son el sufragio, la asociación, la tribuna ó la prensa de ideas; sino la conspiración, la calumnia, la murmuración, los trabajos para promover una guerra civil ó una guerra internacional.
Por este camino se lleva á los Gobiernos á no resistir á la oposición con ideas y actos brillantes administrativos, sino con procedimientos de pura represión, y á no ver en los opositores ciudadanos de credo político diverso del suyo, sino enemigos del orden público, y también personales.
Hacemos estas consideraciones antes de pasar á exponer las dificultades,—no muy serias, en verdad,—con que lucha el Gobierno actual para establecer el buen concepto definitivo internacional, del país—; y al mismo tiempo para recordar á los ciudadanos el deber en que están de sacar la política nacional de aquellas graves condiciones, pues producen malestar y desconfianza en los negocios del país y en sus relaciones comerciales con el extranjero, ahondan el vacío moral en las prácticas democráticas en que descansan nuestras instituciones, y, en fin, amenazan la paz interior y la internacional. ¡Que tales son las consecuencias que se originan para un pueblo de profesar nobles y elevados principios y de tener avanzadas instituciones, sin practicar los unos ni respetar las otras!
La oposición que pone obstáculos al Gobierno actual del Salvador hácenla en el exterior y en el interior los elementos escasos por cierto de la tiranía del General Carlos Ezeta: en Europa y los Estados-Unidos subvencionan periódicos y agentes del cable, llenando, es verdad, una parte de la prensa universal con noticias alarmantes sobre la paz de la República, pues muchos periódicos las reproducen desinteresadamente, sin más objeto que la información, ó las reciben de los agentes del cable; pero también es cierto que hay otra parte de la prensa, que está en inmensa mayoría, que ha formado juicio sobre la tiranía derribada y sobre el Gobierno implantado por la Revolución de Abril, y que los perjuicios sufridos por el crédito nacional y la perturbación de las relacioens comerciales, no son tantos que unos y otros no sean bastante satisfactorios. La oposición, pues, no podrá hacer nunca en el extranjero, mucho daño, ni la décima parte, del que efectivamente quisiera. ¡Queda al juicio del lector considerar si, para combatir al Gobierno actual y para traer al país á la guerra civil, que es todo el credo de tal oposición, se necesita emplear medios tan desproporcionados y á la vez antipatrióticos, como es atacar el crédito social, político y comercial de la República!
Ciertamente, la emigración que derribó la tiranía de los generales Ezetas, quería y proclamaba muy alto, la guerra civil; pero es notorio que combatió y que evitó la guerra internacional, y que por lo que hace al extranjero, no pagó un sólo centavo á la prensa y á los agentes venales; y si descrédito hubo bajo aquella tiranía para El Salvador, no fueron la emigración, sinó algunos diplomáticos de tal Gobierno los que lo llevaron á las grandes naciones!
Estos antecedentes deben hacer suponer, que, aceptando uno de los procedimientos más vergonzosos de la llamada oposición en la política de estos países,—los adversarios del Gobierno del Salvador cifran por hoy sus ambiciones personales en la esperanza de alterar la paz internacional, y al efecto se valen, como queda dicho, de la prensa extranjera, y en Guatemala como aquí mismo, se fundan periódicos, cuyo objeto visible es indisponer el ánimo y la voluntad de los Presidentes,—conseguido lo cual, en nuestro modo de ser y en la práctica de nuestras instituciones, se obtiene la perturbación de la paz de Centro-América, y la guerra internacional, que para conseguir un empleo, grande ó chico, necesitan los descontentos ú opositores.
El Presidente del Salvador, que á su tiempo formó en aquella emigración uno de cuyos títulos indiscutibles á la estimación del país, es haber rechazado ese medio infame, hasta cierto punto de uso fácil, que consiste en provocar la guerra internacional, sin más objeto que obtener un cambio de personal en el Gobierno,—está prevenido de tiempo atrás contra la influencia de esa clase de política y de los políticos que la practican, y los ha rechazado de modo terminante, convencido de que la paz y los intereses nacionales no deben entrar en el juego, por hábil que sea, de los políticos de esa estofa.
