Descripción de la Ciudad de Portoviejo y su Partido en 1774

DESCRIPCIÓN DE LA CIUDAD DE PORTOVIEJO Y SU PARTIDO - AÑO DE 1774 - EN EL REAL Y SUPREMO CONSEJO DE INDIAS - DEDICADA A SU MAJESTAD DON CARLOS TERCERO.

124.- Al norte del partido de Santa Elena está el de Portoviejo, extendido por la orilla del mar Pacífico desde medio grado hasta un grado y 48 minutos al sur de la equinoccial; confina por el Este con los partidos del Balzar y Daule, y por el Norte con el partido de Cabo Pasado; su mayor longitud, contada del Septentrión al Mediodía es de 26 leguas y su latitud 18 de Oriente a Occidente. Antiguamente tenía ese partido la denominación de provincia, y su corregimiento era proveído por el Rey.

125.- La población capital de todo este partido es la Ciudad de San Gregorio de Portoviejo, situada en un grado al sur de la línea, y a los 2 grados y 24 minutos al Occidente de Quito; dista 5 leguas del mar y 35 de la Ciudad de Guayaquil. En ella reside el Teniente de la jurisdicción, el cual era antiguamente jefe del Cabildo que tenía esta Ciudad de dos Alcaldes Ordinarios, 4 Regidores, dos Alguaciles, un Procurador y Escribano. El número de casas de toda la Ciudad sólo son 70, hechas de paja, y colocadas a una y otra orilla del pequeño río que pasa por el medio: en ellas hay 315 almas de todas castas. La iglesia parroquial, fabricada del mismo material, es tan vieja que sólo en fuerza de los muchos puntales y riostras que la detienen no ha conseguido la ruina que pretende; sus pocas rentas y la suma pobreza de los Vecinos, da esperanzas de su reedificación. La otra iglesia que hay en la Ciudad, aunque de paja, es nueva y pertenece a la religión de la Merced, la cual sólo mantiene un fraile, con el nombre de Comendador, y un lego. La congrua principal del curato consiste en los 274 pesos que le están asignados de la gruesa de diezmos, con los que y las demás sobvenciones, logra cerca de 1.200 pesos en cada año.

126.- El pueblo de Pichota es anexo de este curato; tiene por patrona a Nuestra Señora del Carmen: está 3 leguas al norte de Portoviejo, a la orilla del río del mismo nombre de Pichota. Su iglesia es de paja y muy pobre, las casas del mismo material, no pasan de 52, habitadas por blancos y mestizos, de los cuales numeran 160 almas de ambos sexos y de los dos colores. El cura mantiene en este pueblo un coadjutor, a quien da 300 pesos para su manutención, cuya cantidad es menor de la que produce y fructifica las primicias, entierros, cofradías y demás emolumentos de este distrito.

127.- A la orilla del río de Portoviejo y a una legua al oeste de la misma ciudad, se halla el pueblo de San Jerónimo de Picoasá, doctrina de la religión mercedaria, la que provee este curato; ordinariamente lo es el Comendador de Portoviejo: tiene de estipendio 128 pesos producto de los tributos de su feligresía, a razón de 4 pesos por cada uno de los 32 indios tributarios que están a su cargo, con esto y las sobvenciones logra anualmente 307 pesos. La iglesia está muy maltratada y es de paja, como también las 22 casas que forman la población, con 170 almas de ambos sexos en ellas.

