DESDE JUPITER

NOVELA ORIGINAL

ESCRITA POR

SAINT PAUL.







SANTIAGO.


IMPRENTA I LITOGRAFIA. DE EL PAIS.


1877.

UNA PALABRA


Esta novela comenzó a publicarse bajo el titulo de su primer capitulo; i no teniendo el tiempo suficiente para atenderla, se prefirió cortarla para hacer despues lo que hoi hacemos, es decir, publicarla por separado i no en las columnas de un periódico, como se hizo entónces,

En la presente edicion se han correjido, pues, los descuidos cometidos en la vez primera.


Los que creen que la novela ha sido hecha para el solo recreo del lector, corren pareja con los que piensan que la vida se ha hecho para divertirse. No pensamos como unos ni como otros.

La novela debe enseñar, instruir agradablemente i no hacer perder el tiempo. Es una forma amena de lo útil, i no una ociosidad agradable. Debe ser como la vida, un elemento de progreso i de mejora.

Impregnados de estas ideas hemos escrito este pequeño libro.

Saint Paul.
Santiago, noviembre de 1877.
DESDE JUPITER


I.
EL MICROSCOPIO INDEFINIDO.

E

ra una tarde como son todas las del mes de enero en nuestra capital.

Estábamos bajo los árboles del jardin, Federico i yo, en nuestras eternas disputas sobre las fuerzas extracorporales, i especialmente sobre magnetismo, que aunque he visto mucha jente seria e ilustrada creer en él, se me hacia siempre cuesta arriba aceptarlo, aunque fuese por un instante.

Federico me habia prometido muchas veces magnetizarme i no lo habia conseguido. Quise, pues, exijirle, como prueba práctica de sus numerosas afirmaciones, que procediese de nuevo. Viendo el mi resistencia lójica a aceptar nada en mi concepto sobrenatural, exasperado por no poder darme una de esas razones que obligan a todo adversario a confesarse vencido, tomó una resolucion enérjica i me djjo:

—Pues bien, voi a intentarlo. Voi a emplear todo el poder magnético de que puedo disponer, i a trasportarte léjos de aqui, mui léjos, i en seguida a mandarte que conserves el recuerdo claro de lo que veas.

—Magnífico, le dije, entusiasmado por la idea de mi triunfo, pues para mí era cosa cierta, que nada conseguiría.

Sin mas preparativos, enfrentóse a mi resueltamente, i empezó Federico sus ridículos pases en todos sentidos; miéntras yo que con tanto discutir me hallaba rendido i cansado, empecé a dormir agradablemente. Quise entregarme al sueño i dejar al pobre Federico en su ilusion de creer que realmente me habia magnetizado......


A poco andar me creí despierto i perfectamente en mis cinco sentidos; i al mismo tiempo tan liviano, que me bastaba un lijero impulso para trasportarme en el aire a grandes distancias, lo que me producia una delicia indescriptible.

En, ese momento no me acordé de Federico, ni de la quinta, ni de las cosas que me habian preocupado de diversos modos. Nada me admiraba de lo que hacia i veia, apesar de encontrarme en un mundo mui diverso del nuestro.

Esta disposicion de ánimo es poco favorable a la observacion, pues sin recuerdo de otra existencia de diversa naturaleza, no es posible establecer comparaciones; sin embargo, debo confesar que me pareció recordar algo, como si tuviese la mision de tomar nota de todo lo que fuese viendo; i sin detenerme a examinar el orijen de tales reminiscencias, me entregué de buen grado a fijar en mi memoria cuanto me rodaba.

Por lo pronto, hallábame en una campiña admirablemente cultivada, i vi a lo léjos algo como una inmensa ciudad que se estendia en una sábana blanca, abarcando una parte considerable del horizonte.

El sol estaba alto; era medio dia, i sin embargo, su luz suave no quemaba. Alcé la vista i el sol me pareció pequeño; pero no lo estrañé i pensé que estaba calculado para no fastidiar.

Con la facilidad de movimientos que tenia, me dirijí a la ciudad, i en un tiempo que no supe medir, pero que encontré excesivamente corto, me hallé en medio de una enorme i magnifica plaza, rodeada de colosales i hermosísimas construcciones arquitectónicas, de un estilo que me pareció mui natural i mui visto; pero diferente en un todo de lo que se usa en la tierra. Esta observacion la hago en este momento, pues entónces no tenia ningun recuerdo que hubiese dado lugar a ella.

Multitud de jente vagaba en todos sentidos, i noté que no se me veia ni se me tomaba en cuenta; algo como si yo no existiese, a tal punto, que en una de mis vueltas me estrellé involuntariamente con una pareja de lindas jóvenes que paseaban, hablando con grande animacion, i me pareció que habian pasado al traves de mi persona sin advertir mi encuentro. Esto me hizo reflexionar, lo confieso; pero pronto, un instante despues, olvidé la observacion i encontré mi situacion igualmente natural.

Echéme a ver la ciudad en todos sus detalles, i observé que todas las manzanas, dispuestas en un órden comun, estaban construidas de una manera, que hacian algo como enormes i soberbias pirámides. Formaban las calles, anchas i pavimentadas como si fuesen vereda, grandes casas, todas de igual altura i con magnificas azoteas, verdaderos paseos aéreos donde traficaban multitud de jentes, bajando a las calles inferiores por grandes i espaciosas escaleras. Las azoteas eran en realidad verdaderas calles anchas como las de abajo; i luego hácia el centro de la manzana, se elevaba de nuevo otro órden de edificios con sus respectivas azoteas i escaleras que servian para unir las azoteas inferiores con las superiores. De esta suerte, la manzana, estrechándose en el centro, se elevaba con nuevos órdenes de atrevidas construcciones, rematando en una especie de palacio central, de construccion monumentalmente atrevida i aérea a la vez. Sobre la azotea de uno de estos palacios—porque tambien remataban en azotea—se veian muchos hombres en diversos grupos, con instrumentos de formas mui variadas, observando diversas cosas. En un grupo se analizaba la luz del sol, por medio de una especie de espectroscopio, sacando en tiras de un papel de contestura unida i al parecer impermeable, diversas impresiones del espectro, en las que leian con gran reposo i certidumbre los elementos lumínicos. En otros grupos se veian termómetros de diversas especies, con cuadrantes, divididos como los teodolitos nuestros, con su nuñez al lado. Luego un sistema de telescopios en que me fijé mui especialmente: los lentes del objetivo eran mui livianos, para ser de las dimensiones que, por lo que recuerdo en este momento, no debian tener menos de 15 o 20 metros de diámetro; i sin embargo, la lonjitud del foco no era proporcionalmente desmedida, al contrario, me pareció exigua relativamente, puesto que no tendria mas de 100 metros.

Yo me asomé al ocular en un momento en que uno de los astrónomos observaba con gran cuidado, pues tenia la conciencia de que no le estorbaria, como realmente sucedió, pues miramos a la par, él dentro de mí, i sin ningun fastidio.

Mirando estaba, cuando despues de un movimiento delicado, llegó un instante en que el astrónomo dijo:

—Héla aquí ...... i en seguida empezó a narrar en alta voz lo que observaba. Yo noté que hablaba una lengua que entendí con toda facilidad; sin embargo, lo recuerdo mui bien, no era español, que es la única que yo hablo.

Mirando, pues, por el anteojo, vi un globo inmenso suspendido en el espacio, i en el acto me pareció recordarlo mui naturalmente. El globo era azulejo, i tenia por el medio un continente que lo tomaba de polo a polo, i conocí en el momento la la América. Pero el telescopio era tan bien graduado que se podian conocer con un poco de atencion todos los paises; las grandes ciudades se distinguian como pequeños puntos blanquecinos.

A propósito de estas observaciones trabóse una discusion entre los astrónomos, sobre varias cuestiones relativas a la naturaleza física de la Tierra, i la llamaron con un nombre mui diferente; pero, comprendí naturalmente i sin ningun esfuerzo, que la nombrada era la Tierra.

Despues de algunas observaciones referentes al aspecto jeneral del globo, el astrónomo dijo con cierta complacencia:

—En este momento podemos operar.

Al decir esto cerró el ocular por medio de un pequeño aparato de aspecto sumamente delicado. Lo estuvo arreglando de un modo especial, i luego, mirando un reloj, esperó un instante, pasado el cual tocó un resorte i dijo, sacando el instrumento i dándolo a otro de los circunstantes:

—Me parece que esta impresion debe ser bastante fina para podernos cerciorar, por medio del aumento sucesivo del microscopio indefinido, del grado de civilizacion de los moradores de este punto del planeta.

Cuando cerró el ocular, yo habia observado que la América del Sur venia a quedar exactamente en el centro del objetivo, de modo que las palabras del astrónomo se referian justamente a esta rejion.

El pequeño aparato fué llevado a un lado i, por medio de ciertas operaciones que ví ejecutar, vine a comprender que era una máquina fotográfica de una construccion particular que permitia operar a todo aire.

Se obtuvo, en efecto, un pequeño negativo; pero la imájen estaba formada, no por una sustancia puesta encima del cristal, sino en la superficie misma del cristal, i con una delicadeza en los detalles que me pareció admirable. Todos la observaron con grande interes i en seguida se dirijieron en cuerpo al centro del edificio. Allí habia un círculo cerrado por una reja de un metal blanco azulado, semejante al aluminio. Tenia esta reja una puerta que fué abierta por una llave mui pequeña, llevada por uno de los circunstantes, como si fuese de reloj, i entraron al círculo todos los del grupo. Cerrada la misma llave, otro de entre ellos tocó con la mano una vara vertical que parecia fijar el centro del círculo, i en el momento el piso encerrado por la reja empezó a bajar vertijinosamente. Al cabo de un instante se detuvo poco a poco i se fijó en el fondo de un salon cuadrado de dimensiones estraordinarias. Tenia de largo o ancho mas de doscientos metros i de alto unos sesenta. Las paredes estaban cubiertas de mapas de todos tamaños, de cuadros, de paisajes i de mil otros objetos de todas especies. Solo una estaba desnuda i estucada de blanco tan fino como la mas rica de las porcelanas, pero sin ningun brillo. Esta pared era de una rectitud matemática. Perpendicular a su centro habia un aparato que corria en rieles de acero mui bruñido, que permitia acercarlo o retirarlo en todo el largo del salon, i por una sencilla disposicion, bajarlo i suspenderlo por medio de una manivela con puño de marfil.

Llegóse al aparato el individuo que traia el negativo, i en un instante, con ayuda de la manivela bajó el aparato a la altura de un hombre, i tomando el negativo lo colocó con mucho cuidado en una parte saliente entre dos planchas de metal que lo sujetaron por los bordes. Luego, tocando un resorte, el aparato subió solo i jiró sobre su eje, presentando el pequeño vidrio a la pared. En seguida, otro astrónomo movió otro resorte por medio de una varilla, i en el acto brilló una luz mui fuerte i blanca tras del aparato, cuya luz fué ocultada por una especie de campana que se movió de atras a delante. Esta no era otra cosa que un espejo parabólico de colosales dimensiones i rodeado de un tambor metálico.

Despues de algunos arreglos i de retirar convenientemente el aparato, dibujóse en la pared mi provincia entera con sus mas mínimos detalles.

Como la vista habia sido tomada verticalmente, todos los objetos eran vistos por la cabeza; pero los detalles eran de primor, estraordinarios. Sin embargo no se alcanzaba a discernir los hombres si no como pequeños insectos ovales, menores que la cabeza de un alfiler, pues tomados verticalmente no se comprendia su figura.

La fotografía habia sido sacada con una rapidez suficiente para que no se viera movimiento alguno en los objetos.

La capital ocupaba una estension de mas de 20 metros de largo, i las calles tendrian un centímetro de ancho.

Despues de una observacion minuciosa por toda la concurrencia, uno de los presentes señaló varios puntos en los cuales era menester fijar preferentemente la atencion, i dijo en alta voz:

—Es preciso no dejar ningun punto de estos sin ser sometido al aumento indefinido.

Algunos momentos despues trajeron una multitud de planchas sensibilizadas, en una disposicion sumamente liviana i con un tubo a cada lado.

Uno de los astrónomos tocó un pito que resonó en todo el salon, i en el acto comenzaron a descender del techo, rozando la pared, un gran número de alambres rematados en barritas metálicas del grueso de un cigarro.

Varios de los astrónomos, con una destreza que manifestaba lo conocido de la operacion, pasaron las barritas de los alambres por los tubos de las planchas fotográficas, dejándolas así pendientes i en posicion vertical. En seguida se hizo correr a la orilla de la pared una enorme plataforma, a la que subieron cinco sabios, uno de los cuales tocó un pito especial, diferente del anterior i, sin mas, la plataforma comenzó a pasear de un lado a otro i a ascender en todos sentidos, sostenida por cuatro varillas de acero que venian del techo.

Los sabios, en este paseo, iban provistos de lentes, i observaban en la pared los mas mínimos detalles; i cuando habia algo que merecia la pena de ser observado, tocaban un resorte i la plataforma se detenia en su marcha. Esto no sucedió si no una sola vez, i fué observando un punto brillante i sobresaliente que era la media naranja que corona la torre actual de la catedral.

Despues de este paseo aéreo por la superficie de la pared, en la cual habian dejado ciertas marcas hechas con una especie de lápiz rojo, los sabios bajaron, la plataforma subió i tras ella se suspendieron las planchas fotográficas por medio de los alambres, i se las detuvo en cada punto en que habia una marca.

Cuando todas las planchas estuvieron quietas, se tocó de nuevo el pito i una descarga eléctrica al traves de los alambres hizo en ellas el mismo efecto que si el fotógrafo mismo las destapase. Pasaron algunos segundos, el pito sonó de nuevo i todas las planchas sensibilizadas se cubrieron por sí solas, descendiendo en seguida a la altura de la mano de donde las recojieron rapidamente los astrónomos.

Una nueva señal i todos los alambres desaparecieron.

II.
UNA SITUACION ESTRAVAGANTE

A

lgunos momentos mas i uno de los sabios se llegó al microscopio colosal, hizo jirar la manivela de marfil, tocó un resorte i el instrumento despues de haber bajado convenientemente, jiró sobre su eje. El sabio cambió el negativo por uno de los que acababan de obtenerse, i dijo a los demas:

—Examinaremos primero los detalles de esta pequeña rejion i despues haremos igual cosa con el resto del continente.

Diciendo así, subió rápidamente el instrumento despues de tomar la posicion vertical i apareció en la pared la plaza principal de mi ciudad natal de un tamaño, por supuesto, menor que el natural. Como la anterior impresion era, negativa, se veia en ella cambiado el claro oscuro, pero en esta tuvo que ser positiva i todo se veia como era en realidad.

Quien conozca un poco la fotografía, sabrá que la impresion primera que se obtiene ordinariamente de un objeto, es negativa, es decir que mirado por trasparencia el vidrio en el cual se halla estampada la figura, se nota, que lo que es negro en el orijinal, es blanco en la figura obtenida i vice versa. De este vidrio, que por tal razon se llama negativo, se sirven los fotógrafos para imprimir las imájenes positivas, es decir, imájenes en las cuales los matices de blanco i negro estan verdaderamente en su lugar, como sucede en las fotografías ordinarias.

En el primer caso era, pues, menester un esfuerzo intelectual para comprender las cosas, miéntras que en el segundo se las veia i comprendia a primera vista. Por mi parte no hice mas que mirarlas para conocerlas. La vista habia sido tomada a las 6 de la tarde; de modo que la sombra de los edificios episcopales ocupaba un gran trecho. Habia muchas personas que no pude conocer, tomadas como estaban por la copa del sombrero.

Todo se dibujaba de tal manera fino i delicado, que en uno de los sufáes del jardin central habian dos señores, al parecer, conversando sobre un periódico que tenia uno de ellos en la mano, i se podia leer con toda facilidad.

Por mi parte yo no me detuve en eso, i empece a examinar de que manera podria medirse el alto de las casas, cuando uno de los sabios, tomando la palabra en alta voz, dijo a los demas que lo escuchabnn con fraternal atencion:

—Hemos sido felices en nuestras investigaciones finales de este planeta.

Tomando en cuenta la inclinacion del sol i conociendo ya el diámetro exacto, nos ha sido fácil determinar las diversas alturas de los montes, árboles, edificios i diversas construcciones de los continentes. Solo nos resta examinar la parte obtenida hoi; i hé aquí el primer punto que, segun la graduacion del instrumento central o del microscopio indefinido, está representado en la mitad del tamaño natural.

Diciendo asi tocó el pito i bajó de nuevo la plataforma i empezó otra vez el paseo que ya hemos descrito. Al pasar al lado de los dos señores del periódico, la plataforma se detuvo i uno de los sabios leyó con suma atencion las partes visibles del periódico. Luego se volvió lenta i pausadamente a los concurrentes:

—Aquí veo un escrito en una leugua, que se habla tambien en el continente europeo, estudiado no ha mucho por medio de este fácil procedimiento. Este es un periódico escrito en castellano i a lo que parece patrocina cuestiones relijioso-políticas. En el otro estremo de este continente se habla inglés, como sabeis, i en este, a lo que parece, castellano. Dudo mucho que se conozca en este planeta la lengua universal, i que aun no permanezca descompuesta en sus primitivos elementos.

Otro sabio, entre tanto, se habia quedado observando el periódico, i repuso:

—Tan exacto es eso, amigo mio, que aquí veo una frase en que se ataca vivamente a otro periódico por usar palabras francesas. No solo no existe la lengua universal, sino que en su ignorancia, los habitantes de este mundo, que hablan las fracciones rudimentarias, defienden su aislamiento i se niegan a marchar. Hé aquí, continuó volviéndose francamente al auditorio, un problema que valdria la pena de resolver: hallar un medio de hacer comprender a ese pequeño planeta, que la fusion intelijente de las lenguas que hoi hablan sus habitantes, es justamente la que debe traerles el gran beneficio de arribar a la lengua universal, cuya existencia sin duda no sospechan.

Concluido este incidente, comenzó la plataforma su paseo i al enfrentar a una esquina, se notó un carro urbano que habia salido retratado con admirable precision. La plataforma se detuvo de nuevo, corriéndose un poco al lado, de modo que de abajo pudiera verse la figura, i uno de los cinco dijo en alt a voz:

—Hé aquí un sistema de atraso que da a comprender el fenómeno de la persistencia en la division de las lenguas. Como veis, este es un vehículo arrastrado por animales sobre rieles metálicos. Entre nosotros, se pierde en la oscuridad de los tiempos históricos este método bárbaro, i coincide con la época en que tambien estábamos por formar la lengua contemporánea con las 22,780 lenguas parciales primitivas. Estas crueldades, de servirse para estos oficios penosos de los animales, cuando la ciencia tiene medios mas espeditos, se ven solo en los primeros albores de la civilizacion definitiva.

I sin embargo, es natural que estas jentes usen del calor como en los demas paises del mismo planeta para mover grandes convoyes que atraviesen campos i montañas, miéntras en las ciudades no tienen repugnancia de hacer sufrir a los animales; lo que vendria a afirmar la asercion de mi colega cuando decia, que como el humo no representa sufrimiento, lo dejan irse al campo donde tiene pocos espectadores, lo que prueba que hai entre esas jentes poca lójica i ninguna sensibilidad moral

Esta exajerada crítica me fastidió. Parecia como que el saco me venia, i sin saber por qué me sentí aludido. Quise hablar, i hable efectivamente, pero noté con desagrado que mis palabras eran como mi persona, sin eco entre esas jentes. Me acerqué cólérico a uno de los sabios i le dije con calor:

—Yo tambien tengo derecho de dar mi opinion, i Ud. es un hombre mui poco atento al no escucharme.—Mas, el sabio no se dió por aludido; i yo, fuera de mí alcé la mano, i medio a medio de la mejilla izquierda, le asesté una feroz bofetada; i creyendo haberlo derribado miré hácia abajo. Confieso que me avergoncé cuando vi el ningun efecto de mi heroismo, por una causa que ignoraba todavía, pero que me interesaba tan vivamente. Resignéme, pues, a mi condicion de invisible, i me dedique a seguir observando lo que pasaba, no sin rebelarme de cuando en cuando contra una situacion tan estravagante.

III.
LA FORMULA DEL PROGRESO.

M

archaban así las cosas, i con la conciencia de mi invisibilidad, me paseaba por el salon observándolo todo, con las manos en los bolsillos, como es mi costumbre, cuando llamó de nuevo mi atencion una esclamacion unánime de los sabios de la plataforma i un murmullo sordo de los de abajo. Se habia mudado el cliché, es decir, el vidrio en el cual estaban las figuras obtenidas, i aparecian en la muralla dos manzanas o mas con los patios interiores de las casas a la vista, espectáculo en verdad no mui agradable, porque es respecto a las ciudades lo que un hombre esponerlo en trapos blancos.

I cosa estraña; como ya lo he dicho, yo no tenia ningun recuerdo que me ligase a lo que veía, pero sentí bochorno al ver en tan estraña espectacion el interior de las casas de la capital de mi pais.

Mas ¿qué podia ser lo que tanto les llamara la atencion hasta el punto de haber esclamado con entusiasmo: Hé aquí un magnífico tesoro?

En el fondo de una de tantas casas se veia un monton de basuras i multitud de papeles impresos aqui i allá!

Los cinco sabios con sus lentes parecian querer escarbar materialmente las basuras i devorar los papeles.

—Ah! dijo uno de ellos, ya lo veis, aquí está la prueba evidente de lo que os decia no ha mucho. Vosotros pensabais que en algun punto de este globo encontrariais las huellas de un desarrollo definitivo. Nada, nada de eso, amigos mios. Todo aquí está en via de formacion.

