Dezires, layes y canciones
(A la manera de Johan de Duenyas.)
REINA Venus, soberana
capitana
de deseos y pasiones,
en la tempestad humana
por ti mama
sangre de los corazones.
Una copa me dió el sino
y en ella bebí tu vino
y me embriagué de dolor,
pues me hizo experimentar
que en el vino del amor
hay la amargura del mar.
Dí al olvido turbulento
sentimiento,
y hallé un sátiro ladino
que dió a mi labio sediento
nuevo aliento,
nueva copa y nuevo vino.
Y al llegar la primavera,
en mi roja sangre fiera
triple llama fué encendida:
yo al flamante amor entrego
la vendimia de mi vida
bajo pámpanos de fuego.
En la fruta misteriosa,
ámbar, rosa,
su deseo sacia el labio,
y en viva rosa se posa,
mariposa,
beso ardiente o beso sabio.
¡Bien haya el sátiro griego
que me ensenó el dulce juego!
En el reino de mi aurora
no hay ayer, hoy ni mañana;
danzo las danzas de ahora
con la música pagana.
Bella a quien la suerte avara
ordenara
martirizarme a ternuras,
dió una negra perla rara
Luzbel para
tu diadema de locuras.
Ponte el traje azul que más
conviene a tu rubio encanto.
Luego, Mía, te pondrás
otro, color de amaranto,
y el que rima con tus ojos
y aquel de reflejos rojos
que a tu blancor sienta tanto.
En el obscuro cabello
pon las perlas que conquistas;
en el columbino cuello
pon el collar de amatistas,
y ajorcas en los tobillos
de topacios amarillos
y esmeraldas nunca vistas.
Un camarín te decoro
donde sabrás la lección
que dió a Angélica Medoro
y a Belkiss dió Salomón;
arderá mi sangre loca,
y en el vaso de tu boca
te sorberé el corazón.
Luz de sueño, flor de mito,
tu admirable cuerpo canta
la gracia de Hermafrodito
con lo aéreo de Atalanta;
y de tu beldad ambigua
la evocada musa antigua
su himno de carne levanta.
Del ánfora en que está el viejo
vino anacreóntico bebe;
Febo arruga el entrecejo
y Juno arrugarlo debe,
mas la joven Venus ríe
y Eros su filtro deslíe
en los cálices de Hebe.
(A la manera de Johan de Torres.)
¿Qué pude yo hacer
para merecer
la ofrenda de ardor
de aquella mujer
a quien, como a Ester,
maceró el Amor?
Intenso licor,
perfume y color
me hiciera sentir
su boca de flor;
díle el alma por
tan dulce elixir.
(A la manera de Valtierra.)
Amor tu ventana enflora
y tu amante esta mañana
preludia por ti una diana
en la lira de la Aurora.
Desnuda sale la bella,
y del cabello el tesoro
pone una nube de oro
en la desnudez de estrella:
y en la matutina hora
de la clara fuente mana
la salutación pagana
de las náyades a Flora.
En el baño al beso incita
sobre el cristal de la onda
la sonrisa de Gioconda
en el rostro de Afrodita;
y el cuerpo que la luz dora,
adolescente, se hermana
con las formas de Diana
la celeste cazadora.
Y mientras la hermosa juega
con el sonoro diamante,
más encendido que amante
el fogoso amante llega
a su divina señora.
Pan, de su flauta desgrana
un canto que, en la mañana,
perla a perla, ríe y llora.
(A la manera de Santa Fe.)
Señora, amor es violento,
y cuando nos transfigura
nos enciende el pensamiento
la locura.
No pidas paz a mis brazos
que a los tuyos tienen presos:
son de guerra mis abrazos
y son de incendio mis besos;
y sería vano intento
el tornar mi mente obscura
si me enciende el pensamiento
la locura.
Clara está la mente mía
de llamas de amor, señora,
como la tienda del día
o el palacio de la aurora.
Y al perfume de tu ungüento
te persigue mi ventura,
y me enciende el pensamiento
la locura.
Mi gozo tu paladar
rico panal conceptúa,
como en el santo Cantar:
Mel et lac sub lingua tua.
La delicia de tu aliento
en tan fino vaso apura,
y me enciende el pensamiento
la locura.
(A la manera del mismo.)
¿A qué comparar la pura
arquitectura
de tu cuerpo? ¿A una sutil
torre de oro y marfil?
¿O de Abril
a la loggia florecida?
Luz y vida
iluminan lo inferior,
y el amor
tiene su antorcha encendida.
Quiera darme el garzón de Ida
la henchida
copa, y Juno la oriental
pompa del pavón real,
su crital
Castalia, y yo, apolonida,
la dormida
cuerda haré cantar por la
luz que está
dentro de tu cuerpo prendida.
La blanca pareja anida
adormecida:
aves que bajo el corpino
ha colocado el dios niño,
rosa, armiño,
mi mano sabia os convida
a la vida.
Por los boscosos senderos
viene Eros
a causar la dulce herida.
Señora, suelta la brida
y tendida
la crin, mi corcel de fuego
va; en él llego
a tu campaña florida.
(A la manera del mismo.)
¡La gata blanca! En el lecho
maya se encorva, se extiende.
Un rojo rubí se enciende
sobre los globos del pecho.
Los desatados cabellos
la divina espalda aroman.
Bajo la camisa asoman
dos cisnes de negros cuellos
Princesa de mis locuras,
que tus cabellos desatas,
di, ¿por qué las blancas gatas
gustan de sedas obscuras?