Demóclito y Heráclito
Demócrito De tu tristeza, Heráclito, me espanto, y de nuevo me admiro cada hora que, viendo el mundo y lo que pasa ahora, ya no hayas convertido en risa el llanto. Heráclito Yo me admiro, Demócrito, que cuanto en este triste siglo que empeora crecen más las miserias de hora en hora, más crece tu placer tu risa y canto. Demócrito ¿Pues quién no reirá si, en paz o en guerra, el gobierno del mundo y del consejo es todo desconciertos y locura? Heráclito Lo que a ti te da risa a mí me aterra, eso me tienen ya doliente y viejo, y eso me llevará a la sepultura.