Diciendo asi, señalaba con enstusiasmo aire de triunfo algunos figurines de modas parisienses que estaban esparcidos en un lado.

De pronto no entendí el galimatías del que así hablaba; pero continuando, se encargó de esplicármelo de un modo que me pareció mui claro por la estraña disposicion en que me hallaba.

—Todo coincide, dije, en el desarrollo de los mundos. La constitucion definitiva de un órden de conocimientos, fija el de los demas. Las leyes universales lo penetran todo i es menester saber comprenderlas. Así, como de la aglomeracion parcial de átomos se determinó la gravedad i se formaron los mundos, así de la aglomeracion de conocimientos en una esfera del saber, nacen otros mundos de conocimientos; i así como al fin globos informes constituyeron un sistema único, así tambien de la organizacion parcial de ciencias individuales, ha nacido la ciencia universal que conocemos.

En este mundo que hoi consideramos, por los datos recojidos hasta este momento, todo se halla como estábamos nosotros 145,700 años ha; es decir, se buscan soluciones definitivas en todos sentidos, i a lo que parece no se ha encontrado ninguna.

Hemos visto ya que respecto a lenguas, mi compañero ha descubierto un número considerable de las mismas que se hablaron en los tiempos bárbaros de nuestra antigua historia, mucho ántes de que hubiese aparecido la idea de la lengua universal que hoi hablamos, lengua compuesta de los elementos útiles de todas, en una fusion racional i científica. Habeis visto tambien que los sistemas de locomocion coinciden con ese estado intelectual, pues todavía usan vehículos arrastrados por animales, i por consiguiente no conocen aun el bello arte de trasporte aéreo, tanto mas cómodo, veloz, barato i seguro, que ningun otro. Pues bien, lo que ahora os señalo en estas figuras ridículas, tiene una palabra al pié que dice modas, i segun recuerdo, era la palabra que empleábamos en nuestros primeros tiempos, en la época en que hacíamos nosotros las cosas dichas, para indicar cual era la señal de órden en cuanto a vestidos. Algun tiempo despues, cuando se notó que esa variabilidad del gusto era hija del sentimiento innato en el espíritu, que busca siempre la lei de la forma definitiva, se cambió el nombre de modas por el mas propio de ensayos, hasta que al fin encontramos las fórmulas reales de belleza absoluta de que actualmente disfrutamos.

Este mundo, pues, está en un estado de formacion, i me parece que nuestras científicas indagaciones deben tender mui especialmente a determinar de un modo positivo, cual es exactamente el momento de su civilizacion, a fin de poder saber cual sera el tiempo en que debe tomar su marcha definitiva hácia el progreso absoluto.

Vosotros sabeis que esto no presenta dificultad atendiendo a la curva del progreso, que sabeis es la de todas las fuerzas aceleratrices, de modo que basta determinar tres puntos para conocer el resto.

Por mi parte, entendí mui bien este raro discurso, i debo confesar que me sentia a la altura necesaria para hacerme cargo de tales teorías, sin embargo que despues no he podido hacer otra cosa que esponerlas tal como fueron dichas.

Pero, lo mas raro que recuerdo de esos momentos estraños, es que yo discurria de mi cuenta i me esplayaba tales esplicaciones. Por ejemplo, cuando se hablaba de las fuerzas aceleratrices, yo me representé en el acto un marco lleno de cuadrículas, teniendo en números, por un lado representados los tiempos, i en el otro los trayectos recorridos por un móvil, i ví que juntando las intersecciones de las líneas de las cuadrículas, resultaba una parábola mas o menos escéntrica segun las relaciones que espresaba. Ah! me dije, la espresion del progreso es la parábola; por eso es que el progreso crece como el cuadrado de tiempo trascurrido, i solo llega a su trayecto definitivo, cuando dobla el vértice de la curva i toma la rama.

Yo me dije eso entónces, i hoi no entiendo lo que me djje.

Sin embargo, la cosa no era entretenida, i empecé a recorrer el salon haciendo otro órden de observaciones de mayor interes.

IV.
EVA I ADA.
No sé por qué durante todo el tiempo trascurrido, yo miraba el salon sin verlo; absorto en mis propias e involuntarias meditaciones, solo me sacaban de ellas las palabras de los sabios investigadores.

En un momento en que estos señores se echaron sobre el montón de basuras referido, yo torné casualmente la cabeza hácia la derecha, i ví con sorpresa una pequeña puerta que se abria. Al entrar no habia notado puerta alguna, i en este momento observé que habia muchas, pero dispuestas de manera que formaban parte del adorno arquitectónico del salon.

No abria pasado de aquí mi observacion, si no hubiera entrado otra clase de individuos que los del jénero sabio en cuya compañía me encontraba, pero atravesó el umbral una comitiva de mujeres de diversas edades, lo que era ya otra cosa, i se pusieron a pasear al rededor del salon por una calle ancha, formada por una graciosa i pequeña reja i las tres paredes tapizadas de curiosidades de que hemos hablado en un principio. Esta reja que no habia notado, partia de la pared donde se hacian las impresiones fotográficas dejando un espacio como de ocho metros con las otras tres. El pavimento de ese paseo; era formado de una sustancia blanca, igual al cauchu volcanizado, pero sin el olor desagradable que este despide, de manera que los pasos se apagaban completamente. De la reja al interior, por el contrario, el piso era de una sustancia excesivamente dura i mas blanca que la anterior, i los que sobre él andaban, llevnban calzado de una materia brillante, del aspecto del raso de seda, con suelas tan flexibles i blandas que tampoco era posible sentir los pasos.

Las mujeres llevaban vestidos talares de un corte que me pareció admirable, i tanto mas singular, cuanto que siendo diferentes, tenían entre sí mucho de comun, i se veia que estaban concebidos bajo un mismo plan i una misma idea. No habia ningun color dominante, parecia que cada cual habia elejido con el mayor cuidado el que mejor le convenía, segun las tintas de sus respectivas fisonomías, segun la apariencia de edad, el estado de gordura i desarrollo físico, i aun mas, me acuerdo perfectamente, estaba tambien relacionado con el carácter aparente de su dueño. Esta caprichosa eleccion de colores era, sin embargo, de una armonía estraña i hacia que todas se viesen bien, como se dice vulgarmente. No solo el corte i el color parecían seguir ciertas leyes de eleccion, sino tambien la naturaleza del jénero, que los habia de mui varias especies i materias. Era, en fin, ese jénero de variedad i de armonia que se nota entre las flores i plantas de un jardin, en el que todo es bello, aunque no sepamos el por qué.

Debo recordar que esta vez me sentí fuertemente fastidiado de mi invisibilidad que me impidió ponerme al habla con muchas de esas criaturas.

Me olvidé, como era natural, de astrónomos i sabios i me entregué a seguir la sociedad femenina en su paseo alrededor del gran salon.

Una pareja de jóvenes asidas del brazo llamó preferentemente mi atencion i persuadido de mi invisibilidad e intanjibilidad puestas a prueba de tantos modos, vínome un mal pensamiento que desgraciadamente puse sn práctica. Lleguéme a una de las jóvenes i me puse a su lado con todo valor. Ella no se apercibió de mi presencia. Le dirijí la palabra en alta voz i le dije al oido.—Preciosa criatura, dime tu nombre!... Tampoco pareció sentirme.— Entónces acerqué mis labios a la mas bella mejilla que jamas he visto i estampé en ella un ardiente beso.—Beso, sin eco, i sin sombra de sensacion por parte de ella. Un dolor punzante, un fastidio atroz, un desagrado indecible se apoderó de mi, al persuadirme de la imposibilidad de hacerme sentir. Tuve celos de todo, hasta de los ajentes incorpóreos que como el calor, la luz, la electricidad, tenian accion sobre ella.

¡Es algo tan desagradable como estraño lo que se siente en esas circunstancias!

La pareja continuaba su paseo hablando con grande animacion. Yo la escuchaba con delicia i amargura a la vez. En la conversacion habia descubierto, que la bella de mis impresiones se llamaba Eva i Ada su compañera.

Es de notar, que tengo la conciencia de que estoi traduciendo al castellano mis recuerdos, i sin embargo, no podria decir de qué manera sonoban los hermosos nombres Eva i Ada en la lengua universal. Solo puedo decir a este respecto, que dicho idioma se presta admirablemente a todos los caprichos de la fantasía. Del tono científico de los sabios, al tono afectuoso de la mas bella de las mujeres imajinables, como a la espresion de una situacion tan estraña, como la mia, la lengua universal tiene siempre palabras abundantes i las mas graciosas i enérjicas de las palabras posibles.

Era Eva, una criatura verdaderamente ideal. Esbelta, flexible, graciosa, llena de una majestad dulce i serena, atraia de un modo irresistible los mas profundos afectos. Me parecia haberla amado siempre.

Eva tenía una tez suave, como suele a veces encontrársela en los niños pequeños. El color poco animado, de una albura, alabastrina, hacia contraste con sus ojos i cabellos de un castaño intenso. Al sonreir, habia algo de inefable en su fisonomía; se habria dicho que el salon todo sonreia.

Ada, su compañera, un era ménos bella, pero de un carácter de belleza enteramente diverso. Ada era la mas singular de las morenas. Llena de una gracia encantadora, se veia en ella la criatura amada i feliz, podria decirse aunque no es exacto, coqueta i juguetona, regalona, con todo lo que la rodeaba. Ojos negros, brillantes, pelo ondeado i suave, mas profundamente negro, si cabe, que sus ojos. Era Ada una criatura que alegraba el alma i al lado de Eva, hacian ámbas la mas encantadora de las parejas.

—Hermoso salon, querida Eva es el dedicado al pequeño planeta Tierra. Veo en estas paredes un número considerable de estudios diversos. Tú que asistes siempre con tu familia, conocerás sin duda todos los detalles, i cumplirás tu palabra de ser mi guia como lo fuiste en el salon de Saturno, el mas grande i portentoso de Babilonia.

Solo en este momento, supe el nombre de la ciudad en que me hallaba. Por una operacion mui singular de mi espíritu, yo traduzco todo al castellano, pero lo que no sé esplicarme son las equivalencias de los nombres propios.

Pero prosigamos.

Despues de escuchar Eva las palabras anteriores, contestó a su amiga con naturalidad.

—Si, dijo, conozco suficientemente los trabajos hechos sobre la Tierra, i algo mas que los de los otros planetas, a causa de ser mi padre el que encabeza esta seccion del cuerpo sabio, i en casa se habla siempre de los nuevos descubrimientos que en todo momento se hacen.

Diciendo así, se detuvo delante de una plancha de porcelana de cuatro pulgadas de largo, enmarcada por una graciosa moldura colocada en la pared a la altura necesaria para ser observada sin inconveniente. Era un retrato de Napoleon III con la emperatriz i el príncipe imperial. Observando con cuidado se veia que era una reproduccion de una tarjeta fotográifica de Disderi, pues habia sacado al pié el nombre de este célebre artista.

Ada, con su gracia peculiar se abalanzó curiosa i dijo:

--¿Tambien es este uno de los objetos aumentados por el microscopio indefinido?

—Es claro, contestó Eva, todo lo que aquí ves pertenece a la Tierra. Este cuadrito fué obtenido no ha mucho, agrandando una de las azoteas de Paris, en la que se encontraron multitud de retratos de todas formas. Este ha sido colocado en ese lugar aisladamente, a causa del pequeño letrero que se ve al pié, «la familia imperial.» Los demas, están colocados en este gran cuadro que sigue.—Diciendo asi, señalaba una estension de muchos metros rodeada por una moldura de otra materia, menos brillante que la de Napoleon III. Habia, en efecto un sinnúmero de retratos de hombres, mujeres, niños, vistas, edificios i otras curiosidades.

—Pero, querida Eva, no me hables cosas que no entiendo; ¿que quiere decir eso de «familia imperial?» Esplicadme primero ántes de pasar adelante.

—Eso es largo i curioso, amiga, mia. Voi a esplicártelo mientras seguimos viendo otras cosas.

Diciendo así, prosiguieron el paseo dirijiendo a diversos objetos colocados en la pared, miradas mas o ménos curiosas.

—Sabrás, querida Ada, continuó Eva, deudos su voz esa entonacion peculiar que suelen dar las jóvenes cuando creen decir algo increible, que ese mundo está en mantillas; es uno de los mas atrasados del sistema, i por consiguiente tiene costumbres tan raras, que todo el cuerpo sabio se ha puesto en movimiento para averiguar a que época pueden corresponder de nuestra antiquísima historia i se ha encontrado nada ménos, que hacen 145,700 años existia entre nosotros una civilizacion análoga. Figúrate hasta que punto será el atraso de estas buenos jentes, que todavía están divididos en fracciones que llaman pueblos i naciones; i estos grupos, son gobernados por hombres a los que se les concede el privilejio demandar segun su voluntad, siguiendo ciertas reglas, jérmenes de leyes, mas o ménos mal entendidas, i diferentes por añadidura, para todos los paises. Este retrato que has visto, es el de uno de esos privilejiados que está con su esposa i su hijo. Estos tales, reciben los tratamientos mas pomposoes, i se les dice majestad, lo mismo que al Padre Universal. Así, dicen: la majestad del rei o del emperador, i la majestad del trono, la majestad de Dios. Como ves, nada, hai que manifieste mejor la pobreza de esos espíritus que no saber distinguir lo que en el trato se debe a Dios i al hombre, cualquiera que este sea.

—Pobres jentes, interrumpió Ada, continuando el pensamiento de su amiga; creen sin duda que se trata de una majestad grande i otra, pequeña.

—Exactamente, dijo Eva; no tienen ideas claras acerca de la naturaleza del infinito, pues parecen creer que es el infinito un finito mui grande. A eso justamente atribuyen los observadores aquel error de concepto: en la tierra la nocion del infinito como unidad indivisible, de distinta naturaleza que lo finito, pues encierra en sí la totalidad de lo existente, no ha impreso todavía sus huellas en el lenguaje, que te haré saber de paso, se habla, a lo que parece, una lengua diferente por cada grupo de individuos.

—Qué confusion, qué algarabía, esclamó Ada, riendo alegremente. Qué escenas tan graciosas pasarán cada instante entre dos seres que se aman hablando diversas lenguas; seria de hacer un viaje para escucharlos.

Yo he tenido siempre horror supersticioso a la mujer sabia, a causa talvez del abuso que hace de todo conocimiento para dar con él en la nariz al primero que encuentra, de suerte que al oir espresarse a Eva habia fruncido el ceño i sentia un desagrado que no sé esplicar. Así es que cuando Ada imprimió a la conversacion un jiro mas propio al sexo bello, le di un abrazo estrecho i entusiasta, sin que ella se diese por aludida. Yo esperé ansioso la respuesta de Eva, que dijo en seguida sonriendo dulcemente:

—Esa observacion la hice a mi padre el dia en que me puso al corriente de estas singularidades, i me contó que en una hoja suelta encontrada no ha mucho, se hallaba una frase en que se indicaba que en la Tierra, el amor tiene su lenguaje propio, i que los ojos i la espresion de la fisonomía, dicen mas que la palabra. De manera que si entre los que hablan un lenguaje comun se ocurre al mutismo para espresar mejor el sentimiento que los une, no tienen mucho que estrañar cuando hablan lenguas diferentes.

Al llegar aquí, ámbas amigas se rieron con una espontaneidad tan comunicativa, que yo mismo me sentí tentado.

V.
EL TABACO FUMADO.

E

n este momento un inmenso aplauso atronó el salon, i a mi pesar tuve que prestar atencion sin perder de vista a mis dos amigas, que por su parte se pusieron tambien a escuchar.

El techo del salon era construido de tal manera que lo que se hablaba de cualquier punto de la pared de las impresiones, se oia claramente en todas partes, así es que las palabras que se pronunciaban en ese momento, eran perfectamente oidas.

—Sí, decia uno de los sabios de la plataforma ambulante; fuman el tabaco. Es evidente...... i señalaban un aviso de cigarrería donde se ofrecian tabacos de fumar de varias especies. ¡I tánto que se ha dudado de que estas cosas se hiciesen en los tiempos primitivos! El tabaco fumado da la prueba evidente de que no se conoce su oficio. Preciso es que se ignore demasiado para no conocer la lei de las producciones locales en que la naturaleza hace nacer el remedio al lado del mal. En los lugares donde el tabaco se produce, necesariamente hai enfermedades que con él se curan, i como a lo que parece, se produce en ábundancia, debe necesitarse en fuertes cantidades. Pero esto indudablemente no lo saben, pues de aquel conocimiento se desprende lo perjudicial que es respirarlo, i ya lo veis, lo fuman.

—Sí, señores, lo fuman, afirmó otro de los compañeros apoyado en la baranda de la plataforma, como para concluir con las dudas que semejante revelacion pudiera suscitar. Así, pues, no es estraño que el verbo fumar fuese conjugado con admiracion por toda la concurrencia.

Sin embargo, habia entre los los asistentes un individuo que no aplaudia, i parecia absorto en contemplar una esfera colocada sobre un tejado. Esta esfera, sin embargo de estar perfectamente modelada por la luz del Sol que alumbraba tambien el tejado, no arrojaba su sombra a ninguna parte, i por esta razon parecia tener fuertemente intrigado a nuestro hombre, que la observaba a algunos pasos de distancia para abarcar mejor el estraño efecto. Siguiendo la direccion de la luz, nuestro individuo recorrió hasta concluir la pared, sin encontrar nada que pudiera mirarse como sombra arrojada por la esfera. Esta observacion pareció decidirlo, i despues de algunas vacilaciones, dirijió con aire pensativo a uno de los que parecian pendientes de la palabra venida de la plataforma, i tocándolo en el hombro:

—Suspende tu juicio, amigo, le dijo con misterio, porque aquí hai un dato en contra; i le señalaba la esfera en que nadie parecia haber fijado la atencion.

—Cómo, dijo el otro, no comprendo........ ¿qué es eso, i qué tiene que ver con la cuestion?

—Ven conmigo i verás.

Diciendo así, nuestro hombre condujo a su amigo hasta enfrentar la esfera, i colocándolo a cierta distancia:

—Este le dijo, es un objeto material esférico, i alumbrado por el Sol

—Ya lo veo, contestó el recien venido.

—Pues bien; dime, ¿dónde está la proyeccion de su sombra?

—No la diviso; a no ser que sea algo suspendido de un soporte a grande altura. Pero, decis bien, esto merece atencion, porque no hai soporte; la sombra lo manifiesta......

—Pues, no es otra cosa que un globo.....

—Teneis razon......

—Entónces, hai una anomalía entre fumar tabaco i usar globos, que son el primer paso del dominio del aire.

—Es verdad!

—¿No os parece que debemos fijar la atencion sobre este punto?

—Es evidente!

—Pues no hai que vacilar.

Diciendo así, alzó la voz, i dirijiéndose a los de la plataforma que seguian discutiendo sobre el estado de atraso de un mundo que fuma, estamó:

—Señores: no juzgeis tan lijeramente!

Al oir esto, la concurrencia jiró sobre sí misma i clavó su atencion en nuestro individuo.

—Aquí, continuó este señalando el globo, hai algo que manifiesta que si el desarrollo de un mundo se hace simultáneamente en todas las esferas del saber; el órden de desarrollo es diferente para cada uno. Aquí hai un globo aereostático, que como sabeis, es el primer paso al dominio atmosférico, i esto entre nosotros no corresponde a la época en que se dice en nuestros anales que las jentes se envenenaban fumando el tabaco i que tantas sonrisas de incredulidad ha suscitado siempre. Fumar tabaco corresponde a 389,000 años de retroceso i los globos a 144,960 años solamente miéntras el conjunto de datos tomados, arroja una cifra diferente de ámbas, esto es corresponde a 146,700 años.

Es, pues, evidente que si el desarrollo de los mundos se hace simultáneo en todas las esferas del saber, no se hace siguiendo el mismo órden para todos. Al determinar la curva del progreso en Saturno, hemos tomado en cuenta la influencia de los anillos, su volúmen, su atmósfera i su distancia al Sol, i hemos podido determinarla con bastante precision. Respecto a nuestros planetas esteriores mas allá de Saturno, conocemos tambien el momento de la civilizacion de todos ellos; pero, es sabido cuanto trabajo nos cuesta, i los mil errores que hemos tenido que correjir. En cuanto a Mercurio, están tan atrasados, que ni el tabaco se ha descubierto todavía: la vida allí es tan corta i tan violenta, a causa de no tener sino 88 dias el año, que es un mundo de castigos i de primeros desarrollos, un mundo que apénas empieza. De Mercurio sigue Venus respecto a su distancia al Sol, i en Venus se pasó la época del tabaco. Sin embargo en Venus, están aun apénas en el descubrimiento de la imprenta i de la pólvora. En cuanto a Marte, que sigue de la Tierra, aunque es tanto mas pequeno que ésta i que Venus, se halla mui por encima de estas en civilizacion i desarrollo; se ve que comienzan a comprender lo definitivo en todas las esferas.

Ahora, la tierra presente esta anomalía del tabaco fumado i es preciso darse cuenta de ella. Esto viene a promover antiguas cuestiones, que respecto a los demas planetas se vienen sucitando de tiempo atras.

Miéntras se pronunciaba este discurso, la plataforma se habia venido acercando de modo que los sabios no apartaban la atencion de lo que se decia; i cuando cesó la última palabra se hallaban al lado del globo en discusion.