128.- Seis leguas al oeste de Portoviejo se encuentra el pueblo de San Pablo de Montecristi, situado a la falda de un cerro del mismo nombre que se señorea de todos los territorios inmediatos por su elevación y figura piramidal. Sirve este cerro de señal para distinguir la costa al reconocimiento que hacen de ella los navegantes, los que procuran, aunque no tengan necesidad de aterrarse, rendir el bordo al monte para ofrecer devotas salvas, promesas y oraciones de la milagrosísima imagen de María Santísima de Monserrate que en él se venera. Todos los que navegan de Nueva España y Panamá para el Perú tributan a esta Divina Señora rendidas acciones de gracias por haberles asegurado el viaje hasta adorarla en este paraje. Por su soberana protección logran infinitos beneficios los marineros, como se han experimentado en los milagros con que ha ostentado su patrocinio, y están acreditados con las alhajas ofrecidas en su templo en reverente agradecimiento de los favores que han conseguido muchos de su poderosa intercesión. La efigie de esta imagen prodigiosa, traída de España desde el tiempo de la conquista, está colocada en una iglesia nueva de teja y quincha, con su torre y media naranja que la hace lucida respecto a la miseria a que están reducidas las de otras poblaciones de estos contornos. El pueblo tiene 83 casas de paja, habitadas por 800 almas entre indios y mestizos. Su cura es clérigo, con 700 pesos de estipendio por la asignación de los tributos de todos los indios de su parroquia: con ellos y las demás sobvenciones goza más de 1000 pesos al año.

129.- A poco más de dos leguas de esta población está la ensenada de Manta, frecuentada de las embarcaciones que navegan de Nueva España, al Perú, a fin de hacer aguada y refrescar los ranchos que necesitan, para de allí continuar su viaje con más seguridad. En la Punta de San Mateo, Oeste de la ensenada, se ven los vestigios del antiguo Pueblo de Manta, que saquearon y destruyeron el siglo pasado en varias ocasiones los piratas y corsarios que infectaron estas mares, por cuya causa se retiraron al Cerro de Montecristi, donde al presente están sus habitadores. En esta ensenada entretienen los indios una guardia de dos hombres que hacen la centinela en el surgidero, para que avise uno de ellos al Teniente del Partido la llegada de las embarcaciones.

130.- El pueblo de San Esteban de Charapotó, que dista 6 leguas al Noreste de Montecristi, es anexo de este curato: hállase, situado a la orilla del río que pasa por Pichota y apartado, del mar, una legua. Su población es de 412 personas de todas castas y edades, que habitan 84 casas de paja. La iglesia es pobre y con muy poca decencia: suele estar servida por un Coadjutor, puesto por el cura propio, pero al presente no lo tiene por no hallarse sacerdote que quiera tener residencia fija en ella; así se ven las mayores irreverencias, escándalos y faltas en el culto divino, perdiendo sus moradores el respeto a los párrocos. Por esta razón y por lo separado que se halla este pueblo del de Montecristi, debiera separarse de este curato y erigirlo en independiente, dividiendo entre los dos el estipendio y sobvenciones. Los indios sólo de Charapotó al Cura 260 pesos anuales, que debían dar al Rey: con éstos y 100 pesos más que produce los entierros, cofradías y fiestas, tenían para mantener un sacerdote sin las contingencias de esperar de 6 leguas los socorros espirituales.

131.- Al sur de la Ciudad de Portoviejo, con distancia de cerca de 8 leguas y en el camino de Guayaquil, está el Pueblo de San Lorenzo de Jipijapa. Tiene situación a una y otra orilla de un arroyo que sólo recoge agua con las lluvias del invierno, se compone de 355 casas de paja con el número de 2.893 almas, los más indios y muy pocos mestizos. El cura es secular y vicario provinciano, siguiendo la antigua división que hacía este partido, corregimiento separado del de Guayaquil. El actual cura mantiene un coadjutor, también secular, para el mejor servicio de su doctrina, a quien le cede cerca de 400 pesos por su trabajo y asistencia. El valor de este curato consiste en 1760 pesos que tiene asignados anualmente de los tributos de su pueblo, con los que y las sobvenciones de misas, cofradías, funerales y matrimonios asciende a más de 2600 pesos, cada año. Hay en Jipijapa dos iglesias, la una de paja y pequeña, dedicada a San Sebastián; la otra es bastante grande, hecha de quincha, cubierta de teja y con una hermosa torre de azulejos. Está interiormente, bien adornada y servida con bastante aseo y devoción. Es la mejor iglesia que tiene esta provincia y la que está acreditando, pudieran todas no ser tan indecentes como se notan, si hubiera más esmero en el culto divino.