La paz de Centro-América, pues, no sólo no tendrá, de parte del Gobierno del Salvador, el menor ataque, sinó que ha de hallar en él un sostenedor empeñado y resuelto.
El Gobierno, seguro de su conducta y convencido de que la franqueza debe presidir en la política de todo Gobierno democrático, y también de que la sinceridad y la lealtad son procedimientos de más eficacia ante los pueblos que todas las intrigas é hipocrecías que suele poner en juego la doble falta de principios y de carácter,—no sólo hace estas declaraciones,—sino que cree muy conveniente exponer la situación, por lo demás nada embarazosa, y sí muy buena—en que están las relaciones del Salvador con las demás Repúblicas hermanas de Centro-América.
Es uno de los hechos que las oposiciones de nuestros estados, tratan de abultar, de desfigurar, y de presentar como piedra de escándalo en las relaciones actuales de los cinco Gobiernos centro-americanos—la celebración del pacto de unión provisional extendido en Amapala.
Pero está en la conciencia de este Gobierno que aunque Guatemala y Costa Rica no haya adherido todavía al pacto, y aunque no adhiriesen en lo sucesivo—en lo cual harían perfecto uso de su derecho de naciones autónomas y soberanas—las relaciones del Salvador con Guatemala y Costa-Rica no serían como no son, por tal motivo, ni menos correctas, ni menos fraternales; y para creerlo se funda en pruebas que ha recibido con hechos de sus respectivos Gobiernos.
Tampoco habría razón para que pudiese pensar de otro modo, no sólo porque para la celebración del pacto se llenaron por los Gobiernos contratantes iniciadores de la unión provisional, las condiciones de la mayor franqueza internacional, sinó porque el mismo pacto, con el debido miramiento y en artículo reposado, espera la adhesión de los Gobiernos hermanos de Costa-Rica y Guatemala.
Si ni aun estos deberes de fraternidad se hubiesen llenado, todavía habrían quedado,—por la simplicidad del pacto, el largo período de evolución que señala á la unión definitiva, y lo somero de las bases de unión provisional—todavía habrían quedado, decimos, á los cinco Gobiernos los medios amplios y expedítos de una diplomacia bien entendida y sabia, para llegar fácilmente á un acuerdo satisfactorio para nuestros países; y solamente las oposiciones beliciosas, cuya suspicacia malévola es conocida,—han creído hallar en el pacto de Amapala un asidero para su esperanza de sacrificar á sus intereses los itnereses de los pueblos y la paz de todo Centro-América.
Los Gobiernos de Guatemala y Costa-Rica como dejamos dicho, han visto bajo su verdadera luz así el pacto como los trabajos de los opositores, francos ó encubiertos, de los cinco Gobiernos; saben que el Gobierno del Salvador, por su origen como por su conducta en el tiempo que lleva de existir, no se cuida sino del bienestar de su país; que no haría alianzas sino por servir causas justas y buenas—una de ellas echar bases para la futura Unión de nuestras cinco Repúlbicas—, y que jamás haría, ni firmaría pactos para hacer daño á los Gobiernos amigos de pueblos hermanos.
No hay emigrados políticos salvadoreños
editarreños.
El gobierno desautoriza toda versión sobre que haya en las repúblicas hermanas, ó en el extrangero, emigrados del Salvador por causas políticas,—consignando que los salvadoreños que residen fuera del país, obedecen á su propia voluntad, y que pueden volver á él cuando lo deséen, como han regresado ya varios, entre ellos el ex-Ministro de la Guerra y Gobernación del General Ezeta,—sin más que la natural obligación que tienen aún los que jamás han salido del país, de responder ante los respectivos tribunales de los delitos comunes cometidos.