Los sabios de la plataforma hicieron una cortecia; la reunion guardó silencio, i aquéllos tomaron con exactitud la direccion de la luz i recorrieron, desde el lugar en que estaba el globo hasta el estremo opuesto la pared entera. Luego volvieron rápidamente, i poniéndose al lado de la esfera, la observaron por un instante; hablaron entre sí a media voz algunos minutos, i por fin uno de ellos se volvió grave a los oyentes i dijo en altavoz:

—Señores: el colega ha dicho la verdad...

Una salva de aplausos interrumpió al orador, que continuando dijo:

—Os lo repito, hai razon en sus observaciones. Solamente haremos notar, que al esponer a Uds. la estraña anomalía de fumar tabaco cuando se conoce el vapor, el telégrafo i la imprenta, no era nuestra mente arrojar dudas acerca de lo que con tanta justicia acaba de esponerse, esto es, que el desarrollo de los mundo se hace simultáneamente para todos los conocimientos, pero siguiendo órdenes diferentes, segun la naturaleza del planeta. Esta teoría será espuesta a su tiempo por la comision superior, que recibe los trabajos correspondientes a cada globo. Nosotros no tenemos necesidad de ocuparnos mas que de lo que concierne a la Tierra sola i esclusivamente.

Un murmullo de aprobacion se dejó oir en toda la concurrencia, i la plataforma comenzó de nuevo su marcha i los sabios sus pesquisas.
VI.
QUE MARTIRIO

E

va habia vuelto con su graciosa compañera a fijar su atencion en los objetos colocados en las paredes. Pero, como éstas erna de altura estraordinaria, se habia tenido cuidado de rodearlas de seis filas superpuestas de espaciosos balcones, cuyas subidas se encontraban en los dos ángulos opuestos a la pared de las impresiones. Estos balcones o galerías, tenian una baranda a la altura de un metro, hecha del mismo metal de que hemos dicho en un principio era la reja de entrada, es decir, de algo semejante al aluminio. Así, pues, mis dos amigas, deseando ver los objetos de la primera galería, subian a ella con una estraordinaria facilidad, valiéndose de un sencillísimo mecanismo, cuya esplicacion me dí fácilmente entónces, pero que hoi no puedo descifrar. Lo que únicamente me es dado recordar con claridad, es que entraban al recinto comprendido por una pequeña red circular, i tocaban con la punta del pié una especie de resorte que habia en el centro. Sin mas, ví elevarse suavemente el piso rodeado por la reja, llevando a las mas bellas criaturas que jamas he visto. Por un movimiento casi involuntario, me coloqué entre ellas i me sentí suspender en el aire en la mas amable de las compañías, hasta la primera de las galerías, que distaba del suelo nada ménos que diez metros.

—Entre tanto, Eva enlazando al parecer una conversacion anterior, voi, dijo, a mostrarte, querida Ada, un trabajo suyo que ha llamado la atencion del cuerpo sabio i se le ha permitido ocupar este lugar.

Confieso que este suyo me sonó mal, i me entró un fuerte afan de conocer su nombre, que sin saber cómo, empezó por serme antipático aun ántes de conocerlo.

—Tengo curiosidad, dijo Ada, de ver sus trabajos, porque es una gracia en un jóven conseguir tales resultados. El me ha prometido enviarme algo para adornar mi estudio, pero esta promesa tiene ya tres años...

Yo me mareaba.

—Hé aquí, dijo Eva, una obra que, segun opina mi padre, es digna de ser considerada.

Diciendo así, señalaba un precioso bajo-relieve de dimenciones sorprendentes i de excesiva finura en los detalles. Era el frente de San Pedro en Roma, tomado de una vista fotográfica i reproducido de dos metros de alto, con una precision incomprensible. Las estatuas del frente, dejaban ver las trazas orijinales del cincel. Las junturas de las piedras i los mas insignificantes detalles, estaban reproducidos en un metal amarillo como el oro i con un relieve suficiente para que el ojo no echase de ménos el relieve natural.—¿Cómo habia sido hecho aquel prodijioso trabajo? Eva se encargó de esplicarlo.

Por mi parte hubiera deseado hallarle mil defectos, porque su autor me iba siendo cada, vez mas antipático, pero a mi pesar tuve que reconocerle su odioso mérito.

—Este bajo relieve ha sido hecho en presencia de una fotografía encontrada en Roma, i por los procedimientos ordinarios de galvano-plástica. Pero, tiene el mérito de la excelente ejecucion i curiosidad del objeto. El ha hecho pequeñas esperiencias, i luego este juguete que ha regalado al salon. En seguida, ha resuelto, con la vista vertical, una gran cantidad de problemas de interes sobre el mismo asunto. Así, ves al lado, el plano de San Pedro i esa multitud de detalles ilustrativos que dan a conocer no solo el estado del arte en todo su atraso, sino tambien las estrañas costumbres de ese pueblo. El edificio es construido de piedras blancas naturales, mármol, a lo que parece, trabajado con una paciencia fabulosa, pues en la Tierra no se conoce el medio de construir monolitos indefinidos, como hacemos aquí con tanta facilidad.

Ada escuchaba esta narracion de los trabajos de un majadero, que solo la bondad de Eva podia no encontrar fastidioso, i yo no sabia qué pensar de su sabiduría i paciencia, para recordar tales simplezas, cuando Eva, continuando, dijo:

—El pobre Abel hace todo esto en sus horas perdidas...

Este nombre me hizo saltar; yo sentia que me era conocido. Pero, no sabia, no podia recordar quien era. Hice un esfuerzo estraordinario por traer a mi memoria algo vago e indefinido que parecia cruzar por ella. Me pasé la mano por la frente i la sentí quemante: mi corazon latia con violencia, e involuntariamente dije:—¡Qué martirio!

—¿I por qué tanto martirio, amigo mio? me dijo al oido una voz clara, serena i varonil.

Volví rápidamente la cabeza i ví con gran sorpresa un jóven elegante i esbelto, con una fisonomía tan intelijente como bella i bondadosa.

—¿Cómo sabeis, le dije,que yo soi yo, cuando soi intanjible e invisible?

—Porque yo tambien lo soi, me contestó.

VII.
NO ME ENTIENDO.

A

pesar de su belleza, me habia sido antipático el aparecido creyendo fuese Abel; mas el hecho de hallarse en las mismas circunstancias de invisibilidad que yo, desvaneció mis temores.

Sin embargo su presencia sujirióme una multitud de ideas estrañas que me impresionaron profundamente. Hasta ese momento yo no habia reflexionado ni un instante acerca de mí mismo. En posesion completa de mi personalismo, no me estrañaba de nada, pues me acomode sin dificultad a mi condicion de invisible, sin darme ni pedirme cuenta del fenómeno. Pero, la presencia de mi nuevo aparecido igual condicion que la mia, despertó en mí una multitud de reflexiones alarmantes. Quise recordar mi pasado; mi conciencia me aseguraba tenerlo, pero me fué imposible: solo un vago recuerdo semejante al de nuestros primeros tiempos de existencia vino a mi memoria. Unicamente era claro para mí el momento en que habia como recordado de un sueño profundo en medio de la campiña, de la cual divisé la ciudad donde a la sazon me hallaba, i cuyo nombre de Babilonia acababa de oir momentos ántes. En realidad, pues, yo no tenia pasado, i sin embargo, habia visto muchas cosas que me parecia conocer de antemano. Todo esto púsome en un estado moral difícil de comprender para el que ha palpado situacion análoga. Pero otra observacion vino a poner el colmo a la confusion ya mui marcada de mi espíritu; yo veia con igual aspecto de materialidad i tanjibilidad a mi aparecido como a Eva i Ada, sin embargo que en ese momento una de ellas penetró en él sin advertirlo, como me habia sucedido a mi mismo anteriormente cuando miraba por el telescopio, en que un astrónomo i yo mirábamos al mismo tiempo por el ocular. Pero entónces yo no me veia a mí mismo, i el fenómeno dejó de serme tan estraño como en esta vez en que tuve ocasion de verlo en otro. En efecto Ada, en uno de sus graciosos movimientos en presencia de la obra de Abel, dió un paso hácia atras, i penetró en mi nuevo amigo, como en una atmósfera de aire, i yo, que tenia la facultad de ver a ámbos, tuve ocasion de verificar el hecho, de percibir claro a aquel de los dos en que fijaba mi atencion de preferencia. Así mirando a Ada, se me presentaba límpida i sin ninguna nube, i desaparecia de mis ojos todo estorbo; mientras que haciendo igual cosa con mi hombre, parecia enteramente opaco i bien diseñado, viéndose únicamente de la jóven, aquellos puntos de su traje que no alcanzaban a ser encerrados por la persona de su ocultador momentáneo.

Yo comprendí que el fenómeno era mas curioso para observado que para practicado por uno mismo, pues yo no sentia nada absolutamente cuando se me penetraba en cualquier sentido.

Todo esto era sin duda mui estraño i capaz de confundir a cualquiera, pero mas estraño aun me pareció la circunstancia de que cuando yo, dejándome llevar de no sé que malos instintos, tuve la temeridad de abrazar a las dos jóvenes, sentí completamente la limitacion de sus personas sin ser penetrado ni sentido por ellas. Noté, entónces, que cuando mi voluntad actuaba en un sentido cualquiera, tenia una grande eficacia i enerjía, aun para variar la condicion, aspecto i apariencia de la propia naturaleza de mi persona.

Todo esto produjo en mí al notarlo, una confusion tal, que sin saberlo, se me salió, como decirse suele, una pregunta que espresaba perfectamente mi turbacion.

—¿Usted se entiende a sí mismo?

Soltando una espansiva carcajada, que me hizo avergonzar, i que sin embargo solo yo pude sentir a pesar de hallarse penetrado por Ada, me contestó alegremente mi individuo:

—¿Es decir que Ud. no se comprende?

—Exactamente: no me entiendo, ni a Ud. tampoco.

VIII.
SE EVOCAN MIS RECUERDOS.

F

ijando en mí sus grandes ojos con un aire compasivo, mi hombre dominó el regocijo causado por mis palabras, i acercándose me dijo:

—Pero esplique Ud. sus dudas, amigo mio: veo que realmente hai en Ud. algo que me indica un estado incómodo i desconcertado de espíritu. Si puedo serle útil, me tiene entero a sus órdenes.

Diciendo así, me tendió la mano que estreché, lo confieso, entre agradecido i desconfiado.

Procuré entónces esplicarle, del mejor modo que me fué posible, lo que por mi ánimo pasaba, i despues de escucharme con cierta reserva, a la par que con una bondad que impedia todo retraimiento, me dijo con dulzura:

—Calma, calma, amigo mio. Para comprender estas cosas, es preciso, es indispensable una gran serenidad de espíritu. Tenga Ud, presente que sus dudas i vacilaciones encierran muchas preguntas simultáneas, que me es preciso escalonar en órden para contestarlas. Así, le recomiendo seguir a estas agradables jóvenes en sus investigaciones i estudios, i a la vez iremos conversando.

Diciendo así, me tomó del brazo i me hizo fijar la atencion en la palabra de Eva que decia a su compañera, paseando por la galería:

—Otro de los puntos resueltos completamente por Abel, es que en la Tierra comienzan apénas a tener noticias de la galvano-plástica. Es verdad que eso no tiene nada de particular, desde que no conocen aun la naturaleza de los ajentes físicos, cosa demostrada por las investigaciones hechas por el cuerpo sabio. Pero lo que hai de curioso es, que poseen ya muchos de los elementos principales i no malician lo que tienen entre manos, prueba del pequeño alcance intelectual de las razas que pueblan ese globo. Figúrate que saben mui bien que la electricidad se produce por los cambios moleculares, i se empeñan en arreglar pequeños instrumentos productores de ese fluido, a los que dan el nombre de pilas eléctricas. Con estos instrumentos producen naturalmente pequeñas cantidades que aplican a usos insignificantes, como es fijar capas ténues de ciertos metales sobre diversos objetos. I miéntras tanto, saben tambien que el globo que habitan i el Sol que los alumbra son otras tantas fuentes de electricidad, puesto que en ellos se hace la totalidad de acciones moleculares, i no se les ocurre utilizarlas, abandonando esos pequeños i parciales recursos de que hoi disponen. Así ves el curioso espectáculo de una humanidad que posee los principales elementos de un inmenso poder sin prestarles ninguna atencion.

—Pero, le interrumpió vivamente Ada, ¿de qué modo se arreglan para la confeccion de los diversos objetos metálicos de que disponen?

—Por el método de nuestros abuelos de 145,700 años ha, es decir, por el esfuerzo muscular i valiéndose del calor para fundir o reblandecer los metales; de modo que esos infelices, para hacer un instrumento cualquiera, que nosotros hacemos ejecutar a nuestro globo manejando la electricidad que desprende, tienen necesidad de luchar con la resistencia que les presenta el material que elaboran.

—Ai! dijo Ada, quién pudiera advertirles para que no gasten inútilmente sus esfuerzos!

—Realmente da pena pensar cuánta lucha se ven precisados a sostener con la naturaleza i los elementos, por falta de discernimiento. Este atraso intelectual lentifica estraordinariamente el progreso a causa de un fenómeno que se ha descubierto no ha mucho. Es tanta la ignorancia, que no pueden concebir nada superior a ellos, i desprecian i vejan a los seres que les son superiores; así hacen morir a sus jénios i desprecian a sus hombres de talento.

—Vamos, hija mia, dijo a nuestro lado una voz grave i entera que oí por primera vez.

Volví la cara i ví a un señor de estatura aventajada, de aspecto robusto i sano i de una edad verdaderamente indefinible.

—Vamos, decia, no juzgueis así a la humanidad que puebla ese pequeño mundo. El desarrollo del saber se hace segun ciertas leyes fijas i especiales para cada mundo, i la intelijencia se desenvuelve en proporcion, de manera que ellos están tan avanzados como nosotros, proporcionalmente a las condiciones en que ámbos nos hallamos.

Diciendo así se colocaba entre las jóvenes, pasando amablemente sus brazos por las flexibles cinturas de las dos, quienes se dejaron llevar alegremente de esta manera.

—Habeis venido a tiempo, apdre mio, dijo Eva porque ya me iba acercando a rejiones difíciles para una jóven de mi edad, i preveia que Ada me haria luego preguntas...

—Un poco embrolladas, ¿no es verdad? dijo esta interrumpiendo con aire malicioso.

—Hé alcanzado a escuchar tus últimas palabras, hija mia. Algo cansado del trabajo, cedí mi lugar en la plataforma a mi suplente, i me eché por aquí en tu busca, pues presumia que estarias criticando los trabajos de mi sobrino Abel; i, ya lo veis, no me hé equivocado.

Diciendo así, sonreía cariñoso a los dos jóvenes.

Luego, tomando un aire tranquilo i reposado, no compadezcan ustedes tanto a la pobre Tierra, les dijo, pues las investigaciones últimas indican que la civilizacion tardará poco en enrielarse en el camino del progreso indefinido. Es verdad que tenemos todavía que desvanecer algunos puntos negros que nos estorban en nuestras investigaciones, pero, por lo que a mí respecta al ménos, creo que la cosa no va mui léjos. Tomando en cuenta ciertos elementos, el momento de esa, civilizacion corresponde a 145,700 años de nuestra antigua historia, pero hai todavia que disminuir ese número notablemente. Voi a dar a Uds. una corta idea, de las razones que hoi se toman en cuenta. Desde luego la Tierra es proximamente 1,400 veces mas pequeña que Júpiter, i es natural que su desenvolvimiento sea en proporcion mas rápido, de modo que es preciso dividir 145,700 años por 1,400, i tendremos número de años que necesita, para alcanzarnos, es decir 110 años i medio de los que se cuentan en la Tierra.

—No comprendo, sin embargo, eso que Ud. halla mui natural, dijo Ada, ¿cómo puede ser que a manera que un mundo es mas pequeño, su andar en civilizacion sea mas rápido?

—-Es claro: el desarrollo se hace a la par del globo, i este tarda, por ejemplo, en enfriarse, un tiempo que está en relacion con el volúmen. De ese modo, marchan igualmente los demas elementos que conducen al desenvolvimiento de las razas que loa habitan. Los seres microscópicos viven mas rapidamente que nosotros.

Ahora, hai tambien que tomar en cuenta los distancias al astro central, puesto que esto lleva contigo un retardo de enfriamiento, o sea un aumento considerable de temperatura, i con esto muchos inconvenientes al adelanto intelectual. Nosotros tomamos siempre en cuenta este elemento, i para este caso, les haré notar que nosotros estamos 5,2 mas distantes que la Tierra; por consiguiente hai que multiplicar el número 110 por 5,2 lo que nos da 572 años, cifra mui pequeña, como Udes. ven; por esto es, que a pesar de fumarse tabaco, estamos creyendo que en la Tierra, se prepara en breve un grande i favorable cambio de estado. Del resultado de nuestros actuales estudios, debe nacer la cifra verdadera, i ya mui luego habremos cerrado el término de nuestras investigaciones. Solo falta que conocer algunos puntos esenciales.

En este momento mi invisible amigo, que durante el tiempo trascurrido parecia absorto en meditaciones profundas i mui léjos de escuchar lo que se decia, me llamó la atencion sobre algo mui diferente de la conversacion anterior.

—¿Cómo se llama Ud? me dijo, encrándoseme de un modo que parecia que de mi nombre dependia el jiro posterior de la conversacion.

Yo me quedé parado sin saber de que se trataba, pues no entraba en mis breves recuerdos semejante contestacion. Así, despues de algunos instante de vacilar:

—No sé, le dije.

—Acabáramos! me respondió con aire del que resuelvo un gran problema. ¡Acabáramos! Entiendo......i dicíendo así meneaba la cabeza.

Por mi parte, no me instruia gran cosa todo esto, i no pude ménos de preguntarle:

—Pero, ¿qué saca Ud, en limpio de este embrollo?

—Saco en limpio, moedijo, que es menester que andemos otro poco. Esto es mas sério que lo que habia pensado.

Diciendo así me tomó del brazo i me indicó que atendiese a otra cosa.

Este procedimiento reavivó mi vacilante estado anterior, que se habia calmado algo oyendo la conversacion del padre de Eva.
IX.
LA INFALIBILIDAD I EL PROGRESO.

R

ealmente, decia éste continuando, es una dificultad verdadera, pues las muchas esperiencias hechas han probado ser un veneno mortífero i no se comprende cómo, jeneraciones enteras......pero, ya os he dicho; de la esperiencia última con los ratones del jardin zoolójico resulta, que los que salvan respirando tabaco, pierden gran parte de sus pequeñas facultades. Por eso, en mi concepto, el atraso actual de la Tierra presenta tan singulares anomalías. El mal, como el bien, deben ser comprendidos como fuerzas aceleratrices, pues sus efectos producen curvas parabólicas o lo que es lo mismo, crecen como el cuadrado del tiempo trascurrido.

De aquí resulta, que miéntras se ignora el verdadero oficio del tabaco i se le fuma, este acto será una fuerza retardatriz para los elementos de progreso.

Agreguen Uds. el uso errado de la pólvora, fuerza benéfica destinada al cambio intelijente de la superficie del globo, que, segun parece, la emplean para matarse unos a otros, i la dificultad aumenta estraordinariamente; tanto mas, si se tiene presente el conocimiento que poseen de muchos principios de moral universal i muchas nociones de filosofía que parece debiera haberles hecho sospechar siquiera la lei de solidaridad universal.

Síntomas son estos que complican la cuestion de un modo sério; pues mirados individualmente corresponden a fechas mui diferentes de nuestro desarrollo social. Para que Uds. puedan juzgar, voi a mostrarles algunos datos de mis apuntes. I diciendo así, sacó de un bolsillo una cartera empastada de un material tan flexible i a la vez tan ríjido, que parecia, un suave resorte de acero.

Esta cartera, tenia al esterior una cifra estampada con letras de relieve. Fijé mi atencion en ella i leí: Memorias de Nemrod.

Evidentemente este era, el nombre del podre de Eva.

Con la rapidez del pensamiento, hice el resúmen de mis adquisiciones de noticias. Me hallaba en Júpiter, en una gran ciudad cuyo nombre era Babilonia, i en presencia de una familia de Nemrod, jefe de la comision científica encargada, del estudio del planeta Tierra. Nemrod, padre de Eva, era tio de Abel, personaje para mí desconocido personalmente, pero desde luego antipático, a causa del interes con que parecia recordarlo Eva. En cuanto a la preciosa Ada, era desde luego huésped en Babilonia i amiga íntima de Eva i su familia; mas ignoraba todavía su procedencia, i la razon de o estrecho de tales relaciones. Miéntras hice las anteriores reflexiones, Nemrod abrió su cartera, i sacó de ella un pliego de papel; lo desdobló cuidadosamente i mostró a las jóvenes su contenido. Este pliego era un cuadro que encerraba el resultado de las investigaciones de la comision sobre la Tierra: bastaba inspeccionarlo a la lijera para hacerse cargo del estado de civilizacion comparativa respecto a Júpiter.

—Ya lo veis, les decia, no hai ningun conocimiento llegado a su definitivo desarrollo. Pero existe el jérmen de todo, mas o ménos en embrion.

Por ejemplo, últimamente acabamos de cerciorarnos del conocimiento de los globos aereostáticos que son en el aire respecto a la locomocíon atmosférica, lo que es para el agua el descubrimiento de las balsas i vejigas de viento con relacion a la navegacion a vapor. Pero, vosotros lo sabeis, toda idea exacta es fecunda por naturaleza, i pronto aparecerán los jénios que deben desarrollarlas i sacar de ellas el fruto debido. En este momento se investiga sobre el particular, a fin de conocer si se ha dado algun paso en este sentido. Mas, de todos modos, este descubrimiento corresponde a 144,960 años.