132.- En este pueblo no se permite establecimiento a los forasteros; si se ejecutara lo mismo en los demás de indios se evitarían muchos males; no obstante hay en él 433 mestizos (de muchos años de domicilio sus ascendientes), que sólo se distinguen de los naturales en el nombre y color, pues en la sujeción y costumbres son iguales. Ya sea por esta razón o por el celo con que su Cura los corrige y amonesta, es la población donde se observa una regular policía y gobierno muy diferente a el abandono con que están todas las otras de la provincia !Ojalá la imitara y sirviera ésta de edificación¡ No se pasa día en que no acudan los niños a la doctrina y los adultos de ambos sexos precisamente los domingos, miércoles y viernes, sin excepción de edades ni personas, la han de rezar; acuden a las fiestas y procesiones con la mayor modestia prontitud, y tienen mucha veneración a los sacerdotes. Además del Coadjutor, mantiene el Cura el tiempo de la Cuaresma, otros operarios que le ayuden al socorro espiritual de sus ovejas y a cumplir con los preceptos de la Pascua. Los indios no pagan derechos de ninguna cosa y se observa puntualmente el sínodo y arancel. Muchos de sus naturales, relajados de los vicios que observan eb otros pueblos cuando viajan, se quedan en ellos, abandonando sy mujer e hijos por vivir con la libertad que no pudieran tener en su patria: a este daño se debe procurar por la justicia real pronto remediom porque se desertan muchos, se pierden tributos, y porque cuando se quieran traer a su antiguo domicilio no será fácil su se emprende pasado mucho tiempo.

133.- Cinco leguas al Oeste de Jipijapa están los puertos de Machalilla y Callo, en los que se pueden abrigar embarcaciones pequeñas. En frente de éste último y separada de la costa dos leguas, está (Norte-Sur con el Cabo de San Lorenzo), la isla de la Plata, a la que pusieron este nombre los piratas que repartieron en ella una presa cargada de este precioso metal. Tiene de largo la isla tres cuartos de legua y media de ancho; a la parte del Este tiene buen abrigo y el fondo limpio para mojar el ancla las embarcaciones, sin embargo el miedo de los marineros es grande; procuran desatracarse tanto de ella los que pasan inmediatos, que pasa mucho tiempo antes que la dejen a Sotavento, a lo menos más del que necesitan, pagando los pasajeros, como experimenté yo mismo, la falta de práctica y habilidad en los pilotos. Creo que me hubiera eternizado, guardando a la isla el respeto que quería el Capitán del barco, si no me hubiera hecho obedecer haciendo, la costeará a un cuarto. Al Sureste 1/4 Sur de la isla de la Plata, un poco más pequeña que ésta, y pegada a tierra, está la de Salango, al Norte de una grande ensenada de más de 6 leguas de largo que termina en los mogotes, llamados los Ahorcados: en éstos, principia otra ensenada que confina con la de la Punta de Santa Elena, todas tres de buen fondo, ésta última mejor que las dos primeras, porque en ellas es necesario mojar el ancla muy separado de tierra por lo mucho que descubre la marea.

134.- Fuera de éstas seis poblaciones, hay por sus campos 256 casas habitadas por los hacendados que tienen en ellas sus siembras y ganados: con esta gente y con la que se ha dicho hay en los pueblos, se numeran en este partido 5.045 almas, entre ellas 1.121 hombres capaces de tomar las armas, los 269 blancos y los demás indios, pardos y mestizos; todos tienen sus lanzas y machetes, y sólo se encuentran entre toda esta gente 28 escopetas y algunas espadas y sables. Son, aunque de poco valor, inclinados al servicio del Rey, por lo cual si los adiestraran y compusieran de ellos las milicias que tanto necesita este Partido (como se dirá en adelante), serían buenos soldados, su carácter de inquietos y revoltosos se modificaría con las disciplina y sujeción, y el incentivo de los honores militares, y de sus privilegios, que tanto ambicionan, los haría perder el temor y ser constantes en el trabajo de la enseñanza.

