Del oro, como muchos, no dependo
Del oro, como muchos, no dependo, Fabio, pues ni le guardo ni codicio; ni dependo jamás del vulgar juicio, pues dar a luz mis obras no pretendo. Del sexo mujeril casi no pendo, pues amo por placer, no por oficio; y aun menos de la corte y su bullicio, pues de fingir y de adular no entiendo. Solamente dependo de la muerte, ya que discurso no hay ni diligencia que de su despotismo nos liberte. Mas la espero sin miedo y con paciencia, vivo sin desearla; y de esta suerte, amigo, se acabó la dependencia.