Esta cifra es diferente de la indicada para término medio de las observaciones jenerales, que es de 145,700.

La cifra de la pólvora usada para matarse unos a otros, corresponde a una época, solo posteriror a la del tabaco fumado; es de 347,000 años, i la del tabaco 389,000.

Ahora, agrégase a estas dificultades la presencia de ciertos adelantos indicadores de un avance mas contradictorio todavía, mucho mas que todo lo anterior. Fígúrense Uds, que la parte del mundo, al parecer mas culta, está dividida en naciones, gobernados por ciertos individuos llamados reyes, i, ya ha aparecido la idea de repúblicas parciales, correspondiente entre nosotros a 28,760 años. I esto no es nada, hijas mias; hai algo que vale por todo; algo que, sometiendo al cálculo de que les he hablado en un principio, es decir, partiendo por 1,400 i multiplicando por 5,2 significaría que en 50 años mas del momento presente, entraría la Tierra en el campo definitivo en materias de moral i relijion. Figúrense Uds., i esto sea dicho de paso, se debe a las investigaciones de mi sobrino.........

—¿De Abel? dijo Ada, sonriendo...

—Sí, dijo Eva, manifestando de este modo estar al corriente del asunto.

Prosiguió Nemrod, pero mi atencion se fijó instantáneamente sobre mi compañero el invisible que al oir el nombre de Abel, volvió la cabeza, como despertando de sus meditaciones, i una indefinible sonrisa plegó sus labios. Mas, volvió en seguida a su aire meditabundo.

—Este, pensé yo entónces, está al cabo del asunto, y como es invisible, conocerá talvez las maulas del sabio en ciernes..... diciéndome así, presté atencion a las palabras de Nemrod.

—Figúrense Uds., decia; hai en la Tierra un hombre que gobierna las crencias de los demas, al ménos de una gran parte.....

—Pero eso es imposible, dijo Ada, pues mandar creer es como mandar entender.

—Así es realmente; pero ello es cierto como acontece con el tabaco fumado; sin embargo, este hecho, cae en la cifra jeneral 145,700 años; pero este estado en las sociedades primitivas dura estraordinariamente i concluye al fin por resolverse de un modo imprevisto para los ignorantes de la curva del progreso. Jeneralmente sucede que ese hombre concluye por declararse infalible, como Dios mismo, de quien se dice inspirado directamente; i esta declaracion es la verdadera crisis del mundo moral. Ahora bien, esto sucede en la Tierra i esta cifra, corresponde apénas a 13,461 años!!!!

A esta solemne declaracion siguió un momento de silencio, en el que se veia la admiracion i sorpresa en el simpático i femenino auditorio.

—Allí se Ilega, continuó Nemrod, por la tirantez creciente de la imposicion de la fe ciega, contra la cual se revela la razon que es la luz divina que ilumina a todo hombre, i el progreso, que es la consecuencia de la aplicacion de la razon. Luego, la declaracion va acompañada de un plan de dominacion destinado a concluir con las resistencias, el que una vez comprendido, provoca la liga de los oprimidos, i tras ella, la guerra; viene en seguida la muerte i luego la aurora de la unidad relijiosa. Esta es la marcha seguida por nosotros i los demas planetas superiores.

X.
¿QUE ES LA MATERIA?

D

ispuesto, a lo que parecia, estaba Nemrod a seguir sus eruditas esplicaciones Dios sabe hasta cuando, pero, como el paseo era hácia la pared de las impresiones, llegó un momento en que nos acercamos lo suficiente para que los objetos estampados en ella les llamasen preferentemente la atencion. Así sucedió que, al concluir la frase anterior, Ada, con la lijereza propia de una jóven de su edad:

—¡Ai! esclamó, miren Uds. ¿qué es lo que tanto llama la atencion?

Diciendo así señalaba un punto al cual converjian todas las miradas de los espectadores i todos los lentes de la plataforma.

En efecto, al lado del lugar en que remataba la galeria de nuestro paseo, se veian clara i distintamente tres hermosos ratones royendo al parecer sobras o basuras. Habian cambiado el cliché i me| pareció reconocer la Penitenciaria, al esterior de la cual, tenia lugar el banquete ratoniano.

—Por mas que se diga, decia con calor el suplente de Nemrod, estos no son fujitivos del jardin zoolójico como se juzgó la vez anterior. Entónces pudo creerse así, porque al fin, era uno solo, i podia considerársele escapado, tanto mas, cuanto que fué el primero que se encontró. Pero, ahora... ahora la cosa, es mui diversa: son tres, i el de la izquierda es hembra i están demasiado tranquilos i cerca de un lugar habitado para creer que se les persigue. Nó, señores, nó; yo no convendré ya en que estos son ejemplares científicos, sino verdaderos habitantes del globo.

—Oh!! dijo otro de los cinco, eso es casi hacer guerra a esta pequeño planeta. Parece que todo no conjura en contra de nuestras previsiones. Hemos procurado encontrar sus puntos de adelanto, i cuando nos acercábamos al término de nuestros trabajos, empieza uno de nuestros compañeros por descubrir que se fuma el tabaco; otro, descubre que el alcohol, producto de tanta utilidad para la ciencia i la industria, se lo beben; otro viene luego con que emplean la pólvora para matarse; ahora el señor sostiene, que los ratones éstos, no pertenecen a un jardin zoolójico! Yo rogaría a la comision suspender su juicio por un momento i concluir de recorrer este cliché por entero a fin de ver si hai algun nuevo dato respecto a este asunto, pues vale la pena de intentarlo a fin de no admitir afirmaciones de esta especie sin ser suficientemente demostradas. Es verdad que debe tenerse presente, que un mundo se perfecciona con el adelanto de sus moradores, i que los vichos destinados a mortificar al hombre i a destruir su obra, son un excitante al trabajo i al adelanto, destinados a morir i desaparecer del todo, cuando el hombre ha purgado su morada de los elementos que les dan vida. Pero, como sucede ordinariamente, que la desaparicion de los tales, coincide con el descubrimiento de la imprenta i los primeros estudios i desarrollos de la química i de la física, que, la aparicion de multitud de objetos que nos manifiestan que estas ciencias se encuentran en cierto estado de adelanto vienen a traer una nueva complicacion i dificultad.

—Aceptando la idea espuesta de concluir recorreindo el cliché, dijo otro, quiero indicar, que la cifra aproximativa obtenida como el momento de la civilizacion de la Tierra, sea modificada segun los últimos descubrimientos. Yo no creo que la presencia de los ratones como habitantes de un globo, diste demasiado de la cifra media.....

—Permitid un instante i os daré la cifra verdadera, dijo Nemrod desde la galería.

Todos volvieron las miradas hácia nosotros; pero Nemrod no dió muestras de notarlo, i se contrajo a rejistrar minuciosamente un pequeñlo libro de bolsillo, en el que con letras casi micróscopicas estaban escritos por órden alfabético multitud de nombres, teniendo al lado un número correspondiente.

Alcabo de algunos momentos,

—Aquí está, dijo. No deja de ser algo. Los ratones, como las moscas, arañas, vinchucas, etc., etc., son 146,801 años anteriores a nuesta actual civilizacion.

Estas palabras, fueron recibidas en completo i jeneral silencio; i en seguida, sin mas hablar, comenzó la plataforma, su escursion ordinaria.

Entre tanto Ada, decia con espresíon de conmiseracion nerviosa:

—Pobres jentes; ¡cómo podrán vivir con semejantes compañeros!

—Realmente, dijo Nemrod; la vida bajo esas condiciones se presenta mui desagradable; i sin embargo, hai un hecho mui curioso: como resultado muchos estudios, hemos encontrado que los habitantes de este planeta, aman la vida a punto de preocuparse poco o nada de lo que viene despues. Tienen, por ejemplo, quien les asegura que hai penas eternas i que los castigos del Padre univesal, son crueles i sin fin; i sin embargo, prefieren creer esto o no creer nada, ántes que tratar de investigar lo que hai de real i verdadero. Por lo mismo que viven en un mundo de espiacion, no sabiendo el objeto de la vida, sintiendo en sí la capacidad para gozar i ser felices, buscan en su pequeño mundo el goce a toda costa. I lo que es mui particular, procuran, como primer modo inconsciente de pasarlo bien, olvidar, i si es posible, eliminar el tiempo, a cuya rueda están atados por la materia, lo que, sabeis, constituye en realidad la vida.

Debo confesar, que yo ponia atencion a todas estas conversaciones e incidentes por seguir el consejo recibido, i me habia en efecto tranquilizado; pero mi imajinacion se habia sumerjido involuntariamente en multitud de meditaciones ajenas i sobre todo, observaba de cuando en cuando a mi consejero invisible, que no habia vuelto a decirme una palabra. Me habia llamado la atencion, que durante nuestro paseo, pemanecia siempre al lado de Eva, lo que involuntariamente me habia disgustado. Pero, reflexioné, que él como yo, era intanjible, i no ví por otra parte ningun movimiento indicador de arrebatos impertinentes como los que yo habia tenido en un principio; me tranquilicé, pues, a este respecto.

Sin embargo, esta situacion de ánimo, produjo en mí cierta distraccion i me olvidé por un instante de mis cavilaciones. En este momento, el invisible que no parecia notar nada a su alrededor, fijó en mí sus miradas con cierta persistencia, i con aire dulce i tranquilo, me dijo sonriendo:

—Usted es mui niño todavía.

—I qué importa eso, le contesté.

—Mucho, me respondió.

—Pero, le interrumpí a mi vez, note Ud. lo que he dicho en un principio: si yo no me acuerdo de mi pasado, siento al ménos que muchas cosas no me son nuevas...

—Ya lo sé, mi amigo; pero, aun con claro recuerdo de todo eso, es Ud. todavía mui niño, i esto me esplica muchas dificultades. Por ejemplo, su estado actual; es la primera vez que Ud. se halla en él, i por eso no comprende Ud. nada. Seria inútil de mi parte, entrar a esplicar a Ud. ciertas cosas, que seria preciso apoyar en recuerdos de que Ud. carece. Asi, me parece mus conveniente empezar por el principio.

—No importa el comienzo, le interumpí con impaciencia; lo importante es darme luz sobre mi situacion...

—A eso vamos, me dijo, i en prueba de ello empezaré por hacerle una pregunta.

—Con tal que no sea necesario evocar recuerdos.

—No: se trata del presente.

—En hora buena, pregunte Ud.

—Pues bien: ¿sabe Ud. lo que es la materia?

—Vaya con una pregunta! La materia, la materia es todo lo que se vé, todo lo que se toca i se siente de alguna manera...

—Pero, amigo mio, note Ud, que ninguno de nosotros se vé, ni se toca, ni se siente de ninguna manera por estos jóvenes i este señor que están a nuestro lado, i segun eso ¿qué somos nosotros?

—Nosotros somos personas, le contesté.

—Ya estoi; pero constamos de algo, i ese algo ¿qué es?

—Yo veo perfectamente que somos algo; pero este algo me hace una impresion diferente de lo demas, que no sé por qué, encuentro bien se le dé el nombre jeneral de materia.

Al oir mis palabras, una sonrisa estrañaa plegó sus labios; sonrisa que parecia indicar que para entenderse conmigo era preciso obrar de otra manera que por el solo razonamiento. Tomó, en efecto, un aire de duda i de profunda reconcentracion en sí mismo i dijo como para sí:

—Es corto el tiempo... pero... es preciso darle alguna luz...

Diciendo así, varió por completo. Su fisonomía tomó el aire de una resolucion fria, tranquila, segura, i dando un paso hacia mí, me estrechó la mano i dijo:

—La visibilidad i la tanjibilidad de la materia es solo cuestion de facultades en el observador. Voi a colocaros entre dos estremos opuestos... Al decir esto, estrechó mi mano, fijó en mí sus grandes tranquilos ojos, i sin darme cuenta del raro fenómeno, de súbito desapareció de mi tacto i de mi vista.

XI.
CONSECUENCIAS DEPLORABLES.

Cuando por primera vez, yo habia notado mi intanjibilidad e invisibilidad, me sentí inquieto, fastidiado, i sobre todo, mui solo. Sin embargo, con cierta lijereza, disculpable solo por la falta de puntos de referencia a mi propia situacion, se tranquilizó mi ánimo i no pensé mas en ello. Cuando, en seguida salió a mi encuentro otro ser de mi especie, tuve, como recordará el lector, una multitud de ideas que se agolpaban a mi mente; pero, en medio de todo, i sobre todo, desapareció ese sentimiento de soledad que en un primer momento habia podido olvidar, aunque existiera en mí, como hecho de conciencia. Luego, llegó un momento en que me sentí vivir agradablemente, en compañía de mi análogo individuo.

En esta situacion de ánimo, i cuando el jénero de conversacion me habia parecido ménos distante de aquellos sentimientos, héme aquí sorprendido, i mas que sorprendido, alelado con la desaparicion instantánea, no solo del individuo a quien miraba, i escuchaba, sino tambien que tenia por las manos!

—Hasta, luego... Piense Ud. en qué punto de la escala de la visibilidad se encuentra!... me dijo una voz clara i distinta que sentí por todas partes sin percibir su oríjen, pero que conocí perfectamente era el eco de mi desaparecido.

Quien no ha estado en situacion análoga; quien no ha sentido i palpado una existencia entre dos mundos opuestos; invisible paraa unos, visible para otros; viendo i palpando aquéllos, i no viendo ni palpando a éstos, i teniendo perfecta conciencia de todo; quien no ha vivido uno de esos momentos, no comprenderá jamas toda la sorpresa i admiracion que causa el instante en que la evidencia de estos hechos penetra en el alma!

Quedé, pues, abobado, desorientado i aturdido, perdiendo boda esperanza de salir de tan lamentable estado.

Cuando al fin volví en mí, miré a mi alrededor, i Nemrod con Eva i Ada habian dejado el salon.

XII.
SIGUEN LOS MISTERlOS.

A

unque en realidad hacia pocos momentos que yo habia conocido a estas personas, el hecho de hallarme solo i sin saber nada ni recordar nada, me habia adherido a ellas, aparte del profundo afecto que me inspiraba Eva. Eran mis únicos conocidos, es decir, los únicos de quien sabía el nombre i algunos detalles concernientes a un estado social. Pero, las cosas pasan con tanta rapidez en Júpiter, que me parecia haber vivido mucho en compañía de ellos.

Yo pasee mis miradas por todo el salon i escudriñé todos los rincones, pero, la realidad me entristecíó: Eva no estaba entre los concurrentes.

Pensé entónces en salir a la, calle i recorrer la ciudad casa por casa. Yo, era, invisible, intanjible; tenia una gran facilidad de movimiento, i el tiempo me pertengcia, pues, no sentia otra, necesidad que la de encontrar pronto a Eva.

Me disponia a llevar a cabo mi pensamiento, cuando de nuevo sentí que me hablaba claro i distinto mi desaparecido. Sus palabras eran dichas a mi oido i yo en vano me esforzaba por verlo.

—El camino que Ud. se propone es mui largo para obtener lo que desea. Es mas espedito que Ud. siga al suplente de Nemrod que baja en este momento de la plataforma.

——Pero vos, esclamé ansioso, ¿por qué no me conducis?

—Porque en este momento se me llama a vivir el tiempo. Pero, yo os encontraré...

Diciendo así, pareció abandonarme a mi destino


XIII.
ISMAEL.

L

as palabras de este ser tan singular, quedaron resonando en mis oidos. Se me llama para vivir el tiempo; i luego aquello: Piense Ud. en qué punto de la escala de invisibilidad se encuentra.

Indudablemente era mi posicion difícil en estremo. Pero, recordando el consejo que se me acaba de dar, me puse al lado del suplente de Nemrod. Este se dirijia a un grupo de muchas personas que al parecer le esperaban en una de las puertas de la reja circundante del ancho recinto de las operaciones.

Miéntras atravceaba un espacio de algunos metros, necesario para juntarse a las demas personas, venia diciendo a media voz:

—Pues bien; Nemrod debe saberlo, i a mí me conviene no olvidar ninguna de estas fechas, pues que de su estudio me valgo para establecer la fórmula definitiva que debe darme la curva biolójica. Es lástima que se hayan estraviado los documentos de la Biblioteca de Babilonia, sobre nuestra primitiva historia de este punto tan interesante del humano saber. Pero, ello importa poco si me es dado determinar con exactitud lo que hai de verdadero sobre el particular. Esta es sin duda la mayor ventaja de nuestro adelanto astronómico: llenar los vacíos de nuestra propia historia por la marcha de los otros mundos.

Aquí llegaba de su monólogo, cuando uno de los que parecian esperarlo le dirijió la palabra:

—Vamos, Ismael, dijo, aquí os esperamos muchos i es menester apresurarse un poco.

Ismael le hizo una señal amistosa con la mano, como indicándole venir preocupado de una idea importante.

Junto con eso se cruzaron preguntas i respuestas cuya razon estribaba sin duda en antecedentes de qué yo carecia.

Entre tanto, el solo hecho de conocer por su nombre a Ismael, me hizo cobrarle cierto interes, colocado como estaba en medio de un mundo en que tenia tan pocos conocimientos. Esto, i mi deseo de hallar por su medio a Nemrod i su familia, me hizo no desprenderme de su lado durante todo el tiempo.

Ismael, por su parte, tenia una figura agradable, cosa que iba notando mui especialmente, pues en todos los que fijaba mi atencion encontraba fisonomías tranquilas, aires de sana i perfecta salud, i un conjunto agradable i simpático. Ismael, pues, reunió para mí todas estas diversas impresiones, que sumadas al interes particular que me llevaba a su lado, contribuyó a hacerle en mi espíritu un lugar de verdadera amistad.

En medio de una conversacion animada i llena de alusiones concernientes a sucesos i situaciones anteriores, se dirijieron a una de las puertas del inmenso salon.

Esta puerta, que como hemos dicho de las demas, estaba ejecutada formando parte del adorno arquitectónico del muro, daba acceso a un vasto pasadizo con pavimento de la misma sustancia blanda, semejante al caucho volcanizado, de que hemos dicho era el esterior del piso del gran salon.

Las paredes de esta parte del edificio, estaban adornadas de cuadros ejecutados con un primor estraordinario: me hacian la impresion de un verdadero estereóscopo i en cuanto al colorido era de un equilibrio i exactitud no ménos admirable. Por uno de esos movimientos involuntarios de que no sé darme cuenta, me acerqué suficientemente a un paisaje que representaba una aurora en Júpiter. El sol aparecia con un diámetro de un quinto próximamente del nuestro, i repartia una luz suave i hermosa sobre una campiña de bellísimos accidentes. Mas arriba del Sol, en el fondo de cielo, se veian dos hermosas lunas de las cuatro con que cuenta aquel soberbio planeta.

El encanto del paisaje no fué lo que mas atrajo mi atencion, sino el convencimiento de ser verdaderas fotografías de colores, de tamaño natural, tal como se presentaria en la naturaleza un pais visto al traves de una ventana contenida por el marco del cuadro. Entónces vine en cuenta, que todo lo que habia visto en pinturas, no eran tales, sino fotografías ejecutadas con un arte admirable, i elejidos los puntos de mira i los juegos de luces con una ciencia estraordinaria i alumbradas de un modo especial. Yo tenia la conciencia de que tales fotografías encerraban una doble imájen, superpuesta la una a la otra de un modo desconocido, pero cuyo efecto era el del estereóscopo a dos imájenes, es decir la realidad misma.

—Lo que es esto, no lo imajinan en la Tierra, dijo uno de los que salian en companía nuestra, Todo lo mas que se ha obtenido en las mas minuciosas observaciones, es la fotografía primitiva nuestra, la de nuestros abuelos, a dos colores, i, en diminutas proporciones. Se han encontrado tambien algunas figuras ejecutadas a mano, con una paciencia, que parece, no tuviesen otra cosa que hacer. Cuando se vive tan de prisa como entre nosotros, cuesta un grande esfuerzo concebir jentes que a fuerza de trabajo ejecuten lo que nuestros jóvenes hacen en sus momentos de ocio i casi sin trabajo. En Júpiter, el arte es el producto natural de nuestro adelanto i todos somos artistas a mas o ménos altura, míentras que en la Tierra, el arte existe por escepcion; es una flor olvidada en medio de un bosque inculto.

—Todo eso es mui natural, amigo mio, replicó un tercero, tomándose del brazo del que acababa de dejar la palabra, i prosiguiendo la retirada al esterior. En la Tierra no pueden concebir el arte del mismo modo que nosotros, porque carecen de elementos. Allí todo es dificultades, pues el artista tiene que hacer a mano hasta el mas pequeño de los detalles, i la masa de las jentes carece de tiempo para estudiar el arte por un tan largo camino. El artista se halla entónces solo i sin estímulo, esto es, sin alas, por consiguiente, todo entre ellos debe ser estéril i estrecho. Pero, su tiempo lo llegará a la Tierra, pues ya está declarado infalible el jefe de uno de los bandos de creencias i pronto vendrá el resto.

—Ah, ah, dijo el otro con aire de duda; ahí está el tabaco i los ratones, la pólvora i el alcohol, para embromar las cosas mucho tiempo todavía. Yo creo, intertanto se declare la cifra verdadera por la comision sábia respectiva, que la infalibilidad tendrá poca influencia con estos elementos de atraso. Es uno contra muchos; i muchos que valen cada uno por ella. La infalibilidad es la crísis de las doctrinas que mueren, es verdad; pero falta saber todavía si no es una crísis prematura i no es entónces un atraso real.....

En este momento me encontré precisado a apartarme para no perder a Ismael i cesé de escuchar el diálogo que siguió con calor por ámbas partes.