135.- El terreno de este Partido es desigual: al Oriente están las altas montañas de Puca, de las cuales se desprenden al mar algunos torrentes (o ríos), que riegan el Partido; los principales son: el de Machalilla, que desemboca en el puerto de este nombre; el de Jipijapa, que sale al Puerto de Callo; el de San Lorenzo, que va al cabo de este nombre; y los ríos Grande y Chico, el primero que pasa por Portoviejo y Picoasá, y el segundo por los Pueblos de Pichota y Charapotó: éstos dos últimos ríos tributan sus aguas a la ensenada de Charapotó. En tiempo de invierno son bastante caudalosos y rápidos estos raudales, según lo más o menos que llueve en sus cabeceras, pero en el verano se secan, dejando por esta estación sin agua los mismos pueblos que en invierno tuvieron que precaverse de su impetuosa corriente. De las mismas montañas de Puca, como paraje destinado para la distribución de las aguas, nacen los ríos de Puca, como paraje destinado para la distribución de las aguas, nacen los ríos de Puca, Colimes y Paján, que con dirección diametralmente opuesta a los anteriores referidos, aumentan con sus vertientes el río de Daule, y por ellos salen también para Guayaquil las más excelentes maderas que hay en toda la provincia.

136.- La esterilidad de este Partido no es tanta como la del terreno de la Punta de Santa Elena, pues aún cuando no llueve en él los ríos y quebradas que lo atraviesan lo fecundizan, ventaja que no logra el antecedente porque no tiene ningún río. También la desigualdad de la tierra sirve para humedecerla algo, pues se detienen algunos vapores marinos: no obstante éstas causas se experimenta sequedad de pocos años a esta parte, lo cual ha despoblado este partido, así por los que han ido a buscar otras habitaciones a las orillas de los ríos de Daule y del Palenque, como por los que han muerto de la peste que ha sufrido como secuela precisa del hambre, que han padecido por falta de lluvias: los ganados se han ahuyentado y las sementeras se han perdido. Del mismo modo que fastidian y cansan por lo interior de la provincia los grandes inviernos que ahogan las campañas, se desean los haya por los partidos de la costa para el cultivo de las plantaciones y conservación de los animales: al presente hay en todo este partido 14.500 cabezas de ganado vacuno y 1.050 de yeguadizo, cantidad muy corta para la que había en otro tiempo.

137.- El temperamento de este Partido es menos caluroso que el de Guayaquil, y aunque (según Alsedo y Herrera) en el tiempo de la conquista no vivían los hombres en él mucho, siendo raro el que pasaba de 50 años, hay en el día bastantes octogenarios y se vive en esta costa, más que por lo interior de la provincia y con menos enfermedades. En los años que llueve cógense por las vegas de los ríos cacao, azúcar, ajonjolí, maní, maíz, arroz y varias especies de verduras, raíces, semillas y frutas, con que se mantienen y transportan fuera del partido cuanto les sobran y juzgan dignos de procurarse alguna ganancia con su venta. La inclinación que tienen sus naturales al comercio les induce a no desperdiciar ninguna de las producciones propias de su país; por esto recogen cera, zarza, pita, algodón, lana de ceibo, vainilla, bálsamo y gomas. Hacen albardas, lomillos, hamacas, redes, linches, sombreros y cordeles. Tiñen hilo de caracol, y algunos bucean perlas. Es genial, en estas gentes la ocupación de las ventas, de conformidad que sólo de gallinas, pollos y huevos que llevan los indios de este Partido a vender a Guayaquil, sacan hasta 1.500 pesos cada año. Este útil entretenimiento ha hecho a muchos de ellos bien acomodados.

