Descripción de un palacio
Del encantado celestial palacio
miro brillar cada anchurosa sala,
de esmeralda, zafir, rubí y topacio
con color vario y lumbre, que no iguala
la luz cambiada en cada breve espacio
de los mágicos fuegos de Bengala;
y de una sola fina piedra es hecho
cada diáfano muro y alto techo.
Y paredes penetra y techos una
extraña claridad, de otro sol hija,
que, mas que el nuestro claro, no importuna
la mirada jamás que en él se fija,
mas suave siendo aún que nuestra luna;
que los ojos y el alma regocija,
y que con rayos siempre iguales arde,
sin conocer jamás noche ni tarde.
Por natural virtud, tan dulcemente,
por donde quiera que el pie lleves, suena
el armonioso musical ambiente,
que la más dura, antigua, tenaz pena
aduerme y desvanece de repente,
y quieta torna el ánima y serena;
ni vivo, como el agua del Leteo,
le deja algún recuerdo ni deseo.
Una escondida no visible lira
en cada blando soplo se dijera
que amorosa y dulcísima suspira,
y que vuela una orquesta por do quiera:
así en la altura etérea donde gira
en resonante danza cada esfera
el antiguo Pitágoras creía
que música es el aire y armonía.
Y un canto aquella música acompaña,
que de dónde desciende no conoces,
en que, hermanadas en concordia extraña,
son una sola voz mil y mil voces:
voz dulce que de modo el tiempo engaña,
y hace huir los instantes tan veloces,
que, oyendo su dulzura arrobadora,
iguales son un siglo y una hora.
Los que tanto preciáis y os gozáis tanto
en el canto y la música terrena,
si esa música oyerais y ese canto,
lo que hoy tanto os suspende y enajena
fuera de vuestro oído horror y espanto,
cual son de nube que, rasgada, truena,
o estampido de bronce cuyo seno
al aire lanza el imitado trueno.
Allí Flora y Pomona sus imperios
tienen, do cuenta el Año doce abriles,
y que eclipsan y apocan los aerios
famosos Babilónicos pensiles;
y aun los huertos fantásticos Hesperios
fueran con ellos reputados viles:
dorados frutos su recinto cría
y flores de variada pedrería.
Embriagadora celestial fragancia
desprendiéndose va de aquellas flores,
que no apaga o minora la distancia,
cual de flores terrestres los olores;
y en toda aquella venturosa estancia
música, así, y aromas y fulgores
compiten, sin que alcances qué sentido
es de más gloria y más dulzura henchido.
Más suave que la miel y la ambrosía,
más que el maná de los desiertos suave,
mil sabores y mil como él varía,
sin que jamás de deleitar acabe,
ya lo que el gusto caprichoso ansía
de cada cual en cada instante, sabe
el fruto de los árboles de vida
con que el divino huerto me convida.
Azules y tranquilos cual los cielos,
lagos miré de transparencia rara,
y en lecho de oro y perlas arroyuelos
de pura linfa como el aire clara;
el agua que al cristal da aquí más celos,
si a aquélla la memoria la compara,
con desdén la memoria la desecha,
cual por arte imperfecto contrahecha.
Mas de lo que me ofrece este universo
es lo que aquel palacio soberano
en su seno atesora tan diverso,
que por pintarlo me fatigo en vano:
faltan colores al humano verso,
fáltale vuelo al pensamiento humano,
y así, desesperando del intento,
calla el verso, desmaya el pensamiento.
(1861)