XIV.
ME LANZO EN SU BUSCA.

I

smael rodeado de muchas personas de ámbos sexos salió al fin a una hermosa calle enfilada de árboles i pavimentada, segun hemos dicho en un principio, como si toda fuese vereda; i agreguemos ahora, con una sustancia parda o plomiza, perfectamente unida, de gran dureza i bien nivelada. Ningun polvo ni señal de desgaste se notaba en el suelo.

Seguimuos así durante una estencion considerable i luego doblamos al oriente por una especie de bulevard mui espacioso i con bellos i variados jardines i planteles en el centro. Muchas i diversas estatuas i grupos de estatuas so veian aquí i allí, hechas con un primor estraordinario i con una delicadeza increible en los detalles.

Al pasar al lado de un anciano colocado sobre una columna, los compañeros de Ismael se detuvieron un instante, porque éste dijo en alta voz:

—Un recuerdo, amigos mios para mi viejo abuelo. Bien merecido tiene esta muestra de distincion de parte de Babilonia, a la que dedicó su larga i laboriosa existencia. Cada uno de nosotros conserva en en su morada, en el salon de los recuerdos, un facsímil de sus abuelos i deudos amados, obtenido, ya sea por precipitacion galvánica directa como éste, o indirecta como aquél, i mostraba un bajo relieve de admirable perfeccion que habia en otro lado. A mi abuelo, por razon de su tranquila muerte, fué posible someterlo no solo a la obtencion del facsímil, sino que de órden del cuerpo sábio agradecido, se le cubrió de platino como veis, guardando exactamente su apariencia, de modo que se halla realmente bajo una capa galvánica, espesa, imperecedera de metal.

—Con mi hermano, no fué posible obtener este resultado, prosiguió suspirando i continuando el camino, pues solo pudimos conservar un facsímil indirecto por una fotografía.

—Honor, dijo otro, al gran Jacob, inventor de la precipitacion indefinida de todos los metales. Pronto hará ya 9300 años que dejó de animar un cuerpo material.

—Si, dijo otro, sin él, Júpiter no podria conocer las fisonomías reales i verdaderas de los seres a quienes debe gratitud i respeto.

—Estariamos, repuso un tercero, como están hoi en la Tierra sin conocer mas que imitaciones i en el mayor número de casos sin eso aun, de los pocos a quienes deben su escaso adelanto.

—Apropósito interrupió Ismael, aquí tenemos la casa de Nemrod, uno de los sabios de Babilonia i a quien todos amamos con respeto por su ciencia i sus virtudes. El, como jefe de la comision que estudia la Tierra, nos puede decir muchas i buenas cosas a este respecto.

—Diciendo así, se dirijió a una casa o palacio de vastas dimensiones, donde me precipité sin mas espera en busca de mi amada Eva.

XV.
INCONVENIENTES DE MI NUEVA FACULTAD.

L

a esperiencia habia sido la única fuente de mis conocimientos a cerca de mí mismo. Observando que no se hacia alto en mi persona, cualquiera que fuese mi modo de obrar, habia caido en la cuenta de mis cualidades de invisible e impalpable. Pero, me restaba otra cualidad no ménos importante i que solo la esperiencia debia tambien enseñarme.

Al oir a Ismael señalar la morada de Nemrod, precipitéme en ella con toda la fuerza de mi mas decidida voluntad. Hice esto, pensando en las habitaciones particulares de Eva, que supuse no sé por qué, debían hallarse mui al interior del edificio. Así fué, que sin medir mis facultades impulsivas, i solo fijando mi direccion a la puerta de entrada, de par en par como estaba, me encontré, sin saberlo, en las habitaciones interiores, en medio de un salon cuadrado, con todas sus puertas herméticamente cerradas. Al hacer esta observacion, no pude ménos de quedarme parado, sin darme cuenta de lo que me pasaba, pues tenia conciencia de habr- penetrado al traves de las murallas en línea recta desde la calle. Un movimiento de sorpresa involuntario se me escapó; i despues de persuadirme de la realidad de las cosas, i no encontrando a Eva en aquel sitio, quise hacer otra esperiencia de la nueva facultad que acababa de descubrir en mí. Hice un esfuerzo de voluntad de penetrar al traves del primer muro que tenia en frente, cerré los ojos como para sobrellevar un choque, i me encontré, en efecto, al otro lado, sin haber sentido ningun jénero de resistencia. Pero, si en la primera vez, yo habia impulsado mi persona hácia al centro del edificio que tenia enfrente i lo habia, en efecto, conseguido, en ésta, no me indiqué a mí mismo otro propósito, que el de atravesar en línea recta, reservándome detener mi impulso cuando me pareciese haber llenado el objeto. Ahora bien; sucedióme que abrí los ojos alcabo de cierto tiempo para ver lo que había pasado, i me encontré en otro lugar mui diferente del anterior. Yo deduje haber atravesado el muro; pero me ocurrió una idea. ¿No habria pasado al traves de varios, ya que no habia visto por donde pasaba, a causa de mi necedad en cerrar los ojos? Propúseme, pues volver a mi punto de partida, para lo cual me fijé cuidadosamente en la direccion que habia traido, i emprendí la marcha con cierta calma, a fin de no pasarme de largo. En efecto, llegando a la primera pared, la penetré a traves, sin ningun esfnerzo, i ví que realmente habia ido mas léjos que lo debido, pues no era el salon el que allí estaba, sino un patio espacioso que por su aspecto me sujiríó la duda de si perteneceria o nó a la casa de Nemrod. Esta dudas heló mi alma, i sin saber por qué me detuve. ¿Estaría perdido? Pensé entónces, que no equivocando el rumbo, llegaría al fin al salon cuadrado; pero, de nuevo me asaltó tambien la duda, de si este salon estaria realmente en el centro del palacio de Eva. Héme aquí, pues, en una situacion cada vez mas singular; i tanto mas difícil, cuanto que si bien podia i habia muchas probabilidades de no perder la direccion hasta llegar al salon, una vez en él, yo no recordaba justamente el rumbo que llevé al entrar, de modo, que la cosa, no era fácil si se trataba de volver al punto de donde me adelanté a Ismael i a su comitiva. Ademas, yo ignoraba realmente la verdadera distancia a que me hallaba en ese momento del salon deseado, i entónces, podia suceder que el mas pequeño desvio me estraviara.

Estos pensamientos concluyeron por turbarme de tal manera, que apresuré la marcha precipitadamente, ansioso de hallarme luego en el salon cuadrado, única esperanza que me restaba de no perderme en aquel confuso laberinto. Así penetrando al traves de todos los objetos, de paredes que se me presentaban en todos los ángulos imajinables, i de infinitas calles i manzanas, acelerando cada vez mi ya vertijinosa marcha, con los ojos listos i el corazon palpitante, me encontré de súbito en plena campiña en los afuera de la ciudad.

XVI
OTROS DE MI ESPECIE.

C

uando yo me creia instalado en el palacio de Eva, que mi imajinacion revestia a cada momento de un encanto nuevo, una de las mas importante de mis facultades, me hacia perderlo. Palpé amargamente el valor cruel de mis propias ventajas. ¡Ai¡ a cuántos errores no podria conducirme en lo sucesivo la ignorancia en el manejo de mí mismo!

Abatido i desconsolado en estremo, quede suspenso por algun tiempo sin tomar resolucion ninguna; pues empecé a temerme a mí mismo, imajinando, si de un momento a otro no podria descubrir alguna nueva cualidad cuyo mal uso viniese a traerme nuevos sinsabores.

Yo, pues, empecé a observarme con cierta desconfianza, miéntras pasaba por mi imajinacion todo lo que habia visto i oido.

Me acordé entónces de mi personaje invisible i empcé a comprender o presentir sus palabras. Era evidente, que siendo segun él mui jóven, carecia de la esperiencia de mis propias facultades, por consiguiente, no habia medio, sin esa esperiencia, de hacerme comprender lo que talvez se relacionaba directamente con ellas. Mi deseo de hablar i ver de nuevo a mi amigo desconocido, tomaba cada vez en mi espíritu mayores proporciones. El me habia dicho que me encontraria, pero ¿cuándo seria eso?

En medio de estas cavilaciones, surjió en mi espíritu un recuerdo i una idea: recordé en efecto, aquellas palabras de despedida: «piense Ud. en qué puntod e la escala de la invisibilidad se encentra» i me ocurrió la idea de fijar por algunos momentos mi atencion sobre eso.

Mi primer movimiento fué mirar en todas direcciones, para si a mi rededor encontraba algo que fuese un nuevo sobre el particular.

El sol habia declinado mucho i se veia en el zenit una hermosa luna. El paisaje era espléndido; i todo cuanto mis ojos vieron me pareció admirable. Multitud de jentes de ámbos sexos i de todas edades, aquí i allí. Respiraba toda felicidad i contento. Parecióme aquello un paraiso, un eden, un ideal de bienestar.

Absorto estaba en esta contemplacion que me distraia del objeto de mis meditaciones, cuando veo descender a mi lado a un hombre que me pareció caia de lo alto de la atmósfera. Traia este hombre un aparato sumamente lijero i elemental en su construccion, i que dobló con gran rapidez, reduciendo su volúmen o un objeto algo mayor que un paraguas cerrado en su funda. Con este mecanismo, había, a] parecer, atravesado por el aire. Yo alcé en el acto la cabeza para ver si encontraba quien hiciera otro tanto; i ví en efecto una multitud que cruzaba sobre mi cabeza a grandes alturas, lo que habia hecho sin duda que los tomase por aves voladoras i no fijase en ellos mi atencion.

A pesar de mi espresa voluntad de observar i de ser curioso, aquello que indudablemente yo veia por vez primera, me hizo la impresion de siempre; una corto sorpresa i luego una especie de conciencia íntima de que todo eso me era mui conocido i visto.

Sin embargo, a pesar de esta predisposicion poco favorable para observar con fruto, pude ver que la marcha en los aires de los tales hombres-pájaros, pájaros, era tranquila i reposada, i, a veces, rápida i veloz, no pareciendo hacer ningun esfuerzo en semejante cambio.

Iba a dar de mano a estas observaciones, cuando veo pasar delante de mí dos jóvenes sin instrumento alguno y sostenidos en el aire. Conversaban amablemente i descendieron a pocos pasos del lugar donde yo estaba. Por la manera como tornaron las miradas alrededor, noté que las pasearon sobre mí, por consiguiente comprendí que me veian.

Esta observacion me llenó de grande regocijo, i me preparé a dirijirme a ellos.

XVIII
NUEVOS PERCANCES.

A

H!... me dije, hé aquí un hecho curioso. Aquellos para los cuales soi invisible, necesitan de instrumentos para andar pos el aire, lo que indudablemente es mui incómodo; mientras que los que pueden verme, se pasean sin necesidad de tales mecanismos. A mí me parece fácil hacer otro tanto desde luego. Así, en lugar de echarme a andar a ras del suelo o a poca altura, como lo habia hecho ántes, hice esfuerzo de voluntad por elevarme en la atmósfera i lo conseguí completamente. Este nuevo hallazgo de tan interesante facultad, vino a unirse en mi alma al placer que me causara ser visto por alguno; de modo que descendi a donde los jóvenes seguian hablando entre sí, con mi semblante alegre i espresando buen humor.

—Señores, les dije; espero que Uds. tengan la bondad de perdonarme, si me tomo la libertad de hablarles, pues soi mui solo en este lugar i necesio tomar algunas noticias.

Los jóvenes se miraron al escuchar mis palabras, i uno de ellos, el mayor

—Mucho gusto tendremos, dijo, si mi hermano i yo podemos serle útil de cualquiera manera.

Fué tal mi impresion al escuchar estas palabras reveladoras de no ser solo ya en mi especie, que me deshice en demostraciones de afecto a los dos simpáticos muchachos, i en un dos por tres los puse perfectamente al corriente de todo lo que me habia sucedido. La lengua universal proporciona tal facilidad de comunicar el pensamiento con suma felicidad, que puede narrarse todo en pocos, mui pocos minutos.

Mis nuevos amigos me escucharon bondadosamente i rieron a mas i mejor de mi ignorancia, ofreciéndose de buen grado a servirme en las pesquizas que me proponia hacer a fin de encontrar el palacio de Nemrod.

—Nosotros, dijo el que habia hablado en un principio, viajamos juntos siempre que podemos; así es que no hemos sentido la necesidad de comunicarnos con los moradores de los planetas que recorremos. En cuanto a esta ciudad, no hemos hecho en ella amistades de ningun jénero...

—Pero, le observé, se me ocurren dos preguntas.

—Hacedlas con toda franqueza, me respondió.

—En primer lugar ¿de dónde sois?

—Nosotos, me contestó, pertenecemos a un planeta relativamente atrasado. Allí, vivimos el tiempo en compañía, i viajamos por todo el sistema en las pocass horas de libertad. Ahora, decidnos cuál es vuestra segunda pregunta?

Aunque la respuesta distó mucho de ser tan clara como hubiera deseado i la frase vivir el tiempo pedia nuevas esplicaciones, tuve que dejarme llevar por el momento del jiro impreso a nuestra conversacion por mi mui amable interlocutor.

Así fué que dije: .

—Cómo siendo invisibles o intanjibles, decís que en esta ciudad no habeis hecho amistades? De qué manera podríais hacerlas cuando....

—Ah! ah! dijo el que habia permanecido en silencio i cortándome la palabra, es que el señor no está al cabo.

Diciendo así, ámbos se miraron i sonrieron de un modo especial.

Despues de esta estraña reticencia que no era la primera que se usaba conmigo, pues mi desaparecido las había tenido bien singulares, mis dos interlocutores me miraron con cierta especie de desconfianza, como si hubiesen dicho demasiado en mi presencia, i se manifestaron algo inquietos.

Uno dijo al otro:

—Pero yo no he sentido nada....

—Entónces no hai cuidado, repuso el que habia guardado silencio desde el principio i que solo habia hablado al último para dar a la conversacion este nuevo jiro.

—Pues mi amigo, dijo el otro dirijiéndose a mí con cierto aire resuelto, todo al fin debe saberse; usted no debe dudar de esta verdad, pero, todo conocimiento necesita de una preparacion especial. Creo, pues, que Ud. será bastante bondadoso para escusarnos entrar en esplicaciones en ciertos puntos.

Esta franqueza i esta reserva, me parecieron simplemente una necia impertinencia. Así que, a pesar de la falta que me hacian con la asistencia prometida, creí impropio seguir hablando con tales individuos, i sin mas les dije:

—Ya que Uds. usan de maneras tan descomedidas con el que ocurre en busca de noticias, yo nada tengo que hacer aquí.

Diciendo así, con dignidad i decoro, les hice una cortesía i me dirijí resueltamente a Babilonia alentado con la posesion de mis nuevas facultades.

Pero,asl oir mis palabras i al ver mi resolucion, ámbos jóvenes se miraron, se encojieron de hombros, i el de las primeras reticencias dijo al otro:

—Este es de la Tierra, o de Vénus...

I en seguida, ámbos desaparecieron.

Esto i las palabras últimas, me hicieron impresion estraña.

XIX
DESDE ARRIBA.

A

provechando la facultad de suspenderme i transportarme al traves de las altas rejiones atmosféricas, quise cernerme sobre Babilonia. Así, abarcando de un golpe un panorama inmenso, seria dueño de una situacion soberbia, i talvez, podria reconocer el bulevar donde se hallaba el palacio de Nemrod, sin necesidad de ajena indicacion. Suspendido en los aires, a 1000 metros próximamente sobre el suelo, torné mis miradas al rededor de un horizonte cuya superficie era mas de veinte veces mayor que lo posible en la tierra en iguales condiciones.

Babilonia, no era una ciudad, tal como nosotros lo entendemos. Era un centro inmenso, un nudo que ataba centenares de hermosas rutas que a partir de ella, se estendian en todas direcciones, rodeada de frondosos árboles i sembradas de lindas habitaciones con plantíos i jardines interiores. El campo, excesivamente dividido por hileras de árboles, o por la sola diferencia del cultivo, presentaba el conjunto de un verjel de dimenciones exorbitantes. Por el medio i a lo largo de las inmensas caalles o caminoa, se estendian construcciones a modo de puentes suspendidos, de una forma lijera en apariencia, pero sustentando el tráfico de multitud de trenes, que marchaban veloces i sin ninguna señul de fuego ni vapor. Yo habia notado estas construcciones i párte de este tráfico andando por abajo, i solo me habia llamado la atencion la ausencia completa de todo ruido, devida sin duda a la materia que formaba la llanta de las ruedas, que era de la misma especie de cauchu blanco, de que he hablado ántes, apropósito del salon de observaciones sobre el planeta Tierra.

A pesar de mi singular disposicion de espíritu que me impedia prestar la atencion de la novedad completa a los objeto que me rodeaban, fijé mis miradas en multitud de canales de todas dimensiones que cruzaban el pais, i noté la ausencia completa de cauces naturales. Seguia con la vista la direccion de las aguas, cuando mis ojos se encontraron con el Sol que se ponia allá en lejano horizonte. En presencia de este hermoso espectáculo, una idea cruzó por mi mente. Yo sabia, yo sentia, yo veia, que Júpiter era esférico. Yo sentia con igual fuerza que el Sol volveria a colocarse sobre Babilonia en un tiempo no mui largo, pues tenia esperiencia de su rápida carrera. Pensé en seguir el camino del Sol. Pero me asaltó un reucerdo: Eva, vivia en un palacio situado en un bulevar que yo conocia, i no podia demorar m a hallarlo. Este pensamiento me hizo descender una profunda i estructuradora mirada sobre Babilonia. Lo abarqué todo, i lo penetró todo de arriba abajo. Pero, los objetos que fijaba en mi memoria el recuerdo del bulevar, habian sido vistos horizontalmente, desde abajo; así fué, que este cambio de punto de mira, hacia infructuosos mis recuerdos.

Esto me entristeció. Míéntras tanto el Sol se ponia...

XX
UNA LUZ.

E

l estado dubitativo de mi espíritu, subió de punto en presencia de una duda desagradable i por demas odiosa que atravesó mi mente.

Cuando me habia trasportado de un lugar a otro, sin mas objeto que atravesar una distancia, recordé que el tiempo trascurrido era nulo, de modo que mui bien habia podido suceder, que, cuando atravesé con los ojos cerrados la pared del salon cuadrangular, habiendo actuando mi voluntad en un tiempo apreciable, hubiese andado mas de lo preciso para hallarme todavía en Babilonia i no en otro cualquiera, de los inmensos centros de poblacion de aquel pais singular.

Busqué en el momento un punto de referencia para juzgar de la exactitud de mis recuerdos. Pensé naturalmente en el Sol, i recordé, en efecto, con un pavor que crecia con la claridad de mis recuerdo, que cuando me separé de Ismael i su comitiva el Sol estaba mas de 45° sobre el horizonte, miéntras que al abrir los ojos hasta el momento presente, estaba apénas suspendido algunos grados.

Era para mí evidente, despues de esta observacion, que ni en Babilonia me hallaba.

Esto conviccion acabó por anonadarme.

¿Dónde estaba? No lo sabia.

Al gunos instantes habian bastado para llevarme, Dios sabe dónde.

Indudablemente mis facultades eran mui peligrosas para, un ignorante como yo. Si en un principio me miré con recelo, en esta vez pensé en mí con miedo.

Este estado del alma es mui amargo, porque uno no se atreve a querer ni a rechazar nada, de miedo que resulte algo que uno no ha previsto.

Así, suspenso, dudando de todo, desconfiando de todo, con miedo de toda consecuencia, permanecí con los ojos fijos en el rastro que el Sol había dejado hundiéndose en el lejano horizonte. Pasaron de este modo estúpido i cruel algunos momentos, pareciéndome un tiempo mui largo, cuando, como el alba anuncia un bello dia, una idea consoladora se inició en mi mente.

Si el Sol estaba ann en alto cuando penetré en el palacio de Nemrod, i despues de mi chapetonada de cerrar mis ojos lo ví bajo, era evidente que yo habia marchado de poniente a oriente. Seguir al Sol, i colocarme en el lugar cuya inclinacion fuese aproximativamente la que tenia ántes de perderme ......... Ah! esta fué una luz inmensa que alumbró mi sombrio espíritu.

XXI.
LA NOCHE.

Y

o, que habia sentido casi un vértigo por seguir el Sol i que tan dolorosa contrariedad sufriera por la idea de abandonar, aunque fuese por un dia, las pesquisas para encontrar a a Eva, sentí un placer indescriptible cuando ví unidas en una sola aquellas dos aspiraciones de mi espíritu. Pero la duda iba siempre conmigo vertiendo su acíbar en mi corazon... ¿Encontraria a Babilonia, al bulevar i al palacio de Eva?

Yo me lancé, a pesar de la duda, tras del Sol, no ya con mis ojos cerrados i como un atolondrado, sino al contrario, recorriendo cuanto pasaba bajo mis plantas. En efecto, valles, montañas, mares, ciudades i puertos espléndidos dejé detras hasta que arribé en pocos segundos a una situacion aproximada respecto del sol, a la que mi recuerdo me retrataba con mucha claridad. Allí, me detuve, i jiré mis miradas abarcando el horizonte entero. Esta rejion, mui diferente de la anterior, era formada por una campiña inmensa ménos boscosa que la descrita, pero igualmente cuidada i dividida. Aquí dominaba el cultivo de granos i hortalizas, como allá de árboles i frutas. Pero los mismos caminos, i la misma arquitectura. Este era un valle en alto, el otro en bajo. Eso hacia dos diversos climas a pesar de encontrarse en una zona comun.