138.- La pita es el renglón más considerable de este comercio: tiene mucha estimación, no sólo para el uso de esta provincia, sino también para conducirla al Perú, en donde admitirían cuanta sacaran. Véndese la pita floja y torcida; la primera vale la mitad menos que la segunda: se extrae de las plantas tana conocidas por el mismo nombre que dan al hilo. De la cabuya, planta muy común en estos países(1), y que da una especie de cáñamo, hacen los cordeles de varios gruesos y para diferentes usos: algunos de dos pulgadas, medianamente corchados, sirven para amarras, drizas, chafaldetes, estais y bolinas de las pequeñas embarcaciones del río Guayaquil; con otros más delgaditos forman las redes y linches (2). De la misma cabuya forman el corazón o alma de los hicos(3) de las hamacas, que cubren con la corteza o cáscara llamada mocora(4). Éste sólo partido provee a toda la provincia de la poltronería de éstos columpios tan estimados por el descanso que facilitan: alguna razón tienen en el aprecio que les dan, pues logran en una sola pieza asiento y cama(5) que les liberta con las mecidas del calor y de los mosquitos. Hácenlas ya tan buenas que han quitado a las de Panamá la salida que aquí tenían: para hacerlas más vistosas suelen teñir algunas veces de azul y encarnado la cáscara de la mocora. Para los sombreros reservan las cortezas más finas y blancas, con las cuales los hacen impenetrables al agua al mismo tiempo que son bastante ligeros: los aprecian mucho en el Perú, particularmente en Lima donde compran cuantos llevan a 3 y 4 pesos cada uno. También se aprecia mucho y se vende en aquella ciudad la zarzaparrilla, específico que después, del mercurio tendrá valor mientras haya mal venéreo. 139.- Proveen los indios de este partido a toda la provincia de las albardas que usan en ella para andar a caballo, y por las que desprecian la mejor silla brida; cada año hacen de 400 a 500, que venden a 3 y 4 pesos según su tamaño: ordinariamente son grandes, de tres cuartas de largo y algo más de una tercia de ancho; componénse de dos lomillos de paja sumamente duros, cubiertos de piel de venado curtida, los extremos están un poco más altos que el medio de los lomillos, de conformidad que queda toda la albarda hecha un arco, la cual sujetan a la bestia, sin gurupera ni pretal, con una sola cincha de cuero o cerdas, y de la misma, penden las acciones. Los estribos son proporcionados a lo basto e incómodo de estos aderezos: los hacen de palo cerrados por la parte anterior y de tanto peso, porque los cubren con chapas de metal, que parece quiso su inventor buscar medios para hacer penar a su posteridad, o que estaba reñido con estos moradores.

140.- Por los montes de este Partido se crían trepando en los árboles en bastante cantidad los bejucos o sarmientos que dan la vainilla, y con ella el agradable, olor con que regala, la naturaleza a los que buscan por los bosques, otras producciones, que si no son tan deleitables como la vainilla, son a lo menos más necesarias. En el tiempo en que no había descaecido todavía su precio, se sacaba mucha por esta costa: su especie es de la mejor y de la más legítima, tiene cada vaina de 8 a 9 pulgadas de largo, y de 5 a 6 líneas de grueso, su olor es muy suave y aromática, sin la fortaleza que hace a otras vainillas intolerables. En el día se coge muy poca, desperdiciando este fruto del mismo modo, que no se hace caso, de otros muchos, que sin embargo de ser más útiles, y deseados no tienen aquí compradores que los lleven a Europa.

