Diabluras familiares

Diabluras familiares
de Rafael Barrett


Si no queréis acordaros de lo que soñasteis, pasaos al despertar la mano por la frente. Os vestís y salís. ¿Tropezáis en el umbral? Vuestra mujer o vuestra novia os engaña. ¿Se os enredan las palabras al hablar? Alguien se acuerda de vosotros.

¿Para mal o para bien? Esto pertenece al oído. Si es el oído izquierdo el que os zumba o la oreja izquierda la que se pone colorada, se acuerdan para bien. Los párpados superiores funcionan a la inversa: si el izquierdo tiembla, sobrevendrá desdicha; si el derecho, ventura.

El diablo suele hacernos jugarretas. Por ejemplo: nos damos coscorrones inesperados contra los muebles, o se nos tuerce la cuchara y se nos cae la sopa. Es el diablo que nos ha hecho tapuja. Acostumbra a venir en esos torbellinos verticales que levantan la hoja seca y a cuya vista se asustan las mujeres y cierran las ventanas. El cusuvi arrebata a veces prendas de ropa, ramas gruesas y hasta criaturas.

¿Os pica el centro de la mano? ¡Dinero! Volved la palma hacia donde lo haya y os irá a maravilla.

Las enfermedades comunes se prestan a mil interpretaciones. El mal de ojo -oye haru- es de sobra conocido. El pelo puede caerse si lo tocan dedos enemigos. No os lo dejéis peinar por una mujer encinta; es cosa peligrosa. Y a propósito de las preñadas: si os piden de comer, quitáoslo de la boca para satisfacerlas. Un aborto probable sería el castigo trascendental de vuestra falta de compasión.

Cuando sale un grano en la punta de la lengua -cúpíâ- procure el enfermo que otra persona pronuncie la palabra; así contagiará su dolencia y se verá libre de ella. El orzuelo es mal de viudas. Quien padezca frecuentemente de orzuelos, se casará con viudo. Para curarlos no hay sino un procedimiento: pasarse el brazo por detrás de la nuca, y frotarse el ojo con el dedo medio mientras se dicen los nombres de siete viudas. El estornudo es enfermedad legendaria, que en su origen se sanó exclamando: ¡Jesús! Hoy todavía se acompaña cada estornudo con un discreto ¡Jesús! De repente, sin que sepamos por qué se rompe una aguja.

Es un golpe de aire que nos estaba destinado. Un espíritu benéfico nos salvó.

Por lo general, los remedios caseros se componen de tres especies vegetales; de cada una de ellas se toman siete semillas. El 3 y el 7 son los residuos indestructibles de una antigua fórmula mágica.

Si se barre de noche la casa, morirá pronto la madre.

El Viernes Santo no se mata, no se pega. Se respeta a los animales mismos. Pero las cuentas pendientes se pagan el Domingo de Pascua, a interés compuesto.



Publicado en "Rojo y Azul", 19 de abril de 1908.