Como habia trancurrido algun tiempo, el Sol no podia estar en la misma posicion exactamente, de modo que tomando esto en cuenta, busqué la posicion que me pareció mas aproximada para encontrar la ciudad. Pero, en aquel inmenso llano, habia varios pueblos, i todos tan grandes i espléndidos como Babilonia.

Quedé perplejo i dudando de lo que haria.

Al fin me decidí a no salir de la comarca i recorrerla toda minuciosamente.

Para no estraviarme en el uso de facultades que producian en mi ánimo la mas grande i triste desconfianza, descendí verticalmente i procuré fijar en mi memoria todos los detalles posibles del terreno i de los objetos fijos en él. Pero esto no bastaba: en mi escursion aérea, podia suceder que no los conociese con igual presteza. Me elevé, pues, de nuevo i con la vista fija en el lugar elejido, jiré a su alrededor a diferentes alturas a fin de verlo de todos los modos posibles. Era este un nuevo edificio de colosales dimensiones, elevado en medio de un espléndido parque, sembrado de pequeñas construcciones, de estátuas i jardines en un desórden el mas armónico que imajinarse puede. El desórden, de las hojas y flores que contribuyen a formar las plantas, era el desórden de los diversos elementos que formaban el mas hermoso de los verjeles que puede forjar la imajinacion.

El punto elejido un podia ser mas propio para fijarse en la memoria, pero, en un instante en que de lo alto volví mis miradas a otro lado, ví con sorpresa, que ese palacio i ese parque, era uno de tantos de igual jénero que habia en el lugar, formando todos en conjunta otra armonía diferente i mas grande i esplendorosa que la primera.

En aquel inmenso i encantado pais, no era mui sencillo hallar lo que yo buscaba. Así, como no es fácil recordar con exactitud cuál es cierta hoja, cual su rama, cuál el árbol del espeso í enmarañado bosque que hemos rápidamente recorrido, así, en el conjunto que presentaba esa comarca, al ojo del espectador aéreo, era difícil fijar uno de tantos de sus hermosos detalles.

A pesar de mi preocupacion, no pude ménos de notar con viveza ese conjunto evidentemente calculad para hacer su efecto, de un punto cualquiera de las altas rejiones de la atmósfera. Recordé entónces que efectivamente esas rejiones, eran verdaderos lugares público para los habitantes del planeta, desde que podian con ayuda de un lijero instrumento, lanzarse al espacio i recorrerlo a su sabor.

Así sucedia realmente que todo era calculado para hacer su efecto de todos los puntos de mira imajnable, desde que los moradores de Júpiter podian hacer sus observaciones de todos poates.

Este espectáculo, cautivó mi atencion de tal manera, que absorto i por decirlo así encantado, dejé pasar el tiempo viendo vagar bajo mis plantas, a mi lado i sobre mi cabeza, una multitud de individuos provistos de instrumentos de variados colores, i de cuando en cuando, otros sin ningun adherente, quienes, como ya lo habia observado, no eran vistos ni sentidos de los otros. Era aquel un paseo corriente, una ancha i centuplicada avenida que conducia a todas partes.

En esta contemplacion, se deslizó el tiempo necesario para que el Sol traspusiese el horizonte, i los miles de seres humanos suspendidos en los aires por el esfuerzo de la industria i la ciencia, comenzaron a desaparecer de mi vista, i como las aves junto con el Sol, a buscar su nido.

Entonces otro espectáculo no ménos hermoso empezó a diseñarse ante mis ojos. El cielo comenzó o tomar un tinte tan oscuro, tan denso, tan profundo, que a poco andar llegó el momento en que el espacio se pobló de tal número de estrellas, como jamas he visto, apesar de una espléndida luna que brillaba en lo alto del cielo, de otra que se undia tras del Sol en el horizonte, i de una tercera que acababa de alzarse por el oriente.

No es gracia ninguna ser astrónomo en presencia del cielo en Júpiter.

Si en la tarde quedé absorto mirando la tierra, el comienzo de la noche fijó mi alma en los espacios.

Así, suspenso, espantado, humillado, anonadado, delante de ese espectáculo de grandeza sideral, habria pasado toda la noche, si no hubiese sobrevenido algo, tan estraño e inesperado, como todo lo que me habia pasado ántes.

XXII
ABEL.

U

na voz conocida díjome al oido:

—I bien, mi amigo; ¿ha aprovechado Ud. el tiempo, i pensado en qué punto de la escala de la invisibilidad se encuentra?

Torné rápidamente la cabeza i ví a mi amigo, mi desaparecido, en compania de otra persona, cuya presencia fué bastante por sí sola para enmudecer mi lengua i penetrar mi espíritu de una confusion indescriptible e incomprensible.

Era la hermosa Eva, mas hermosa, todavía, mas bella aun, flotando en el espacio con majestad i gracia.

Era la misma exactamente, pero con nuevas facultades. Me veia i escuchaba como los demas seres de mi especie, i como ellos, podia trasportarse a voluntad donde quisiera. Pero, ¿de qué manera, en virtud de qué lei natural habia podido cambiar tan profundamente de naturaleza física? Hé aquí un nuevo misterio en cuya presencia no tuve palabras con que espresar mi admiracion i sorpresa. Sentirme yo visto i escuchado por ese anjel de beldad que tanto amaba i que tan imposible me habia sido ántes hacerle notar mi existencia!!... Eso, era mucho.

I sobre todo esto aun, ¿por qué andaba en compañía de mi desconocido? ¿Quién era éste por fin?

Todo eso fué mas que suficiente para dejarme sin movimiento i sin palabras, como un ente inconciente. En este momento, se habria podido hacer de mí cuanto se quisiese, sin que yo hubiese puesto ninguna resistencia de mi parte, i lo peor del caso, sin darme cuenta de nada.

Probablemente se veia en la espresion de mi fisonomía, este triste i lamentable estado, pues mi hombre tomándome de un brazo me dijo con aire del que quiere desvanecer una pesadilla.

—No se confunda. Ud....... todo esto es fácil de esplicar......pero a su tiempo.

Luego, asiendo de la mano a Eva, me la presentó sonriendo con cierta malicia. Ella, estrechó cariñosamente la mia, que alargué temblando, i a tal contacto, sentí en todo mi ser una fruicion tan dulce, un bienestar tan profundo, que de buena gana no la hubiera soltado nunca.

—Ya me habia hablado de Ud., me dijo con voz encantadora.

— Quién, señora? pued balbucear.

—Mi maestro, i su amigo que está presente, mi amado Abel.

Yo hubiera simplemente desaparecido del número de los vivientes, si hubiese estado en mí al escuchar esto último. Ademas de la confusion que aun traia en mis ideas semejante relacion, se revolvieron en mi ser celos desconocidos, a pesar de haberlos sentido tan crueles.

—Ah! dije para mi capote, que bien acerté el primer momento, i qué necio he sido en no aborrecerlo desde el principio!

La impresion fué tan enérjíca, que es mui posible que todo esto saliese a mi semblante, pues, mirándome con aire compasivo Eva, i teniéndome su mano

—Hace Ud. mui mal en pensar de esa manera, me dijo. Pero yo le curaré a Ud. i estoi cierta, que Ud. amará como yo, a mi querido maestro.

—Esto de amado como Ud. no lo entenderé jamas......se me escapó decir.

—Sí, dijo ella frunciendo el seño, como yo......
XIX.
A SOLAS

C

onfieso francamente que al callar i bajar la cabeza humildemente, i mas de un tanto avergonzado por haberme puesto en descubierto, tuve la debilidad de no creer posible lo que con tanto aplomo i seguridad se me anunciaba. I diré mas todavia, las palabras de Eva, en lugar de disminuir mi aversion hácia el feliz Abel, diéronle mayor consistencia, i la empujaron al interior de mi alma.

Yo no queria parecer bajo una mala luz delante de ella. Así, finjiéndome vencido, procuré formular una amable sonrisa para el maestro. Pero, yo no he comprendido de qué modo leia éste mis mas recónditos sentimientos, pues me dijo con calma i dulzura:

—Al no creer Ud. en las palabras de Eva, i al finjir lo contrario, lo siento por Ud.; pues la esperiencia le irá probando, poco a poco, que la falta de sinceridad es fuente de muchos males.

Por mas que estas palabras fueron dichas, con una inflexion amable, que dejaban ver el deseo de hacer un bien, por el hecho solo de ser dichas por él, me sentí herido, i no creí digno de mi, recibir consejos.

—Siento, le dije, que Ud. se tome tanto trabajo en aconsejar a quien no lo solicita.

Abel i Eva se miraron.

—Indudablemente, dijo ésta, el señor es de Vénus.

—Nó, interrumpió aquél, pienso sea de la Tierra.

Yo me sentí mortificado sobre manera, con esta respuesta, a duo, i no pude ménos de recordar las palabras de los dos muchachos de la tarde. ¿Qué habia en mí para provocar semejante coincidencia de pareceres? Yo no lo sabia, pues ya lo he dicho, los recuerdos de mi existencia, solo databan de medio dia.

Abel fijó en mí sus miradas i Eva dijo sonriendo:

—Hé aquí, querido maestro, un problema digno de vos... Averiguar, hasta evidenciarlo, de dónde es este señor.

—No tardaré mucho en ello, respondió aquél.

Por mi parte, esta investigacion me humillaba, i quise, tuve toda, la voluntad posible para permanecer indiferente i altanero con el petulante Abel, a fin de dejarlo mal delante de Eva.

—Aunque he revelado a Ud. algo referentes mi estado del momento, le dije con frialdad, no creo que pueda Ud. saber mas que yo en lo que concierne a mí mismo.

Abel no me contestó. Se dirijió a Eva, la sonrió de un modo particular, i desapareció instántaneamente, dejándome solo con ella.
XXIII.
COMO SE AMA EN JUPITER.


E

sta desaparicion no me tomó de nuevo; era fenómeno conocido. Pero, yo habia esperimentado que el sujeto ese, tenia la gracia, de verme i escucharme permaneciendo invisible para mí: esta observacion me desconcertó un instante, mas repúseme luego pensando en Eva, que mas graciosa que nunca, se acercó i me dijo:

—Ahora que estamos solos, es decir, que Ud. se halla libre de ver a un ser que no ama.......

—Permitame Ud., le interrumpí con timidez, si estoi libre de verlo, no lo estoi de que él me vea.

—Así es, realmente, me contestó, pero no solo es él quien lo ve a Ud., sino un mundo entero de seres intelijentes, para los que hai a su vez otros mundos de invisibles. La visibilidad es relativa al estado de adelanto del espíritu i por consiguiente al punto de la escala que le corresponde. Yo misma puedo desaparecer para Ud. mas noi para Abel, quien tampoco puede desaparecer para mí.

—Entónces, repuse con señales de fastidio, Ud. lo vé en este momento?

—Es claro; pero, no me aparte Ud. de mis propósitos.

—Eva, le dije rebosando en sentimiento, yo no sé cuáles sean esos propósitos que Ud. tiene a mi respecto, pero, cualquiera que sea el sacrificio que ellos me impongan, estoi dispuesto a secundarlos. Como Ud. ve dentro de mi pensamiento, por que su condicion superior se lo permite, habrá visto el afecto profundo, el amor entusiasta, nacido en mi alma, por Ud. Yo no tengo culpa en ser bastante osado para manifestarme así, pues no puedo impedir que Ud. lo vea, i este sentimiento tan sido tan espontáneo......

—Basta, amigo mío, me interrumpió con gravedad; el amor no es un crímen: al contrario, es la lei de atraccion de los seres i por eso, quien falta a la lei aborreciendo, como Ud. a Abel, es víctima segura de dolores que solo deben cesar, cuando ame suficientemente. Obedeciendo a esa leí, Abel i yo amamos a Ud......

—Pero, me atreví a interrumpir.... mas ella no me dejó seguir, pues cortó mi palabra con un movimiento majestuoso.

—Sé lo que Ud. ha formulado en su mente, me dijo; i por eso le digo que el amor, como todo en la naturaleza, está escalonada, i esos escalones no se saltan.

Luego quedó un tanto pensativa i continuando, dijo:

—Hai un amor que abarca i resume en sí todas las formas imajinables, i que es independiente de organismos determinados; amor cuya intensidad absorbe el espíritu por entero, no permitiendo vivir sino por él. Ese amor, se aprende, i solo se adquiere con el progreso, con el conocimiento de las leyes del adelanto del espíritu; i ese amor, se tiene por todos los seres sin ninguna escepcion posible.

-Así es el mio, pero, para Ud. sola, formulé dentro de mí.

Eva sonrió suavemente, se encojió de hombros i mirándome con dulzura:

—¿I por qué no dispondria desde luego su alma en el sentido de amarlo todo así? De ese modo, nos amariamos todos.......

Yo sentia, yo lo veia, que ese amor era sublime; pero me chocaba en ella tanto amor. Hubiera querido que me amase a mí solo, con esclusion completa de todo otro afecto. Mas bien habria convenido en verla mas imperfecta, ménos sublime, amándome solo a mí, i aborreciendo a todos los demas; i a un así, me encontraba poco seguro.....

Ella vió este sentimiento sin duda, pues mirándome con intensidad me dijo:

—Veo que es prematuro para Ud. hablar de un amor como el que le he descrito. Es Ud. mui jóven todavía para saber amar como se debe.

Vea Ud. me dijo con aire de confianza, el amor como atraccion infinita, solo Dios lo conoce, solo Dios sabe amar así pero......

Dejemos este incidente i vamos a mis propósitos......

Yo comprendí que Eva habia hablado de mi con Abel por esa alusion a mi juventud; pero me quedó duda de si esto se desprendia ó no de mi conducta, como probablemente sucedia con lo referente a mi oríjen de la Tierra o de Vénus. La duda i los celos eran mi dote.

Eva continuó:

—Es para mí mui agradable pasar al lado de Ud. algunos momentos; pero, nosotros, es decir, los seres que hemos llegado a cierto estado de desarrollo en nuestras facultades, acostumbramos aprovechar el tiempo del mejor modo posible; de manera que a la vez que gozamos de la sociedad con los seres amados, sabemos siempre hoi, algo mas que ayer. Ahora, Ud. se nos presenta sin recuerdos, como nacido esta mañana, i sin embargo, con un presentimiento íntimo de conocer mucho de lo que vé. Este presentimiento, indica que su existencia es realmente anterior, pero, cierta falta de conocimientos que Ud. debiera tenwe instintivos, como cierta manera de comprender las cosas indica tambien que es Ud. mui jóven. Por consiguiente, siendo estas cosas verdaderas, constituyen un problema interesante, i por lo tanto deseamos averiguar, porque eso es instructivo, a que mundo pertenece Ud. i en tal caso por qué razon está Ud. privado de sus recuerdos.

—Pero, repuse con curiosidad, ¿de qué modo puede Ud. saberlo?

—Bastará para eso, con descender a Babilonia, que así se llama este país, i entrar en Menfis, ciudad central que Ud. conoce i donde se esstudian los planetas.

En este momento, comprendí que era Menfis i no Babilonia la ciudad, pues este nombre indicaba un territorio. Esto me hizo entender cuán posible era que del mismo modo hubiese sufrido algunos otros equívocos respecto a mis conocimientos adquiridos. Mi desconfianza se robustecia; pero ansioso por complacer a Eva, esclamé:

—Siendo este paseo en compañía. de Ud. será para mí un placer inmenso......

—Gracías, me dijo sonriendo.

E instantáneamente la ví descender i arrastrarme tras de si con sus miradas.

XXVI
UN NUEVO BOCHORNO.

A

pesar de la altura en que nos hallábamos, absorto en las miradas de Eva, no pude notar la inclinacion del descenso; pero recuerdo perfectamente, no fué vertical ni con mucho. Al contrario, me pareció hacer una verdadera travesía hácia el norte de Júpiter.

No obstante, sin salir del pais, llegamos a una ciudad que a poco conocí era mi buscada Menfis. Entramos a un salon circular cubierto por una bóveda i construido de manera que la voz se oia en todos sus ámbitos, siempre que se hablase de una elevada tribuna donde habia un hombre entrado en años, de aspecto tranquilo i reposado.

El salon estaba rodeado de estantes de libros sin vidrio ni mampara, de muchos piés de alto, i sobre los cuales habian multitud de bustos, estútuas de medio tamaño, instrumento científicos i gran variedad de objetos. En seguida, a todas alturas, cuadros, mapas, dibujos escalonados hasta llegar a la bóveda misma, i un balcon en espiral que permitía recorrerlo todo.

La cátedra, estaba colocada en un lado, i hácia ella converjian muchos caminos formados de filas de bancos llenos de espectadores u oyentes, pues a lo que parecía, se escuchaba un discurso o algo por el estilo.

Para formarse una idea clara de este salon, me olvidaba indicar el diámetro aproximativo segun mis recuerdos, diámetro que me parece no era menor de cien metros.

Yo me fijé en todos estos detalles, por que Eva me dijo al entrar:

—Aunque Ud. crea por mis palabras que mi objeto al venir aquí es solamente instruirme, yo le pido fijarse en este resinto i en todo lo que nos rodea, a fin de que Ud. gane tambien por su parte. Para mí es un verdadero placer instruir a los demas en lo que me es permitido; así, puede Ud. preguntarme cuando desee alguna esplicacion.

Yo no pude ménos de dar las gracias a tanta amabilidad, renovando mis espresiones de adhesion; pero, contra mis naturales previsiones, Eva me dijo sonriendo:

—Esa, forma que Ud. emplea para espresar la gratitud, diciendo mil gracias por su bondad (repetia mis palabras) parece ser hija de un deseo inmoderado de cancelar una deuda, de gratitud con lo primero que encontramos, ya que no con acciones, con las primeras palabras que se nos ocurren. Entre nosotros, no damos gracias; recibimos un favor, i tornamos otro igual o mayor cuando podemos; pero, ni creemos deber ni creemos pagar. Creemos solo que obramos bien.

Por mal de mis pecados, ocurrióseme creer que Eva me reconvenia i formulé involuntariamente en la imajinacion la idea de que viniendo tal cosa de Abel no lo habria tolerado. Pero, Eva leia en mi imnjinacion mejor que yo en un libro abierto, i sin vacilar me dijo con dulzura, pero con notable retraimiento.

—Preferiré que Ud. me pida consejos....

Esta salida, me cortó, como decirse suele, i no sabiendo qué hablar, i como para ocultar a mí mismo mi torpeza,

—¿Querria Ud., le dije, tener la bondad de decirme en qué lugar nos hallamos?

—En una de tantas salas de difusion de conocimientos filosóficos, me respondió con perfecta naturalidad. I notando mí estado, continúo:

—El alma humana ha sido hecha para comprenderlo todo; pero el saber posible es infinito, i los motivos de saber se hallan repartidos en el espacio que es infinito tambien, para lo cual se ha dotado al alma de una vida cuya duracion es tambien infinita. La carrera, pues, del saber, no puede tener otro término que la comprension plena del total de las cosas; i como, este total es infinito, resulta que está uno destinado a aprender siempre, progresar siempre, ser cada vez mas en todas las esferas posibles, i no llegar sin embargo nunca al término final, pues teniendo un infinito por delante, es imposible penetrarlo jamas. Por esta razon Ud. ve en Júpiter multitud de cátedras como ésta, donde en realidad se comienza siempre el estudio i jamas se llega al fin. Ud. que nos juzga a nosotros seres superiores por que tenemos algo de que Ud. carece por el momento, sufre un grande equívoco, pues nos hallamos mui léjos de otros que pueblan mundos mejores.

—Pero, me aventuré a decir, en el salon de observaciones sobre el planeta Tierra, he oido no ha mucho a su respetable padre de Ud. decir, que en Júpiter se estaba en posesion de la marcha definitiva de todo conocimiento, i esto se dijo criticando a la Tierra, donde se decia no existir sino embriones de la ciencia absoluta.

—Eso es mui diversa cosa, me dijo sonriendo, amablemente. El rumbo de la investigacion, las bases jenerales del saber, estan vulgarizadas en Júpiter. Pero, eso no trae la totalidad de los conocimientos...

Yo no quise observar mas. Me ruborizaba que una mujer, que una jóven, i una bellisima jóven, me diese lecciones i pusiese en claro mi ignorancia haciéndola lucir a mis propios ojos.

Eva me miro dentro de mío mismo i me dijo:

—El sexo es un accidente, que solo durará miéntras se vive el tiempo.

XXVI.
UNA LECCION ESTRAVAGANTE.

V

ivir el tiempo! vuelta otra vez con la frase cuyo significado en tantas ocasiones habia deseado conocer. No pude ménos de aprovechar la circunstancia i preguntar:

—¿Que es lo que Uds. llaman vivir el tiempo?

Eva me miró con curiosidad.

—¿Ud. ignora, me dijo, qué es vivir el tiempo?

—Absolutamente, contesté, no lo entiendo.

—Es curioso, esclamó ella: diciendo esto, quedó un instante pensativa, i luego como resultado de un razonamiento, continuó: i sin embargo, es perfectamente natural.

Despues de este corto monólogo, se dirijió a mi, í me dijo:

—El personalismo se ejerce fuera del tiempo, porque el tiempo es la sucesion de las cosas, o mejor la duracion del movimiento i de la accion de las fuerzas naturales, de modo que, el personalismo ve pasar todo eso independiente de su propia vida. Pero, a veces, suele ser necesario para el progreso que el personalismo se una con la materia por algunos momentos, durante, por ejemplo, algunas vueltas de un planeta al rededor de su sol respectivo. De este modo, el individuo queda unido a la sucesion de las cosas i fenómenos que lo rodean, i vive el tiempo. Por ejemplo: Ud. me ha conocido viviendo el tiempo, es decir, en un organismo material, del que solo estoi separada provisoriamente, por lo que conservo la misma forma i figura en este momento que cuando Ud. me vió por vez primera. Esto se llama estar durmiendo.