141.- Por esta misma costa se hallan perlas, y particularmente en las islas de la Plata y Salango, y en la ensenada de Manta, que quieren tenga este nombre, según la opinión más comun, por el mucho pescado que tiene llamado manta, el cual abraza a los buzos que encuentra y los hace perecer, por cuya razón dejan perder estas joyas tan preciosas y estimadas para el adorno de las mujeres; pero no creo que es éste pescado, ni los tiburones que devoran a los hombres, y demás riesgos que corren en este ejercicio, lo que tiene suspendido el buceo, sino la falta de negros que se empleen en esta penosa fatiga; pues cuando alguno se ha dedicado a sacar las conchas ha tenido perlas sin haber experimentado ningún daño. Muchas desgracias suceden en Panamá, pero con ellas se continúa siempre el bucearlas. En todas las partes donde hay de estas pesquerías, no se logran sin negros esclavos a quienes hacen por fuerza aprender este oficio, demasiado violento para que los libres pasen por los peligros antes de hacerse diestros. El resplandor, bella agua o blanco de estas perlas no tiene que envidiar nada, según las personas de conocimiento y buen gusto, a las de las islas del Rey y Río del Hacha, y así debe ser sin duda, como sea cierta (que no lo dudo yo) la observación de Mr. Reamur de que el color de las perlas, es el mismo que el de lo interior de la concha que las contenía; pues el lúcido plateado de las que he visto, es de un hermoso oriente, y por tal se prefieren las conchas de esta costa sobre todas las demás, para aquellas obras en que parecen bien los embutidos del nácar.

142.- En tiempos de la conquista había en este partido una cantidad notable de esmeraldas que no conocieron los primeros españoles que desembarcaron; tal vez fiado sólo de esta noticia, dice Garcilaso de encuentran estas hermosas piedras en Manta, en donde no hay señal ni vestigio alguno que persuada haya habido dichas minas, las que no hubieran los habitadores abandonado; aunque tanto han despreciado las preciosidades del mar por el respeto con que le han mirado, no creo que hubiesen visto con indiferencia las de la tierra. Sin duda las esmeraldas vendrían a esta provincia del Reino de Santa Fe (o Nueva Granada), o lo que es más verosímil, del río de las Esmeraldas, donde hubo, según la tradición, una grande mina y como este río está proximo al Partido de Portoviejo, las puso Garcilaso en Manta por falta de geografía; pero de cualquiera modo que fuese, es sensible la pérdidade estos minerales, y si existieron pueda ser que los indios de este territorio, que miraban las esmeraldas como cosa sagrada, procurasen con bastante cuidado ocultar de los españoles la cantera de que sacaban sus dioses. Por tales las adoraban: el ídolo de los indios de Manta era una esmeralda, que no debía ser pequeña; la que regalaron a Pizarro del grueso de un huevo, como se dijo al número 7, y las que partían para reconocerlas los exploradores de este país, están certificando sería de muchísimo valor la hermosa mina que las producía y cuyo hallazgo es todavía apreciable.

(1): Desde el Golfo de Panamá con dirección costanera sur hay mucha cabuya.

(2): Especie de re con que aseguran los géneros y mercadurías en las bestias para transportarlas: con las mismas linches aseguran las árganas en los viajes.

(3): Hico le llaman al cordel con que tejen las hamacas, unos son de cabuya floja vestidos con la mocora y otros de sola la mocora torcida: éstos duran menos que los de cabuya.

(4): Las mocoras son grandes árboles que producen dos especies de cortezas diferentes, la una blanca de que hacen los sombreros, y la otra amarilla, que aprecian para las hamacas.

(5): La facilidad de poder llevar la hamaca a cualquiera parte, haciendola pender de dos piquetes grandes, pudiera servir, poniendo de uno a otro piquete un caballete o cordel para colgar en él un lienzo encerado, de cama, tienda y alojamiento en campaña con mucho menos gasto que tiene la conducción de una tienda. A lo menos es la hamaca excelente para llevarla en las comisiones que piden mucha prisa.

BIBLIOGRAFÍA

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  • Laviana Cuestos, María Luisa.(1984). La Descripción de Guayaquil por Francisco de Requena, 1774. En Anuario Serie Primera Número General CCXCIX. Publicaciones de la Escuela de Estudios Hispano-américanos de Sevilla. Sevilla, España. Página(s): 76 a 81.