Yó puse toda mi atencion a esta esplicacion de Eva, pero, preciso es confesarlo, no entendí palabra.

Ella lo notó i me dijo:

—Esto es difícil de comprender, cuando no se sabe que cosa es materia, lo que es largo de esplicar; pero, Ud. lo sabrá luego. Volvamos a mis propósitos i dejemos conversaciones de este jénero para mas adelante.

—Dígame Ud. qué debo hacer.

—Algo mui sencillo: en este momento se esplican ciertas cosas, que Ud. me hará el favor de procurar atender i comunicarme sus impresiones. Esto me bastará, me parece, para arribar a mis propósitos.

Era mui curioso lo que pasaba, pues Eva manifestaba gran seguridad en el éxito, miéntras yo distaba tanto de pensar del mismo modo, que ni aun comprendia cómo una persona al parecer tan séria i tan instruida podia esperar ningun resultado.

Hice, sin embargo, lo que me ordenó: puse atencion.

En este momento el hombre de la tribuna tenia sobre un tapete rojo un gran libro abierto en el comienzo de un capitulo que decia: "Escala de los seres segun la curva del progreso."—Parecia tener avanzada la lectura o comentario, pues señalaba con el dedo un lugar distante del principio.

—Las pasiones, decia, son el resultado del desborde del sentimiento del yo; de modo que viviendo el tiempo, el personalismo encuentra muchas maneras de ponerse en contacto inmediato con la esfera de accion de los demas seres que lo rodean i aprende a circunscribir su propia accion en los límites debidos. Por ejemplo el orgullo, no es otra cosa que la idea de la superioridad del ser personal sobre todo lo creado, llevada hasta sus mismos semejantes, ignorando el medio de valorizarlos. El orgullo, pues, solo tiene lugar en un estado social, en el que se ignora la razon del valor personal, que como Uds. saben reside en el talento i las virtudes.—I ya que hablamos del orgullo, como una de tantas afecciones o estados patolójicos del espíritu, bueno sera que Uds. puedan formarse una idea clara de lo que es, por lo que pasa en otros planetas, pues entre nosotros hacen ya 5,358 años que desapareció de la faz de Júpiter el último orgulloso, que fué un infeliz incapacitado de comprender la razon del valor personal.

Aquí, hubo un pequeño silencio, debido a que el orador puso una señal en el capítulo consabido i se echó a buscar en el índice otra cosa.

Así fué que Eva me dijo, mirándome mui adentro de mí mismo:

—¿I Ud. sabe qué cosa es el orgullo?

—Yo, señora, le dije, no conozco, no me acuerdo talvez de lo que significa la palabra, pero se me figura que no es nueva. Dicíendo así probablemente me puse colorado, porque ella, se sonrió lijeramente de un modo tan sesgado que me sentí mal aunque sin comprender nada.

—Fíjese Ud., me dijo. En este momento va a esplicarlo.

En efecto, el de la tribuna, comenzo de nuevo abriendo el libro en otro punto.

—El orgullo dijo, se manifiesta de muchas maneras, pero tendiendo siempre a dejar sentado de cualquier modo, bien o mal, que se es algo que vale la pena.

Ordinariamente, por un concepto errado del valor individual, el orgulloso, o mejor el enfermo, se atribuye a sí mismo el valor de las cosas que posee. Así, por ejemplo, segun investigaciones hechas sobre el planeta Tierra con ayuda del microscopio indefinido, hemos podido cerciorarnos de que sus habitantes por lo jeneral padecen de esta epidemia i sufren sus múitiples i funestas consecuencias. La presencia de este estado del espíritu en un planeta i la forma en que se manifiesta, es uno de tantos indicios que conducen a establecer su adelanto comparativo. Por esto, pido atencion a mi auditorio, pues la presente cuestion se enlaza con muchas otras de no menos interes, como mas adelante lo veremos.

—El orgullo, continuó, trae su oríjen del sentimiento íntimo que tiene el ser de su independencia constitutiva, de la realidad de su poder sobre todo lo creado. Pero viendo a otros seres a su alrededor, tiene necesidad de manifestarles de algun modo la dignidad de que se siente revestido, i en su impotencia de verificarlo como en su ignorancia de todo lo que lo rodea, no trepida en aplicarse valores ficticios con l, pretension del que les sean aceptados como reales

Esto, en cuanto a la esplicacion jeneral del fenómeno.

Veamos ahora, de qué manera se traduce en hechos, en el planeta de que hablamos:

En la Tierra, se tiene orgullo por todo.

Allí, los hombres aglomeran porque se atribuyen como he dicho, el valor de lo que poseen.

Así, unos aglomeran en grandes cantidades, supongamos, libros, i tienen orgullo porque los tienen en mayor número que los demas. Otros, aglomeran pinturas, otros muebles, otros trajes, otros monedas, i así, la pasion o enfermedad se traduce por la manía de aglomerar algunas cosas. I esto se lleva tan léjos, que hai poseedores de grande cantidades de estiercol de aves marinas, que fundan en esto su orgullo.

Aquí, una grande i jeneral carcajada resonó en todos los ámbitos del inmenso salon, acompañada de jestos de estrañeza i aun de incredulidad.

El de la cátedra, alzando la voz dijo entónces:

—Es la verdad!

El murmullo fué cesando poco a poco.

—Estas cosas, os parecen increibles, pero son verdaderas. El microscopio indefinido nos ha puesto en disposicion de conocer muchos misterios del desarrollo humano. I llamo misterios, a los hechos que aun no podemos esplicar. Por ejemplo, llega a tanta la ignorancia social acerca del derecho i de la ciencia de la vida, que hasta un don natural como es el suelo, se lo reparten entre unos cuantos, i lo que no querreis creer por que parece mas imposible todavía, hasta las personas tienen dueños.

Aquí, se hizo una verdadera confusion.

Todos hablaban. Todos accionaban i parecían estrañados de oir semejantes blasfemias. Pero el da la tribuna, tocó un pito, de un sonido tan penetrante, que apagando la totalidad del ruido, fué por todos escuchado. Se hizo, pues, el silencio de nuevo, i el orador continuó:

—Os he dicho estas cosas, para preparar vuestros espíritus admirando los estravíos naturales a los primeros pasos del desarrollo intelectual.

En cuanto al orgullo, produce en la Tierra una manía, que en este momento se ocupa de estudiar la comision respectiva: el tono.

Esta palabra significa, que el enfermo ha encontrado al fin una manera de sancionar su importancia a los ojos de los ignorantes que así lo creen. Una aglomeracion cualquiera sirve para ello. Desde que se posee una aglomeracion suficiente de cualquiera cosa, el enfermo cae en el tono, es decir, su cuerpo toma una actitud de proteccion respecto a los sanos, a quienes a lo mas alarga dos dedos, porque los otros sufren una contraccion que solo cesa en presencia i contacto de otro ser igualmente enfermo.

Esta actitud se estiende a todos los momentos del trato social, i es sumamente contajiosa, pues que muchos, sin poseer ninguna aglomeracion suelen hacerse tono-maniáticos.—I, una cosa nos ha parecido singular: de una vista agrandada de una de muchas ciudades de la tierra, hemos podido estraer tono-maniáticos llevados en vehículos de cuatro ruedas por dos o mas caballos, i entre éstos i el enfermo, izado un infeliz por no tener aglomeracion, i ademas vestido de un modo estraño i mui particular, probablemente, para que no se escape.

Esta narracion mal intencionada i peor hecha, me chocó. Yo no encontraba nada de particular en todo aquello por mas que tanto admirase a los jupiterianos. Al contrario, me parecia mui natural, sin necesidad de hallarme enfermo, dejar traslucir a los demas la satisfaccion que debe causar estar en posesion de algo que los otros no poseen. Entre tanto Eva, me miraba i hacia un jesto como de la persona que se confirma en una idea.

XXVI.
ELLA.

N

o me era fácil calcular cual podria ser la idea que surjia en la mente de Eva, pues yo carecia de la facilidad de penetrar el pensamiento. Ademas, yo no veia en lo que pasaba nada absolutamente que pudiera conducir a sacar una consecuencia importante, de suerte que apesar del jecso i la espresion de la fisonomía de Eva, me quedé tranquilo i seguí escuchando al exajerado i mas que todo mal intencionado profesor dé filosofía.

Entre tanto, las últimas palabras de éste, habian promovido un desórden tal en la concurrencia, que no parecía dispuesta a seguir escuchando un conjunto semejante de inverosimilitudes. Tal era la espresíon de estrañeza con que escuchaban al orador.

Todo aquello me fué antipátíco, i habló, a mi juicio, harto mal de los jupiterianos.

Pero, sea como quiera, lo cierto es que, alzando la voz hasta disminuir el desordenado ruido de la incrédula multitud, el profesor de filosofía jupiteriana, con un tono aunque no enfático, al ménos de profunda conviccion i como de cosa incuestionable:

—Sí, dijo, ese estado enfermiso de espíritu, que se llama la pasion, produce manifestaciones esteriores que para nosotros son increibles, puesto que nuestra posicion en la escala del progreso hace imposible tales aberraciones. I digo, aberraciones, no porque las haya en la naturaleza, como lo creen los sabios terrestres, sino porque el uso de esta palabra, coincide justamente con el estado de atraso correspondiente a la época pasionaria de que hablamos. En efecto, en esta época tomando el orgullo un vuelo inmenso, impide al hombre juzgar de la verdad absoluta, a pesar de la acumulacion de datos científicos que entónces debe poseer, pues no puede resolverse a comprenderla fuera de sí mismo. Se niega a admitir la existencia de causas fuera de su alcance, i cuando encuentra un hecho que no sabe esplicar con su estrecho criterio, aberracion dicen los sabios, casualidad dicen los demas. I vosotros sabeis que en la naturaleza, todo es riguroso i exacto en toda la fuerza de la palabra; por consiguiente, ni la aberracion ni la casualidad existen. Si en la tierra supiesen determinar con precision la curva descrita por cada una de las fuerzas naturales en una accion determinada, habrian visto que en la naturaleza, todo movimiento, todo hecho que se verifica, cualquiera que sea su aparente insignificacion, está siempre relacionado con un exactitud absoluta i una proporcionalidad fatal, a todo lo existente en el universo entero; de, modo que, solo la ignorancia de la verda puede crear palabras bárbaras, como son las mencionadas.

Este razonamiento, que pareció concluyente a lo concurrencia, a mí me pareció nada mas que un juego de palabras dispuesto para producir una frase de aspecto sábio i nada mas.

Pero Eva no estaba dispuesta a dejar pasar ni el mas leve movimiento de mi espíritu, sin tomarme cuenta inmediatamente. Así fué, que en el acto de formular el juicio anterior.

—¿Cree usted, me dijo, en la casualidad i en la aberracion?

—A mí me parece, señora, le conteste, que todo es casualidad, pues no comprendo quien puede preverlo i disponerlo todo......

—¿Es decir, me dijo ella, que Ud. no conoce la existencia del Ser absoluto i Criador de la naturaleza?

El olvido de mi pasado era, tan denso i tan profundo, que la nocion de Dios, como todas las demas, se me había escapado; pero así como de todo conservaba una especie de vago presentimiento, la pregunta de Eva hizo desarrollarse en mí el dormido recuerdo, i se alzó en el fondo de mi alma la idea de las causas primeras, de un modo borrado, indeciso, pero excitando mi curiosidad.

—Señora, le contesté, siento que debe de haber algo de eso, pero disto aun mucho de comprenderlo. Ademas, en los cortos momentos de que datan mis recuerdos, no he tenido ocasion de conocer a nadie que tanto pueda; así haria bien Ud., en instruirme sobre el particular.

—Esa nocion, me dijo, contestando mas al fondo de mi pensamiento que a mis palabras, i sonriendo con cierta benevolencia, se desarrolla en el espíritu a manera que adelanta en la escala del progreso indefinido; de suerte que, cuando nos encontramos con álguien en quien duerma tan profundamente como en usted, cualquiera que sea el motivo que ocasiona el fenómeno, podemos asegurar que ese ser es mui jóven, i debe necesariamente pertenecer a una esfera primitiva.

—¿De modo, le dije, que mis opiniones os van sirviendo para juzgar de mí?

—¿I qué mal habria en ello? me contestó con una sencillez encantadora.

Todo aquello, me humillaba indudablemente, pero ella era tan bella, i yo la amaba tanto, que encojiéndome de hombros

—Eva, la dije, usted no sabe, por mas que me sea tan superior en adelanto, cuánto puede el amor en una alma como la mía.

Al decir estas palabras, la espresion de la fisonomía de Eva, tomó un aire tal de dulce i sublime majestad que me impidió seguir adelante. Luego, con una calma propia solo de seres como ella, con una serenidad anjélica.

—El amor, me dijo, en una alma como la de Ud., está. sometido todo entero a las exijjencias del orgullo, por eso, es esclusivo i egoísta. Ame usted a Abel del mismo modo, i entónces será usted, feliz...

Yo no sé lo que pasó mi por alma en este instante, pues Eva, continuó en el acto:

—Así, como no comprende Ud. el amor indefinido, no comprende tampoco la felicidad indefinida. Dígame Ud., ¿no se sentiría Ud. mui feliz si pudiera estar siempre rodeado de seres a quienes amase tanto como Ud. dice amarme?

Si estando al lado de un ser querido, usted se siente felíz como uno, es evidente que al lado de dos seres queridos, su felicidad seria co modos, i así, ésta creceria en proporcion del número de los seres amados, i de la intensidad del amor. Suponga usted ahora, que amase con igual entusiasmo a todos los seres creados; es evidente que su felicidad sería indefinidad, pues que estos son infinitos en número, i solo podria tener por límite el alcance de la percepcion de cada cual, de modo que no podria cesar jamas; de este modo se comprende que la felicidad es para el hombre indefinida, i para Dios infinita puesto que está en todos partes con su infinito amor a sus criaturas. En otras palabras, esta felicidad infinita es imposible para el hombre, puesto que solo Dios puede tener presente i gozar simultáneamente del amor de todos los seres.

Nosotros, a medida que crece en nuestra alma la capacidad de amar, crece a la par la facultad de ver, i estendemos indefinidamente el círculo de nuestros afectos, sin llegar, sin embargo, nunca a abarcar el total de lo creado.

Yo encontraba sublimes las palabras de Eva pero su discurso sobre el amor, me quemaba.........

Eva, no me miró ya; me envolvió, me penetró todo entero con sus miradas, i despues de un momento, tornando a un lado su hermosísima cabeza, dijo hablando con alguien:

——Voi viendo que teneis razon!......

—I en seguida, como respondiendo respondiendo a estas palabras, alzóse de súbito a mi lado, otra mujer no ménos bella i cuya fisonomía puso mi espíritu en una confusion inesplicable, indecible, sin precedentes. Cuanto habia pasado, cuanto había visto i sentido, todo desapareció instantáneamente ante la mas sorprendente i estraña de las apariciones!

XXVII.
ES UN SUEÑO.

I

esa mujer me sonreía dulcemente, entrelazando sus brazos con los de Eva, a cuyo lado ésta pareció palidecer en belleza.

Yo la conocia indudablemente; pero ¿quién era que tanta influencia podia ejercer sobre mí con su sola presencia?

No era la simpática i risueña Ada, a, quien conocí por vez primera en compañía de Eva en el salon de observaciones sobre el planeta Tierra.

Yo recordaba perfectamente, que desde el momento de mi despertar en la campiña de Babilonia, no habia visto ninguna mujer que por su belleza, me llamase tanto la atencion como Eva, i ella i su amiga eran las únicas que habían hecho en mi espíritu una impresion duradera.

Sin embargo, aquella hermosísima jóven que ahora de súbito, venia a terciar en nuestras relaciones con Eva apagando su esplendorosa belleza i produciendo en mi ánimo tan profunda i dulce confusion, me era perfectamente conocida.

Mas ¿quién era?

Porque la confusion de mi conturbado espíritu crecía hasta el pavor, i sin embargo, su presencia me enamoraba i me hacia casi olvidar de la preciosa Eva.

Ah! ¿qué había en su conjunto fisonómíco, en los pliegues artísticos de su blanca i radiosa túnica, en la atmósfera que la rodeaba, que despertaba en mí los mas locos amores, los mas ciegos delirios, los mas estraños deseos?

I sin embargo, su graciosa apostura, su severidad de ánjel, su digna cuanto amable sonrisa, no respiraba mas que inocencia i pureza llevada al ideal.

Yo perdí casi la conciencia de mí mismo, i un sentimiento secreto pareció decirme que soñaba, que era una ilusion, una imposible fantasía de mi espíritu enfermo!

Pero, ella estaba allí, sonriendo, serena, bellísima, enloquecedora; i me miraba, me miraba i parecia decirme con la mas candorosa pureza de una alma vírjen:

—¡Yo te amo mucho!!......

XXVIII.
ELLA I YO.

A

cercándose ámbas, cada una me tendió su mano.

Yo las toque, i una fruicion deliciosa recorrió, o mas bien, penetró todo mi ser. Hubiera deseado que ese instante se prolongase indefinidamente...

Pero, Ella, la recien venida, multiplicó lo que parecia imposible de ser aumentado; pues, poniendo su otra mano sobre mi hombro, me sumerjió en una felicidad indecible, i, con una voz que creí conocer, voz que sentí en todo mi organismo, díjome:

—Eva, ha espresado a Ud., hace poco, que el sexo es un accidente que solo dura mientras se vive el tiempo......

—Mas yo no lo he comprendido, formulé en mí interior.

—Lo sabemos perfectamente, i por eso cumpliendo con la lei del mérito de la propia esperiencia para la adquisicion de todo saber, cosa que tampoco comprenderá Ud. por el momento, nos presentamos de esta suerte para hacerle progresar.

Al escuchar estas palabras, a pesar de mi aire enigmático, me sentí amando el progreso por la primera vez...

Mas, Ella parecia ver dentro de mi alma el menor, el mas leve de sus íntimos movimientos, i contestando a ellos me dijo:

—Amando el progreso, se progresa. Pero, es siempre indispensable vivir primero la verdad antes de comprenderla por la palabra:; i Ud. ha vivido aun mui poco para entender los motivos de sus propias dudas.

Luego miró sonriendo a Eva i dirijiéndose a mí en seguida, continuó:

—Ha pensado Ud. que ama ya el progreso ¿no es verdad?

Yo hice una señal de asentimiento.

—Pues Ud. se equivoca amigo mio. Es amor a nuestros aspectos personales i nada mas.

Un movimiento íntimo involuntario de mi espíritu, confirmó esa verdad.

—Pues bien, dijo Ella, repitiendo con intencion lo que acababa de decir, toda verdad debe ser vivida para ser comprendida.

Hizo a continuacion un lijero ademan que Eva pareció comprender, pues, con una espresíon mui particular, i como obedeciendo a una órden, se desvanecíó subitamente en la atmósfera.

XXIX.
LOS MISMOS.

S

i la desaparicion de Eva hubiera tenido lugar algunos momentos ántes de haber llegado Ella, es indudable que me habría parecido el suceso mas desgraciado i terrible. Ah! esa solo idea, habria bastado para aflijir mi espíritu i oprimir mi corazon fuera de toda medida.

Pero, mi admiracion fué grande, cuando, a pesar de la especial sonrisa con que Ella me observaba, sentí un gran placer i placer mui particular con la desaparicion de Eva.

—¿No es verdad me dijo Ella, acercándose, que Ud. está contento i satisfecho de hallarse a solas conmigo?...

—¿I es posible la duda? me aventuré a decir.

—Sin embargo, me repuso con el aire del que está dispuesto a insistir en una idea:

—No ha mucho Ud. creia amar tan solo a Eva con esclusíon de todo otro ser, cualquiera que esté fuera.......

Ya he dicho que yo tenía la conciencia de conocerla; de modo que, por no decirle lo que habría lido mas exacto, «yo no me acordaba, de Ud.» le conteste.

—Ud, no estaba aquí........

Pero Ella, sonriendo como el que está alcabo de so que pregunta

—Sín embargo, me dijo, yo soi para Ud. una conocida anterior ¿no es verdad?

—Así lo siento, pero, no sé quien es Ud., pues mis recuerdos solo datan de hoi.

—Está bien, me dijo, al parecer resuelta á llegar presto a un punto para mí ignorado... ¿Qué le dice su presentimiento acerca de un amor tan rapidamente desarrollado hacia mí, a pesar del enérgico empeño de su alma por la hermosa Eva? '

—Nada, señora, balbucié; pero, este amor es tan... Risueña i juguetona, picaresca i enloquecedora... Ella me interrumpio insistiendo.

—No recuerda, no presiente Ud. haberme amado antes?

Yo hubiera deseado que así fuera para haber tenido la dicha de contestarle afirmativamente. Pero, en la imposibilidad de engañarla era preciso confesarlo: aquel ser estraordinario que revolucionaba mis sentimientos que yo tenia la certidumbre de conocer mucho, que tanto i tan loco amor me inspiraba, me sujeria al mismo tiempo completa seguridad de que por vez primera me inspiraba tales sentimientos.

Todo esto, pasó instantaneamente por mi imajinacion; pero, no tan instantáneo que a sus penetrantes ojos se escapara. Así con la espontaneidad i gracia de un niño, se echó a reir de tal manera que apesar de mi ya confuso i singular estado, no pude ménos de acompañarla, con la íntima conciencia de reir de mí mismo.

—De modo, dijo ella sin dejar de reir, que si viniese otra criatura inspirándole aun mas amor que el que yo le inspira, la amaria Ud. como a Eva, como a mí, i mas que a ámbas ¿talvez?

Era la pregunta impertinente i comprometedora. Pero, Ella habia tomado sobre la mi influencia suficiente para impedirme formular siquiera una pobre escusa.

No necesitaba escuchar mi respuesta. Leia en mí, mejor que yo mismo. Continuando pues en su alegría.

—Ah! ah! caro amigo, me dijo con cierto aire entre benévolo i sarcástico, la única condicion para que Ud. ame, es la belleza esterior i la belleza femenina! Ud. no conoce sino una mui lijera parte del amor incondicional, o mejor, Ud. no sabe amar.

Tuve por mal de mis pecados la debilidad de traducir el matiz sarcástico de su esclamacion, por celos. Este candidez mia provocó en Ella una risa tan pura, tan fresca, tan inocente i candorosa que sin duda me hizo poner encendido.

—Los celos, me dijo, poniéndose algo séria, son productos de un estado primitivo. Los celos son insulto hecho al amor; insulto que la lei natural castiga haciéndolos nacer como la espina en la flor. Los celos son la sospecha indigna, el amor errado, mal entendido, egoista, incompleto. Ah! no, tenga Ud, celos i el amor no tendrá espinas que lo martiricen.

Al concluir esta frase una majestad bondadosa, i varonil, o mejor que todo eso, una majestad sublime brilló en toda su persona.

No me atreví a pensar. Estaba absorto......

Mas este estado duró mui poco.

Ella, se acercó a mi; i con el aire de una madre que aconseja a su hijo; de una hermana que suplica a su hermano; de un amigo que pide a otro amigo; con un aire que encerraba todas las bondades, todo los amores, todo lo mas bello i simpático en sentimiento.

—Así, lo amo a Ud. i a todo lo que nos rodea, por que todo es la obra, del Padre Comun. ¿Quiere Ud. imitarme, amigo mio?

Al oir estas palabras, el recuerdo de Abel cruzó involuntariamente por mi memoria, i no encontré ningun inconveniente en amarlo.

—En cuanto a Abel sí, dije, ya lo amo, i mucho.

—Entónces, repuso Ella, tornando a su aire malicioso, no tiene Ud. celos ya?

—Han desaparecido, le contesté candorosamente.

—I si Abel fuese mi amigo i mí primer amigo?

No habia concluido la artera pregunta i ya sentí toda mi sangre refluir a la cabeza de tal modo, que ella esclamó:

—No avanza Ud. mucho, querido señor. Tras su esclusivo amor, marchan los celos como un estilete para su jóven espíritu.

Pareció en seguida refleccionar, i luego.

—Es cierto, dijo, que no se comprende la verdad sino se la vive; pero, tambien sabemos que la aspiracion para conocerla, equivale a la, esperiencia en razon directa de la intensidad de la aspiracion i de su pureza.

—En la Tierra, continuó hablando siempre consigo mismo, las nociones supremas del derecho del hombre i del deber, deben hallarse ya a la altura suficiente para comprender, aunque con algun esfuerzo, muchas verdades superiores. Estraño que éstas no dejen en el alma algun vestijio lijero. Cuando la verdad se ha vivido, deja huellas que no se borran. ¿Es juventud, o es un estado especial? Hé aquí previamente la cuestion.........

Diciendo así, pareció abismarse por un instante en la mas profunda e intensa de las meditaciones. Estaba espléndida, vaporosa, soberbia i yo sentí miedo.

—Luego, tomando lenta i majestuosamente sus miradas sobre mí.

—¿Qué piensa Ud. que son los celos? me dijo poniendo una atencion mui marcada a mi respuesta.

—Yo no he pensado en ello, le contesté; pero me parece a primera vista, que es un sentimiento natural que se desarrolla en el alma siempre que hai el mas remoto peligro de perder el afecto de lo persona a quien se ama, sobre todo, si con ese mismo afecto se va a beneficiar a otro. Es natural que uno odie profundamente al que viene a arrebatarle su felicidad.

—I ¿qué piensa Ud. que es el amor? volvió a preguntarme con igual atencion.

—El amor, el amor, repetí algo confundido, es, me parece, una especie de atraccion, algo que atrae, algo que lo pone a uno mui contento de estar al lado del ser que se ama. Yo no sé definirlo, pero estoi cierto que sé sentirlo tan profundamente como el que mas i sobre todo......

Ella me interrumpió con un lijero ademan.

—Voi, me dijo, ha pedir a Ud. que tenga la bondad de poner toda su atencion a lo que el profesor dice en este momento, i me formule en seguida un juicio claro sobre ello. El tiempo es corto, continuó, i es preciso concluir pronto.

En ese momento vine a recordar que me hallaba en un salon de filosofía jupiteriana. Tan absorto estaba, ante Ella, que a pesar de hallamos mui cerca del profesor que continuaba hablando en alta voz, me habia figurado que no habia en el universo mas que nosotros dos, Ella i yo.

XXX.
UNA LUZ NATURAL.

C

omo habia pasado un largo tiempo sin escuchar al sabio orador, no pude atar la relacion que habia entre las últimas palabras que he apuntando i las que en este momento pronunciaba, pero me pareció curioso escuchar el nuevo tema, que no era otro que el mismo de que hablábamos en ese instante: el amor.

—Todos los sentimientos morales, decia tienen su raiz en la aplicacion bueno o mala de la facultad de amar. Lo que se llama odio, por ejemplo, no es otra cosa que la negacion del amor, de manera, que el amor es al odio, lo que el calor al frio. Así, el amor, como el calor, tiene la propiedad de espandir, de irradiar, de penetrar todo lo que lo rodee, al contrario del odio que nos reconcentra, en nosotros mismos nos estrecha nos aisla i empequeñece. El amor realiza la felicidad de los seres i su fórmula matemática se espresa diciendo, que la felicidad crece en razon directa del desarrollo de la facultad de amar.—El amor incondicional a los seres, toma el nombre de caridad; i cuando la caridad ha llegado a igualar su intensidad al amor de sí mismo, entra el ser que la posee, en la corriente de la felicidad universal i eterna.

Al concluir esta frase el filósofo jupiteriano, Ella, me miró penetrando todo mi interior como quien busca algo. Buscaba en efecto mi respuesta que no trepidé en formularla, como me pareció mui natural.

—Puede mui bien suceder que el amor sea lo que este señor esta diciendo, pero, lo que es yo, lo entiendo de otro modo i mui diverso; pues no entiendo que mérito puede haber en el amor de un ser que lo ame todo. Lo que es yo, poco me preocupo de tal amor con relacion a los que yo amo, pues solo me preocupo del que me profesan a mí solo con preferencia a terceros, sean los que fuesen.

Ella dió un suspiro.

—Si, dijo, hablando consigo misma, comprende el amor como necesidad individual no como lei de felicidad eterna. Este es de la Tierra; pero hagamos un último esfuerzo.

Diciendo así i como si no se curase de mi presencia, se entregó a una profunda meditacion.

XXXI.
VAMOS VIAJANDO.

D

e súbito, como quien despierta de un sueño, ella se alzó no ya risueña i juguetona como ántes sino serena i grave, como quien está resuelto a terminar un asunto sério, i dirijiéndose a mí, que se me salia el corazon por la boca, me dijo.

—¿Qué idea, se ha formado Ud. de la materia?

Aquello era para, volverse loco.— Amar profundamente, hablar de amor, interpretar a un profesor de filosofía jupiteriana sobre este asunto, i oir de boca del ser mas amado que imajinarse puede semejante prosaica pregunta.

Ella, comprendió la profunda contrariedad de mi espíritu i sin embargo insistió en la misma pregunta.

—La, materia, dije, es la materia como el espíritu es el espíritu. Yo no que mas puede preguntarse sobre esto.

—Pero, dijo con cierto empeño, concebis que la materia pueda dejar de ser materia?

—No entiendo la pregunta, le respondí.

Ella pareció contrariada de mi estupidez i volvió de nuevo a entregarse a sus modificaciones, mas, no pasó un corto instante sin que tornando a su natural actividad me dijese con aire, si es no es misterioso,

—Va Ud. a tener la bondad de seguirme.

I al decir esto tomó una direccion rectilínea al traves de las paredes. Yo me sentí arrastrado como sino hubiese consultado mi voluntad.........

En un instante que no sabría espresar, pasó ante mi vista la ciudad, la campiña, lagos, rios, bosques, jardines, nuevas ciudades, nuevos campos i montañas, i el sol apareció en otra rejion del todo desconocida.

No tuve tiempo de observar nada i solo pude advertir que penetrábamos en una inmensa ciudad, donde ella sin vasilar encontró lo que buscaba, pues sin preámbulo de ninguna especie se zabuyó, en una manzana en cuyo centro se detuvo en medio de un salon del todo diferente de los que yo habia visto ántes.

XXXII.
EL TIEMPO.

Y

a estaba yo suficientemente adiestrado en estas idas i venidas al traves de las casas, así que no me sorprendió encontrarme sano i bueno en el nuevo salon.

A fin tambien de no caer en estremos peligrosos i talvez ridículos, yo me guardaba de entregmne de lleno a la admiracion que me causaban las cosas nuevas que se me iban presentando. Por esta razon dí una mirada jeneral al salon, procurando mantener mi serenidad en cuanto me era posible. El aspecto jeneral me impuso, pues me pareció comprender algo de respetable i sério en el destino del lugar en que me hallaba: me habria parecido un templo, si hubiera tenido recuerdo de lo que era un templo.

Era aquello una inmensa construccion compuesta de hermosas i esbeltas arquerías que se cruzaban en ángulo recto unas con otras, formando departamentos con cúpulas centrales, bajo las que habia multitud de grupos atareados i llenando al parecer ocupaciones diversas.

—El tiempo avanza, me dijo Ella con cierta precipitacion, i es indispensable concluir luego; por eso no nos detengamos mucho aquí. Esta es una escuela donde se aprende a conocer la palabra divina, es decir, donde se aprenden las leyes naturales: este es pues un verdadero templo, donde se adora constantemente al Padre Universal, por eso es que su solo aspecto os ha impuesto respeto. Aquí se aprende el código de la naturaleza.

Al decir estas palabras, habia dejado de ser la criatura amable i seductora, el ser enloquecedor de poco ántes, para convertirse en el grande i sublime sacerdote embellecido sin fin por su hermosura natural.

Yo no supe articular un pensamiento.

—Allí tiene Ud., me dijo, dos conocidos que se ocupan de aprender i son discípulos bastante asistentes.

Diciendo así, me señaló a mis dos conocidos de Babilonia, a los que tuve precision de poner en su lugar por la desconfianza insultante que me manifestaron. Parecian mui atentos i sosegados escuchando a un señor que esplicaba algo como una máquina o aparato que por lo pronto no entendí. Pero Ella, sin atender al disgusto que pudiera causarme la cercanía de tales personas, me dijo:

—Precisamente con ellos, será menester que Ud. escuche un poco i presencie algo de lo que dice el profesor. Como Ud. ve, ellos están como nosotros siendo completamente invisibles para los demas, pues uno está sentado sobre la cabeza de un asistente i el otro sobre los aparatos que están funcionando. En cuanto a nosotros nos colocaremos al lado mismo del profesor, a fin de que Ud. no pierda nada de lo que en este momento se esplica.

La circunstancia de hallarnos solos me consoló, por una parte, de tener que asistir como discípulo al lado de dos individuos que con tanta razon me habian disgustado, pero, por otra parte lo sentí, pues, habria tenido gusto de que todos me hubieran visto acompañado por Ella, aunque me fastidiaba por otro lado que Ella fuese haciéndome de mentor. Así que restando i sumando conveniencias, era tal su belleza i superioridad sobre todo lo que habia, que me sentia orgulloso de asistir en su compañía a presenciar una leccion de no sé que asunto que a la verdad no me interesaba mucho.

XXXIII.
UN ESPERIMENTO

E

n un frasco de una materia trasparente, que si no era vidrio era de algo que se parecia mucho, aunque era fleccible i elástico como luego lo veremos, habian colocado una série de esferas de diversas materias metálicas i vejetales. Estas esferitas habían sido medidas por sus diámetros i aparecian todas de igual volúmen.

Tapado el frasco, fué introducido en un resipiente en el que habia un líquido claro e incoloro como el agua. A este resipiente entraban alguna tubos provinientes de dos aparatos vecinos, pero Ella me advirtió que no necesitaba atender a eso, pues solo deseaba que observase el fenómeno que se iba a producir sin que fuese necesario imponerme de mas detalles.

En el líquido que envolvía el frasco de las pequeñas esferas cada una del tamaño de un melocoton ordinario, habia un instrumento que segun me dijo Ella era un termómetro que marcaba la temperatura.

Hallábanse en este punto mis observaciones, cuando el profesor tomó o enlazó la palabra de esta suerte:

—En los mundos primitivos...

Al escuchar esto, me previne en su contra, pues ya habia oido demasiado cosas análogas i ya parecian alusiones personales. Pero al continuar sin hacer alto en mí, lo que podia hacer a causa de mi invisibilidad, dijo:

—Las cosas son entendidas al reves de lo que son por que toman a cada paso el efecto por la causa; sin embargo llega un momento en el que se desconoce uno i otra, que es justamente el momento en el que viene la luz de la verdad.

Así por ejemplo, viendo siempre unidas las fuerzas a la materia, juzgan que las unas son propiedades de la otra, i viendo las variadas formas que asume la materia, bajo el imperio de leyes que ignoran, juzgan que la materia es múltiple. Esto proviene, de que no han llegado todavía a aislar las fuerzas, i de que no comprenden como las formas de la materia se perpetuan en infinito número de condiciones diferentes, efectuándose sus combinaciones bajo relaciones de cantidades correlativas i necesariamente simples, puesto que el número es la lei de las relaciones naturales. En tales épocas de atraso, se llega con todo naturalidad a asentar que la materia es inaniquilable; resultado lójico a que conduce la idea de la materia múltiple. Sin embargo es bien curioso que en la Tierra, se conozca la existencia del átomo, i no malicien que la materia de que consta, es única i que solo se diferencia por la forma, lo que da lugar a variaciones diversas i a modos de arreglos diferentes constituyendo así la variedad de cuerpos que se conocen.

Felizmente entre nosotros las cosas pasan de otro modo, pues hemos podido no solo aislar las fuerzas, sino tambien comprobar la realidad de la aniquilacion posible de la materia. Así, veis estas esferillas de diversas sustancias que a la temperatura ambiente ocupan un volúmen de dos pulgadas de diámetro.

Cosa singular; en la lengua universal encuentro la correspondencia exacta hasta de las medidas.

Al decir esto, el profesor jupiteriano, dió vuelta a una especie de juego de llaves, i se produjo en el líquido una evaporacion rapidísima, i tan violenta, que a no ser por un grueso chorro del mismo líquido que empezó a caer en la vasija, ésta se habria, quedado mui pronto vacia. Pasaron así las cosas durante algunos momentos, i e agua o líquido de la vasija se trocó en nieve, pero la ecaporacion seguia en la nieve merced a no sé que influencia de las máquinas vecinas.

Durante esta operacion, yo habia notado que las esferas, el frasco que las contenia i el recipiente que encerraba el frasco, habían disminuido notablemente de volúmen, i la diminucion continuaba.

—El calor, dijo nuestro físico con el reposo del que dice una profunda verdad, espande la materia, i la ausencia del calor la contrae. En los mundos primitivos esplicarian este fénomeno diciendo que el calor separa los átomos i la ausencia del calor los aproxima.

Esta vuelta a los mundos primitivos me hizo distraerme i pasé por alto algunas otras razones. Aquello me humillaba sin saber por qué.

—Ya veis, dijo señalando el frasco de esperimento, ya no ocupa, sino un centésimo del volúmen primitivo, merced a la estraccion abundante de calor que acabamos de hacer. Pero, a pesar de los poderosos medios de enfriamiento que conocemos no alcanzamos a disminuir mas aun que las novecientas noventa i nueve milésimas del volúmen a la temperatura actual. Ya lo veis, el frasco disminuye, i disminuye i rapidamente; ya no es sino un 350 avos de lo que era i sigue todavía disminuyendo. Pronto será solo una, milésima de lo que era.

En efecto llegó un instante en el que el aparato solo tenia dos o tres centímetros de alto i las esferitas parecían pequeñas municiones.

—Ya lo veis, repitió, a lo que se ha reducido todo por la estraccion contínua, de calor; i es evidente, que si se continua por el mismo camino, llegará a desaparecer de nuestra vista. Imajinad que igual cosa, se haga con el universo entero i que se le estraiga calor indefinidamente; es claro, que llegará un momento en que el gran todo se habrá reducido a una partícula invisible. Esta partícula primitiva existió un dia ántes que el Padre hubiera creado él calor i con el la luz i sus demas formas, i de ésa, en su espansion infinita, salió el universo visible, infinito, merced a la creacion de aquel elemento, partícula primitiva.

Al decir esto, el profesor se irguió cuan grande era i dijo con efectiva majestad.

—La materia, no es otra cosa que un aspecto del lóbulo primitivo en su infinita espansion, por la entidad de calor, luz, electricidad etc, que actuan sobre el.

XXXIV.
CONSECUENCIA.

C

uando hubo concluido esta estravagante esplicacion, Ella, que no separaba los ojos de mí, me interrogó con vivo interes.

—Lo que es yo, señora, le dije, encuentro todo esto mui curioso, pero me parecen pretensiosas i mui ridículas las esplicaciones del señor maestro.

Ella, con aire sério, al escuchar mis palabras

—Este es de la Tierra, dijo para sí, i luego dirijiéndose a mí, tendióme su mano que yo oprimí cariñosamente entre las mias.

—Teneis razon, me dijo; cada uno en su esfera. Mas tarde nos encontraremos. Hai una luz divina que se hace obedecer como todas las fuerzas naturales que marchan de un modo ineludible, i esta fuerza, esta lei me impide ir mas allá. Esa lei dice, para poseer la verdad, es necesario vivirla, i la vida de la verdad es una vida larga i penosa,

Al oir estas palabras, cuyo significado no pude comprender, uno de los jóvenes de la campiña de Babilonia, se dirijió a mí bajando de la cabeza de uno de los asistentes, i tendiéndome su mano, que no me pareció regular rechazar, me dijo:

—Por nuestra parte, amigo mio, temimos haber pasado los límites que son fijados para nuestras comunicaciones con los demas, pues, quien tales límites traspasa en un ápice, sufre estrañas consecuencias; por eso, por miedo a nuestra propia debilidad, fuimos quizas demasiado duros en nuestra respuesta.

Aquello no me satisfizo en lo menor. Pero, por no pasar por ignorante me dí por satisfecho.

Entre tanto Ella, me miraba con cierta espresion de pena que me alarmó, i no pude ménos de esclamar:

—Siento, señora, no satisfacer los deseos de Ud..

Pero Ella interrumpiéndome me dijo:

—Nó, amigo mio, estoi satifecho de mis observaciones, pero, veo que Ud. va a ser llamado a vivir el tiempo i que no hai lugar de instruido mas sobre estas cosas, al ménos por hoi.

Aquel estoi satisfecho en lugar de satisfecha me alarmó involuntariamente, i fijé en Ella, mia mirad...

Pero, mi sorpresa fué indecible, estraña, no posible de ser esplicada, cuando, en lugar de Ella, mi ídolo, mi delirio, mi......oh Dios mio, el solo recuerdo me estremece i no puedo conformarme i él, por mas que parezca un destino; veo al traves de la encantadora fisonomía de Ella, al traidor Abel que se habia disfrazado para jugar con mi amor!!!

XXXV.
SOLO.

N

ada sé de lo que pasó por mí en ese cruel momento. Talvez el falso i astuto Abel me cubrió de algunos de esos diábolicos, elementos de que parecia disponer, pues yo pasé un momento sin conocimiento de mí mismo.

Cuando pude recordar i volver en mí, todo habia cambiado.

Yo estaba, en el espacio, solo, i me parecia caer con vertijinosa rapidez en un abismo sin fondo. Mi espíritu sobrecojido de terror contemplaba el infinito con miedo.

En esta situacion, oí a mi lado una voz conocida i mui amada que me hizo ruborizar, por que me recordaba una deslealtad. Era la dulce voz de Eva que me decia: —Vas a despertar; yo voi contigo; un dia nos veremos. Recuérdame, que yo no te olvido!

Estas palabras llegaron al fondo de mi alma, pero no me atreví a responder. Me sentí culpable, criminal, humillado.

Miré a mis piés, i ví un globo inmenso que conocí era la Tierra, sobre el cual yo caia como cae un cuerpo denso i pesado. Cerré los ojos i elevé mi espíritu a Dios pidiendo misericordia, pues olvidando mi naturaleza me creia hecho pedazos. En este momento me acuerdo que creia en Dios.

Sin saber como, me sentí desvanecer.

XXXVI.
EL DESPERTAR.

N

o sé cuanto tiempo trascurrió, cuando me sentí a mí mismo, volviendo a la vida al lado de Federico que asustado me decoa:

—Despierta pronto, que ya me tienes alarmado. Hace una hora que trabajo por volverte i no puedo conseguirlo.

Cuando estuve completamente en mí, Federico me pidió le hiciera la narracion de lo que habia visto i oido en tres horas que me habia mantenido en suelo magnético.

Yo estaba triste.

Sin embargo le narré lo anterior.

Desde entónces amo la soledad i querria estar magnetizado siempre. Pero, los médicos me lo prohiben, porque dicen que perjudica a mi salud.



FIN